El periodista Carlos Villalobos, de La Nación, en su sección Desde la Barra del día de hoy, se pregunta: "Aunque la política exterior nacional siempre ha sido abanderada de los derechos humanos, lectores de esta columna en Ginebra detallan que en el sétimo período de sesiones del Consejo de Derechos Humanos, nadie de la delegación tica abrió la boca y se limitaron a copatrocinar 14 proyectos de resolución propuestos por otros países. ¿Se nos agotaría la agenda de derechos humanos?" Usaremos este espacio para contestarle, porque la pregunta, cargadita como viene, tiene toda la razón de ser. La política exterior costarricense cambió de norte con la segunda llegada del Mesí… eh, perdón, de Oscar Arias al poder. En La Suiza Centroamericana la hemos bautizado la era de la prostitución diplomática.
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Uno esperaba, dados los antecedentes y el Premio Nobel de Oscar Arias, que el suyo fuera un gobierno abanderado de los derechos humanos, tal como lo sugiere el periodista Villalobos. En particular, y considerando que la situación de los derechos humanos en Costa Rica es bastante satisfactoria, uno esperaba que la política exterior de un segundo gobierno de Oscar Arias se basara en los valores democráticos y en el nivel de respeto de los derechos humanos en los diferentes países. Nada más alejado de la realidad. Como hemos mencionado en varios artículos anteriores, al romper relaciones con Taiwán y establecer relaciones con China, Bruno Stagno, el actual Canciller, se pasó los citados valores por donde a Oscar Arias nunca le ha brillado el sol. Para nadie es noticia que China no es una democracia, y que es uno de los países con peor récord en materia de Derechos Humanos. Lo mismo se puede decir del acercamiento diplomático a los países árabes, ninguno de los cuales tiene un régimen democrático, y todos los cuales tienen récords en derechos humanos que en el mejor de los casos podemos considerar cuestionables.
Las movidas diplomáticas han sido seguidas de una serie de acciones – o falta evidente de ellas – que nos confirman que a la "súper progre" Cancillería de la Administración Arias Sánchez le importa un comino los derechos humanos. La brutal represión china de lo que empezó como manifestaciones pacíficas en Tíbet (aunque luego de la violenta represión degenerara en actos violentos por parte de algunos tibetanos también) no mereció el menor comentario por parte de nuestra Cancillería, que no abrió la boca ni para decir que la tenía de adorno. Evidentemente, billetera mata galán.
En el último período de sesiones del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, según nos dice Carlos Villalobos, Costa Rica no hizo ninguna propuesta, y más bien se dedicó a apoyar propuestas de la más dudosa reputación. A la Costa Rica del Oscar Arias Reloaded le resulta más importante no importunar a ninguno de sus nuevos y platudos amigos, que defender con tesón la bandera de los derechos humanos. Esos nuevos amigos, como China y los países árabes, hacen mayoría junto con otros países de regímenes totalitarios en dicho Consejo, así como en la Asamblea General de la ONU. De China ya conocemos parte de lo que estamos recibiendo: un estadio, ayudas para damnificados de inundaciones, la posibilidad de terminar la carretera a San Carlos. Sospechamos que además hay otros "beneficios" de naturaleza privada que en la medida que nuestros gobernantes de turno logren mantenerlos bajo el prostituido velo del secreto que invocaron para escondernos el establecimiento de las relaciones con China, nunca los llegaremos a conocer. Más preocupante aún es no saber qué es lo que estamos recibiendo a cambio de establecer relaciones con países totalitarios y teocráticos del Medio Oriente, aparte del ingreso ilegal a Costa Rica de ciudadanos de esos países, ayudados por algún Cónsul tico en misión extranjera, poniendo en riesgo la seguridad nacional.
Los costarricenses tenemos derecho a saber qué andan haciendo nuestros diplomáticos como parte de la nueva y "súper progre" política exterior costarricense. Curiosamente, los medios de comunicación colectiva nacionales han preferido hacer la vista gorda, y de paso dejarnos a los ciudadanos en la más absoluta oscuridad. La taimada pregunta de don Carlos Villalobos en La Nación de hoy más bien sorprende, dada la línea de apoyo irrestricto al gobierno de Oscar Arias que sigue ese diario. En La Suiza Centroamericana, nos hemos enterado de que Costa Rica fue uno de los países que apoyaron en la Asamblea General de la ONU, a finales del año pasado, una nueva resolución que condena la difusión de críticas a la religión. ¿Habrase visto más descarado intento por coartar la libertad de expresión? ¿Y qué podemos decir de Costa Rica apoyando semejante iniciativa? El proyecto de resolución fue presentado a nombre de la Organización de la Conferencia Islámica por Pakistán, ese progresista país musulmán donde recientemente mataron a la candidata presidencial Benazir Bhuto para evitar que el generalote de turno, Pervez Musharraf, que accedió al poder mediante golpe de estado y se mantuvo en él suspendiendo la constitución política en varias ocasiones, perdiera las elecciones. En realidad, el objetivo de la resolución aprobada por la ONU – con el voto afirmativo de Costa Rica – tiene poco o nada que ver con las críticas a las religiones, excepto por aquellas en contra del Islam. Esto es fácil de concluir de la lectura de la resolución. Para muestra un botón:
"La Asamblea General
[…]
9. Hace hincapié en la necesidad de luchar de manera efectiva contra la difamación de todas las religiones, en particular el Islam y los musulmanes."
Si la preocupación es por las críticas a las religiones, ¿por qué singularizar al Islam y a los musulmanes?
Esta resolución fue votada positivamente por la totalidad de los países árabes y de los países musulmanes no árabes, por países con importantes minorías musulmanas (como Trinidad & Tobago y Surinam), por los regímenes totalitarios de China, Cuba, Zimbabue, Corea del Norte, y otros de similar calaña; por los totalitarizantes de Rusia y Venezuela, por algunos "súper progres" como Bolivia y Nicaragua, y por supuesto, por Costa Rica. Israel, el país de la religión más vilipendiada en la historia de la humanidad, votó en contra de la resolución. También en contra se manifestaron todos los países de la Unión Europea, la mayoría de los países europeos no miembros de la UE, Estados Unidos, Canadá, Corea del Sur, Australia y algunas de las pequeñas islas del Pacífico. ¿En cuál vecindario hubiera preferido ver usted a su país?