Cuando H3dicho sugirió a la comunidad Ticoblogger escribir sobre el secreto de Estado, Dean CóRnito, que es un escritor muy caprichoso pensó: “¡Qué
lástima! Es un tema del que me hubiera encantado escribir, pero ahora que de
alguna manera me lo han pedido, no lo voy a lograr!” Porque basta con que me
sugieran un tema para que me entre el infame writer’s block. Dichosamente esta vez lo pude superar. Me imagino que la inmensa mayoría de los
blogueros ticos van a escribir en contra del secreto de Estado y/o la ley mordaza. Yo me propongo
convencerlos de la imperiosa necesidad que tiene nuestro país de esa ley, y de que
sea aplicada con todo el rigor posible.
Propongo hacerlo mediante ejemplos claros y prácticos, que no requieran
de mayor explicación. Dejo la teoría y
la doctrina jurídica, así como las leguleyadas arrogantes, a otros autores más duchos
en esas lides.
La primera razón para apoyar el secreto de Estado tiene que ver con la
Seguridad Nacional, así con mayúsculas.
De no haber sido por el diseño y trazado secretos de la Autobahn 1856 – Juan Rafael Mora, los
nicas nos hubieran invadido desde hace varios meses. Fue la perplejidad sentida al norte del Río
San Juan, provocada por la secreta e intrépida acción de nuestro gobierno, lo
que evitó que el conflicto pasara a mayores.
La segunda razón también tiene que ver con la Seguridad Nacional.
Imaginen nada más el descalabro que podría causar un periodista acucioso o
malintencionado si llegara a publicar los movimientos secretos de nuestras
fuerzas armadas cuando se apresten a invadir Nicaragua – o Panamá, si se nos
ponen cabritos. Este ejemplo resalta la
necesidad de aplicar penas de cárcel a los periodistas o blogueros que juegan
de vivos con la información.
Una tercera razón para necesitar una ley mordaza en nuestro país tiene
que ver con la salud pública. Es imperativo prevenir la desilusión y desazón de
miles de personas si se llegan a enterar de que Oldemarsh de Tierra Blanca – el verdadero – no tiene un perfil en Facebook, y que el que usted y yo visitamos
todos los días es manejado en realidad por un impostor que suplanta la identidad
del verdadero Olde. ¡La de wilas que se
suicidarían!
Las últimas dos razones tienen que ver con la gobernabilidad, una
desde la perspectiva de la suplantación de identidad, y la otra desde el ángulo
del secreto de Estado.
Ya es hora de impedir que personajes con nombres ficticios como El Tráfico ó el Chamuko se valgan del anonimato para andar denunciando cuanta cochinada se cuece en el
Poder Ejecutivo, en el Legislativo, en el Judicial, en nuestros sindicatos, o
en la Policía de Tránsito. Si no son tan
machitos para dar la cara, no debería permitírseles obstruir con sus denuncias
la altruista labor de nuestros abnegados funcionarios públicos. El carajo que está suplantando al mismitico Diablo
(o el que se las tira de Larry Fine, aunque sea bastante menos importante) deberían de irse directo al infierno o a La Reforma por robarse la identidad de esas ilustres personas.
Por último, el secreto de Estado es absolutamente necesario para que
la ciudadanía recupere la confianza en la clase política de nuestro país,
condición indispensable para retomar la senda de la gobernabilidad y el
progreso. Si el gobierno pudiera
declarar secretos los pormenores de ciertas licitaciones públicas donde para contratar
servicios de limpieza de edificios se invite a participar – qué se yo – a unos
cuantos estilistas y manicuristas; si pudiera cubrir bajo el velo del secreto
de Estado los datillos incómodos del incumplimiento tributario de los
funcionarios de alto rango; si pudiera mantener fuera del alcance del ojo público
los detalles de las fallidas reparaciones de puentes y carreteras que se han
pagado más caras que si se hubiera construido algo completamente nuevo; si se
declararan secretas las cuentas por cobrar de la CCSS;
gobernar sería mucho más fácil.
Sería como volver a las épocas en que los dineros públicos se los
comían en confites, pero como la ciudadanía no tenía los medios ni las
herramientas que hoy nos brinda internet para investigar y denunciar, regía en
los círculos del poder el código de los Bomberos: entre colegas no se majan las
mangueras. La prensa no denunciaba nada, la oposición tampoco, la Contraloría cohonestaba lo que se
le pusiera enfrente. Los demás nos creeríamos la propaganda oficial y las
noticias de Canal 13, y estaríamos convencidos de que somos ya el primer país
desarrollado de América Latina.
Le invito a leer opiniones más serias y mejor elaboradas acerca de la conveniencia o no del secreto de Estado en la página de Ticoblogger.
Le invito a leer opiniones más serias y mejor elaboradas acerca de la conveniencia o no del secreto de Estado en la página de Ticoblogger.
El 99% no va a entender el sentido de este post. Incluso yo dudo si por el contrario, soy del 1%.
ResponderBorrar¿Será que el 99%, al leer el título del post, ni siquiera se lo va a leer? Son los riesgos que uno corre cuando usa el sarcasmo...
ResponderBorrarCasi me tenías convencido... :(
ResponderBorrarHablando de Larry Fine, desde que conocí este blog veo a "Los Tres Chiflados" con otros ojos...
Jajaja, Terox, ¿a qué altura te tenía convencido?
ResponderBorrarYo de carajillo era un gran fan de los 3 chiflados. Cuando me casé y me enteré de que mi esposa nunca los había visto, me fui a un video a alquilar varios episodios para develoverle a la pobre la infancia que nunca tuvo. Tengo que confesar que a la mitad del segundo episodio apagué el VHS y devolví el resto sin verlos. Ya no era lo mismo...