Basta con echar una mirada a la estructura del gasto público y su
financiamiento para darnos cuenta de que el Estado costarricense se asemeja
peligrosamente a lo que podríamos llamar un Estado fallido. Cada año, entre el
90% y el 95% del gasto público se destina a salarios, pensiones, intereses y
algunos otros gastos corrientes (papelería, electricidad, agua, etc.). En otras palabras, el Estado existe
únicamente para sostenerse a sí mismo, ya que menos de 10 de cada 100
colones gastados se destina a la inversión que puede ampliar la capacidad
productiva o mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Peor aún, los
impuestos recaudados alcanzan para cubrir apenas alrededor de la mitad del
gasto corriente (aquel que no es inversión). La otra mitad se financia – ilegal
e inconstitucionalmente – mediante deuda.
Si de hallar soluciones al problema fiscal y a la situación económica
costarricense se tratara, tendríamos que hablar de un serio y profundo recorte
del gasto público. Dadas las cifras
mencionadas en el párrafo anterior, prácticamente habría que duplicar los
impuestos para cerrar la brecha fiscal SIN recurrir al recorte del gasto. Y eso nos dejaría siempre con el Estado
esclerótico que apenas existe para sostenerse a sí mismo. Aún no alcanzaría la plata para hacer
inversión productiva.
Los últimos tres gobiernos han intentado, sin éxito, zamparnos sendos paquetes
tributarios que apenas alcanzarían para cubrir entre un tercio y la mitad del
déficit fiscal. Debería resultar
evidente que en el entorno político post-bipartidismo, la aprobación de un paquete
de impuestos resulta casi imposible. Lo
que también es evidente es que no hay en Costa Rica un solo político con el
escroto lo suficientemente grande como para contener lo necesario para
atreverse a entrarle en serio al recorte del gasto. Es en este contexto que debemos analizar las
bondades o perjuicios de los mal llamados eurobonos.
Y digo que están mal llamados porque son denominados en dólares, no en euros, y
nada tienen que ver con Europa, más allá de que alguna proporción de la emisión
pueda ser colocada en el Viejo Continente.
Empiezo el análisis con una analogía.
Si usted, al igual que el Estado costarricense, tiene la mala costumbre
de gastar más de lo que le ingresa, probablemente esté agobiado por las deudas,
y muy probablemente del peor tipo: tarjetas de crédito con tasas de interés que
oscilan entre el 36% y el 54% anual. Aún
si usted recortara sus gastos para que en lo sucesivo no excedan sus ingresos,
quedaría usted con una deuda inmanejable.
No estaría mal que se consiga un crédito con una entidad bancaria
formal, a una tasa de interés razonable, que le permita cancelar las deudas que
tiene con las tarjetas de crédito.
La tarjeta de crédito del Estado costarricense es el mercado
financiero doméstico, donde consigue recursos a las tasas de interés
locales. El mercado financiero en
nuestro país es pequeño y poco desarrollado, lo que resulta en que cuando el
Gobierno sale a buscar financiamiento, presione los intereses al alza. Por eso en los últimos meses la tasa básica
pasiva ha subido a su nivel más alto desde octubre del 2009 – y con ella las tasas de interés de todos los créditos en el país.
Siendo nuestro mercado financiero tan pequeño, cuando el Estado
costarricense sale a captar recursos, además del alza en los intereses – o como
resultado de ella – se produce un efecto que en economía se llama “crowding out” o estrujamiento. Es como
empezar a llenar de gente un cuarto. Al
principio la gente se acomoda, comparte, conversa, etc. Conforme sigue entrando más gente al cuarto,
los presentes se ponen cada vez más incómodos, hasta que el estrujamiento es
tal que algunos de los primeros invitados se empiezan a salir por la ventana
del fondo. Esos son los empresarios que
se quedan sin acceso al crédito para sus actividades productivas, y las
familias que se quedan sin la posibilidad de conseguir un crédito hipotecario
cuando el Estado copa el mercado.
Nada tiene de malo, en principio, que el Estado cambie su deuda
interna – relativamente cara – por deuda externa significativamente más
barata. Tiene la virtud de disminuir el
gasto en intereses, con lo cual se puede recortar, aunque sea marginalmente, el
déficit. Alternativamente, se puede destinar los recursos ahorrados a la
inversión productiva. Adicionalmente,
dejaría el Estado de acaparar el mercado local, abriendo espacios para el
financiamiento de proyectos del sector privado y, como mínimo, dejaría de
presionar las tasas de interés al alza. Así
las cosas, en la medida en que la emisión internacional de bonos del gobierno
de Costa Rica sea utilizada únicamente para canjear deuda interna cara por
deuda externa más barata, bienvenida sea. El mecanismo ya fue utilizado de
manera exitosa en los primeros años del presente milenio.
El riesgo – y uno nada despreciable vista la total ausencia de
disciplina fiscal en nuestros gobernantes – es que el Estado vea en los eurobonos
una fuente adicional de financiamiento para incrementar el gasto y seguir la
fiesta (¿festinación?) iniciada desde la segunda Administración Arias. Sería,
en este caso, un paquete fiscal diferido,
porque tarde o temprano tendría el gobierno que esquilmar a los ciudadanos para
hacerle frente al nuevo gasto y la nueva deuda.
Existen otros riesgos, que nuestras autoridades monetarias han
aprendido a manejar y minimizar a lo largo de los años. El primero y más evidente es que la entrada
de dólares al país presionaría el tipo de cambio a la baja. Siendo que el tipo
de cambio lleva mucho tiempo pegado al piso de la banda, esto obligaría al
Banco Central a comprar todos los dólares que sea necesario para mantener el
precio artificial de la divisa. En este caso,
la emisión de colones atizaría la inflación, pero nunca en los últimos 40 años
ha estado Costa Rica en un nivel de inflación tan bajo como el actual, así que
el asunto parece manejable. Podría verse
el BCCR obligado a emitir títulos en colones para captar el exceso de colones,
con lo cual presionaría el tipo de interés al alza – o al menos no quedaría
espacio para una disminución.
Nuevamente, la experiencia con los eurobonos de los primeros años de la
década pasada fue positiva.
Otra posibilidad es que el Banco Central se decida finalmente a
abandonar el sistema de bandas, permitiendo que el colón se revalúe (o que el
tipo de cambio baje más allá de los 500 colones por dólar). Esta, curiosamente,
es una medida por la que han venido propugnando quienes hoy se han convertido
en los principales detractores de la autorización legislativa a los eurobonos, y
sin empacho utilizan el riesgo de la libre flotación del dólar como una de sus
herramientas para atemorizar al público.
Algunas personas han hablado de la europeización – o peor aún, la “grecianización” – de Costa Rica: consideran que emitir bonos en el mercado internacional es repetir el error que llevó a Europa a la crisis actual. Quienes eso afirman no entienden el origen de la crisis europea, y las profundas diferencias con la situación actual de nuestro país. En primer lugar, recordemos que la crisis europea tuvo sus orígenes– a ambos lados del Atlántico – en la ruptura de la burbuja inmobiliaria y el consecuente descalabro de muchos de sus principales bancos por los excesos cometidos con los créditos hipotecarios mal garantizados. El sistema financiero costarricense está, hoy en día, bastante sano, y sobrevivió el temporal de la crisis sin bajas que lamentar.
Por otra parte, según cifras del propio Banco Central, la deuda
pública costarricense representaba a finales del 2011 el 44,7% del PIB, y la deuda pública
externa, que representaba un 10,7% del PIB, era la cuarta parte de la deuda pública
total. Aunque en esto no hay recetas “one size fits all”, es importante
destacar las diferencias con los países más afectados por la crisis. La
deuda pública española representa alrededor del 68,5% del PIB, en Italia llega
al 120,1%, mientras que en Grecia es del 165,3%. Entre los países que mejor han
enfrentado la crisis europea, la deuda pública de Alemania representa el 81,2%
del PIB, en Francia el 85,8%, y en el Reino Unido el 85,7% del PIB.
No quiere esto decir que Costa Rica deba o pueda incrementar su deuda
pública, y no es lo que propongo. Sin embargo, tampoco es necesario crear
pánico pretendiendo comparar nuestra situación con la de Europa. Lo que Costa
Rica si puede, y debe, hacer es sustituir la deuda cara con deuda barata – y abocarse
a resolver el problema estructural del gasto público, que será la única forma
de cerrar la brecha fiscal y poder detener el crecimiento de la deuda.
Los eurobonos no son ni tabla de salvación, ni el lastre que nos
terminará de hundir. Son una necesidad
que nos dicta la cruda realidad política y económica de nuestro país. Tenemos
que tener bien claro, eso sí, que no son más que un parche para el alivio temporal
de un paciente que está a punto de entrar en fase terminal si no se hace una
cirugía radical.
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Somos socialistas en materia de gasto público, pero libertarios en materia de Impuestos. Ese es el problema. Y es de toda la sociedad. Echarle la culpa al Gobierno es una mera excusa.
ResponderBorrarEsa es una buena manera de ponerlo: el tico promedio es socialista en materia de gasto público, pero libertario cuando de impuestos se trata. Pero eso no libera al Gobierno - no me refiero al actual, sino al concepto de Gobierno en general y a todas las administraciones de los últimos 40 años en específico - de responsabilidad por el mal manejo que ha hecho de las finanzas públicas. Gastar el doble de lo que se recauda es una irresponsabilidad de quien tiene el poder de decidir cuánto y en qué gastar...
ResponderBorrarA mí lo que más me precisa es que no baje más el $, porque los ahorrillos se quedaron en esa moneda... Además, imaginate a los exportadores pegando brincos!
ResponderBorrarLos míos también, y me ha ido como un quebrado... Pero yo soy como el de la ley de Murphy: apenas los cambie a colones se va a fortalecer el dólar!!! Por cierto, los exportadores ya están pegando el brinco.
ResponderBorrarNo se fijen en el valor esperado, sino en la volatilidad. No debieran "comprarse la bronca" de mantener sus ahorros en dólares. Debieran explorar la posibilidad de la Unidad de Desarrollo.
ResponderBorrarAhora, el posible impacto de los eurobonos sobre el tipo de cambio es en realidad ambiguo. Si el Estado orienta su demanda de financiameinto al exterior, la presión sobre las tasa domésticas disminuiría, haciendo menos aractivas la entrada de capitales de lo que hubiera sido en otro caso. Entran menos dólares por ese lado, mientras que entran los dólares de la deuda del gobierno. ASí que no se puede decir que el tipo de cambio bajará ma´s por la entrada.
Y si siguen oponiéndose a todo, al final el último recurso será el impuesto más injusto de todos: la inflación
Bueno,parte (una buena parte)veda, se estaría usando para pagar en $,veda, unas cuantas asesorías bien montadas por algunos economistas vivillos, veda,veremos cuanto les toca.
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