No conozco a Henning Jensen, el ahora ex Vicerrector de Investigación de la Universidad de Costa Rica, y, a juzgar por su reciente artículo expresando su oposición a un crédito del Banco Mundial para la construcción de nueva infraestructura en la UCR, tampoco creo compartir con él muchas opiniones. Sin embargo, su despido “por deslealtad”, anunciado por la Rectora Yamileth González, me parece una aberración descomunal y una vergüenza nacional.
Fue Voltaire, quien en una carta de 1770, escribió a su interlocutor: “Señor Abad, detesto lo que escribe, pero daría mi vida por hacer posible que pueda seguir escribiendo”. Para un liberal que se respete, es más importante el derecho a la libertad de expresión de las personas, que estar de acuerdo con ellas todo el tiempo. Despedir a una persona porque exprese una opinión diferente de la que deseamos escuchar es algo que podemos esperar en un político oportunista, mas no de una casa de enseñanza superior.
Yo no me trago el cuentito de Jensen de que su despido es una violación a la libertad de cátedra; al fin y al cabo él puede seguir dando clases en la UCR y enseñar a sus alumnos lo que se le venga en gana. Si es seguidor del humanismo, cree en el psicoanálisis, o defiende el estructuralismo; si es conductista o pertenece a la escuela de Gestalt, nadie –hasta donde tengo entendido – le ha limitado su libertad de enseñar según su conciencia, aunque en ello se dedique a adoctrinar más que a formar. Una universidad debe de fomentar el debate de ideas, y éste se debe de dar a todo nivel, no limitarse a las aulas.
El día en que un Vicerrector – y el de Investigación, para que no les falte – no pueda discrepar del rumbo que toma la Universidad o de las decisiones trascendentales que tome o deje de tomar su Administración, es el día en que hay que apagar las luces y mandar a cerrar el chinamo. Es el día en que la mediocridad – hija bastarda de la homogeneización de criterios – se ha convertido oficialmente en la bandera bajo la cual navega, como el proverbial pendejo, el capitán de ese barco esencial para el desarrollo del país. Es el día, en fin, en que la profundización del conocimiento ha dejado de ser la raison d’etre de la universidad, para convertirla en botín político de sus autoridades de turno.
No podemos coincidir con Henning Jensen cuando utiliza el concepto de autonomía universitaria para descartar cualquier tipo de evaluación externa del desempeño de las universidades estatales. Tampoco podemos coincidir con él cuando sostiene resabios ideológicos de 40 años atrás, como aquel de que una universidad no pueda hacer investigación aplicada ni vender sus resultados. Justamente lo primero es lo que necesita un país en vías de desarrollo como el nuestro, y lo segundo es un imperativo moral dada la delicada situación fiscal en que nos encontramos.
Dice don Henning que “la planificación estratégica, la rendición de cuentas y la gestión de la calidad son procesos esenciales de la vida universitaria. Para ello no requerimos de indicaciones del Banco Mundial ni del Gobierno…”. Si bien estamos totalmente de acuerdo con la primera frase, tenemos casi que la obligación de discrepar de la segunda. La autonomía universitaria mal entendida, como la pregona el Dr. Jensen, ha llevado a que la UCR, y en general las universidades estatales no tecnológicas, se hayan convertido en fábricas de científicos sociales de dudosa preparación – a juzgar por su inhabilidad para lograr la más sencilla de las redacciones – inundando el mercado laboral de profesionales cuyas habilidades casi nadie demanda, y creando una escasez del tipo de profesionales que los sectores más dinámicos de la economía requieren para crecer y progresar. Y el gobierno, que siga aportado recursos, FEES, y calladito más bonito.
A pesar de lo que hemos dicho de las opiniones del Dr. Jensen, tenemos también que reconocer que el Banco Mundial no es lo que llamaríamos una santa paloma y, desacertadas como puedan parecernos, las advertencias de un intelectual de su calibre tienen que servirnos de campanada que nos obligue a cerciorarnos de que en la contratación del crédito se esté priorizando el interés nacional. Un Presidente de la República, que es escogido sobre una plataforma ideológica, puede darse el lujo de eliminar el disenso de su gabinete para mantener el rumbo que quiere trazar. Pero una universidad – y especialmente nuestra principal universidad – tiene más bien la obligación de facilitar la disensión, promover el cuestionamiento, y alentar el debate vigoroso de ideas, como único mecanismo efectivo conocido para profundizar el conocimiento humano, lograr el progreso, y difundir los resultados a la población en general, que debe de ser la beneficiaria última y principal de los importantes recursos públicos destinados a la manutención de las universidades.
Fue Voltaire, quien en una carta de 1770, escribió a su interlocutor: “Señor Abad, detesto lo que escribe, pero daría mi vida por hacer posible que pueda seguir escribiendo”. Para un liberal que se respete, es más importante el derecho a la libertad de expresión de las personas, que estar de acuerdo con ellas todo el tiempo. Despedir a una persona porque exprese una opinión diferente de la que deseamos escuchar es algo que podemos esperar en un político oportunista, mas no de una casa de enseñanza superior.
Yo no me trago el cuentito de Jensen de que su despido es una violación a la libertad de cátedra; al fin y al cabo él puede seguir dando clases en la UCR y enseñar a sus alumnos lo que se le venga en gana. Si es seguidor del humanismo, cree en el psicoanálisis, o defiende el estructuralismo; si es conductista o pertenece a la escuela de Gestalt, nadie –hasta donde tengo entendido – le ha limitado su libertad de enseñar según su conciencia, aunque en ello se dedique a adoctrinar más que a formar. Una universidad debe de fomentar el debate de ideas, y éste se debe de dar a todo nivel, no limitarse a las aulas.
El día en que un Vicerrector – y el de Investigación, para que no les falte – no pueda discrepar del rumbo que toma la Universidad o de las decisiones trascendentales que tome o deje de tomar su Administración, es el día en que hay que apagar las luces y mandar a cerrar el chinamo. Es el día en que la mediocridad – hija bastarda de la homogeneización de criterios – se ha convertido oficialmente en la bandera bajo la cual navega, como el proverbial pendejo, el capitán de ese barco esencial para el desarrollo del país. Es el día, en fin, en que la profundización del conocimiento ha dejado de ser la raison d’etre de la universidad, para convertirla en botín político de sus autoridades de turno.
No podemos coincidir con Henning Jensen cuando utiliza el concepto de autonomía universitaria para descartar cualquier tipo de evaluación externa del desempeño de las universidades estatales. Tampoco podemos coincidir con él cuando sostiene resabios ideológicos de 40 años atrás, como aquel de que una universidad no pueda hacer investigación aplicada ni vender sus resultados. Justamente lo primero es lo que necesita un país en vías de desarrollo como el nuestro, y lo segundo es un imperativo moral dada la delicada situación fiscal en que nos encontramos.
Dice don Henning que “la planificación estratégica, la rendición de cuentas y la gestión de la calidad son procesos esenciales de la vida universitaria. Para ello no requerimos de indicaciones del Banco Mundial ni del Gobierno…”. Si bien estamos totalmente de acuerdo con la primera frase, tenemos casi que la obligación de discrepar de la segunda. La autonomía universitaria mal entendida, como la pregona el Dr. Jensen, ha llevado a que la UCR, y en general las universidades estatales no tecnológicas, se hayan convertido en fábricas de científicos sociales de dudosa preparación – a juzgar por su inhabilidad para lograr la más sencilla de las redacciones – inundando el mercado laboral de profesionales cuyas habilidades casi nadie demanda, y creando una escasez del tipo de profesionales que los sectores más dinámicos de la economía requieren para crecer y progresar. Y el gobierno, que siga aportado recursos, FEES, y calladito más bonito.
A pesar de lo que hemos dicho de las opiniones del Dr. Jensen, tenemos también que reconocer que el Banco Mundial no es lo que llamaríamos una santa paloma y, desacertadas como puedan parecernos, las advertencias de un intelectual de su calibre tienen que servirnos de campanada que nos obligue a cerciorarnos de que en la contratación del crédito se esté priorizando el interés nacional. Un Presidente de la República, que es escogido sobre una plataforma ideológica, puede darse el lujo de eliminar el disenso de su gabinete para mantener el rumbo que quiere trazar. Pero una universidad – y especialmente nuestra principal universidad – tiene más bien la obligación de facilitar la disensión, promover el cuestionamiento, y alentar el debate vigoroso de ideas, como único mecanismo efectivo conocido para profundizar el conocimiento humano, lograr el progreso, y difundir los resultados a la población en general, que debe de ser la beneficiaria última y principal de los importantes recursos públicos destinados a la manutención de las universidades.
Hola don Dean,
ResponderBorrarMuy contento que haya decidido volver a escribir en su blog. Ciertamente no comparto una parte de lo que dice, pero creo que sus razonamientos son más interesantes que muchos de los que escriben y que reciben un pago por hacerlo.
Ciertamente su posición es bastante ilustrada, pero no creo que sea la correcta. En primer lugar, este no es un caso de censura: el señor Jensen tuvo pleno derecho de manifestar su opinión, y lo hizo así sin ningún impedimento. Pero así como tuvo le pleno derecho de manifestar su opinión, el Señor Jensen tiene la obligación de aceptar las consecuencias de sus actos. Eso es lo que falta tomar en cuenta, en este país en que, convengámoslo, nos gusta hablar de derechos y poco de obligaciones.
Pues bien, según el Estatuto Orgánico de la UCR, los Vicerrectores son funcionarios de confianza designados por el Rector, el cual tiene plena autoridad para removerlos. Es decir, sería equivalente a un Minsitro de Gobierno en el Poder Ejecutivo.
Tampoco estoy defendiendo a la Rectora. Pero ella nombró al Sr. Jensen en su cargo y tiene el pleno derecho de removerlo, si considera que la confianza que tenía con el ya no existe. Eso no es nada incorrecto ni ilegal. El Sr. Jensen sigue en la UNiversidad. Y si desea que el préstamo del Banco Mundial no sea suscrito, tiene pleno derecho de abogar por eso. Incluso postulándose para el puesto de Rector.
Pero en principio, aquí no hay ningún tipo de censura ni atropello a la libertad de expresión.
Ahora sí que me la pusiste difícil Dean.
ResponderBorrarSi como dice don Jorge, el mae fue nombrado "a dedo" por la rectora, pues ella misma tiene potestad de removerlo. Por la forma en que escribe Jensen, uno se puede imaginar que va a hacer cualquier cosa para que no se firme el convenio con el Banco Mundial, que a sus ojos es prácticamente un pacto con el diablo. Ahora póngase Ud en los zapatos de la doña... tendría que excluir al vicerrector de investigación de todo el proceso, hasta me imagino que de algunas reuniones de rectoría, hasta de correos o todo tipo de información... sabiendo que cualquier cosa que se diga podría ser usado en su contra! Diay, me parece que es una situación insostenible...
Diay, como dice Fallas, que el mae siga pulseando como torpedea esta vara (ojalá y no lo consiga) pero desde afuera...
Muchas gracias, don Jorge. Siempre es un gusto verlo por acá; a menudo discrepamos pero con usted da gusto discutir. Aprovecho para contestarle a usted y a Terox en una misma intervención.
ResponderBorrarTiene razón don Jorge en lo que plantea, o al menos en parte de lo que plantea, pero me parece que se olvida de cuál es el punto que quise establecer (o no me supe explicar bien).
Yo no hablé de la legalidad de lo actuado por la Rectora - evidentemente ella tenía el poder para tomar la decisión que yo cuestiono. Lo que me preocupa no es el procedimiento escogido para quitarse la piedra del zapato, sino la conveniencia desde la perspectiva de la que debe de ser la misión primordial de todo centro universitario de acallar las voces del disenso.
Tampoco hablé de censura - no creo haber usado ese término en mi artículo - porque es evidente que el Dr. Jensen tuvo su oportunidad de decir lo que pensaba y no podemos hablar de censura, al menos no en el sentido tradicional de censura previa. De lo que hablo, más bien, es de represalias. Es cierto que don Henning tendrá que apechugar con las repercusiones de sus acciones y de sus palabras, pero sacar a un Vicerrector porque opina distinto y no porque su trabajo sea deplorable, es una aberración.
No olvidemos que el objetivo último de una casa superior de enseñanza debe de ser empujar las fronteras del conocimiento, profundizar y difundir el conocimiento humano, y ponerlo al servicio de la sociedad. Ninguna institución de enseñanza del mundo ha encontrado una mejor manera de hacer avanzar el conocimiento que promoviendo el debate vigoroso de ideas, para lo cual hay que saber cómo lidiar con la disidencia sin eliminarla.
Dean, es que una cosa es opinar distinto y otra oponerse como al demonio. ¿Vos crees que se le pueda endilgar la situación de la educación en Chile al Banco Mundial? ¿Después de 20 años de gobierno socialista? Diay, en la U eso es como entrar con un fósforo prendido a un depósito de pólvora...
ResponderBorrarY diay, la idea de poder acoger a todos los pensamientos es muy bonita, pero en la práctica, hay casos donde simplemente Ud no puede trabajar cuando alguien se atrinchera así. Claro que es una decisión difícil, de hecho, tiene un costo político muy alto, pero en realidad no hay alternativa...
Terox, las ideas de don Henning son, como vos lo sugerís y yo lo comenté en el post, bastante voladas. Pero al despedirlo lo han convertido en mártir, le han dado más poder del que tenía. Todo esto es producto de un pésimo manejo. En primer lugar, la Rectora debió de aclarar estos "pequeños detalles" con el personal que iba a nombrar en puestos de confianza, como los vicerrectores. Y si no lo hizo, como evidentemente sucedió en el caso del Dr. Jensen, entonces en vez de convertirlo en mártir lo debió de neutralizar desde adentro: "señor Vicerrector, usted no va a participar en el proceso de contratación de este crédito". En todo caso, me has "obligado" a pasarme al campo del procedimiento seguido vs. el que se debió seguir. Y ese no es el punto de mi comentario original, sino el de cómo se refleja todo este affaire en lo que debería de ser la misión primordial de la universidad.
ResponderBorrarDean, pero creo que ese es el punto. El procedimiento a seguir. El procedimiento que debió seguir un vicerrector para oponerse a algo. ¿No debería más bien haber renunciado a raíz de algo tan grave como él lo considera? Igual si lo apartás de todo, el mae se va a declarar mártir alegando que le impiden defender a la Universidad, que es un "paria" entre los vicerrectores por sus ideas... etc etc.
ResponderBorrarSi uno se pone en los zapatos de la rectora, de verdad había pocas opciones... hasta cierto punto lo más honesto es despedirlo... diay, a fin de cuentas ella también tiene derecho a defender sus ideas...
Sin duda don Dean, la Universidad es un espacio donde debe imperar el contraste de Ideas. Ojalá eso sea cierto en un futuro cercano (estoy siendo sarcástico y exagerado).
ResponderBorrarPero el espacio de la Universidad no se limita a el Rector y sus Vicerrectores, que constituyen el que podríamos decir "Poder Ejecutivo" de la UCR. Está también el Consejo UNiversitario, y otras instancias.
En ese sentido, la destitución del Sr. Jensen de la Vicerrectoría no debe verse como un atropello. Si me dijera que lo van a destituir de su puesto académico, ahí si sería alarmante. Y es algo que lastimosamente se da muchas veces en la academia.
La actitud del Sr. Jensen debe someterse a escrutinio. En primer lugar, firmó su columna de opinión con el título de Vicerrector. En la entrevista que concedió a la Nación, decía que enviaba sus artículos de opinión a la Rectora antes de ser publicados. Pero en este caso, al parecer, no lo hizo, ni manifestó sus objeciones al préstamo del BM directamente a la Rectora o el Consejo.
Ciertamente, el hecho que disienta con lo que piense la rectora, o el resto del Consejo no es lo crucial. Sin duda, es bueno no tener un conjunto de colaboradores que piensen al unísono con la rectora (y aquí la palabra colaborador es clave, porque eso es lo que son los vicerrectores). Y un buen Rector acepta el disenso y debate. Pero la forma en que expesó su desacuerdo, lo hace claramente no digno de confianza de la persona que lo nombró en su cargo de vicerrector.
La libertad de expresión no es un derecho absoluto. Está también la confianza y lealtad con un cuperpo colegiado como éste. Por supuesto, la confianza y la lealtad tambié pueden abusarse, como en el caso de una organiación criminal. Llevar cualquiera de estos principios hasta sus últimas consecuencias sería ridícuo e impráctico. La vida es un constante balance entre varios principios contrastantes.
En este sentido es válido ve el contraste con una situación similar que sucedió en el Gobierno por el tema de las Zonas Francas. La ministra de COMEX se opone a la imposición de las empresas en Zonas Francas. Muchos de los que ahora lamentan la destitución del vicerrector fueron los mismos que pidieron la renuncia de la Minsitra González.
Sin embargo, la diferencia en este caso es que la Ministra hizo pública su opinión sólo cuando se le preguntó. No saltó a la prensa a defender su posición. Además, la Presidenta, que sin duda valora el debate y opiniones diversas, y en un tema que fue en principio una concesión al PAC para ganar su apoyo en el trámite del paquete tributario, no le pidió su renuncia. Eso no tiene nada de malo.
¿Qué irá a pasar ahora que es rector?
ResponderBorrarFijate un par de comentarios para arriba, cómo lo vaticiné. Dije, textualmente, que "al despedirlo lo han convertido en mártir, le han dado más poder del que tenía". Y con ese poder, ahora ganó la rectoría, porque no hay nada más efectivo para un candidato a lo que sea en este país que convertirse en el pobrecito.
ResponderBorrarAhora, a apechugar y ver cómo la universidad se nos convierte en una torrecita de marfil desde la cual los catedráticos se desligan por completo de la realidad nacional - prohibido hacer investigación aplicada, prohibido vender el producto de la investigación desarrollada en la U - y siguen clamando por una mal entendida autonomía cuya manutención cuesta al Estado varios miles de millones de colones al año. Extraño resulta que la autonomía sea solo para hacer lo que se les venga en gana, y no para procurarse sus propios ingresos... ¿No te parece?
Pues quién sabe... la diferencia con el 2do lugar fueron como 100 votos (803 a 707). Por cierto, ¿quienes votan? ¿el SINDEU en pleno? No es de extrañar el resultado... ese tipo de autonomía es bastante sabrosa... es como ser el hijo de papi, con presupuesto seguro y sin tener que rendir cuentas... debería haber una mejor forma de elegir un rector...
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