sábado, 3 de julio de 2010

Lo que mal empieza mal termina

Desde la semana pasada venía con ganas de escribir algo acerca del escándalo de las visas a los obreros chinos de la construcción, sin que las obligaciones laborales y familiares me lo permitieran. Motivado por las revelaciones publicadas hoy por La Nación del aparente desvío de personal, recursos y materiales de construcción del Estadio Nacional a un proyecto inmobiliario privado ubicado en Sabana Sur, aprovecho el tiempo entre la lamentable paliza que le pegó Alemania a Argentina y el partido España – Paraguay para finalmente escribir sobre el tema.

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Cuando nuestro ínclito ex Presidente anunció la ruptura de relaciones con Taiwán y el establecimiento de relaciones con la República Popular China advertí en este blog que “Nuestra relación con Taiwán no estaba bien planteada porque se basaba en las dádivas y no en los principios fundamentales compartidos”, pero que “la solución encontrada por la Administración Arias Sánchez estuvo peor.” Comenté además que “Más fácil resultó ir a buscarse un nuevo amigo de temporada, al que probablemente se le pedirán los mismo “regalos”y “contribuciones” vergonzantes que se debieron eliminar de la relación con Taiwán.” Con el irreverente estilo que no siempre logro pero definitivamente me gusta usar, concluí que “Habrá que esperar a ver qué sorpresas nos trae esta nueva amistad, pero si por la víspera se saca el día, pareciera ser que nos cansamos de abrirnos de piernas siempre al mismo, y decidimos ahora abrir más las piernas a un nuevo amigo más grandote.” Piensa mal y acertarás.

Sobre el asunto de las visas a los obreros, las presiones de diplomáticos chinos a funcionarios costarricenses para su aprobación, y los intentos de soborno a personal diplomático tico por parte de funcionarios de la empresa estatal china que construye el Estadio Nacional, sólo queda una cosa por decir: felicito sinceramente al gobierno de doña Laura Chinchilla por la posición transparente que ha asumido, y en especial a los funcionarios que han resistido las presiones y/o los intentos de soborno y han actuado en defensa de la institucionalidad. ¡Qué refrescante resulta la diferencia con respecto a sus inmediatos antecesores!

A lo que quiero dedicar un poco más de análisis y tiempo es al tema del desvío de recursos estatales para un proyecto privado. La Cámara Costarricense de la Construcción planteó la denuncia como se debe de hacer: ante la Fiscalía, y con prueba documental, foto y videográfica. La construcción del proyecto Torres del Lago – un complejo residencial de alrededor de 160 apartamentos repartidos en tres torres de 14 pisos cada una – cuenta con algunos beneficios de los que no dispone la obra de cualquier otro mortal: la presencia de obreros chinos con el mismo uniforme rojo desteñido que usan los del Estadio – a pesar de que únicamente se han aprobado visas a obreros para el Estadio, y un par de camiones de carga con placas oficiales que hacen viajes entre el predio de almacenamiento de materiales para el Estadio (en Hatillo) y la obra. Suponen los denunciantes que en dichos viajes se transportan materiales originalmente destinados a la construcción del Estadio Nacional, y por ende exonerados de impuestos.

Hasta el momento no se ha hablado de quién o quiénes son los dueños o inversionistas de tan ambicioso proyecto; todo lo que reportan los medios de comunicación es que se trata de una sociedad anónima llamada Palacio Oriental, así como el restaurante de la esquina de mi choza. Sólo que Li Huan, el dueño del restaurante chino de San Eustaquio, es un muerto de hambre que no podría hacerle frente a la inversión necesaria para desarrollar un complejo de 35.000 m2 de construcción. No me extrañaría que entre los inversionistas haya ciudadanos chinos o alguna empresa estatal de inversiones de China. Pero no debería de extrañar a ninguno de mis lectores que entre los propietarios estén también algunos políticos influyentes de la Administración Arias Sánchez. Sólo espero que la Fiscalía tenga el valor de llevar sus indagaciones hasta las últimas consecuencias, y que exhiba el mismo celo que cuando le toca perseguir a políticos de otro color político.

No podemos permitir que la política exterior costarricense sea secuestrada por los intereses mercantiles de un grupo de poder, y a juzgar por el ruido de las piedras de este río, eso exactamente es lo que hicieron don Oscar Arias y su flamante Ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Stagno. Ellos nos introdujeron en las grandes ligas de la prostitución diplomática, y ahora sólo nos queda recuperar la dignidad perdida.