En diversas ocasiones me he referido a lo mal que manejamos los ticos en general (ver, por ejemplo, El síndrome de Tribilín), pero nunca le he dedicado un comentario a lo imbéciles que nos volvemos al volante cuando llueve. Ya que hoy llovió en serio, y que me tocó manejar mientras llovía, no encuentro ocasión más propicia para hacerlo que ahora. Pareciera que apenas llueve, el imbécil que todos llevamos adentro sale a relucir. Es como si dijéramos, consciente o inconscientemente, “salgamos a hacer las más estúpidas maniobras para poner en peligro al número máximo de personas”.
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Todos los años, cuando empieza la temporada lluviosa, se dan innumerables choques tontos de esos “por detrás”, causados por animales que no aprenden que al llover hay que guardar una mayor distancia entre vehículos, no sólo porque la distancia de frenado es mayor cuando la calle está mojada, sino porque al principio de la temporada lluviosa las calles se ponen particularmente resbalosas por motivos que no viene al caso discutir. Si a un qatarí lo sorprende una lluvia en el desierto en el que vive, es razonable que no sepa como reaccionar. Pero que a un tico una lluvia lo tome desprevenido, sólo puede ser por imbécil.
Hoy me tocó manejar en medio de un aguacero en el que la visibilidad si acaso llegaba a 20 metros. Razonablemente, la mayoría de la gente bajó su velocidad, pero no faltó el Fitipaldi que andaba como desesperado zigzagueando entre los carros y acelerando en espacios reducidos cual ariete argentino jugando contra Serbia. Como era de esperar, eventualmente me encontré un accidente en el camino. No pude ver que pasó, pero si noté la presencia de varias ambulancias y más grúas que carros accidentados. Como es costumbre, se hizo una presa descomunal a ambos lados de la pista que une a San Eustaquio (mi Macondo, para los que son nuevos por estos rumbos) con San José, porque la gente tenía que pasar viendo todos los detalles del accidente. Por supuesto – la curiosidad mató al gato – hubo un segundo choque casi frente a mis ojos, porque un imbécil frenó bruscamente, aparentemente para ver el chorro de sangre que brotaba de uno de los carros accidentados, mientras que el idiota que venía detrás suyo no guardó la distancia debida.
Todo esto me llevó a filosofar sobre el papel fundamental que juega el apéndice en el cuerpo humano, o lo que es lo mismo, la inutilidad del famoso curso de educación vial del INA. Quien escribe estas yeguadas ha tenido la suerte de vivir en varios países, y sólo en Costa Rica ha visto algo como el curso del INA. Sin embargo, en ninguno de esos otros países manejan tan mal como en el nuestro. Yo me pregunto entonces de qué sirve pasarse toda una semana clavado en el dichoso curso, si salimos y manejamos como se nos pega la gana. Recuerdo que poco después de obtener mi primera licencia, hicimos con un grupo de amigos – todos de similar edad – un paseo a Esterillos. Éramos varios y no cabíamos en un solo carro; a mi me tocó manejar uno. Como íbamos en caravana, yo tuve la decencia y la deferencia de anunciar mis movimientos con las luces intermitentes y demás señales acostumbradas para los efectos. Cuando llegamos a nuestro destino, fui objeto de las burlas de otro de los choferes designados, que decía que yo parecía nuevo poniendo las direccionales, etc. El problema es que hasta el día de hoy las sigo poniendo, y con más de 20 años de tener licencia, nunca he ocasionado ningún accidente por imprudencia. Para mi no era cuestión de ser nuevo.
El asunto es, volviendo a lo que nos trajo hasta aquí, que resulta evidente que el cochino curso del INA no sirve para un carajo. Como choferes, los ticos somos descorteses, imprudentes, y temerarios. Yo soy de la teoría de que lo que no sirve, que no estorbe. Consecuentemente, mandaría a eliminar el mentado cursito. Pero como reconozco que es más fácil que una manada de mandriles encuentre la cura del SIDA a que en nuestro terruño se elimine lo que no sirve, entonces sugiero cambiar el programa de estudios del curso de educación vial. Ya que cuando manejamos nos convertimos en imbéciles, el curso debería de diseñarse para imbéciles, de tal suerte que se limite a cinco temas (no hay capacidad de aprender más), y que cada tema sea repetido por lo menos unas quinientas veces, como en las tareas que nos ponían a hacer en la escuela cuando hacíamos algo mal:
1) No vuelvo a levantarle la enagua a Yamilet.
2) No vuelvo a levantarle al enagua a Yamilet.
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500) No vuelvo a levantarle la enagua a Yamilet.
Los cinco temas del nuevo curso de INA serán:
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Todos los años, cuando empieza la temporada lluviosa, se dan innumerables choques tontos de esos “por detrás”, causados por animales que no aprenden que al llover hay que guardar una mayor distancia entre vehículos, no sólo porque la distancia de frenado es mayor cuando la calle está mojada, sino porque al principio de la temporada lluviosa las calles se ponen particularmente resbalosas por motivos que no viene al caso discutir. Si a un qatarí lo sorprende una lluvia en el desierto en el que vive, es razonable que no sepa como reaccionar. Pero que a un tico una lluvia lo tome desprevenido, sólo puede ser por imbécil.
Hoy me tocó manejar en medio de un aguacero en el que la visibilidad si acaso llegaba a 20 metros. Razonablemente, la mayoría de la gente bajó su velocidad, pero no faltó el Fitipaldi que andaba como desesperado zigzagueando entre los carros y acelerando en espacios reducidos cual ariete argentino jugando contra Serbia. Como era de esperar, eventualmente me encontré un accidente en el camino. No pude ver que pasó, pero si noté la presencia de varias ambulancias y más grúas que carros accidentados. Como es costumbre, se hizo una presa descomunal a ambos lados de la pista que une a San Eustaquio (mi Macondo, para los que son nuevos por estos rumbos) con San José, porque la gente tenía que pasar viendo todos los detalles del accidente. Por supuesto – la curiosidad mató al gato – hubo un segundo choque casi frente a mis ojos, porque un imbécil frenó bruscamente, aparentemente para ver el chorro de sangre que brotaba de uno de los carros accidentados, mientras que el idiota que venía detrás suyo no guardó la distancia debida.
Todo esto me llevó a filosofar sobre el papel fundamental que juega el apéndice en el cuerpo humano, o lo que es lo mismo, la inutilidad del famoso curso de educación vial del INA. Quien escribe estas yeguadas ha tenido la suerte de vivir en varios países, y sólo en Costa Rica ha visto algo como el curso del INA. Sin embargo, en ninguno de esos otros países manejan tan mal como en el nuestro. Yo me pregunto entonces de qué sirve pasarse toda una semana clavado en el dichoso curso, si salimos y manejamos como se nos pega la gana. Recuerdo que poco después de obtener mi primera licencia, hicimos con un grupo de amigos – todos de similar edad – un paseo a Esterillos. Éramos varios y no cabíamos en un solo carro; a mi me tocó manejar uno. Como íbamos en caravana, yo tuve la decencia y la deferencia de anunciar mis movimientos con las luces intermitentes y demás señales acostumbradas para los efectos. Cuando llegamos a nuestro destino, fui objeto de las burlas de otro de los choferes designados, que decía que yo parecía nuevo poniendo las direccionales, etc. El problema es que hasta el día de hoy las sigo poniendo, y con más de 20 años de tener licencia, nunca he ocasionado ningún accidente por imprudencia. Para mi no era cuestión de ser nuevo.
El asunto es, volviendo a lo que nos trajo hasta aquí, que resulta evidente que el cochino curso del INA no sirve para un carajo. Como choferes, los ticos somos descorteses, imprudentes, y temerarios. Yo soy de la teoría de que lo que no sirve, que no estorbe. Consecuentemente, mandaría a eliminar el mentado cursito. Pero como reconozco que es más fácil que una manada de mandriles encuentre la cura del SIDA a que en nuestro terruño se elimine lo que no sirve, entonces sugiero cambiar el programa de estudios del curso de educación vial. Ya que cuando manejamos nos convertimos en imbéciles, el curso debería de diseñarse para imbéciles, de tal suerte que se limite a cinco temas (no hay capacidad de aprender más), y que cada tema sea repetido por lo menos unas quinientas veces, como en las tareas que nos ponían a hacer en la escuela cuando hacíamos algo mal:
1) No vuelvo a levantarle la enagua a Yamilet.
2) No vuelvo a levantarle al enagua a Yamilet.
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500) No vuelvo a levantarle la enagua a Yamilet.
Los cinco temas del nuevo curso de INA serán:
- Cuando llueve la calle se pone resbalosa. Tengo que ver al menos un pedazo de calle entre la trompa de mi carro y la cola del de enfrente. Entre más grande el pedazo de calle, mejor.
- Entre más grande el vehículo, más espacio necesita para frenar. Opción A: para choferes de bus, camión o tráiler. Debo dejar 50 metros entre mi chunche y el carro que va adelante. Opción B: para choferes de vehículos livianos: ese bus/tráiler/camión que viene ahí necesita mucho espacio para frenar. No me le voy a atravesar.
- En una autopista no se debe frenar de repente, sobre todo si mi Elantra ’92 no tiene luces de freno. Y particularmente si el motivo de frenar es para ver el culo en el anuncio de Bacardi o para ver el accidente que ocurrió del otro lado de la pista.
- Si prendo las luces del carro cuando llueve, NO SE VA A GASTAR LA BATERÍA NI ME VA A LLEGAR MÁS ALTA LA CUENTA DE LA ELECTRICIDAD.
- Por más lluvia que caiga, transitar a 7 kilómetros por hora en una autopista es igual de imprudente que hacerlo a 80 Km./h.
al menos no te chocaron a vos.
ResponderBorrarYo tengo una mejor idea... Como difícilmente va a cambiar la actitud temeraria de la gente, mejor quitemosle los impuestos a los carros por completo y asi, a como somos los ticos, todo mundo va a querer comprar Mercedes Benz y BMW... Ambos carros tienen una excelente estabilidad y asistencia automática y por lo tanto se reducirían los accidentes por estupideces!
ResponderBorrarDean, ya quisiera uno que todos los conductores pusieran señales, y tuvieran prudencia, pero en la vaga y tonta conciencia de muchos, ser prudentes es de tontos y no poner la señales es de "habilidosos".
ResponderBorrarConductores temerarios. Concuerdo en que el dichoso curso del INA no sirve para nada, ni tampoco es una gran ayuda el folleto que se vende para hacer las pruebas...
Ojalá, de verdad existiera una capacitación y cursos acordes, que concientizaran a las personas, por la seguridad de todos...
Dean, me retracto de mi error "tuvieran prudencia". Léase correctamente: tengan prudencia
ResponderBorrarGracias!
le levantabas las enaguas a Yamilet?
ResponderBorrarYo a los que no soporto son a los de las motos. Te rayan por todos lados y desconocen el concepto de carril.
¿Concepto de carril? ¿Que era eso?
ResponderBorrarSi mal no recuerdo carril es la fila de carros que se mueve más rápido, por esa es por la que hay que ir, si va un carro a 80 Kmph en zona de 70, pero yo puedo ir a 110, entonces espero a que alguien lleve distancia prudencial del carro del frente en alguno de los dos carriles de los lados, y me meto ahi para adelantar al del frrente.... ¿Era eso?
Sólo para aclarar: Desde hace como 20 años el curso no lo da el INA. Lo imparte la Dirección General de Educación Vial.
ResponderBorrarAyer estaba leyendo el artículo que salió en La Nación acerca de la imprudencia de muchos "choferes" y uno no sabe si reir o llorar al darse cuenta de que son varios factores los que contribuyen al desmadre vial.
ResponderBorrarUno de ellos es el que Dean toca acerca del ridículo curso teórico para obtener la licencia. Y a eso hay que sumarle la falta de autoridad y presencia que existe de parte de la policía de tránsito, la ridiculez de las multas y la falta de educación del tico.
Por supuesto también están la falta de señalamiento, los huecos omnipresentes y una infraestructura hecha para carretas.
No somos nada.
el curso NO es del INA... hace décadas que el INA dejó de impartir ese curso que además es pura teoría...la parte de aprendizaje la hacemos desde pequeños viendo a los imprudentes de nuestros padres, tíos y tías, primos y primas y demás familiares...por lo que el cambio debe ser cultural...
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