domingo, 29 de enero de 2006

¿Quiénes son los seguidores del PAC?

Cada vez que un candidato costarricense se encuentra abajo en las encuestas, no encuentra mejor salida que descalificar los sondeos y a las empresas encuestadoras. Atacar al portador de las malas noticias es una práctica tan antigua como la más antigua de las profesiones, que en mucho se parece al ejercicio de la política. Así, payasos como Álvaro Montero Mejía, que muy probablemente no sacará más de 20,000 votos (y creo que esta cifra es muy generosa), se llenan la boca hablando de fraudes y de que él representa una fuerza política emergente que dará la sorpresa el día de la “verdadera encuesta”, el 5 de febrero del 2006. Para Ricardo Toledo, otro payaso, “las encuestas no son la realidad”. Antonio Álvarez, a quien hasta ahora no tenemos catalogado de payaso, habla de “diferencias radicales” entre encuestas (lo cual no se sustenta en la realidad).

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Algunas personas incluso prefieren las encuestas empíricas (del tipo “pregúntele a diez personas por quién piensan votar, para que vean que las encuestas publicadas en los medios de comunicación mienten”) que las encuestas hechas profesionalmente, pero sobre eso ya hablé en mi anterior artículo y no es el tema de hoy. Otros candidatos y partidos supuestamente más serios no se eximen del ataque a las encuestas. Un claro ejemplo es el PAC, que descalifica de oficio aquellas encuestas que apuntan a una victoria de Oscar Arias en primera ronda, mientras que ensalzan aquellas que proyectan un resultado que les permite soñar con una segunda ronda.

Los seguidores del PAC se aferran a un dogma de cuatro postulados:
  1. El PAC gana el voto joven.
  2. El votante promedio del PAC tiene un nivel educativo superior al de los partidarios de los otros candidatos.
  3. El PAC representa a las clases medias y pobres, mientras que Oscar Arias y Otto Guevara son los candidatos del capital.
  4. El PAC es el partido que representa y defiende las necesidades del agro y de las mujeres.
Para ver si este dogma se sustenta en mito o realidad, resulta muy útil analizar las cifras que presenta la última encuesta de Unimer RI, publicada en La Nación el día de hoy. Esta encuesta es muy valiosa por cuanto usó una muestra de 2,433 personas de todo el país en edad de votar, lo cual casi duplica las muestras usuales de las demás encuestas comerciales. El margen de error es del 2%, y para mayores detalles les recomiendo ver la Ficha Técnica en el reportaje de La Nación, ya que aporta interesante información sobre la composición de la muestra por sexo, edad, nivel educativo, nivel socioeconómico y zona geográfica. Esta encuesta es también valiosa por cuanto analizó el apoyo de los candidatos entre los diferentes grupos de edad, de educación, y de condición socioeconómica.

En cuanto al “voto joven”, Oscar Arias obtiene el apoyo del 42% del las personas entre 18 y 29 años, Ottón Solís obtiene el respaldo del 31%, y Otto Guevara cuenta con el 17%. Ya que Dean CóRnito tiene más de 29 años pero aún se considera joven, podríamos ampliar el grupo para ver cómo le va a Ottón Solís. Lamentablemente, mejor no hubiéramos hecho el ejercicio, ya que de las personas entre 30 y 39 años, el 52% apoyan al “todo oídos”, 22% a Ottón Solís, y 13% a Otto Guevara. Si bien es cierto que porcentualmente hablando Ottón Solís obtiene mayor respaldo entre los más jóvenes que entre los segmentos de mayor edad, no es cierto que el PAC esté ganando el voto joven. Los datos no sustentan el primer postulado del dogma PACquiano.

Seguimos con el nivel educativo. Quienes han seguido el desarrollo de este blog a través de los meses, sabrán que quien escribe estas líneas no tiene una muy buena opinión del sistema educativo costarricense, razón por lo cual no le ha resultado sorprendente que en este punto el dogma del PAC se confirme. El apoyo de Ottón Solís crece con el nivel educativo de los votantes, mientras que el de Oscar Arias hace lo contrario. Entre las personas con educación primaria únicamente, el 65% apoya a Arias, el 15% a Solís, y el 10% a Guevara. Entre las personas con educación secundaria, el 45% apoya a Arias, el 26% a Solís, y el 17% a Guevara. Pero entre las personas con educación universitaria, el 41% apoya a Solís, contra 32% para Oscar Arias y apenas 8% para Otto Guevara. Este es el único segmento en que Ottón Solís supera a Oscar Arias en intención de voto.

En el sitio web del PAC dan difusión a una encuesta contratada por la revista Perfil, para la cual entrevistaron a un total de 400 estudiantes universitarios de la Gran Área Metropolitana, según la cual Ottón Solís supera por un margen de 3 a 1 a Oscar Arias en este segmento. Esta encuesta combina los dos primeros postulados del dogma: juventud y educación. El problema es que una muestra de 400 estudiantes universitarios, todos de la Gran Área Metropolitana, no es exactamente “representativa”. Sin embargo, como favorece al PAC, la encuesta tiene validez a los ojos de ese partido.

Hoy hace ocho días la Revista Proa publicó una serie de entrevistas que cuatro jóvenes que votarán por primera vez este año realizaron a varios de los principales candidatos presidenciales. Estos jóvenes eran todos universitarios o bachilleres de secundaria que iniciarán sus estudios universitarios en las próximas semanas. Un elemento de valor agregado que apareció en la versión impresa de la revista pero lamentablemente no en la de internet, fue la impresión que causaron los candidatos entrevistados en los entrevistadores. De los cuatro que entrevistaron a Ottón Solís, tres lo describieron de manera negativa, usando calificativos como prepotente (2), a la defensiva (2), falto de interés (2), temperamental(1), enojado (1), y otros más. El cuarto entrevistador fue más positivo y diplomático, diciendo que Solís “tiene una idea clara del rumbo a seguir, pero espero que sepa escuchar opiniones y conciliar posiciones”. Pareciera que entre estos cuatro jóvenes universitarios o cuasi-universitarios, Ottón Solís más bien perdió por el margen de 3 a 1 (a Oscar Arias tampoco le fue nada bien en esta valoración).

El tercer elemento del dogma es el de que el PAC es el partido de las clases populares. Ya lo decía Pakithor, citando a Noel Clarasó en un interesante y polémico artículo invitado que publicamos en La Suiza Centroamericana el pasado lunes 23 de enero: “un político es un hombre que cree representar la opinión del pueblo sin habérsela preguntado jamás”. Y según la encuesta de Unimer RI, Ottón Solís es el ejemplo por excelencia de esta clase de político. Por nivel socioeconómico, únicamente el 16% de los votantes de bajos recursos apoyan a Ottón Solís. Lo interesante es que el 29% de los votantes de nivel socioeconómico medio, y el 35% de los de nivel socioeconómico alto apoyan a Ottón Solís, por lo que resulta evidente que el respaldo hacia Ottón Solís crece con el nivel socioeconómico de los votantes.

En un dato que para este autor resultó sorprendente, Oscar Arias recibe el respaldo del 61% de los votantes de nivel socioeconómico bajo, lo que lo convierte en el representante más claro de los pobres. También interesante resulta que el respaldo a Oscar Arias decrece conforme sube el nivel socioeconómico de las personas, y que en el caso de las personas de clase alta, el 39% lo respalda, cifra no muy distinta del 35% que apoya a Ottón Solís. Otro dato que sorprendió a este autor es que el único candidato (de los tres punteros) cuyo apoyo es prácticamente igual en cualquier estrato socioeconómico que se analice es Otto Guevara, que recibe el respaldo del 13% de los de nivel bajo, 12% de los de nivel medio, y 11% de los de nivel alto.

La conclusión es que el tercer postulado del dogma PACquiano no se sostiene, y que Ottón Solís es tanto el representante de los intereses de los ricos como lo es Oscar Arias, mientras que Otto Guevara – el vilipendiado neoliberal – es el único de los tres que puede jactarse de no representar los intereses del capital según el apoyo que recibe.

El reportaje de La Nación aporta menos información con respecto a la intención de voto por sexo y zona geográfica, pero la poca información es suficiente para desvirtuar el cuarto postulado del dogma del PAC: que son el partido del agro y de las mujeres. Ottón Solís recibe el respaldo del 29% de los votantes del Valle Central (abrumadoramente urbano), cifra que es “casi el doble de lo que recibe en el resto del país” (mayoritariamente rural). En cuanto a sexo, el 28% de los hombres le apoyan, versus el 23% de las mujeres. Parece que somos los hombres quienes más queremos el “gobierno de las madres”, y que entre las mujeres no ha calado el mensaje.

Supongo que en el PAC hallarán solaz en el hecho de que según esta encuesta su apoyo muestra una tendencia creciente, pero lamentablemente para ellos, todo parece indicar que no les alcanzará el tiempo. Usando como referencia esta y la anterior encuesta de Unimer para La Nación, Ottón Solís pasó de 20.5% en noviembre a 25.4% en enero, pero al mismo tiempo el apoyo de Arias pasó de 45% a 49.6%. Nótese además que los resultados, al menos en lo que respecta a los primeros tres candidatos en las preferencias del público, son bastante similares a los arrojados por la encuesta de CID Gallup para La República, que comentamos en nuestro último artículo. No me sorprendería que los miembros del PAC descalifiquen estas encuestas, ya que proyectan una clara victoria de Oscar Arias en primera ronda, y por ende mi análisis basado en ellas. No hay peor ciego que el que no quiere ver.

viernes, 27 de enero de 2006

De encuestas, fraudes, y la falacia de composición

En las últimas semanas ha tomado fuerza un rumor que pone en tela de duda la veracidad de las encuestas y refuerza la teoría de que en las elecciones de la próxima semana se podría dar un fraude. Internet ha probado ser una excelente herramienta para la propagación de este tipo de historias, y en este caso particular, el rumor ha sido reproducido en algunos foros de discusión y en algunos blogs que frecuenta este autor, además de haber recibido un correo electrónico en la misma línea. El planteamiento es más o menos así: quien lo circula o reproduce afirma que entre sus conocidos, nadie o casi nadie piensa votar por Oscar Arias. Acto seguido invita a sus lectores a probar su teoría en casa; les recomienda preguntar a diez familiares, amigos, y conocidos por quién piensan votar, para que corroboren que Oscar Arias no tiene el apoyo del cuarenta y pico por ciento de la población que dicen las encuestas. Esto, según ellos, es prueba de que las encuestas están equivocadas y, en algunos casos extremos, sugieren que las empresas encuestadoras son parte de un complot con Oscar Arias para encubrir el fraude que se daría el 5 de febrero.

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En mi caso particular, he de confesar, Oscar Arias no llega al 40% del voto de mis 10 allegados “encuestados”. ¿Debería estar de acuerdo entonces con la conclusión de que los resultados de las encuestas son falsos? Si así lo hiciera, hubiera reprobado el curso de Principios de Economía, en primer año de la U, cuando aprendí sobre la falacia de la composición: consiste en creer que lo que es cierto para las partes de un todo, es cierto para el todo. A manera de ejemplo, incurre en la falacia de la composición quien argumenta que como una moto es más veloz que un automóvil, entonces todas las motos son más veloces que los automóviles. En términos electorales, el hecho de que en mi círculo de familiares y amigos Oscar Arias no sea más popular que una hemorroide, no me permite extender el razonamiento a la totalidad de la población costarricense. Al fin y al cabo, cada uno de nosotros pertenece a una clase socioeconómica, tiene un nivel de educación particular, vive en una determinada localización geográfica, trabaja en algo acorde con sus condiciones; y esos factores tienden a relacionarlo con gente de similares características. Quien es profesional, vive en San Antonio de Belén y es ejecutivo de Intel, tiende a relacionarse primordialmente con gente de clase media o media-alta, con estudios universitarios, y con residencia en zonas sub-urbanas. Entonces, no es sorprendente que en su círculo de conocidos exista una especie de convergencia de opiniones.

La debilidad de estas “encuestas” empíricas y unipersonales, es justamente la fortaleza de las encuestas profesionales. En estas últimas, las muestras a encuestar se diseñan de manera que sean representativas de la diversidad imperante en el país: ellas incluyen gente de zona urbana y rural en la misma proporción que la población del país se divide entre urbana y rural, y lo mismo hacen con el nivel socioeconómico, sexo, y otras categorías que podrían tener influencia en las preferencias políticas de las personas. Las encuestas – no está demás recordarlo – no son infalibles. Para empezar, existe el margen de error: por entrevistar a una muestra y no a la totalidad de la población, los resultados de la encuesta podrían desviarse del resultado “real” en el porcentaje del margen de error, ya sea para arriba o para abajo. Así, si se afirma que Otto Guevara obtendrá el 14% del voto en una encuesta en que el margen de error es del 2.8%, este 14% podría ser hasta 2.8 puntos inferior o superior al resultado de la votación real. Es decir, que si las votaciones hubieran sido cuando se tomó esa encuesta, don Otto podría esperar una votación que oscilaría entre el 11.2% y el 16.8%.

En segundo lugar, existe lo que se llama nivel de confianza, usualmente establecido en el 95%, lo cual indica que si se tomaran 100 muestras diferentes pero de similar composición, los resultados estarían dentro del margen de error en 95 de ellas. Quiere decir que cinco de cada cien muestras arrojarán un resultado significativamente diferente del vaticinado. Por esto, aún cuando una encuesta arroja un resultado muy diferente del observado el día de las elecciones, no podemos concluir que la encuesta es fraudulenta, aunque haya estado equivocada.

Un tercer punto a considerar es el momento de la encuesta. Los resultados de una encuesta nos dicen que si las elecciones hubieran sido el día en que se elaboró la encuesta, hay una probabilidad del 95% de que los resultados de las elecciones hubieran estado dentro del margen de error. Una encuesta realizada dos semanas antes de las elecciones nos muestra una imagen de la opinión del electorado dos semanas antes de las elecciones, no el día mismo de la votación. De manera que, en la medida en que se presenten eventos que puedan modificar las preferencias de los votantes en las dos semanas transcurridas entre la elaboración de la encuesta y el día “E”, los resultados de las elecciones podrían ser significativamente diferentes de los de la encuesta, sin que por ello se pueda concluir que la encuesta se equivocó o fue manipulada.

Para que sea cierta la teoría de que hay una conspiración fraudulenta para darle el poder a Oscar Arias, tendríamos que estar dispuestos a creer que absolutamente TODAS las empresas encuestadoras son corruptas, cosa que se me antoja ridícula. Aún y si fuera el caso que todas esas empresas son parte del complot, habría también que concluir que los investigadores de las universidades, y especialmente de la Universidad de Costa Rica, que ha realizado encuestas de opinión electoral, están en la jugada arista. Porque la realidad es que los resultados de las encuestas “profesionales, serias, y de cobertura nacional” han venido siendo muy consistentes entre sí en los últimos meses, incluyendo las realizadas por las empresas privadas y por los investigadores de la UCR.

Por supuesto, la estúpida decisión del Tribunal Supremo de Elecciones de sustituir la huella dactilar por una equis marcada con bolígrafo en la papeleta, alimenta estas teorías conspiratorias. En la no del todo remota situación de que en una mesa de votación sólo hayan fiscales de un partido, sería muy fácil para ellos marcar con equis la columna de su partido en las papeletas de quienes votaron en blanco, o poner una segunda equis en cualquier columna de las papeletas de quienes votaron por un candidato que no es el de su preferencia, anulando así esos votos. Incluso podrían “votar” por las personas que se abstengan de hacerlo. Confiamos, sin embargo, que los observadores nacionales e internacionales, tanto del TSE como de entidades independientes, podrán ofrecernos su valoración ex - post del proceso de votación y con ello eliminar cualquier duda. Esperamos, además, que los demás partidos hagan el esfuerzo necesario y coordinen entre ellos para asegurar que ninguna mesa se quede con fiscales de un único partido.

Con este amplio pero necesario preámbulo, procedo a comentar la encuesta realizada por la empresa CID Gallup, publicada en La República de ayer jueves 26 de enero. La encuesta utilizó una muestra de 1.823 personas mayores de edad en todo el país, con un margen de error del 2.8%, y un nivel de confianza del 95%. Como dato interesante, la encuesta se realizó entregando a cada entrevistado una papeleta similar a la que se usará el día de las elecciones, permitiendo que su “voto” fuera secreto. No es lo mismo tener que decir al encuestador por quién va a votar el entrevistado, que ponerlo en un papel que no permite identificar la escogencia del entrevistado. Pareciera que este ejercicio permite al encuestado ser más honesto en su respuesta.

La encuesta arroja resultados muy similares a los de otras encuestas que hemos comentado en este blog, en el de JD Clarke, y supongo que en muchos otros lugares. Entre las personas que aseguran que irán a votar, Oscar Arias obtiene una intención de voto del 49%, versus un 21% para Otón Solís y un 14% para Otto Guevara. Ricardo Toledo aparece con un 6% en el cuarto lugar, Antonio Álvarez con un 4% en el quinto lugar, y José Manuel Echandi en el sexto lugar con un 2%. Cuando uno observa que encuestas realizadas por empresas como CID Gallup, Unimer RI, Borge y Asociados, Demoscopía, y también por investigadores de la UCR arrojan resultados tan cercanos, no puede más que concluir que las encuestas parecen estar bien hechas, y que la campaña no ha producido grandes cambios en las preferencias del electorado.

Quizás el dato más interesante que arroja esta última encuesta de CID Gallup es en lo referente al abstencionismo. Según esta encuesta, el 13% está decidido a no votar, un 8% adicional dice que posiblemente no votará, y un 16% dice que posiblemente si saldrá a votar. La República lo presenta como que si el abstencionismo fuera a ser del 21%, lo cual asume que ninguno de los que dice que “tal vez no”, saldrá a votar, y ninguno de los que dice que “tal vez si”, se abstendrá de votar. Un abstencionismo del 21% sería una noticia fenomenal, aunque poco probable. Si, en vez de hacer un cálculo tan sencillo, asumimos que el 75% de los que dicen que probablemente no votarán en efecto no votarán, y que el 50% de los que dicen que probablemente sí votarán al final no lo hacen, el abstencionismo en este escenario sería del 27%. Alto, pero menor que el de los últimos dos torneos electorales (31.14% en la primera ronda del 2002, 30.01% en 1998). En otro escenario, si asumimos que el 75% de los que dicen que probablemente no votarán en efecto no votarán, pero que el 75% de los que dicen que probablemente sí votarán si lo hacen, el abstencionismo bajaría al 23%. En cualquier caso, un descenso notorio en el abstencionismo sería una noticia muy positiva: a pesar del descontento palpable hacia la “clase política”, la ciudadanía estaría dando una clara señal de que aún cree en sus instituciones democráticas. El mandato para quienes resulten electos sería mucho más fuerte.

lunes, 23 de enero de 2006

El mito del Sí (sifo)

Con las elecciones a menos de dos semanas, Dean CóRnito se ha propuesto publicar una serie de artículos en los que analiza los Programas de Gobierno y las personalidades de los tres o cuatro principales candidatos (según las encuestas más recientes). Para lo primero, la fuente obvia es los sitios web de los partidos políticos, donde más tarde que temprano, la mayoría han ido publicando sus planes de gobierno. Para el análisis de sus personalidades, utilizaremos entrevistas y otras fuentes que vayan apareciendo de camino. Iniciamos hoy con Oscar Arias, y arrancamos con su Plan de Gobierno.

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Primero, lo bueno. En su declaración de principios, en el capítulo de Marco Ideológico del Programa, se percibe un discurso moderno y modernizante, en un marco de solidaridad social, sin temor al cambio. Afirma su compromiso de que “la sociedad asegure a todos los ciudadanos un nivel de vida compatible con su dignidad humana y les provea acceso universal a ciertos bienes capaces de potenciar sus habilidades y sus posibilidades de ascenso social”, lo cual, leído en el contexto que le impone la afirmación de que “Costa Rica necesita, pues, un liberacionismo que no confunda los fines con los medios, que evolucione junto con los tiempos y que sea capaz de propiciar las reformas que el país requiere para ser cada vez más próspero, equitativo y democrático”, nos quiere dar a entender que los objetivos supremos del liberacionismo histórico no serán abandonados, y supone una crítica a quienes siguen aferrados al estatismo e intervencionismo de antaño a pesar de que los resultados positivos de los años 50s y 60s no se han vuelto a repetir.

El Plan de Gobierno gira en torno a ocho ejes que – palabras más, palabras menos – son recurrentes en los programas de los demás partidos: luchar contra la corrupción, luchar contra la pobreza y la desigualdad, integración con el mundo para crear empleos de calidad, educar para el Siglo XXI, luchar contra la delincuencia y las drogas, poner en orden las prioridades del estado, recuperar la infraestructura, y ennoblecer la política exterior. Después menciona nueve objetivos globales para la eventual segunda Administración Arias: i. reformar la gestión pública en aras de la transparencia y la ética, ii. reducir la brecha de oportunidades (y disminuir la tasa de pobreza en un 4%), iii. mejorar el acceso de los más pobres a vivienda, salud y educación, iv. mejorar oportunidades para la clase media (bajando tasas de interés y creando nuevos empleos), v. crear una plataforma productiva abierta, competitiva y ambientalmente sostenible, que permita tasas de crecimiento sostenido del 6% anual, vi. mejorar la situación de seguridad, vii. detener el aumento del consumo de drogas y disminuir su trasiego, viii. reformar el Estado para que pueda resolver con eficiencia las demandas de la población, ix. situar a Costa Rica como potencia moral en el ámbito internacional. Consecuentemente, el programa de gobierno establece cinco áreas de acción: política social, producción, sostenibilidad, marco legal institucional, y política exterior.

Hasta aquí todo bien, porque se trata de planteamientos muy generales con los que la inmensa mayoría de la población estaría de acuerdo, sin importar su color o ideología política. Como dice el refrán inglés, el diablo está en los detalles: ¿Cómo se disminuye la pobreza? ¿Cómo se recupera la infraestructura? ¿Cómo se detiene el aumento en el consumo de drogas? ¿Cómo se reforma el Estado y la gestión para fomentar la transparencia y la eficiencia?, etc. Y es justo aquí donde – en opinión de quien escribe estas líneas – empiezan los problemas, porque el llamado programa de gobierno no aporta ningún detalle, dejando a nuestra imaginación el llenado de los espacios en blanco de las interrogantes del capítulo del cómo.

En otras palabras, el Plan de Gobierno de Oscar Arias se queda en el postulado de las buenas intenciones, sin brindar detalle alguno que nos permita entender cómo pretende lograr sus objetivos. Y si bien coincidimos con don Oscar en cuánto a que no hay que confundir los fines con los medios, es de vital importancia para el votante – sobre todo para el que a 13 días de las elecciones continúa indeciso – conocer si hay carnita en el análisis o si los “más de mil” se han limitado a pensar en lo linda que sería mi Costa Rica si todos estos objetivos se cumplieran, pero no tienen idea de cómo alcanzarlo. De buenas intenciones está pavimentado el camino al infierno.

Hay intercalados en el documento una serie de compromisos específicos que nos pueden dar una luz acerca de cómo pretende Oscar Arias lograr algunos de sus objetivos. Así, por ejemplo, la intención de elevar el gasto público en educación del 6% al 8% del PIB puede ayudar a alcanzar el objetivo de la universalización de la secundaria. Pero si estos recursos no van acompañados de programas diseñados para disminuir la repitencia, aumentar la retención de estudiantes, y convencer a padres y a jóvenes de que éstos deben de completar sus estudios secundarios, los recursos se van a desperdiciar. De igual manera, el cumplimiento de la promesa de aumentar en 4.000 el número de policías puede mejorar la percepción de inseguridad, pero la represión por si sola nunca ha logrado – en ningún país ni en ninguna época – disminuir el consumo de drogas si no se atacan las causas de esa conducta. Como decía Bob Marley, “you can make it illegal, but you can’t make it impopular”.

Oscar Arias ofrece la activación de un Plan Nacional de Infraestructura, con concesiones por más de $1.000 millones en los próximos cuatro años. Difícilmente encontraremos a alguien opuesto a tan magnánimo plan, todos los candidatos “principales” y algunos marginales (como Toledo) apoyan la concesión de obra pública. El problema es que ya en 1998 don Miguel Ángel Rodríguez ofreció exactamente esto: proyectos de concesión por más de $1.000 millones. Y la realidad es que durante el cuatrienio 1998-2002 el gobierno intentó lanzar proyectos de concesión por un monto cercano a los $1.000 millones, sin que hasta la fecha alguno haya prosperado. La administración y ampliación del puerto de Caldera, la construcción de la autopista San José - Caldera, la ampliación de las autopistas General Cañas (San José – Alajuela) y Bernardo Soto (Aeropuerto – San Ramón), la conclusión del anillo de Circunvalación, son todos proyectos que languidecen en una maraña legal aparentemente insuperable, y no es cuestión de voluntad. Las leyes que tenemos, y la posibilidad sin límite de recurrir y apelar las decisiones estatales, no permiten el avance de estos proyectos, y si bien el Plan de Gobierno del PLN nos dice que hay que reformar la Ley de Concesiones, eso es como que el doctor me diga que es necesario combatir el cáncer. Lo importante es ¿Cómo? ¿Qué expectativas de éxito hay?

En el campo económico, el Programa habla de la necesidad de aumentar la recaudación, pero no hace mención del dañino Paquete Fiscal que, sabemos de todas formas, Oscar Arias apoya a pesar de la evidencia de que hay mucho espacio para mejorar por la vía de una recaudación más efectiva de los impuestos existentes antes de pensar en nuevos y mal diseñados impuestos. Más aún, las pocas promesas específicas que aparecen en el Programa de Gobierno requieren de una cantidad de recursos tal que nos lleva a la conclusión de que Oscar Arias buscará la aprobación del Paquete Fiscal al principio, y de un nuevo paquete fiscal más adelante. Las matemáticas son sencillas: hoy en día, la recaudación fiscal ronda el 13% del PIB, y con el Paquete Fiscal se pretende aumentar la recaudación en un 2% adicional. Sin embargo, hoy en día se invierte en educación menos del 6% constitucional, y Oscar Arias desea aumentarlo al 8%. Aquí se nos va más que los dos puntos porcentuales que en teoría allegaría el Paquete Fiscal. Pero además de esto, su Plan de Gobierno llama a aumentar la inversión en Ciencia y Tecnología al 1% del PIB, cuando hoy en día no llega al 0.2%, por lo que necesitaríamos otro 0.8% del PIB. Y los 4.000 policías, ¿cómo los va a pagar? Y todos los demás programas y propuestas que por razones de espacio no podemos mencionar, ¿cómo los va a pagar? El Programa de Gobierno no lo dice.

Vamos, por último, a referirnos a uno de los temas favoritos de Oscar Arias: las relaciones internacionales. El Plan de Gobierno establece como dos de los objetivos en este campo, recuperar el respeto de la política exterior costarricense y su apego estricto a arraigados valores nacionales, y convertir a Costa Rica en una potencia moral internacional, capaz de convocar al mundo en pro de las mejores causas. No discutimos temas “inmediatos, como el de las relaciones con nuestros vecinos del norte, tema que se nos antoja escabroso más por la irracionalidad e incompetencia de quienes gobiernan Nicaragua que por alguna otra razón al alcance o bajo el control de nuestros propios gobernantes. Nos llama poderosamente la atención – y nos encanta – el principio de que la política exterior esté supeditada a “nuestros más arraigados valores” y que se use la autoridad moral que de ello se deriva para mover al mundo en pro “de las mejores causas”, pero no vemos en el Programa, ni en las declaraciones de Oscar Arias en campaña, cómo pretende lograr eso.

Dos temas que pueden ser usados como termómetro de la política exterior costarricense son nuestras relaciones con Israel y con Taiwán. En el primer caso, la política tradicional de nuestro país ha sido la del respaldo a la única democracia del Medio Oriente, reconociendo tácita y explícitamente el derecho de autodeterminación del Estado de Israel al mantener en Jerusalén nuestra embajada en ese país. Antes de lograr la inconstitucionalidad de la prohibición a la reelección, don Oscar hizo varios llamados públicos a mover la embajada tica a Tel Aviv y establecer relaciones con algunos de los regímenes autoritarios del Oriente Medio. Una vez candidato, Oscar Arias se ha rehusado a definir su posición al respecto.

En el segundo caso, la política tica ha sido la del respaldo a la democracia de la República China en Taiwán, pero a cambio de favores económicos que se le cobran a ese país con cada cambio de gobierno aquí. El respaldo a Taiwán ha sido, al menos en los últimos 15 años, interesado antes que de principios. Don Oscar, nuevamente, se ha rehusado a definir si mantendrá la relación con Taiwán o si buscará el acercamiento a la China Continental. Hace un par de semanas tuvo la desfachatez de decir a La Nación, que para conocer su posición al respecto habrá que esperar hasta después de las elecciones.

Ante tanta oscuridad, cabe preguntarse qué entiende Oscar Arias por ennoblecer nuestra política exterior. ¿Se atreverá a apoyar a las democracias – sin condicionamientos económicos, eso sí – a pesar de los cantos de sirena de los petrodólares y de los contoneos del gran dragón? ¿Será Oscar Arias el Presidente que tendrá la gallardía de fortalecer nuestras relaciones con Taiwán sin exigir regalitos en la forma de puentes, carreteras y centros de convenciones? ¿O las “mejores causas” de las que habla serán las de los dudosos intereses económicos del poderío árabe y chino respectivamente? Cuando habla de los más arraigados valores nacionales, ¿se refiere a valores sublimes como la democracia y la paz, o a unos más recientes pero no menos arraigados como el dinero fácil y rápido? Lástima que en plena campaña no se atreva a aclararlo.

Para un candidato que ha hecho lema del SI, es más lo que NO nos dice que lo que SI.

¿Será la tinta amarilla de los carteles?

Artículo invitado

Ante la implacable sequía que ha afectado a La Suiza Centroamericana de manera evidente en las últimas semanas, nuestro Consejo Editorial ha aceptado publicar por vez primera, y a manera de excepción, un artículo enviado por un estimable lector de este blog. Su autor, Pakithor, es un consagrado bloguero español que tiene un par de años de residir entre nosotros, y le toca ahora vivir su primer proceso electoral en Costa Rica. Nos deleita en este espacio con un incisivo comentario sobre un candidato presidencial costarricense. Su blog, Ni conmigo ni sin mi, trata sobre la posición de España en el mundo y su relación con Latinoamérica. Pakithor es además el administrador de La Tercera Vía, un foro de discusión sobre temas de actualidad española.


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Decía el escritor Noel Clarasó que un político es un hombre que cree representar la opinión del pueblo sin habérsela preguntado jamás y qué mejor forma de comprobarlo que asistir a una campaña electoral. Sin embargo, no todos los políticos son iguales. Los hay malos, malísimos y populistas. Así podemos afirmar, sin miedo a equivocarnos, que los que más se asemejan a la definición de Clarasó son sin duda los que ocupan el más alto escalafón dentro de tan depauperado gremio: los populistas. En esta mi primera campaña electoral tica me cuentan que el populismo ha hecho irrupción de forma clara desde que algún candidato se ha creído demasiado lo que nunca ha preguntado al pueblo, esto es, que él lo representa. Lo cual vuelve a refutar la afirmación de escritor español.

El populismo se basa en repetir lo que algunos quieren escuchar hasta la saciedad, aunque no se diga nada y precisamente se trata de hablar mucho para que los demás hablen de uno, aunque sea bien, que diría Wilde. Pero el mayor de los tesoros del hombre es el silencio que lo reserva a uno de la mayor de las esclavitudes: la palabra. Lean sino la entrevista que publicó el pasado 18 de enero La Nación al candidato Ottón Solís que acudió escoltado por la diva de la intelectualidad en versión limonense. La perla más antológica de todas fue la afirmación de que “este país nada en dinero”. Si llegase a mandar, que no lo hará, alguien tendrá que decirle que le muestre la piscina de los millones para darse un baño.

El populismo juega con la falta de memoria de la gente. Pero llega un momento en que la falta de memoria no es tan grande como para que una persona capaz de abrir las páginas del periódico no recuerde lo que leyó dos líneas antes. Juega Ottón igualmente con el resentimiento de algunos sectores de la sociedad y enarbola banderas repitiendo consignas que lo dejan en evidencia a poco que escarbe uno en el pasado del ex ministro de Planificación Económica en el anterior gobierno de Arias.

Lo más curioso de todo es la continua contradicción de este ínclito personaje que juega de pobre y tiene una lista de bienes declarados de más de 20 folios. Fíjense por ejemplo que en la misma entrevista dijo que las encuestas no valen para nada mientras que su lugarteniente dijo que los únicos que tenían opciones eran ellos y Arias, sin duda con base en las encuestas. Por cierto que esta manía de retratarse con la Campbell y dejarla hablar en sus entrevistas es más que sospechosa, por la inseguridad que manifiesta el acompañado digo. Aunque lo más trágico es que en el sitio web de su partido, en portada, aparece la encuesta publicada por la “prestigiosísima” revista Perfil en la que se afirma que Ottón triplica a Arias en el voto de los que acceden por primera vez al sufragio. La encuesta fue realizada a estudiantes universitarios y el PAC la extrapola, como la “revista femenina”(sic), al total de la población costarricense en ese tramo de edad. Datos técnicos aparte –por desconocimiento claro de mi parte-, en qué quedamos, ¿las encuestas valen o no valen?. ¿Será que valen las que nos dan mayoría y las otras son pura manipulación?.

Pero el político alcanzó el cenit al afirmar que llamará al ex ministro de Comercio Exterior Alberto Trejos para que renegocie el TLC. Al leer la noticia en la residencia del negociador comentan que las risas se escuchaban a 3 kilómetros a la redonda. La orgía de hilaridad del ex ministro parece ser que alcanzó los 5 minutos. No fue para menos. Solís ha vilipendiado al ex ministro hasta la saciedad, no sólo poniendo en tela de juicio su capacidad profesional, sino realizando afirmaciones demoledoras contra la negociación liderada por Trejos y, ahora, en plena campaña electoral dice que lo mandará a renegociar. ¿Tendrá la tinta amarilla de los carteles electorales del PAC alguna sustancia alucinógena?.

miércoles, 11 de enero de 2006

Las lecciones del turismo

El turismo es hoy por hoy, y desde hace varios años, la principal fuente de ingresos y divisas del país. Además, el modelo de desarrollo turístico que ha adoptado Costa Rica es bastante equilibrado: en la mayor parte del país predominan los hoteles medianos y pequeños, siendo las excepciones la provincia de Guanacaste y la ciudad de San José. Con ello se ha logrado atraer una mezcla de turistas que ha resultado beneficiosa para el país; desde el que busca la comodidad de un “all-inclusive resort”, que viene a ser como un concepto genérico que igual da si está en República Dominicana, en México o en Costa Rica, hasta el que busca a Costa Rica por sus riquezas naturales y su cultura local, y prefiere hacerlo entrando en contacto con los ticos, cosa que se facilita estando en un hotel pequeño que prácticamente lo obliga a salir a buscar vida en otra parte.

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Hay, por supuesto, grandes hoteles propiedad de costarricenses, aunque sospecho que la mayoría son producto de la inversión extranjera. Pero entre los hoteles medianos y pequeños predomina el capital nacional. El segmento de lo que yo llamo “turismo genérico” es muy grande y, aunque no haya mayor diferencia entre un Barceló en Playa Tambor y uno en Punta Cana, es bueno atraer al país los dólares que ese segmento del mercado genera. Pero los que más beneficios reportan al país son justamente los demás turistas. Se dice que el dólar gastado por uno de estos turistas “no genéricos” es el dólar más democráticamente distribuido. Ellos reparten su gasto entre taxistas, restaurantes, hoteles, parques nacionales, tour-operadores, etc., de los cuales la mayoría son propiedad de costarricenses.

Hace 20 años la cantidad de turistas extranjeros que visitaban el país era prácticamente insignificante. Entonces llegó el Premio Nóbel para Oscar Arias, y fue como si de pronto el mundo hubiera descubierto a Costa Rica como destino turístico. Desde 1987-88 se disparó la visitación turística. En un principio, el país no contaba con la infraestructura adecuada – me refiero a hoteles y otros servicios necesarios para el turismo – para atender tal crecimiento, de manera que el Estado recurrió a otorgar incentivos fiscales a las empresas turísticas. Con estos incentivos, que iban desde deducciones al impuesto sobre la renta de las empresas que invirtieran parte de sus ganancias en el desarrollo de proyectos turísticos, hasta exoneraciones para la importación de todo tipo de equipos y suministros necesarios para la construcción y operación de las empresas turísticas, se logró un importante crecimiento en la oferta hotelera y en la cantidad de agencias de alquiler de vehículos, entre otros servicios.

Como siempre en Costa Rica, no tardaron en aparecer los vivillos que se valieron de estos incentivos para estafar al Estado. Por ello, hace unos siete años (si la memoria no me falla) se optó por eliminar los incentivos turísticos. Esa acción era, a mi juicio, totalmente necesaria, no sólo por las estafas que se presentaron, sino porque los incentivos ya habían cumplido su cometido: la industria turística se había desarrollado, y el crecimiento del número de turistas era por sí solo incentivo suficiente para que siguieran llegando nuevos hoteles y creciendo los existentes. Lamentablemente, los recursos ahorrados con la eliminación de los incentivos turísticos no fueron aprovechados para mejorar la infraestructura de transportes (puertos, aeropuertos, carreteras) y de los servicios públicos (agua, electricidad, telecomunicaciones), ni para promocionar al país en el extranjero.

Esto nos ha llevado a la situación actual, donde nuevamente la oferta hotelera se ha quedado corta y cada año – especialmente en temporada alta – son rechazadas las solicitudes de reservación de decenas o centenares de miles de turistas extranjeros (y nacionales). En algunas zonas, los hoteles están más bien vacíos; las carreteras para llegar hasta ellos están en tan mal estado, que ya nadie quiere visitarlos.

El actual Ministro de Turismo (Rodrigo Castro), el Presidente de la Cámara Costarricense de Hoteles (Carlos Roesch), y el Director Ejecutivo de la Cámara Costarricense de la Construcción (Randall Murillo) coincidieron en que el problema es el exceso de trámites necesarios para concretar una inversión. Se dice que para llegar de la decisión de invertir en un hotel hasta obtener el permiso de construcción, pasan varios años. A las trabas burocráticas por lo engorroso de los trámites, se suma la falta de oferta de los servicios públicos en algunas regiones, sin los cuales no se puede dar un desarrollo turístico adecuado.

Al Estado costarricense le cae como anillo al dedo la frase aquella de que el que mucho abarca poco aprieta. Por dedicarse a un montón de actividades que no le son naturales, no hace bien las que son esenciales para el desarrollo del país. Encima de todo – lo veíamos en mi anterior artículo – se dedica a frenar la iniciativa privada, de manera que nada ni nadie nos puede sacar adelante. Lo que procede es definir las prioridades del Estado (cosa que el gobierno de Abel Pacheco no hizo en cuatro años), y permitir que el sector privado participe en las demás. En vez de estar importando petróleo o vendiendo líneas celulares y seguros de incendios, el Estado debería de concentrarse en brindarnos una buena educación, una excelente salud pública, seguridad ciudadana, justicia pronta y cumplida, y una infraestructura productiva de primera línea. Además, debería eliminar los escollos innecesarios y racionalizar los trámites necesarios para que el sector privado pueda actuar con libertad dentro de un marco jurídico claro que brinde seguridad a las inversiones. Si eso hiciera, hoy no tendríamos déficit de habitaciones de hotel, ni muchos otros problemas de los que hemos hablado en otras ocasiones en este blog.

Lamentablemente, ante una situación tan clara como esta, hay candidatos presidenciales tan ciegos a la realidad y tan casados con las “soluciones de siempre”, que únicamente atinan a ofrecer reestablecer los incentivos turísticos. Me refiero específicamente a Oscar Arias, quien ha ofrecido en varias ocasiones justamente eso, aunque hay que reconocer que la propuesta no aparece en su Plan de Gobierno. Sin embargo, ese plan de gobierno es un documento tan escueto, que lo de los incentivos turísticos no es lo único que se ha quedado por fuera. Pero ese es tema para otra ocasión. Si bien los incentivos podrían lograr un nuevo crecimiento de la oferta hotelera, sería más eficiente y democrático destinar esos recursos a mejorar la infraestructura y disminuir las trabas burocráticas. Así, sólo los empresarios de verdad construirían nuevos hoteles, y no los “empresarios” de mentirillas que sólo lo hacen cuando chupan alegremente de la teta del Estado. Haría bien don Oscar en prestarle atención a don Carlos Roesch (el ya mencionado Presidente de la Cámara de Hoteleros), quien fuera Ministro de Turismo en una administración liberacionista que si no me equivoco fue la suya propia.

lunes, 9 de enero de 2006

Ni presta el hacha ni pica la leña

Por encontrarme en vacaciones auto-impuestas (léase, la Sra. De Córnito no me permitió acercarme a una computadora desde el 24 de diciembre hasta ayer), no pude comentar oportunamente la noticia publicada por La Nación el 26 de diciembre del año pasado, que da cuenta de la decisión del Ministerio de Obras Públicas y Transportes de frenar la iniciativa privada para el desarrollo de obras por concesión. Pero tanto me hirvió la sangre cuando la leí, que el tema se me quedó dando vueltas en la cabeza y me veo forzado a empezar el año con un comentario al respecto.

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No quiero ser muy radical en mi crítica del Ministro de Obras Públicas, ya que no le conozco ni logro deducir de lo que leo si el desastre vial es su culpa o si él es una víctima más de un gobierno sin prioridades ni rumbo claro. Reconocemos que los antecedentes no le favorecen, pero también que la mano de naipes con que le tocó jugar nunca fue muy favorable. En todo caso, carga con al menos parte de la responsabilidad. Sin embargo, esa decisión de impedir el desarrollo de concesión de obras por iniciativa privada es simplemente nefasta.

Resulta que nuestra ya de por si inoperante ley de concesión de obra pública contempla la posibilidad de que empresas privadas propongan el desarrollo de obras bajo esa modalidad. La empresa interesada debe de realizar todos los estudios necesarios (diseño, factibilidad, ambientales, etc.), y presentarlos al Consejo Nacional de Concesiones para que el proyecto sea licitado. Si la empresa proponente no gana la licitación, el Estado le reembolsa el costo de los estudios efectuados (monto que es cobrado al ganador de la licitación). Hasta aquí todo bien.

Esta herramienta que contempla la ley no había sido utilizada porque el Gobierno de la República no había publicado el Reglamento necesario para su operación. Finalmente, hace no mucho tiempo (en julio del 2004) el Reglamento fue publicado y, ante la ya conocida inacción del actual desgobierno, no fue sorprendente que varias empresas iniciaran los estudios necesarios para proponer el desarrollo de obras que el Estado no estaba haciendo con recursos propios ni tampoco por medio de la concesión. La primera en llegar a la meta fue una empresa colombiana, Conalvías, que propuso arreglar y ampliar la carretera San José- Limón (Ruta 32), a cambio de un peaje de $1.09 (más o menos 550 colones al tipo de cambio actual). Según informa La Nación, otras empresas estaban realizando los estudios para obras tan diversas (y necesarias) como hacer pasos a desnivel (puentes o túneles) en todas las rotondas de la carretera de Circunvalación, o un parqueo subterráneo en el centro de San José, entre el edificio de Correos y el del Club Unión.

Hacía algunos meses el CNC había rechazado la propuesta de la empresa colombiana para la carretera a Limón con el argumento de que no correspondía a los planes que tenía el Ministerio para esa vía. El problema es que el Gobierno no publica cuáles son sus planes para esa vía (ni para la mayoría de las demás); si lo hiciera, ya las empresas conocerían los carteles de licitación y por ende los requisitos establecidos por las autoridades para el desarrollo de los proyectos, en cuyo caso no cabría la propuesta por iniciativa privada. La justificación que dieron para rechazar la oferta de esta empresa fue – viéndolo fríamente – como decirle que quienes hicieron el diseño cometieron el error de no ser adivinos, de no haber leído las mentes de los funcionarios que tienen algunas ideas de lo que habría que hacer con esa carretera, pero que no lo han puesto por escrito en un documento que el público interesado pueda leer.

Ahora – y andamos con reacción retardada, porque resulta que la decisión es del 13 de octubre del 2005 – deciden cerrar por completo la recepción de propuestas privadas para el desarrollo de obras públicas. Las “justificaciones” son nuevamente inaceptables. Dicen las autoridades del CNC que esto se “hizo en espera de que las entidades de servicios públicos del Estado identifiquen y hagan públicos los proyectos que son de su interés”. Peor aún, dice el Ministro que la iniciativa privada se podría prestar para que los intereses creados del sector privado impidan el desarrollo de obras estratégicas para el gobierno. En sus propias palabras:
“Se me ocurre que alguien que no quiera un desarrollo de un aeropuerto regional, presenta una iniciativa diferente a los intereses del Estado, pero con sustento económico, eso nos podría dilatar meses”.
Todo es posible en la viña del Señor. Pero la evidencia no apoya esta tesitura. Hasta ahora ningún proyecto de iniciativa privada ha sido presentado que constituya un obstáculo para el desarrollo de una iniciativa pública. En todo caso, para prevenir esta no del todo impensable situación, bastaría con modificar el Reglamento para que el Estado pueda rechazar ad portas cualquier propuesta privada que entre en conflicto con un proyecto público real y debidamente publicitado.

En conjunto, las “justificaciones” del Consejo Nacional de Concesiones y de su Presidente – el Ministro de Obras Públicas – suenan a excusas baratas y sinsentido. Las instituciones públicas deberían de hacer públicas sus intenciones y proyectos futuros como parte de un ejercicio de transparencia y de eficiencia administrativa permanente. No debería de ser necesario ahora darles tiempo para que publiquen lo que de oficio debieron de hacer toda la vida.

En materia de concesión de obra, y especialmente de vialidad, el actual gobierno no ha producido un solo proyecto nuevo en cuatro años; los que suenan todos vienen de la Administración anterior. Las autoridades de la Administración Pacheco de la Espriella están empecinadas en impedir a toda costa el avance del país. Primero se aseguraron de no hacer nada durante cuatro años, y ahora además pretenden frenar al sector privado para que tampoco éste pueda hacer nada por sacar el país adelante. Bonita herencia la que nos dejan a los ticos.