jueves, 29 de abril de 2010

Cómo provocar un accidente estúpido

1. Asegúrese de que sea temporada lluviosa.
2. Súbase a su scooter chino.
3. Búsquese una calle bien transitada - de preferencia la Avenida 10.
4. Espérese a que caiga el baldazo.
5. Cerciórese de que la calle esté bien mojada y resbalosa.
6. Cuando el visor de su casco esté lleno de gotas de agua y algo empañado, acelere como desaforado.
7. Pásele por la derecha al carro de Dean CóRnito, de manera que no pueda usted ver que la razón por la que Mr. CóRnito maneja tan despacio es una vieja idiota que va cruzando una calle de 5 carriles sin siquiera una vez fijarse hacia la derecha... que es de donde vienen los carros.
8. Cuando recupere la visibilidad, dese cuenta de que va a 70 kmh en un scooter, en una calle mojada, y está a menos de 3 metros y en la dirección exacta para golpear a la vieja idiota que todavía no se ha dado cuenta de que va a ser atropellada.
9. Trate de esquivarla, únicamente para perder el control de su moto.
10. Tírese de clavado y restriegue su cuerpo y cara en todo el pavimento.
11. Agradezca a Dios que sólo quedó con unos raspones espantosos, algún hueso quebrado, y el corazón latiéndole 180 veces por minuto.
12. Observe a la vieja idiota terminar de cruzar la calle a la misma velocidad a la que venía desde antes, como si la cosa no fuera con ella.

Si cambiamos un poco la puntuación, este post también se pudo llamar: Cómo provocar un accidente, ¡estúpido!. Sí, señor motociclista, el insufrible ese que se bajó del carro a ayudarle y luego lo regañó por imprudente, era Dean CóRnito.

miércoles, 21 de abril de 2010

2 + 2 = 8, o las matemáticas de la Fiscalía

Algo en toda esta historia del juicio por el caso ICE – Alcatel no me cuadra, y desde hace mucho me ha dejado con más dudas que certezas. Después de más de 2000 días que se tomó la Fiscalía General de la República para investigar el más sonado caso de corrupción en la historia patria, uno hubiera esperado un caso sólido como una roca y a prueba de todo. Pero apenas empezando el juicio, ya los principales elementos de la acusación de la Fiscalía se están empezando a desmoronar.


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Como lo he dicho en ocasiones anteriores, no entro a juzgar si los encartados cometieron los delitos que se les achacan. No lo afirmo ni lo pongo en duda. Para eso son los tribunales. Una vez que dicten sentencia, y esta quede en firme, que cada palo aguante su vela, y cada acusado pague por lo que se le pruebe. Pero el caso me deja bastantes dudas.

Según La Nación de ayer martes 20 de abril, entre los $14 millones que supuestamente Alcatel repartió en comisiones ilegales a varios funcionarios públicos, Miguel Ángel Rodríguez recibió un total de $810.000. En una nota de ayer y otra de hoy, La Nación nos informa que según la Fiscalía, Miguel Ángel Rodríguez instruyó a José Antonio Lobo – el “testigo de la corona” – para que la mordida se repartiera 60% para el Presidente, y 40% para Lobito. Una simple regla de tres me arroja el siguiente resultado: si MAR recibió $810.000, que es el 60%, la mal llamada dádiva para ambos personajes, es decir, el 100% del cuál el Ex -Presidente recibiría el 60%, tendría que haber sido de $1.350.000. De acuerdo con estos cálculos, Lobo habrá recibido $540.000, que es el 40% de ese total.

Curiosamente, mediante el acuerdo al que llegó la Fiscalía con don José Antonio Lobo y que hasta ayer se había negado a hacer público, el criminal confeso y familiar salvaje de los zaguates entregó al Estado costarricense 1,4 millones de dólares, un Mercedes Benz modelo 1998, y un Volkswagen Golf modelo 2000, además del cupón de intereses del certificado de inversión donde había puesto los $1,4 millones.

Barájenme ese naipe más despacio. Según el testigo estrella de la Fiscalía, a Miguel Ángel le correspondía el 60% del chorizo, y recibió $810.000 aproximadamente. Eso dejaba $540.000 para el pobrecitico de Lobo. Pero Lobo, cagado en los calzones y con risa nerviosa, fue y entregó al estado activos por un valor tres veces superior a lo que a él le correspondía de la mordida. Casualidad de casualidades, además el monto de dinero en efectivo que Lobito entregó al Estado es muy similar al total que se suponía iban a recibir entre los dos de parte de Alcatel.

O cambiaron las reglas de la matemática mientras yo dormía, y ahora 2+2 es 8, o alguien mintió descaradamente a la Fiscalía para salvar su intacto trasero de pasar una temporada de locas en La Reforma. Y en la Fiscalía nadie se dio cuenta. ¡No estamos en nada!

martes, 6 de abril de 2010

Autopista al subdesarrollo

Que en los 40 años transcurridos desde que se trazó la carretera a Caldera sin que fuera construida a nadie se le ocurriera actualizar el diseño, solo puede ser testimonio de la memez colectiva que campea en nuestro país. Hoy nos congratulamos por esta “gran nueva obra” que nos permite – si el cretino de adelante se decide a manejar a más de 25 kmh – llegar a Tárcoles en menos de una hora, como que si fuera la gran cosa. Y lo es, vistas las deplorables trochas que en este país mal llamamos carreteras y autopistas.
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Quizás el problema no sea de carreteras, sino de semántica. Y entonces lo que tenemos los ticos no son malas carreteras, sino un léxico exiguo que nos impide reconocer la diferencia. En cuyo caso seríamos unos necios mentecatos e incultos que insistimos en no llamar las cosas por su nombre. Sea lo que sea, la nueva “autopista del sol”, más allá de su novedad, es una lamentable porquería. Y no me refiero a la empresa concesionaria – no he detectado en ella culpa alguna por lo que sucede en ese reguero de asfalto en el que nos cobran por circular – sino al caminillo en si.

Un carril en cada sentido más un carril de ascenso en los tramos montañosos es una propuesta tan setentera que debería de ser objeto de un episodio de That 70´s Show. Vía Libre era el nombre de un conjunto musical de la época, no lo que hay en el trayecto San José – Caldera. Las presas que dicen que se armaron en Semana Santa – no soy tan zopenco para haberme metido por allí en esos días – no se debieron a los peajes, sino a la poca capacidad de la carretera para atender la demanda real. Un carril en cada sentido para recibir el tránsito saliente de cinco casetas de cobro. Dios, ¿habrase visto tanta mezquindad?

No señores, no me quejo de las presas de Semana Santa - porque eran absolutamente previsibles. Tampoco me quejo del peaje - ¢1.830 es una bagatela si de verdad me ahorro los 45 ó 50 minutos que me prometen. Me quejo de la forma tan lamentable que tenemos de hacer las cosas en nuestro país. Cuando en los libros de historia se lea que la primera carretera del siglo XXI se construyó a un carril por sentido, nuestros nietos no podrán menos que burlarse de nosotros y de nuestra pequeñita mentalidad decimonónica. Si es que algo o alguien de aquí a entonces hace ver a nuestros descendientes que hay mejores maneras de hacer las cosas.

Hoy me tocó ir a una reunión por Quebrada Ganado. Confieso que antes de que existiera este trillo glorificado, hubiera planificado un fin de semana en Jacó programando la reunión para viernes o lunes sin tener que echarme ida y vuelta en un solo día. Para hoy, decidí estrenarme en la nueva súper autopista. Mi primera observación: muerto el perro, muerta la rabia; pasada la Semana Santa, no había ni un solo policía en todo el trayecto. A la ida topé con suerte, y mis ¢1.830 realmente valieron la pena. Al regreso, cociné a fuego lento – muy lento – este comentario.

No había muchos carros en la vía. Nada más entrar a la carretera, a la altura de Pozón, me topé con un camioncito desvencijado cargado hasta la carameduele de mangos. Dichosamente le pude pasar rápidamente cuando la calle se ensancha en la aproximación al peaje. Para mi sorpresa, desde poco menos de un kilómetro después de ese peaje, hasta el siguiente peaje, me lo tuve que echar a entre 15 y 25 kmh detrás de un camión cargado con maquinaria de construcción – no de la concesionaria; le vi bien los rótulos. Pasamos dos o tres rótulos que avisaban que la velocidad mínima en la carretera es de 40 kmh, pero por supuesto no había un solo policía en 120 kilómetros a la redonda. Ni tampoco había cómo pasar; se trata de un tramo montañoso, de muchas curvas, y sin carriles de ascenso en el sentido hacia San José. Cuando finalmente lo logré pasar – ya para eso había una fila de por lo menos 50 carros detrás del cochino armatoste, me topé con un camión cargado de caña de azúcar hasta unos dos metros por encima del nivel de la cabina. Tampoco había ningún tombo para multarlo por exceso de carga ni por circular a menos de 40 kmh, pero dichosamente rápido apareció el carril de ascenso. Luego de este, otro camión circulando a 45 kmh, apenitas legal, pero provocando presas. Y al llegar al carril de ascenso, el Yeison Alexander que iba en el Elantra ’93 destartalado delante de mí se metió en el carril derecho, y el del camión se quedó en el carril izquierdo, a pesar de los múltiples rótulos que dicen, de manera gráfica y también por escrito: Camiones carril derecho y Tránsito lento carril derecho. Ambos avanzaban a la misma velocidad, por debajo de los 40kmh, y nadie les pudo pasar.

Al final de cuentas, pagué por un servicio que no recibí. De Quebrada Ganado a La Sabana hice una hora y cincuenta y cinco minutos, mismo tiempo que pude haber hecho por El Aguacate. El problema, una vez más, es la forma que tenemos en este país de hacer las cosas. Es verdad que hay que tener maña, experiencia, malicia indígena, quiebre de cintura y unos huevos de avestruz para planear las cosas de esta manera, y que salgan tal cual. Hay que ser ciegos, sordos, subnormales y tener la cara muy dura para concesionar una carretera a un carril por sentido en pleno siglo XXI. Y más aún para permitir que la escoria de la flota vehicular circule por ahí teniendo, ahora si, múltiples alternativas para desplazarse. El que esté dispuesto a pagar por usar una carretera – y soy el primero en la fila – debe de recibir un servicio que la diferencie de las demás. La “autopista del sol” no tiene baches, pero eso es porque está nueva. En todo lo demás, no se diferencia de Cambronero, ni del Aguacate, ni del otro montón de senderitos semiasfaltados que en este país damos por llamar carreteras. Las que nos conducen derechito al subdesarrollo.