lunes, 19 de enero de 2009

¿Paz en Israel?

En mi artículo anterior afirmé que va a ser muy complicado lograr un acuerdo de paz entre la Autoridad Nacional Palestina e Israel. Si bien la operación Plomo Fundido, al debilitar severamente a Hamás, puede haber allanado el camino para que la ANP se pueda presentar como el interlocutor único y legítimo del pueblo palestino en dichas negociaciones, esto únicamente facilitará la dinámica de las conversaciones, pero no producirá cambios sustanciales de fondo. La realidad es que Israel y la ANP han estado negociando durante años sobre la base de “dos pueblos, dos países”, que es el principio rector del Cuarteto sobre el Medio Oriente (Estados Unidos, Europa, Rusia y Naciones Unidas). Los resultados brillan por su ausencia, y no precisamente por la influencia negativa de Hamás que, como organización terrorista dedicada a la destrucción del Estado de Israel, no es parte de las conversaciones.

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El principio de “dos pueblos, dos países” tal como lo esboza el Cuarteto se basa en el regreso a fronteras similares (aunque no exactas) a las existentes antes de la Guerra de los Seis Días (1967), cuando Israel conquistó la margen occidental del río Jordán (el territorio conocido como Cisjordania) y la franja de Gaza. Sobre esta base, en el año 2000 el entonces Primer Ministro de Israel, Ehud Barak, ofreció a Yasser Arafat, presidente de la ANP, soberanía sobre el 94% de los territorios de la Cisjordania pre-1967, la totalidad de Gaza, y otros territorios contiguos para compensar el 6% de Cisjordania que Israel mantendría bajo su control. Arafat rechazó la propuesta de Barak.

Sobre la base del mismo principio, y sin que mediara un acuerdo que se lo exigiera, en agosto del 2005 Israel se retiró unilateralmente de la totalidad de Gaza, con la esperanza no materializada de que, al cesar la ocupación, desapareciera la excusa para continuar lanzando cohetes desde Gaza hacia Israel. Más recientemente, y de una manera más discreta, el actual Primer Ministro de Israel, Ehud Olmert, ofreció nuevamente el retiro israelí del 93.8% de Cisjordania, y la entrega de territorios suficientes para compensar el 6.2% que Israel se dejaría bajo su control. Esta oferta fue hecha en conversaciones secretas entre Olmert, Mahmud Abbas (el actual Presidente de la ANP), y Ahmed Qureia (quien fuera Primer Ministro de Arafat y su primer sucesor). Dichas conversaciones, y la negativa palestina, fueron reconocidas públicamente por Qureia.

El asunto es que, si bien la dirigencia palestina “moderada” se adhiere públicamente al concepto de dos países con las fronteras anteriores a 1967, en efecto y en privado exigen un retorno a las insostenibles fronteras anteriores a 1949, luego de que Israel había sido invadido simultáneamente por cinco ejércitos árabes tras su declaración de independencia en mayo de 1948.

Así las cosas, el debilitamiento de Hamás y el restablecimiento de la hegemonía de Fatah al frente de la ANP en Gaza no necesariamente facilitará las cosas en el frente de la paz. Más bien pareciera que Fatah se envalentonará y mantendrá la negativa a cualquier solución que se asemeje al principio de dos países bajo las fronteras pre-1967.

Algunos cínicos creen que la única solución es la desaparición por completo del Estado de Israel. De acuerdo con esta simplista, errada y francamente antisemita visión de mundo, el establecimiento de un estado palestino en la totalidad del territorio de Israel, Cisjordania y Gaza traería finalmente paz al Medio Oriente. Más allá de las motivaciones antisemitas de quienes así piensan, lo que se revela es su total ignorancia de la historia y de la dinámica sociopolítica de la región . Un estado palestino bajo la égida de Fatah, con un régimen secularista, tendría dos frentes de guerra permanentes. En primer lugar, las milicias islamistas chiíes de Hezbolá en Líbano dirigirían sus Katyushas a los “herejes” seculares del sur. En segundo lugar, no podemos olvidar la verdadera masacre de palestinos a manos del padre del actual Rey de Jordania, allá a principios de la década de 1970, en lo que se conoció como el Septiembre Negro. Decenas de miles de palestinos fueron asesinados por el ejército jordano para garantizar el dominio del Rey Hussein sobre todo el territorio transjordano, y en esa parte del mundo esas acciones tarde o temprano son vengadas.

Si considerásemos la posibilidad de un estado palestino islamista fundamentalista bajo el control de Hamás, que es una organización sunita, inevitablemente chocaría con sus hoy aliados de oportunidad, los chiitas de Hezbolá. El Presidente Assad de Siria, quien es también chiita pero gobierna de manera autoritaria un país mayoritariamente sunita, seguirá apoyando a Hezbolá (lo mismo que Irán) para imponer su tendencia de la religión sobre la suni y enviar un claro mensaje a sus potenciales opositores sirios de que la disidencia no sería tolerada. Un régimen islamista también sería una amenaza y una constante fuente de preocupación para los regímenes relativamente más liberales de Jordania y Egipto. Las fronteras de un estado palestino islamista nunca serían estables.

Así es que, aunque nada es imposible, las perspectivas para una paz duradera en el Medio Oriente no son buenas. Dicen que Barack Obama es un tipo brillante, pero si no logra darse cuenta de que el verdadero problema no es el principio de “dos pueblos, dos países”, sino la intransigencia palestina en el tema de la definición de las fronteras, tampoco su gobierno va a lograr resultados positivos en el Medio Oriente. Robert Gates, actual y futuro Secretario de Defensa, y Hillary Clinton, la futura Secretaria de Estado, están muy comprometidos con el concepto de dos países bajo las fronteras pre-1967 como para darse cuenta de esta realidad. La mejor esperanza es que un relativo novato como Obama lo vea e imprima un cambio de rumbo a las negociaciones.

jueves, 15 de enero de 2009

¿Qué va a pasar en Gaza?

La presión internacional sobre Israel y Hamás para que acepten un cese al fuego es cada día más fuerte, y probablemente de resultados en el corto plazo. La pregunta que nos debemos de hacer es qué forma va a tomar dicha tregua, y qué va a pasar con Gaza en el futuro. Aquí pretendo brindar algunas respuestas, basadas en mi análisis poco convencional de los hechos.

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El objetivo de Israel al lanzar la operación Plomo Fundido después de soportar por ocho años el lanzamiento continuo de cohetes hacia su territorio desde la Franja de Gaza, era detener por completo dichos ataques. Otro objetivo no explícito puede haber sido remover a Hamás del poder en Gaza, y entregarlo a los más moderados líderes de Fatah que controlan la Autoridad Nacional Palestina en Cisjordania. Para que Israel acepte un alto al fuego, éste debe garantizar como mínimo que a Hamás le sean cortadas todas las posibilidades de rearmarse, y que le sea impedido el lanzamiento de más cohetes hacia Israel. Adicionalmente Israel exigirá el reconocimiento explícito por parte de Hamás al derecho de existencia de Israel.

Vista la experiencia posterior a la última guerra en el Líbano, sostenida contra Hezbolá en el 2006, Israel no va a poder confiar la tarea a una fuerza liderada por las Naciones Unidas, que tiene serias limitaciones para disparar y gran velocidad para retirarse ante cualquier potencial problema. Está comprobado que los terroristas, tanto en Líbano como en Gaza, se aprovechan de las mal defendidas instalaciones de la ONU para desde allí lanzar sus cohetes Qasam, Grad o Katyusha hacia Israel. En otras palabras, Israel tiene que exigir que sus tropas permanezcan donde estén en Gaza al momento de suscribir el convenio, y hasta que se encuentre instalado y operando algún dispositivo internacional que pueda verdaderamente controlar la situación para permitir que los israelíes se retiren. Esto podría tardar hasta un año.

Hamás, por su parte, necesita salvar el pellejo. Si el cese al fuego no llega pronto, Israel podría hacer cumplir ese objetivo no explícito que mencioné arriba, y Hamás pasaría a los libros de historia. Existen diferencias de opinión entre el liderazgo de Hamás en Gaza, que está siendo severamente castigado y está dispuesto a lograr una tregua aún si ello implica reconocer a Israel, y el liderazgo de Hamás en el exilio (Siria), que prefiere perder hasta el último hombre antes que reconocer a Israel. Por esta razón no se ha logrado una tregua, negociada con la intermediación de Egipto, y con la cual Hamás-Gaza ya estuvo de acuerdo. Con el afán de darnos una idea de la magnitud del castigo que está recibiendo Hamás, hoy murieron en Gaza el “Ministro” del Interior, el Jefe de los servicios de Seguridad, y el jefe de la rama militar de Hamás; es decir, todo el aparato militar y de seguridad de Hamás quedó acéfalo. Eventualmente Hamás-Gaza deberá tomar su propia decisión a contrapelo de los deseos de Hamás-Siria, o arriesgar desvanecerse hacia el olvido. Sin embargo, aunque la situación sea desesperada, Hamás necesita extraer algunas concesiones para salvar las apariencias, y no podrá acceder a ninguna propuesta que se las deniegue. Hamás exige la apertura de los pasos fronterizos hacia Egipto e Israel, y por supuesto quisiera aprovecharlos para reabastecerse, pero sabe que esto último no será aceptable para ninguno de sus dos vecinos. Hamás entonces exigirá el retiro inmediato de las tropas israelíes, pero se conformará con un retiro gradual en un plazo corto. Lo ideal para Hamás sería de cinco a diez días, pero como mencioné en el párrafo anterior, eso sería un serio error para Israel.

Aunque Egipto actúa como intermediador, no podemos perder de vista que maneja su propia agenda. Hamás tiene sus orígenes en la Hermanada Musulmana, una organización fundamentalista egipcia que se opone al régimen dictatorial secularista de Hosni Mubarak, y que ha sido proscrita por dicha razón. La Hermandad tiene como objetivo establecer un califato que abarque desde Egipto hasta Siria, donde la ley islámica sea la única que rija las vidas de los habitantes. Egipto, por lo tanto, es el principal beneficiario de cualquier acción israelí que debilite a Hamás e indirectamente a la Hermandad. Entre otras cosas, Egipto no va a reabrir su paso fronterizo con Gaza mientras el control esté en manos de Hamás, porque eso sería darle reconocimiento internacional al gobierno de facto de dicha organización terrorista. Egipto, al igual que Israel, tratará de forzar el retorno de la Autoridad Nacional Palestina al control de Gaza.

De alguna manera, los diplomáticos encontrarán la fórmula para que el cese al fuego llegue en los próximos días, quizá incluso antes del cambio de poderes en Estados Unidos el martes 20 de enero. Es muy probable que Israel intensifique sus operaciones en los próximos días para debilitar aún más a Hamás y buscar así alguna medida de calma en su zona sur, que ha sido golpeada por los cohetes lanzados desde Gaza. En el largo plazo la búsqueda de la tan ansiada paz entre israelíes y palestinos luce mucho más complicada, y no necesariamente como resultado de esta guerra. La lógica convencional diría que si la actual guerra provoca la retoma del poder en Gaza por parte de la ANP, más bien se allanaría el camino a un acuerdo de paz duradero entre dicha Autoridad e Israel. La lógica del autor de estas líneas le dice que no es así. En un futuro artículo explicaré por qué.