sábado, 28 de marzo de 2015

Una noticia del futuro

[Agence Tico-Suisse Presse] San José, 28 de agosto de 2019.

El Observatorio Ciudadano Anti Corrupción de Costa Rica ha denunciado el desvío de más de diez mil millones de colones a lo largo de cuatro años en el programa estrella de la Administración Solís Rivera para la disminución de la pobreza, el Puente al Desarrollo.


Dicho programa nació en marzo de 2015 con la doble promesa de sacar a 54.600 familias de la pobreza extrema en los primeros cuatro años, y de revolucionar la forma en que se atiende la pobreza en el país, proponiendo reducir los indicadores de pobreza extrema en un 57,5%. El entonces ministro de Desarrollo Humano e Inclusión Social, Sr. Carlos Alvarado Quesada, afirmó que se pretendía “pasar de una estrategia asistencialista a otra que fomente las capacidades de las personas”, y para ello, se impuso como requisito para ser beneficiario del programa que los miembros de la familia participaran en alguno de los programas de capacitación y educación que ofrecen diversas entidades gubernamentales, con el fin de mejorar sus probabilidades de obtener un mejor trabajo o abrir un negocio propio, y así no necesitar más de la ayuda estatal para subsistir.

Como en Costa Rica la gente no entiende el significado de la frase “el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones”, el Puente al Desarrollo fue recibido con aprobación casi universal por parte de una ciudadanía que, por esos días, estaba más preocupada por el aventón en helicóptero a una asistente presidencial – y por conocer los pormenores de las vacaciones pascuales del señor Presidente – que en analizar los detalles del nuevo programa anti pobreza.

En un artículo de opinión publicado el 27 de marzo de 2015, el propio Ministro Alvarado reconoció que, en lo que respecta al combate a la pobreza, “la oferta institucional está dispersa entre un archipiélago institucional; si una familia en pobreza extrema necesita una beca escolar, debe ir a una institución. Si requiere una para secundaria, debe ir a otra. Si busca un bono de vivienda, debe ir a una tercera, y si solicita un seguro debe acudir a una cuarta, y así sucesivamente. El sistema somete a la población en pobreza extrema a este periplo.”  De hecho, el 5 de diciembre de 2011, más de tres años antes, un reportaje de la periodista Leticia Vindas, de El Financiero, había revelado que en el 2010 existían en Costa Rica alrededor de 44 programas sociales operados por 24 instituciones estatales, a los que se destinó ese año el 2,2% del PIB.

Enterrado en las noticias de ese fin de mes de marzo de 2015, venía un pequeño detalle en el que nadie, excepto un tal Dean CóRnito, bloguero anónimo, pareció reparar. Para la construcción del Puente al Desarrollo, el IMAS iba a contratar 160 funcionarios nuevos, denominados cogestores en la jerga burocrática, quienes serían los encargados de determinar las necesidades de las familias en pobreza extrema, y actuar como puente entre ellas y el “archipiélago” de instituciones preexistentes encargadas de ofrecer las distintas ayudas, y que durante los 20 años anteriores no habían logrado disminuir el porcentaje de hogares viviendo en condiciones de pobreza en Costa Rica.

A la tica, la solución propuesta por la Administración Solís Rivera consistió en agregar una nueva capa burocrática a la ya de por si inflada planilla asistencialista del Estado costarricense. La idea de fusionar programas e instituciones con funciones duplicadas ni siquiera fue considerada. No faltó entre los avezados comentaristas del blog del tal Dean CóRnito quien hiciera la observación de que el estado estaba contratando gavilanes institucionales para mediar entre las familias pobres y las instituciones encargadas de atenderlas. Y fue justo allí donde anidó el germen de los hechos  que ahora denuncia el Observatorio Ciudadano Anti Corrupción (OCAC-CR).

Una auditoría externa realizada por el OCAC-CR durante el primer semestre del presente año 2019, descubrió lo que la Auditoría Interna del IMAS y la Contraloría General de la República, siempre papando moscas, fueron incapaces de detectar. Los cogestores, que después de la huelga que efectuaron en mayo del 2016 lograron una Convención Colectiva que les garantizaba salarios base superiores al millón de colones  mensuales, bonificaciones por riesgo al visitar los barrios marginales habitados por los beneficiarios del Puente al Desarrollo, y vacaciones profilácticas por el estrés generado por su trabajo, estaban además cobrando un peaje a los beneficiarios del programa. En promedio, se estimó que cada una de las familias beneficiarias debió ceder un 10% de su estipendio mensual (de ₡75.000 en el primer año, luego ajustado semestralmente por inflación) al cogestor responsable de su caso para poder permanecer en el programa.  En aquellos casos donde los jefes de hogar no deseaban participar de los programas de estudio o capacitación ofrecidos por el archipiélago institucional antipobreza, la comisión cobrada por los cogestores se duplicaba.

Es importante aclarar que las cifras citadas en el párrafo anterior son promedios, y que no todos los cogestores contratados por el IMAS participaron en el esquema de corrupción descrito. Pero aun considerando los promedios, cada uno de los cogestores que sí participó pudo mejorar sus ingresos en al menos ₡1.275.000 por mes. Lo cual, multiplicado por 160 cogestores por 48 meses, arroja la friolera de ₡9.792 millones de colones desviados a los bolsillos de los corruptos, sin considerar los ajustes por inflación.

Consultada al respecto una beneficiaria del Puente al Desarrollo, que no quiso ser identificada, manifestó que “al principio estábamos muy emocionados, porque no sabíamos que estos programas existían. Pero luego nos dimos cuenta del chorizo, y nos dio miedo denunciarlo por temor a perder los beneficios. Es que nosotros somos una población muy vulnerable.” 

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