Si usted cree, amable lector, que Rafael Ángel Calderón Fournier o Walter Reiche Fischel van a pasar un día más en la cárcel, piénselo nuevamente. No entro a valorar si Calderón cometió o no un delito en el caso Caja-Fischel; no tengo conocimientos, criterios ni elementos para hacer algo distinto del juicio mediático que ya le entablaron La Nación y Telenoticias y del cual salió con el veredicto de culpable. Me refiero única y exclusivamente al curioso resultado del sonado juicio – el de verdad – que terminó la semana pasada y donde fueron ambos, y otras cinco personas más, hallados culpables de dos delitos de peculado cada uno.
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El país entero se ha congratulado por el desarrollo sin incidentes del juicio, y por el hecho de que un ex Presidente de la República, varios altos ex funcionarios públicos y un importante empresario hayan sido condenados a pasar períodos de diferente longitud en la cárcel. La Nación, en su Editorial del 7 de octubre afirma que “La justicia y el sistema político de nuestro país han ganado en solvencia, credibilidad, legitimidad y solidez con el histórico y unánime veredicto…”, y que “el mensaje es claro, depurador y esperanzador: un fuerte revés para la impunidad y un acicate para la honestidad y corrección en los asuntos públicos.” El Lic. Juan Diego Castro, ex Ministro de Seguridad, aseguró a Diario Extra que “Es un fallo trascendental, refleja que la justicia costarricense está funcionando…”. También al diario Extra manifestó el Lic. Rodrigo Araya que “Es un fallo histórico, en primer lugar porque se está condenando a un ex Presidente de la República…”, y la Licda. Miriam Bedoya expresa que “es un mensaje a la ciudadanía de que la justicia no hace ninguna distinción entre ricos y pobres, entre famosos y no famosos”. El Fiscal General, Francisco Dall’Anese manifestó a La Nación que “la justicia de Costa Rica no ve condiciones económicas o políticas al momento de juzgar y aplicar la ley”.
En La Suiza Centroamericana pensamos muy diferente. En muchas ocasiones hemos dicho que las personas son inocentes hasta que se demuestre lo contrario, y que eso sólo se puede hacer en un juicio imparcial y con todas las garantías que la ley ofrece al acusado – como creemos que fue el juicio del caso Caja – Fischel. No se trata, entonces, de que creamos que el juicio haya sido atropellado o que los derechos de los imputados hayan sido violados. Se trata más bien de que el resultado – la sentencia – nos ha dejado perplejos y con muy serias dudas sobre la nuestro sistema judicial, nuestra institucionalidad democrática, y la capacidad de nuestro país para combatir la corrupción.
Si creemos en la sentencia, entonces Calderón ha sido encontrado culpable. Ha cometido un delito y debe de pagarlo de la manera en que la ley lo prevé: cumpliendo un período definido en la cárcel. Lo extraño de este asunto es que seis de los siete condenados en este caso fueron declarados culpables del delito de peculado, sin distingo del cargo que ocupaban al momento de la comisión del delito ni de su función dentro del esquema delictivo. Más importante aún, no se hizo diferencia entre funcionarios públicos y personas privadas a la hora de endosarles la culpabilidad. Aunque la sentencia no ha sido publicada, de la lectura de la parte dispositiva y las explicaciones dadas por los tres jueces se concluye que el Tribunal encontró prueba incontrovertible de la desviación de fondos públicos para el pago de comisiones a diversos funcionarios públicos. Si la intención del Tribunal a cargo de este juicio hubiera sido verdaderamente enviar a la cárcel a los imputados tras haberlos hallado culpables de al menos algunos de los delitos de los que fueron acusados, debió de hacer la distinción entre aquellos que eran y quienes no eran funcionarios públicos, para así condenarlos por delitos acordes con su respectiva condición.
Peculado, que fue de lo que encontraron culpables a seis de los siete condenados, es el “delito que consiste en el hurto de caudales del erario, cometido por aquel a quien está confiada su administración” (Diccionario de la Real Academia Española, Vigésima Segunda Edición). A menos de que nuestros diputados hayan decidido reinventar el idioma español – cosa que no nos sorprendería – el peculado sólo puede ser cometido por funcionarios públicos, ya que cualquier persona a la que se confíe la administración de fondos del erario público es, de hecho o de derecho, un funcionario público por definición. No veo la manera en que se pueda achacar a Rafael Ángel Calderón Fournier, quien tenía seis o siete años de haber dejado de ser Presidente de la República al momento de la supuesta comisión del delito, o a Walter Reiche, empresario privado toda su vida, que fueran responsables de fondos públicos que les hubieran sido confiados para su administración. Así las cosas, cualquier tribunal de Casación se debería de traer abajo las condenas de Calderón y de Reiche. Y a menos de que Casación ordene la repetición del juicio, ninguno de ellos pasará un día más en la cárcel, a pesar de que uno de ellos es un criminal confeso.
A quien esto escribe le cuesta mucho creer que tres jueces con entre 15 y 30 años de experiencia cada uno no conozcan el significado de peculado ni la diferencia que hace el que un imputado no haya sido funcionario público a la hora de supuestamente cometer el delito. Nos parece que el Tribunal de juicio se ha burlado de la Justicia, no teniendo las agallas para enviar a la cárcel a quienes según sus propias conclusiones – no las nuestras – se han coludido para encarecer una contratación pública y desviar los recursos al pago de comisiones a los funcionarios públicos con poder de decisión en dicha contratación. La sentencia sirvió para sacar a Calderón de la contienda electoral, lo cual habrá sido parte del cálculo del Tribunal, pero no para hacerlo pagar por los delitos que supuestamente cometió. Y eso es pervertir la justicia.
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El país entero se ha congratulado por el desarrollo sin incidentes del juicio, y por el hecho de que un ex Presidente de la República, varios altos ex funcionarios públicos y un importante empresario hayan sido condenados a pasar períodos de diferente longitud en la cárcel. La Nación, en su Editorial del 7 de octubre afirma que “La justicia y el sistema político de nuestro país han ganado en solvencia, credibilidad, legitimidad y solidez con el histórico y unánime veredicto…”, y que “el mensaje es claro, depurador y esperanzador: un fuerte revés para la impunidad y un acicate para la honestidad y corrección en los asuntos públicos.” El Lic. Juan Diego Castro, ex Ministro de Seguridad, aseguró a Diario Extra que “Es un fallo trascendental, refleja que la justicia costarricense está funcionando…”. También al diario Extra manifestó el Lic. Rodrigo Araya que “Es un fallo histórico, en primer lugar porque se está condenando a un ex Presidente de la República…”, y la Licda. Miriam Bedoya expresa que “es un mensaje a la ciudadanía de que la justicia no hace ninguna distinción entre ricos y pobres, entre famosos y no famosos”. El Fiscal General, Francisco Dall’Anese manifestó a La Nación que “la justicia de Costa Rica no ve condiciones económicas o políticas al momento de juzgar y aplicar la ley”.
En La Suiza Centroamericana pensamos muy diferente. En muchas ocasiones hemos dicho que las personas son inocentes hasta que se demuestre lo contrario, y que eso sólo se puede hacer en un juicio imparcial y con todas las garantías que la ley ofrece al acusado – como creemos que fue el juicio del caso Caja – Fischel. No se trata, entonces, de que creamos que el juicio haya sido atropellado o que los derechos de los imputados hayan sido violados. Se trata más bien de que el resultado – la sentencia – nos ha dejado perplejos y con muy serias dudas sobre la nuestro sistema judicial, nuestra institucionalidad democrática, y la capacidad de nuestro país para combatir la corrupción.
Si creemos en la sentencia, entonces Calderón ha sido encontrado culpable. Ha cometido un delito y debe de pagarlo de la manera en que la ley lo prevé: cumpliendo un período definido en la cárcel. Lo extraño de este asunto es que seis de los siete condenados en este caso fueron declarados culpables del delito de peculado, sin distingo del cargo que ocupaban al momento de la comisión del delito ni de su función dentro del esquema delictivo. Más importante aún, no se hizo diferencia entre funcionarios públicos y personas privadas a la hora de endosarles la culpabilidad. Aunque la sentencia no ha sido publicada, de la lectura de la parte dispositiva y las explicaciones dadas por los tres jueces se concluye que el Tribunal encontró prueba incontrovertible de la desviación de fondos públicos para el pago de comisiones a diversos funcionarios públicos. Si la intención del Tribunal a cargo de este juicio hubiera sido verdaderamente enviar a la cárcel a los imputados tras haberlos hallado culpables de al menos algunos de los delitos de los que fueron acusados, debió de hacer la distinción entre aquellos que eran y quienes no eran funcionarios públicos, para así condenarlos por delitos acordes con su respectiva condición.
Peculado, que fue de lo que encontraron culpables a seis de los siete condenados, es el “delito que consiste en el hurto de caudales del erario, cometido por aquel a quien está confiada su administración” (Diccionario de la Real Academia Española, Vigésima Segunda Edición). A menos de que nuestros diputados hayan decidido reinventar el idioma español – cosa que no nos sorprendería – el peculado sólo puede ser cometido por funcionarios públicos, ya que cualquier persona a la que se confíe la administración de fondos del erario público es, de hecho o de derecho, un funcionario público por definición. No veo la manera en que se pueda achacar a Rafael Ángel Calderón Fournier, quien tenía seis o siete años de haber dejado de ser Presidente de la República al momento de la supuesta comisión del delito, o a Walter Reiche, empresario privado toda su vida, que fueran responsables de fondos públicos que les hubieran sido confiados para su administración. Así las cosas, cualquier tribunal de Casación se debería de traer abajo las condenas de Calderón y de Reiche. Y a menos de que Casación ordene la repetición del juicio, ninguno de ellos pasará un día más en la cárcel, a pesar de que uno de ellos es un criminal confeso.
A quien esto escribe le cuesta mucho creer que tres jueces con entre 15 y 30 años de experiencia cada uno no conozcan el significado de peculado ni la diferencia que hace el que un imputado no haya sido funcionario público a la hora de supuestamente cometer el delito. Nos parece que el Tribunal de juicio se ha burlado de la Justicia, no teniendo las agallas para enviar a la cárcel a quienes según sus propias conclusiones – no las nuestras – se han coludido para encarecer una contratación pública y desviar los recursos al pago de comisiones a los funcionarios públicos con poder de decisión en dicha contratación. La sentencia sirvió para sacar a Calderón de la contienda electoral, lo cual habrá sido parte del cálculo del Tribunal, pero no para hacerlo pagar por los delitos que supuestamente cometió. Y eso es pervertir la justicia.
A veces uno no sabe si toda costa rica es o no un chiste, bueno, al menos la administración central, la de justicia y nuestro supuesto nuestro supuesto primer poder de la república, que a final de cuentas con lo que hacen sus miembros, uno no sabe si llorar o reir...
ResponderBorrarYo disiento de su postura. Creo que la Presidenta del Tribunal lo explicó bien. Es contabilidad elemental, y justamente es la lógica que se usa para perseguir el lavado de dinero. Es un asunto de Origen y Aplicación de Fondos. El préstamo Finlandia lo da condicionado a la compra de ese equipo, ese préstamo se paga con fondos del estado, ergo, son fondos públicos. De esos fondos públicos se dispuso para inflar la factura para poder pagar comisiones ilegítimas (que no son asesorías como se pretendió decir). Entonces, el dinero que se entrega a esa cúpula es de origen de fondos públicos. Al disponer de fondos públicos, aunque sea un particular asimila la condición de funcionario público, para la que no necesariamente se debe ser empleado público.
ResponderBorrarGonzo, uno se ríe para no llorar, pero como país la verdad damos lástima cuando hacemos cosas como esta. Pero hoy la Sub 20 está en semifinales, así que supongo que todo pura vida!!!
ResponderBorrarGavilanazo, yo entiendo el esquema contable que explicó la jueza que presidió el Tribunal. Pero para que una sentencia sea robusta y pueda resistir el escrutinio de un tribunal de alzada (Casación), tiene que basarse en elementos de legalidad, no de contabilidad... Justamente ese es mi problema con la sentencia: el esquema contable es claro, el Tribunal da por probado que los imputados cometieron delitos, pero el que se atribuyó a Calderón y a Reiche no es el correcto. Por eso la Fiscalía los acusaba en modalidad de corruptor, entre otras cosas. A Calderón nadie le cofió fondos públicos para su administración; a lo sumo se podría decir que otra persona desvió los fondos públicos que tenía bajo su administración (peculado), y se los dio a Calderón para que los repartiera en bolsitas de cumpleaños (corruptor, pero no peculado).
hola dean.
ResponderBorrarpienso que el delito de peculado lo cometió eliseo vergas, a la sazón presidente de la caja. es ilegal que el presidente de la caja cobre comisiones por asuntos de la caja.
pero calderón sabía que lo que hacía vargas era ilegal y aún así se asoció con él para delinquir.
no sé, me parece que el peculado que le atribuyen es por la asociación con vargas.
es como la droga, el pez gosrdo no se ensucia las manos, pero si pescan a uno de los suyos lo pueden acusar conjuntamente.
reiche lo mismo. el estaba en el sector privado, pero se unió a vargas para delinquir, aún sabiendo y teniendo claro que era ilegal.
claro, en el caso de reiche, básicamente es lo que hacen muchos empresarios que negocian con gobiernos. solo que a este mop lo decubrieron.
saludos.
Mae, pero si como Ud dice, Walter Reiche es un "criminal confeso", aunque su crimen no sea el "peculado", es evidente que Calderón y los otros que fueron condenados sin ser funcionarios públicos comparten el mismo crimen (¡sea cual sea, que yo tampoco soy chupatintas!).
ResponderBorrarEn resumen, Calderón fue un factor clave para el delito de Reiche. Si sueltan a Pinocho, el alemán debería ir para afuera también...
El sacarlo de la campaña, pues la verdad, creo que le sirve más al Libertario y en segunda instancia al PAC. Desde el punto de vista de Liberación, es como balear a un muerto...
pero terox, cuál sacar de campaña. no es calderón quién está eligiendo a dedo al hombre-pez que era vice...?
ResponderBorrardejó de ser candidato, pero no ha terminado su trabajo en el partido.
Rigo, eso lo dijo Dean, no yo... ("La sentencia sirvió para sacar a Calderón de la contienda electoral")
ResponderBorrarEn realidad, el "golpe" no es tando porque quiten al candidato, sino porque un tribunal condenara al "dueño de la bola"... aunque como dice Fishman, ya no sienten lo duro sino lo tupido...
Como que no me he dado a entender. Yo no he dicho que Calderón no haya cometido un delito. Tampoco quiero ser yo el que diga que si lo cometió, porque para eso existen los Tribunales. Lo que he dicho es que de acuerdo con el Tribunal que los juzgó, tanto Calderón como Reiche (y sus demás compañeros de fórmula) delinquieron al inflar los costos de una contratación de la Caja para sacar tajada y repartir comisiones ilegales. Lo que si he dicho es que Calderón no puede haber cometido peculado, porque a él nadie le confió fondos públicos para administrar. Entonces me parece una perversión de la justicia que lo condenen por un delito que no pudo haber cometido, a sabiendas de que en Casación se traen la condena abajo. En el caso de Reiche, siendo un criminal confeso, es una burla a todos nosotros que termine saliendo libre por un tecnicismo legal. En el caso de Calderón, que de acuerdo con el Tribunal delinquió, sería también una burla a todos los ticos que salga libre por un tecnicismo legal. La única explicación que yo encuentro al hecho de que jueces de tanta experiencia cometan un "error" de esa naturaleza, es que lo hayan hecho a propósito:
ResponderBorrar- ante la opinión pública que no tiene por qué entender estos detalles tan complejos queda como el Tribunal honorable y valiente que no tembló ante la figura de un ex Presidente y lo sacó de una nueva contienda electoral,
- quedan bien con Calderón, porque él sabe que los jueces tenían que condenarlo para salvar su honorabilidad, pero también sabe que esa condena en esencia lo deja libre (y puede volver, políticamente hablando, dentro de cuatro años),
- y van a dejar como un soberano culo al tribunal de casación que deje a Calderón y a Reiche libres porque es un asunto de legalidad. Y el Poder Judicial se seguirá desprestigiando, hasta que perdamos la confianza en él por completo.
Un tribunal es imparcial y objetivo, por lo cual no hay razón aparente para debatir si Calderón no es culpable, el hecho se encuentra es el tiempo de la pena.
ResponderBorrarde acuerdo dean, de acuerdo.
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