En un anterior artículo (ver “Diplomacia al estilo de las putas”) critiqué la decisión del gobierno de Oscar Arias de romper relaciones con Taiwán para establecerlas con la China Continental. Cual profeta del siglo XXI, en esa ocasión escribí lo siguiente: “Ese nuevo amigo, la República Popular China, tiene un régimen totalitario de esos que masacran sin asco a sus estudiantes universitarios cuando se atreven a reclamar sus derechos humanos y pedir un poquito de libertad de expresión en la Plaza de Tianamen, e invade y aplasta a un país como Tíbet con una milenaria cultura pacifista e impide la libre práctica de su religión y cualquier expresión de identidad y orgullo nacional o tribal que no sea el culto al Politburó de turno. Es lamentable que sea en esa compañía que nuestro internacional Presidente quiera que seamos vistos en el concierto de las naciones.”
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Desde hace un par de semanas el gobierno comunista de China se ha dedicado a aplastar por la fuerza las manifestaciones y demostraciones de descontento popular realizadas por los monjes budistas y el pueblo tibetano en varias ciudades del Tíbet (Lasa, Gyantse, Shigatse) y en otras regiones de indiscutible dominio chino (p.ej. Sichuan). Las versiones abundan y se contradicen, pero como decía el legendario Bob Marley, es posible engañar a algunos pocos por mucho tiempo, es posible engañar a muchos por poco tiempo, pero es imposible engañar a todo el mundo todo el tiempo. Las versiones tibetanas hablan de cerca de un centenar de muertos a manos de las fuerzas armadas chinas, y desde un principio denunciaron el uso de armas de fuego en contra de civiles desarmados en manifestaciones pacíficas, en particular en el mercado de Jokhang, en el centro Lasa, la capital de Tíbet. Las versiones oficiales del gobierno chino negaron durante dos semanas el uso de armas de fuego, hasta que la evidencia se tornó irrefutable y se vieron obligados a reconocer lo que ya todo el mundo sabía porque las fotos puestas en internet lo evidenciaban: que abrieron fuego contra los manifestantes desarmados. Aún así, en la versión oficial china han muerto únicamente 19 personas en las manifestaciones.
La exactitud de la cifra termina resultando irrelevante frente al hecho de que los militares chinos están abriendo fuego contra una población indefensa que se manifiesta pacíficamente contra una ocupación que les prohíbe la práctica de su religión y sus costumbres, y cualquier expresión de identidad nacional o de reverencia a su máximo líder espiritual, el Premio Nobel de la Paz y catorceavo y actual Dalai Lama, Tenzin Gyatso.
Que los chinos procedan así, no nos sorprende. Después de todo, se trata de un régimen totalitario e intolerante de la disidencia. Tampoco nos sorprende la taimada reacción del “mundo occidental”, temerosa de contrariar al dragón chino, por las consecuencias económicas que ello pueda acarrear a la ya de por sí debilitada economía norteamericana y el temor de que los aires de recesión contagien a la vieja y esclerótica Europa.
Lo que si nos sorprende, y nos causa tremendo disgusto, es que nuestro gobierno de turno, presidido por otro Premio Nobel de la Paz, haya guardado un silencio absoluto y sepulcral ante las atrocidades cometidas por su nuevo amiguito oriental. Nada tenemos que temer nosotros de los chinos; la situación no da para una amenaza militar (y la distancia que nos separa la hace imposible), y nuestra economía no depende en grado importante de la de ellos. Lamentablemente, para nuestro Presidente parece que hoy son más importantes unos cuantos dolaritos para construir un nuevo Estadio Nacional que lleve una placa del tamaño de la cruz de La Sabana con la leyenda “Construido durante la Administración Arias Sánchez” o algo por el estilo, que los valores democráticos que se pasó por donde nunca brilla el sol cuando mandó al carajo a Taiwán para poder coquetear libremente con el monstruo comunista. Más importante es un potencial voto en la ONU para una futura candidatura para el puesto de Secretario General, que las vidas inocentes de decenas o centenares de tibetanos desarmados y de vocación pacífica.
La ciega ambición personal de nuestro siempre arrogante y prepotente Presidente está llevando a nuestra política exterior por caminos oscuros y peligrosos. Es eso, o que el Ministerio de Relaciones Exteriores ha andado tan ocupado últimamente buscando al inexistente Estado Palestino con el que estableció relaciones diplomáticas, que ni tiempo les ha quedado para leer los periódicos y darse cuenta de lo que está pasando en el Tíbet. Como tampoco tuvieron tiempo el Presidente ni su Ministro de Relaciones Exteriores de ver las noticias para enterarse de lo que pasó en la frontera colombo-ecuatoriana (tema sobre el cual tampoco se pronunció nuestro gobierno), ni de la oportunidad de oro que presentaba la cumbre presidencial de Santo Domingo – de la cual Oscar Arias fue el más conspicuo ausente – para apaciguar a los beligerantes presidentuchos andinos.
Desde niños todos aprendemos que a los lobos les encanta comer ovejitas, cerditos, y niñas en caperuza que se extravían en los bosques. Por eso, cuando el lobo feroz acecha, es lógico que las ovejitas guarden silencio. Sobre todo cuando esas ovejitas se han convertido en putas que cuentan con el apoyo del lobo feroz para la consecución de sus ambiciones personales futuras.
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Desde hace un par de semanas el gobierno comunista de China se ha dedicado a aplastar por la fuerza las manifestaciones y demostraciones de descontento popular realizadas por los monjes budistas y el pueblo tibetano en varias ciudades del Tíbet (Lasa, Gyantse, Shigatse) y en otras regiones de indiscutible dominio chino (p.ej. Sichuan). Las versiones abundan y se contradicen, pero como decía el legendario Bob Marley, es posible engañar a algunos pocos por mucho tiempo, es posible engañar a muchos por poco tiempo, pero es imposible engañar a todo el mundo todo el tiempo. Las versiones tibetanas hablan de cerca de un centenar de muertos a manos de las fuerzas armadas chinas, y desde un principio denunciaron el uso de armas de fuego en contra de civiles desarmados en manifestaciones pacíficas, en particular en el mercado de Jokhang, en el centro Lasa, la capital de Tíbet. Las versiones oficiales del gobierno chino negaron durante dos semanas el uso de armas de fuego, hasta que la evidencia se tornó irrefutable y se vieron obligados a reconocer lo que ya todo el mundo sabía porque las fotos puestas en internet lo evidenciaban: que abrieron fuego contra los manifestantes desarmados. Aún así, en la versión oficial china han muerto únicamente 19 personas en las manifestaciones.
La exactitud de la cifra termina resultando irrelevante frente al hecho de que los militares chinos están abriendo fuego contra una población indefensa que se manifiesta pacíficamente contra una ocupación que les prohíbe la práctica de su religión y sus costumbres, y cualquier expresión de identidad nacional o de reverencia a su máximo líder espiritual, el Premio Nobel de la Paz y catorceavo y actual Dalai Lama, Tenzin Gyatso.
Que los chinos procedan así, no nos sorprende. Después de todo, se trata de un régimen totalitario e intolerante de la disidencia. Tampoco nos sorprende la taimada reacción del “mundo occidental”, temerosa de contrariar al dragón chino, por las consecuencias económicas que ello pueda acarrear a la ya de por sí debilitada economía norteamericana y el temor de que los aires de recesión contagien a la vieja y esclerótica Europa.
Lo que si nos sorprende, y nos causa tremendo disgusto, es que nuestro gobierno de turno, presidido por otro Premio Nobel de la Paz, haya guardado un silencio absoluto y sepulcral ante las atrocidades cometidas por su nuevo amiguito oriental. Nada tenemos que temer nosotros de los chinos; la situación no da para una amenaza militar (y la distancia que nos separa la hace imposible), y nuestra economía no depende en grado importante de la de ellos. Lamentablemente, para nuestro Presidente parece que hoy son más importantes unos cuantos dolaritos para construir un nuevo Estadio Nacional que lleve una placa del tamaño de la cruz de La Sabana con la leyenda “Construido durante la Administración Arias Sánchez” o algo por el estilo, que los valores democráticos que se pasó por donde nunca brilla el sol cuando mandó al carajo a Taiwán para poder coquetear libremente con el monstruo comunista. Más importante es un potencial voto en la ONU para una futura candidatura para el puesto de Secretario General, que las vidas inocentes de decenas o centenares de tibetanos desarmados y de vocación pacífica.
La ciega ambición personal de nuestro siempre arrogante y prepotente Presidente está llevando a nuestra política exterior por caminos oscuros y peligrosos. Es eso, o que el Ministerio de Relaciones Exteriores ha andado tan ocupado últimamente buscando al inexistente Estado Palestino con el que estableció relaciones diplomáticas, que ni tiempo les ha quedado para leer los periódicos y darse cuenta de lo que está pasando en el Tíbet. Como tampoco tuvieron tiempo el Presidente ni su Ministro de Relaciones Exteriores de ver las noticias para enterarse de lo que pasó en la frontera colombo-ecuatoriana (tema sobre el cual tampoco se pronunció nuestro gobierno), ni de la oportunidad de oro que presentaba la cumbre presidencial de Santo Domingo – de la cual Oscar Arias fue el más conspicuo ausente – para apaciguar a los beligerantes presidentuchos andinos.
Desde niños todos aprendemos que a los lobos les encanta comer ovejitas, cerditos, y niñas en caperuza que se extravían en los bosques. Por eso, cuando el lobo feroz acecha, es lógico que las ovejitas guarden silencio. Sobre todo cuando esas ovejitas se han convertido en putas que cuentan con el apoyo del lobo feroz para la consecución de sus ambiciones personales futuras.
Desde que empezó la crisis en Tíbet he estado pensando en una historia maravillosa que me contó alguien que es como un hermano que estuvo en el vecindario por aquellas lejanías allá, de como lo seguían y no lo dejaban salir del hotel porque creían que era un activista tibetano o un espía. Concuerdo con vos. Este silencio es ofensivo. Como es ofensivo que alguien crea que una laptop sobrevive sin un rasguño en un bombardeo que dejó un hueco en la selva.
ResponderBorrarEs refrescante tener de vuelta, con critica seria y fundamentada. Me encanta pasar por aqui, no siempre comprendo lo que leo debido a mi abundante ignorancia en temas políticos e históricos, pero no deja de interesarme, leer, ver y aprender.
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ResponderBorrarVoy a cumplir con mi habitual papel de la mosca en la sopa. Dean, la frase en cuestión (You can fool some of the people all of the time, and all of the people some of the time, but you can not fool all of the people all of the time.) se atribuye a Abraham Lincoln, en un discurso dicho en Clinton, Illinois en 1858; aunque no existe evidencia documental de ello. También se le ha adjudicado a P.T. Barnum y a Bob Dylan (no Marley), pero la primera mención de la frase aparece en “Abe” Lincoln’s Yarns and Stories (1904) de Alexander K. McClure, lo que pareciera apuntar a que fue el primero el posible autor. Por ahí escuché, o leí, otra variante (ignoro quien la dijo, me parece tristemente cierta, y la creo muy válida para el caso): "Es posible engañar a la mayoría de la gente la por mucho tiempo".
ResponderBorrarEn otro orden de cosas, felíz cumpleaños (aunque un poquito tardado), amigo!
Sole, yo creo que lo que pasó en el campamento de las FARC en Ecuador fue como el chiste de tutunga y matanga: primero llegaron las tropas de "a pie", apresaron a todo el mundo, los torturaron para sacarles información (y computadoras), y luego mandaron a la fuerza aérea a borrar cualquier indicio... Con respecto al Tíbet, efectivamente el silencio de nuestro Primer Palomo es ofensivo; esa era la palabra. Lo que no se es quién será tu amigo-hermano que estuvo detenido en su hotel por jugar de activista pro Dalai Lama en Lasa ;-)
ResponderBorrarFranklin, bienvenido nuevamente por estos rumbos, y no te arrugués que no hay que ser experto para opinar (como yo lo demuestro cada vez que "posteo").
Ozzie, vos no sos la mosca en la sopa, porque eso es algo que uno nunca quiere ver, y tu presencia aquí nos halaga y engalana. Se te agradece la aclaración, wish I had your literay prowess and knowledge of historic detail. Muchas gracias por el BD wish, que si fue tardado no fue por tu culpa sino por el estado de abandono en que he tenido este blog...
Mi muy estimado e admirado Dean CoRnito...casi casi, de puritita emocion hasta le llamaria mi querido pariente.
ResponderBorrarYa que solamente con un nivel de consciencia y de honestidad como el de ud. se tienen los tamanos de decir las verdades asi, como escupitajo en la cara.
Hablar como ud. habla, muestra su conocimiento de las cosas, no de las ilusiones compradas por las ovejitas, que dicho sea de paso, por muy tiernas e inofensivas que se nos parezcan en su imagen, como quien dice "nobeles de algo", no dejan de ser ovejas...mas tristemente ofenziva y dogmaticamente paradojica es aun la promocion con el Guru Deepak Choppra hablando del movimiento global de paz....
Le pregunto, mi letrado amigo y cuasi pariente por eleccion: alla en la suiza de centroamerica, no han entendido el concepto de engano, falasia e incongruencia? cual ovejas en verdad, hasta que llegue la consecuencia del DRAGON ROJO, y el Hannibal Lechter? en el propio terruno?
Por aqui decimos: cuando veas las barbas de tu vecino cortar......pon las tuyas a remojar.......
A ver si en un tiempo La suiza Centroamericana no se llena de pelados y pelones!!!!
Con gran respeto y admiracion JAGUARUNDI.
Estos calculos politicos no me gustan para nada. en fin...
ResponderBorrarDalai, amigo, mejor ven después