lunes, 23 de julio de 2012

La desintegración de Siria‏

Como siempre en el Medio Oriente, las cosas no son tan simples como a primera vista aparecen.  Ojos poco acostumbrados al panorama podrían fácilmente concluir que lo que está pasando Siria se resume de la siguiente manera: “un pueblo cansado de un régimen despótico que ya dura 40 años se lanza a las calles para exigir reformas democráticas, impulsado por una primavera árabe que nunca pasó de la promesa, solo para ser brutalmente aplastado por el mismo tirano contra el que protesta. Mientras tanto, el resto del mundo mira impotente – y sin ganas de intervenir por no tratarse de un productor importante de petróleo.”  Basta con escarbar apenas un poquito por debajo de la superficie para descubrir que la realidad es mucho más compleja.

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Como la mayoría de los Estados nacidos durante el siglo XX  a partir de la disgregación de los imperios hasta entonces vigentes – véanse los casos de la mayoría de los países africanos subsaharianos, de Iraq, de Líbano, de los países balcánicos, etc. – Siria no es lo que podríamos definir como una “nación estado”: una entidad política que englobe dentro de sus fronteras a una nación o pueblo relativamente homogéneo, con una historia e identidad común, y con aspiraciones compartidas. Las fronteras de Siria fueron establecidas de manera arbitraria siguiendo grosso modo las líneas de conquista de los diferentes poderes imperiales que se disputaron la zona en los últimos 150 años, a saber los turco-otomanos, los franceses y los ingleses.

Siria, tal como la conocemos, es un Estado inviable que ha logrado mantener una cierta cohesión únicamente “gracias” al puño de hierro de sus represores. Al igual que Yugoslavia no pudo sobrevivir muchos años después de la muerte del Mariscal Tito, Siria seguirá existiendo como país en sus fronteras actuales únicamente mientras subsista el régimen de Assad, o cualquier otro – de similar calaña y nivel de desprecio por el pueblo – que pueda surgir en su estela.

La población siria se estima en alrededor de 23 millones de personas.  Se calcula que el 65% de la población es árabe sunita, 12% chiita,  10% cristiana, 10% kurda sunita, y 3% drusa. Dentro de la minoría chiita, la secta alauita predomina, y aún así no representa más del 9% de la población total.  La familia presidencial el-Assad, así como la inmensa mayoría de quienes ocupan puestos importantes en el gobierno y en las fuerzas de seguridad sirias, son alauitas.   La mayoría sunita resiente su falta de acceso al poder, además de la brutalidad del régimen. Tenemos así el caldo de cultivo perfecto para la revuelta popular.

A grandes rasgos, las diferentes poblaciones también pueden ser fácilmente identificadas con distintas zonas geográficas del país.  Los alauitas se concentran en la costa mediterránea, al oeste del río Orontes; los kurdos en el norte, en la región fronteriza con Turquía; los drusos en el sureste del país, cerca de las fronteras con Jordania e Israel; y la mayoría árabe sunita mayoritariamente en toda la región central siria, desde la frontera con Líbano hasta la frontera con Iraq. Los cristianos están un poco más dispersos, aunque hay una presencia importante en el noroeste sirio, alrededor de la ciudad de Alepo, al este del Orontes.

Los kurdos son una etnia no árabe, mayoritariamente musulmana y sunita, que constituye minorías importantes en Siria, Iraq, Irán y Turquía, pero no cuenta con un país independiente.  Para evitar que los kurdos se unan a la revuelta popular, el-Assad les ha permitido aprovechar el desorden para establecer para todos los efectos prácticos una región autónoma, muy similar a lo que sucedió en Iraq. Además, el-Assad ha permitido a los kurdos armarse para “calentar” la frontera con Turquía, y ya se observa estrecha colaboración entre los kurdos a ambos lados de la línea limítrofe, lo cual no es bien visto en Ankara. La apuesta de el-Assad, en caso de sobrevivir a la revuelta, es a la transformación de Siria en una especie de república federal, donde los kurdos retengan alguna dosis de autonomía en su región.

Sin embargo, la estrategia de salida de el-Assad, en caso de no poder retener el control de la totalidad del territorio sirio, es a la desintegración de Siria y – en su caso – la creación de un estado alauita independiente en la costa mediterránea.  Los cristianos, que como estrategia de supervivencia en un medio sumamente hostil, se han alineado históricamente con el gobierno de el-Assad, podrían interesarse en unirse a este nuevo país, antes que exponerse a la venganza de la mayoría sunita si ésta llegara al poder en Damasco.

El patrón de las principales batallas del último año y medio en Siria parece confirmar la pretensión de crear en la zona costera un “refugio” para el-Assad, cuya familia es originaria de la ciudad de Latakia, en la costa mediterránea.  Con la excepción de algunas escaramuzas ocurridas en el sur del país, sobre todo al inicio de las protestas populares, y del intento rebelde por penetrar Damasco – el centro del poder político – las principales batallas y las mayores masacres han sucedido en poblados a lo largo del río Orontes: la masacre de Tremseh (más de 200 muertos hace un par de semanas); la masacre de Houla, con 108 muertos (49 niños y 34 mujeres entre ellos) en mayo de 2012; la matanza de Qubair en junio de 2012 (78 muertos estilo ejecución a manos de la milicia alauita shabiha); la matanza de Karm el-Zeytun (45 muertos, mayoritariamente mujeres y niños, degollados o apuñalados); los bombardeos del ejército sirio a la ciudad de Homs en febrero del 2012, que dejaron más de 700 muertos; el asedio del ejército sirio en Idlib, causando 250 muertes entre el 19 y el 20 de diciembre de 2011; la masacre de Hama, en julio del 2011, donde más de 130 personas murieron cuando tanques del ejército abrieron fuego contra una manifestación inicialmente pacífica.  Esto demuestra una cierta intención de aislar de la revuelta el territorio ubicado al oeste del Río Orontes, y de paso un esfuerzo por hacer una limpieza étnica tendiente a ahuyentar a la población sunita de la zona. 

La respuesta del ejército sirio al atentado ocurrido la semana pasada en Damasco contra las máximas autoridades militares fue lanzarse a la conquista de Alepo, 360 km al norte.  Este puede ser un intento por incorporar a esta ciudad – considerada la capital económica siria – al territorio del eventual estado alauita, retribuyendo así la lealtad de la población cristiana al gobierno de el-Assad, y dejándose bajo dominio alauita a la más rica de las ciudades sirias.

Esta pretensión también explica la obstinada oposición rusa a los deseos de Occidente de imponer sanciones a Siria a través de la inoperante ONU, y de intentar remover a el-Assad por la fuerza.  Resulta que 70 km al sur de Latakia se encuentra la ciudad puerto de Tartus, donde Rusia cuenta con su única base naval en todo el Mediterráneo.  Más aún, la isla de Chipre se encuentra prácticamente al frente de las costas de Latakia y Tartus, y recientemente ha sido descubierto un enorme depósito de gas natural bajo las aguas frente a Chipre.  Un estado alauita apoyado por una base naval rusa en el Mediterráneo podría obligar a los chipriotas a compartir el yacimiento, o a renunciar a la cooperación tecnológica israelí para su eventual explotación.

Todo parece indicar que, en el peor de los casos para los intereses de el-Assad, Siria se desintegrará en un país kurdo al norte (si es que Turquía no lo invade antes para evitarlo), un país alauita en la planicie costera mediterránea, y un país árabe sunita en el resto del territorio.  Es difícil predecir qué tan rápido se vaya a desintegrar Siria en países relativamente homogéneos desde la perspectiva étnica, pero una vez que desaparezca de Damasco el poder central absoluto de la dinastía el-Assad, parece inevitable que se desencadene un proceso de balcanización.  De lo que si podemos estar seguros es de que los resultados no van a ser los deseados por el iluso de Obama, ni los que brinden tranquilidad al Medio Oriente, ni los que convienen a la población general siria.  Los rusos quedarán satisfechos con su tajada del pastel – definitivamente la más rica de todas; los kurdos probablemente verán cambiar un yugo por otro; y el sector sunita caerá – como en Libia – en manos de organizaciones islamistas radicales (como al-Qaeda o la Hermandad Musulmana). Nada de democracia para los ciudadanos, y menos aún de estabilidad para los vecinos en la región.

1 comentario:

  1. Caen estas dictaduras y entran otras peores vease el viejo caso de Iran cuando cayo el Sha

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