El turismo es hoy por hoy, y desde hace varios años, la principal fuente de ingresos y divisas del país. Además, el modelo de desarrollo turístico que ha adoptado Costa Rica es bastante equilibrado: en la mayor parte del país predominan los hoteles medianos y pequeños, siendo las excepciones la provincia de Guanacaste y la ciudad de San José. Con ello se ha logrado atraer una mezcla de turistas que ha resultado beneficiosa para el país; desde el que busca la comodidad de un “all-inclusive resort”, que viene a ser como un concepto genérico que igual da si está en República Dominicana, en México o en Costa Rica, hasta el que busca a Costa Rica por sus riquezas naturales y su cultura local, y prefiere hacerlo entrando en contacto con los ticos, cosa que se facilita estando en un hotel pequeño que prácticamente lo obliga a salir a buscar vida en otra parte.
Seguir leyendo...
Hay, por supuesto, grandes hoteles propiedad de costarricenses, aunque sospecho que la mayoría son producto de la inversión extranjera. Pero entre los hoteles medianos y pequeños predomina el capital nacional. El segmento de lo que yo llamo “turismo genérico” es muy grande y, aunque no haya mayor diferencia entre un Barceló en Playa Tambor y uno en Punta Cana, es bueno atraer al país los dólares que ese segmento del mercado genera. Pero los que más beneficios reportan al país son justamente los demás turistas. Se dice que el dólar gastado por uno de estos turistas “no genéricos” es el dólar más democráticamente distribuido. Ellos reparten su gasto entre taxistas, restaurantes, hoteles, parques nacionales, tour-operadores, etc., de los cuales la mayoría son propiedad de costarricenses.
Hace 20 años la cantidad de turistas extranjeros que visitaban el país era prácticamente insignificante. Entonces llegó el Premio Nóbel para Oscar Arias, y fue como si de pronto el mundo hubiera descubierto a Costa Rica como destino turístico. Desde 1987-88 se disparó la visitación turística. En un principio, el país no contaba con la infraestructura adecuada – me refiero a hoteles y otros servicios necesarios para el turismo – para atender tal crecimiento, de manera que el Estado recurrió a otorgar incentivos fiscales a las empresas turísticas. Con estos incentivos, que iban desde deducciones al impuesto sobre la renta de las empresas que invirtieran parte de sus ganancias en el desarrollo de proyectos turísticos, hasta exoneraciones para la importación de todo tipo de equipos y suministros necesarios para la construcción y operación de las empresas turísticas, se logró un importante crecimiento en la oferta hotelera y en la cantidad de agencias de alquiler de vehículos, entre otros servicios.
Como siempre en Costa Rica, no tardaron en aparecer los vivillos que se valieron de estos incentivos para estafar al Estado. Por ello, hace unos siete años (si la memoria no me falla) se optó por eliminar los incentivos turísticos. Esa acción era, a mi juicio, totalmente necesaria, no sólo por las estafas que se presentaron, sino porque los incentivos ya habían cumplido su cometido: la industria turística se había desarrollado, y el crecimiento del número de turistas era por sí solo incentivo suficiente para que siguieran llegando nuevos hoteles y creciendo los existentes. Lamentablemente, los recursos ahorrados con la eliminación de los incentivos turísticos no fueron aprovechados para mejorar la infraestructura de transportes (puertos, aeropuertos, carreteras) y de los servicios públicos (agua, electricidad, telecomunicaciones), ni para promocionar al país en el extranjero.
Esto nos ha llevado a la situación actual, donde nuevamente la oferta hotelera se ha quedado corta y cada año – especialmente en temporada alta – son rechazadas las solicitudes de reservación de decenas o centenares de miles de turistas extranjeros (y nacionales). En algunas zonas, los hoteles están más bien vacíos; las carreteras para llegar hasta ellos están en tan mal estado, que ya nadie quiere visitarlos.
El actual Ministro de Turismo (Rodrigo Castro), el Presidente de la Cámara Costarricense de Hoteles (Carlos Roesch), y el Director Ejecutivo de la Cámara Costarricense de la Construcción (Randall Murillo) coincidieron en que el problema es el exceso de trámites necesarios para concretar una inversión. Se dice que para llegar de la decisión de invertir en un hotel hasta obtener el permiso de construcción, pasan varios años. A las trabas burocráticas por lo engorroso de los trámites, se suma la falta de oferta de los servicios públicos en algunas regiones, sin los cuales no se puede dar un desarrollo turístico adecuado.
Al Estado costarricense le cae como anillo al dedo la frase aquella de que el que mucho abarca poco aprieta. Por dedicarse a un montón de actividades que no le son naturales, no hace bien las que son esenciales para el desarrollo del país. Encima de todo – lo veíamos en mi anterior artículo – se dedica a frenar la iniciativa privada, de manera que nada ni nadie nos puede sacar adelante. Lo que procede es definir las prioridades del Estado (cosa que el gobierno de Abel Pacheco no hizo en cuatro años), y permitir que el sector privado participe en las demás. En vez de estar importando petróleo o vendiendo líneas celulares y seguros de incendios, el Estado debería de concentrarse en brindarnos una buena educación, una excelente salud pública, seguridad ciudadana, justicia pronta y cumplida, y una infraestructura productiva de primera línea. Además, debería eliminar los escollos innecesarios y racionalizar los trámites necesarios para que el sector privado pueda actuar con libertad dentro de un marco jurídico claro que brinde seguridad a las inversiones. Si eso hiciera, hoy no tendríamos déficit de habitaciones de hotel, ni muchos otros problemas de los que hemos hablado en otras ocasiones en este blog.
Lamentablemente, ante una situación tan clara como esta, hay candidatos presidenciales tan ciegos a la realidad y tan casados con las “soluciones de siempre”, que únicamente atinan a ofrecer reestablecer los incentivos turísticos. Me refiero específicamente a Oscar Arias, quien ha ofrecido en varias ocasiones justamente eso, aunque hay que reconocer que la propuesta no aparece en su Plan de Gobierno. Sin embargo, ese plan de gobierno es un documento tan escueto, que lo de los incentivos turísticos no es lo único que se ha quedado por fuera. Pero ese es tema para otra ocasión. Si bien los incentivos podrían lograr un nuevo crecimiento de la oferta hotelera, sería más eficiente y democrático destinar esos recursos a mejorar la infraestructura y disminuir las trabas burocráticas. Así, sólo los empresarios de verdad construirían nuevos hoteles, y no los “empresarios” de mentirillas que sólo lo hacen cuando chupan alegremente de la teta del Estado. Haría bien don Oscar en prestarle atención a don Carlos Roesch (el ya mencionado Presidente de la Cámara de Hoteleros), quien fuera Ministro de Turismo en una administración liberacionista que si no me equivoco fue la suya propia.
Seguir leyendo...
Hay, por supuesto, grandes hoteles propiedad de costarricenses, aunque sospecho que la mayoría son producto de la inversión extranjera. Pero entre los hoteles medianos y pequeños predomina el capital nacional. El segmento de lo que yo llamo “turismo genérico” es muy grande y, aunque no haya mayor diferencia entre un Barceló en Playa Tambor y uno en Punta Cana, es bueno atraer al país los dólares que ese segmento del mercado genera. Pero los que más beneficios reportan al país son justamente los demás turistas. Se dice que el dólar gastado por uno de estos turistas “no genéricos” es el dólar más democráticamente distribuido. Ellos reparten su gasto entre taxistas, restaurantes, hoteles, parques nacionales, tour-operadores, etc., de los cuales la mayoría son propiedad de costarricenses.
Hace 20 años la cantidad de turistas extranjeros que visitaban el país era prácticamente insignificante. Entonces llegó el Premio Nóbel para Oscar Arias, y fue como si de pronto el mundo hubiera descubierto a Costa Rica como destino turístico. Desde 1987-88 se disparó la visitación turística. En un principio, el país no contaba con la infraestructura adecuada – me refiero a hoteles y otros servicios necesarios para el turismo – para atender tal crecimiento, de manera que el Estado recurrió a otorgar incentivos fiscales a las empresas turísticas. Con estos incentivos, que iban desde deducciones al impuesto sobre la renta de las empresas que invirtieran parte de sus ganancias en el desarrollo de proyectos turísticos, hasta exoneraciones para la importación de todo tipo de equipos y suministros necesarios para la construcción y operación de las empresas turísticas, se logró un importante crecimiento en la oferta hotelera y en la cantidad de agencias de alquiler de vehículos, entre otros servicios.
Como siempre en Costa Rica, no tardaron en aparecer los vivillos que se valieron de estos incentivos para estafar al Estado. Por ello, hace unos siete años (si la memoria no me falla) se optó por eliminar los incentivos turísticos. Esa acción era, a mi juicio, totalmente necesaria, no sólo por las estafas que se presentaron, sino porque los incentivos ya habían cumplido su cometido: la industria turística se había desarrollado, y el crecimiento del número de turistas era por sí solo incentivo suficiente para que siguieran llegando nuevos hoteles y creciendo los existentes. Lamentablemente, los recursos ahorrados con la eliminación de los incentivos turísticos no fueron aprovechados para mejorar la infraestructura de transportes (puertos, aeropuertos, carreteras) y de los servicios públicos (agua, electricidad, telecomunicaciones), ni para promocionar al país en el extranjero.
Esto nos ha llevado a la situación actual, donde nuevamente la oferta hotelera se ha quedado corta y cada año – especialmente en temporada alta – son rechazadas las solicitudes de reservación de decenas o centenares de miles de turistas extranjeros (y nacionales). En algunas zonas, los hoteles están más bien vacíos; las carreteras para llegar hasta ellos están en tan mal estado, que ya nadie quiere visitarlos.
El actual Ministro de Turismo (Rodrigo Castro), el Presidente de la Cámara Costarricense de Hoteles (Carlos Roesch), y el Director Ejecutivo de la Cámara Costarricense de la Construcción (Randall Murillo) coincidieron en que el problema es el exceso de trámites necesarios para concretar una inversión. Se dice que para llegar de la decisión de invertir en un hotel hasta obtener el permiso de construcción, pasan varios años. A las trabas burocráticas por lo engorroso de los trámites, se suma la falta de oferta de los servicios públicos en algunas regiones, sin los cuales no se puede dar un desarrollo turístico adecuado.
Al Estado costarricense le cae como anillo al dedo la frase aquella de que el que mucho abarca poco aprieta. Por dedicarse a un montón de actividades que no le son naturales, no hace bien las que son esenciales para el desarrollo del país. Encima de todo – lo veíamos en mi anterior artículo – se dedica a frenar la iniciativa privada, de manera que nada ni nadie nos puede sacar adelante. Lo que procede es definir las prioridades del Estado (cosa que el gobierno de Abel Pacheco no hizo en cuatro años), y permitir que el sector privado participe en las demás. En vez de estar importando petróleo o vendiendo líneas celulares y seguros de incendios, el Estado debería de concentrarse en brindarnos una buena educación, una excelente salud pública, seguridad ciudadana, justicia pronta y cumplida, y una infraestructura productiva de primera línea. Además, debería eliminar los escollos innecesarios y racionalizar los trámites necesarios para que el sector privado pueda actuar con libertad dentro de un marco jurídico claro que brinde seguridad a las inversiones. Si eso hiciera, hoy no tendríamos déficit de habitaciones de hotel, ni muchos otros problemas de los que hemos hablado en otras ocasiones en este blog.
Lamentablemente, ante una situación tan clara como esta, hay candidatos presidenciales tan ciegos a la realidad y tan casados con las “soluciones de siempre”, que únicamente atinan a ofrecer reestablecer los incentivos turísticos. Me refiero específicamente a Oscar Arias, quien ha ofrecido en varias ocasiones justamente eso, aunque hay que reconocer que la propuesta no aparece en su Plan de Gobierno. Sin embargo, ese plan de gobierno es un documento tan escueto, que lo de los incentivos turísticos no es lo único que se ha quedado por fuera. Pero ese es tema para otra ocasión. Si bien los incentivos podrían lograr un nuevo crecimiento de la oferta hotelera, sería más eficiente y democrático destinar esos recursos a mejorar la infraestructura y disminuir las trabas burocráticas. Así, sólo los empresarios de verdad construirían nuevos hoteles, y no los “empresarios” de mentirillas que sólo lo hacen cuando chupan alegremente de la teta del Estado. Haría bien don Oscar en prestarle atención a don Carlos Roesch (el ya mencionado Presidente de la Cámara de Hoteleros), quien fuera Ministro de Turismo en una administración liberacionista que si no me equivoco fue la suya propia.
Los problemas de infraestructura son inmensos y de nunca acabar y como ya lo has dicho varias veces, no solamente afectan a los turistas sino que nos afectan a nosotros y eso es algo evidente. Basta con salir a la calle para ver el estado tan vulgar de todas las carreteras.
ResponderBorrarPero más que este problema y sus soluciones con incentivos o no y los politicos que no les importa, a mi con respecto a los turistas lo que me da más pena es la cuestión de la seguridad.
Sabiendo que llegan tantos turistas, deberia de haber más seguridad en muchas zonas del país porque hasta ahora, yo solo he oido historias de personas quejandose de que les roban los documentos, la plata, las camaras y un sin fin de cosas por culpa del monton de maleantes. Y esto a mi la verdad me da demasiada verguenza porque la gente viene buscando un paraiso en este pais y muchos se van con la impresión de que es un infierno... vaya ud. a otro país y que le roben el pasaporte o la plata... debe ser horrible! Y aquí es el platillo de todos los dias.
Costa Rica paraiso tropical... Costa Rica WWWOOOOWW!!! (yeah right!)
A mí aparte de todo eso, me preocupa el crecimiento desordenado de los servicios e instalaciones y la ausencia de planes de regulación, por ejemplo de precios. Somos carísimos en muchas zonas y en lugar de atraer, espantamos.
ResponderBorrarFrancisco (y demás lectores): ¿No vieron el caso de esta semana? A un turista noruego hemofílico le robaron las medicinas. Tuvieron que llevarlo a un hospital de la Caja a darle un substituto genérico que quién sabe si funcione igual....
ResponderBorrarSole, los precios los regula el mercado, si metemos al gobierno a eso, que Dios nos coja confesados. Ayer salió en Telenoticias que la ocupación promedio en la zona de la Fortuna (volcán Arenal) ronda actualmente el 30%, mientras que en enero del año pasado andaba por el 90%. Llamá a hacer una reservación y entenderás el por qué de este fenómeno. Pero al final de cuentas son empresarios privados; si quieren llenar sus hoteles tarde o temprano tendrán que bajar sus tarifas. ¿Para qué meter al gobierno a decirles cómo manejar su negocio? El Four Seasons con tarifas para arriba de los $400 por noche está lleno, igual el Marriot Los Sueños con tarifas en el orden de los $200 para arriba. Cuando vos llamás al "Hotel Las Cabañitas de Zinc" y se dejan cobrarte $180 la noche, entendés por qué está vacío.
Existe la teoría de que si todas las carreteras de este país, en especial las que llevan a los destinos turísticos más perseguidos como las playas, estuvieran en óptimo estado, Costa Rica ya se habría convertido en un Acapulco o en un Cancún, eliminando pronto nuestra riqueza natural (que viene a ser la meta de muchos turistas extranjeros). Siento que el mal estado de las vías para llegar a un Montezuma o Malpaís (suspiro), por ejemplo, son parte de la aventura que vive el visitante; ahora, lo de los precios sí me parece un abuso, pero concuerdo con Dean en que la baja en la demanda los hará bajar las tarifas a "güevo".
ResponderBorrarEs que yo no hablaba del control de precios, hablaba del crecimiento descontrolado de construcciones por todas partes, sin plan regulador, en un país que se vende como una experiencia natural y cuyas playas parecen cada vez más mini strip malls, tres cuadras llenas de chinchorritos y cabinas por todas partes...
ResponderBorrarme gustaria poder ver el turismo de su pais, ya que he buenas cosas del mismo y no quisiera perdérmelo.
ResponderBorrar