Habiendo vivido casi una década en los Estados Unidos, se que los policías gringos pueden ser unos perfectos cabrones que no se andan con miramientos. Curiosamente, el peor comportamiento lo exhiben los policías latinos con los latinos, y los policías negros con los ciudadanos negros. Supongo que Freud tendría mucho que decir de este patrón, pero no es el objeto de este comentario. No me sorprende, por lo apuntado, la
experiencia personal que describe la periodista Giannina Segnini en La Nación de hoy.
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No me sorprende, pero no por lo aparentemente arbitrario de lo que según la Segnini le pasó en un concierto de U2, sino por lo que ella no nos cuenta. En toda historia hay, como mínimo, dos versiones, y doña Giannina solo nos cuenta la suya. Habrá que ver con qué tono ó cuánta altanería o malacrianza se dirigió la “mejor periodista investigativa” del país, toda una celebrity del avioneta-set tico que debería de ser reconocida hasta en Florida, al oficial D. González, quien la detuvo a empellones y trompicones – de esto no me cabe la menor duda. Porque lo que aquí en Tiquicia pasa por una simple viveza – ir a pararse en un balcón de un estadio en una sección más cara que la que uno pagó – en Estados Unidos es una violación que no se tolera, porque es una burla a las 10.000 personas que pagaron sus boletos más caros para estar en esa misma bandeja de plateas.
Esta historia me recordó otra no muy antigua, cuando el Fiscal Dall’Anese llegó al aeropuerto de Miami exigiendo que no se le sometiera a la revisión de seguridad en virtud de su investidura – con conocimiento de causa les digo que hasta los diplomáticos son sometidos a la revisión, aunque algunos aeropuertos lo hacen en cuartos privados o zonas reservadas para ellos – y regresó a Costa Rica empeñado en causar un diferendo diplomático con los Estados Unidos a causa del “atropello” al que fue sometido, como ilustrísimo desconocido que es en ese país, pero que se cree más reconocible que el Fiscal de Distrito de cualquier teleserie gringa como NYPD Blue o CSI.
Es que los ticos, cuando viajamos, nos creemos la mamá de Tarzán, con derecho – nosotros si tenemos ese derecho – a hacer lo que se nos venga en gana, porque somos ticos, un pueblo amante de la paz, y no representamos un peligro ni una amenaza para nadie. Como cuando expulsaron la semana pasada a Luis Diego Arnáez del partido entre Costa Rica y Estados Unidos – porque Luis Diego o alguien en el banquillo tico cometió el error de mandar a cambiar a un jugador que acababa de entrar al juego – y en las tomas de televisión se veía claramente como el Sr. Arnáez iba con las manos levantadas (como cuando un padre se las levanta amenazante a su hijo para que deje de hacer algo indebido), advirtiendo a los oficiales de seguridad que lo escoltaban hacia afuera de la cancha en cumplimiento de lo ordenado por el árbitro principal del partido, y diciéndoles Don’t touch, que se le leía clarito en los labios.
No sabemos realmente qué ni cómo le dijo Giannina Segnini al oficial González en el concierto, e independientemente de la culpa que haya podido tener, probablemente la reacción del policía ha sido desproporcionada. Pero si sabemos que los policías gringos pueden ser unos perfectos cabrones que se andan sin miramientos, entonces no tiene sentido provocarlos con altanería, malacrianza y lecciones de lo que deben o no deben de hacer con una celebritica que se cree la última Coca Cola del desierto.
No le deseo el mal a nadie, y me solidarizo con la Sra. Segnini y en particular con su hijo, que tuvo que ver lo que probablemente fue un espantoso y aterrador espectáculo. Solo espero que doña Giannina, de quien admiramos su labor investigativa pero nos disgusta lo fácil que le resulta condenar sin juicio a sus investigados, relea sus propias palabras y piense ahora, tras la humillación vivida, cómo se puede haber sentido gente que, gracias a la convergencia de intereses de Giannina, de Ernesto, de Pilar, de Ignacio y de Francisco, fueron sometidos a un innecesario y humillante show mediático, con un "despliegue policial desproporcionado que nunca podré comprender" y transporte "durante una hora... pegando tumbos en un cajón oscuro". Los hechos a los que me refiero, doña Giannina, tampoco sucedieron "en un estado totalitario ni en una dictadura". Sucedieron aquí en Costa Rica, donde ha podido desarrollar usted su "trayectoria como periodista".
What goes around, comes around.