sábado, 26 de julio de 2008

Solidaridad bolivariana a doble cara

Mi querida y laureada amiga Solentiname me había pedido hace varias semanas que me refiriera a Petrocaribe (ver octavo comentario), el programa mediante el cual Venezuela ofrece petróleo en condiciones aparentemente favorables a los países, supongo, de la región latinoamericana. No lo había hecho, más que de pasadita en algún comentario a algún post, porque no tenía gran cosa que decir. Pero ahora el siempre ocurrente Presidente de la República Bolivariana de Venezuela se las ha ingeniado para darnos tema para hablar, y no le podíamos fallar. Aquí va.

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Hace unas semanas nuestro Gobierno anunció que solicitaría el ingreso de Costa Rica a Petrocaribe, programa mediante el cual un porcentaje de las compras de petróleo que Costa Rica haga a Venezuela sería financiado a 25 años plazo a una tasa de interés del 1% anual, con dos años de gracia. El porcentaje financiado dependerá del precio del petróleo al momento de la compra. Pero el precio de venta será el de mercado, no uno preferencial. Si por ejemplo el petróleo llega a superar los $150 por barril, el 70% de la factura sería financiada; si el precio está entre $100 y $150 por barril, el porcentaje a financiar bajaría al 60%. El porcentaje restante sería pagado a 3 meses sin intereses. No cabe duda de que las condiciones de pago de Petrocaribe son interesantes, sobre todo si las comparamos con las condiciones actuales: pago a ocho días sin intereses. Pero no por ello son beneficiosas para el país.

Los bienes de consumo deberían de ser pagados por quien los consume cuando los consume. Una hogaza de pan se compra de contado y no hay alternativa. Un aparato de televisión se puede financiar a un par de años, pero no mucho más que eso. No tendría sentido, y por eso no existe, un financiamiento a 15 ó 20 años plazo para una licuadora. Por otra parte, los bienes de inversión, aquellos que incrementan la capacidad productiva o la situación patrimonial del adquiriente, pueden ser financiados a largo plazo porque en general están diseñados para ser aprovechados durante un tiempo largo sin que se produzca la obsolescencia del activo (casas de habitación), o porque están diseñados para producir durante un período prolongado un flujo de ingresos que permitirá el pago de la deuda (maquinaria industrial). Por eso uno encuentra financiamiento hipotecario a 25 ó 30 años plazo, mientras que el financiamiento para maquinaria puede oscilar entre los 5 y los 15 años o más, dependiendo de la vida útil del equipo. El petróleo y sus derivados son bienes de consumo, y como tales deben de ser pagados al momento de ser consumidos. Es una inmensa irresponsabilidad, y una tremenda injusticia, endosar a una futura generación la factura de nuestros excesos energéticos de hoy.

A pesar de lo anterior, el copetudo José Merino del Río y su séquito de nuevos progres sigloveintiuneros, incluido el contingente ubicado en la Casa Amarilla y encabezado por el también copetudo Canciller, promueven con ardor y entusiasmo la incorporación de Costa Rica a Petrocaribe. Convencidos están de que la oferta venezolana es magnánima, beneficiosa, inocente e incondicionada. Resulta que, así como los nuevos progres han acusado a los negociadores del TLC con Estados Unidos de haber vendido las joyas de la corona a cambio de espejitos (sin haberlo demostrado hasta ahora), son ellos quienes han vendido los intereses supremos del país a cambio de bisutería barata. Porque la oferta venezolana no es beneficiosa, ni es magnánima. Ni siquiera es lo mejor que Venezuela nos podía ofrecer, y aquí tenemos la prueba.

Hugo Chávez, que apenas hace unos pocos meses andaba a los pescozones con el Rey y el Primer Ministro españoles, y que raudo y veloz amenazó con nacionalizar o expropiar los activos de españoles en Venezuela después de que el Rey lo mandara a callar por bocazas, hoy da una nueva muestra de esa doble personalidad que lo ha distinguido durante mucho tiempo. Nadie como él es tan capaz de decir hoy Si y mañana No a lo mismo, y por supuesto que después de haber sido convidado a pasar un regio rato en el nada revolucionario palacio estival de la Isla de Mallorca, es hoy el mejor amigo que los españoles podrían añorar. Y por eso ha ofrecido a España, un país con un nivel de ingreso promedio de $30.587 anuales (PIB per cápita en el 2007 según el Banco Mundial), petróleo garantizado a $100 por barril mientras esté por encima de ese precio en el mercado. Y en una muestra de fraternal solidaridad bolivariana, ofrece a Costa Rica (PIB per cápita según el BM de $8.295), lo mismo que a Nicaragua (PIB per cápita según el BM de $2.130) y que a Honduras (PIB per cápita según el BM de $3.320), petróleo a precios de mercado para que lo paguen nuestros hijos y nietos en el futuro.

¡Chingo’e concepto de solidaridad!

lunes, 21 de julio de 2008

A Zumbado le zumba

La serie de reportajes de La Nación sobre la contratación de consultorías para la Presidencia de la República con fondos del Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) no son más que un escandalito prefabricado y reciclado, del cual se ha colgado feliz y sonriente cuanto diputado de oposición existe que nunca ha estado en la posición de gobernar. Similares escandalitos montaron en el pasado cuando los mismos tipos de contratación se hacían con fondos de FUCE y CRUSA, que administraban los recursos de la ayuda bilateral que donaba el gobierno de los Estados Unidos. Que yo recuerde, lo mismo se criticó durante las administraciones de Figueres Olsen, Rodríguez Echeverría, y Pacheco de la Espriella. ¿Quién no recuerda a los “vendepatrias” que negociaron el TLC, muchos de ellos pagados con fondos de CRUSA o FUCE? ¿Y al “estado paralelo” de John Biehl durante la primera administración Arias Sánchez? El de ahora no es más que un refrito de los escandalitos del pasado.

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La realidad es que Costa Rica cuenta con una buena cantidad de excelentes profesionales que nunca trabajarían en el sector público porque el esquema del Servicio Civil no permite pagarles lo que valen. Es una lástima para el país desperdiciar sus conocimientos al negarnos la posibilidad de contratar sus servicios. Por eso los gobiernos han buscado mecanismos por fuera del Servicio Civil que les permitan contar con el invaluable servicio de estos profesionales. No me cabe la menor duda de que entre tanta contratación se ha ido más de una que no tenía más razón de ser que la de pagar un favor político. Pero la solución a estos abusos no es eliminar la posibilidad de contratar los servicios necesarios, sino reglamentar el procedimiento de manera que se exija transparencia en las contrataciones y rendición de cuentas públicas.

Entre tanta “información” que ha revelado La Nación hay, sin embargo, un sub-escandalito que merece mayor atención y, sí, medidas más drásticas. Se trata del caso del desvío de los fondos de una donación del Gobierno de Taiwán para mejorar las condiciones de vida en algunas zonas urbano-marginales. La solicitud que hizo Fernando Zumbado, Ministro de Vivienda, al gobierno de Taiwán para que pasara los fondos al BCIE suena a trinquete preparado de previo a la ruptura de relaciones con ese país, para no perder los recursos. Por supuesto, si Taiwán no hubiera terminado de girar los recursos para cuando Bruno Stagno recibió la orden de clavarles el puñal por el ano, el resto de los fondos nunca hubiera llegado.

Peor que la traición a Taiwán y la jugarreta para sacarle el dinero de cualquier manera, es el hecho de que los recursos cuyo objetivo eran mejorar las condiciones de vida en algunas de las peores barriadas de la Gran Área Metropolitana, hayan sido destinados a otra cosa. El pecado no es haber usado el dinero para contratar consultores, sino robar a los sectores más vulnerables de la población urbana el dinero que representaba una pequeña esperanza de mejoría. Estoy seguro de que los abogados tienen un nombre específico para esta desviación de fondos tan vulgar, y los responsables deberían de ser enjuiciados sin dilación. Si el Ministro Zumbado no ha renunciado hasta ahora, Oscar Arias debería de exigirle la renuncia o despedirlo sin andarse por las ramas. ¿Tendrá alguno de los dos la hidalguía suficiente?

viernes, 18 de julio de 2008

Banco Central equivoca el rumbo

El objetivo primordial de todo Banco Central, y el de Costa Rica no es la excepción, debe de ser el control de la inflación. Sin embargo, desde principios de los años ochenta, cuando colapsó el sistema de tipo de cambio fijo, el BCCR se convirtió en un mero administrador del tipo de cambio. Por eso, cuando el Banco anunció que migraba a un sistema de flotación con bandas, como paso previo a la libre flotación del dólar, estuvimos de acuerdo con la idea.

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Durante años el tipo de cambio se manejó en función de las necesidades del sector exportador, motor de la economía nacional. El problema con esto es triple. Por un lado, las minidevaluaciones buscaban conservar o mejorar la competitividad de los productos ticos en el extranjero, pero la verdadera competitividad se logra a punta de productividad y eficiencia, y no de maniobras financieras ó cambiarias. Segundo, y clave para el funcionamiento del Banco Central, el objetivo del Banco Central es la estabilidad de precios y no estimular la producción o las exportaciones. Tercero, y muy relacionado con el anterior, es que al defender un tipo de cambio, el Banco Central pierde grados de libertad en su lucha contra la inflación. Esto es así porque si el Banco debe de comprar dólares para mantener artificialmente un tipo de cambio, cada vez que lo hace debe de emitir colones, lo cual atiza la inflación, que es justamente lo que ha venido pasando en los últimos años y en particular desde que se adoptó el sistema de bandas.

En otras palabras, durante dos décadas y media el Banco relegó a segundo plano la lucha contra la inflación, su objetivo primordial. Por eso, insistimos, cuando anunciaron el sistema de bandas lo apoyamos, porque entendíamos que equivalía a dejar al mercado definir el tipo de cambio (inicialmente dentro de las bandas para dar alguna medida de estabilidad y evitar corridas especulativas), y permitiría a las autoridades monetarias concentrarse en su deber. Lamentablemente, las últimas acciones del BCCR revelan que los malos hábitos son difíciles de abandonar.

La decisión primero de intervenir en el mercado, hace apenas dos o tres semanas, para defender un tipo de cambio de mediados de banda (y no en los extremos de la banda, según las reglas que el mismo BCCR anunció), y luego esta semana de estrechar la banda de fluctuación del dólar pone en evidencia que el Banco está actuando con base en un objetivo de tipo de cambio y no con base en un objetivo de inflación, que es elemento sine qua non de la nueva estrategia anunciada en la segunda mitad del 2006, de la cual la banda cambiaria no es sino el elemento más visible, pero no el único ni el más importante.

Si el Banco Central insiste en seguir defendiendo un tipo de cambio “meta” (que sólo ellos conocen, porque no es algo que hayan anunciado públicamente), deberá seguir vendiendo o comprando dólares cada vez que una coyuntura temporal o pasajera haga que el tipo de cambio fluctúe. En la medida que haga eso, no podrá manejar la oferta monetaria de manera compatible con la meta de inflación anunciada del 8%. Ya para el 2008 todo parece indicar que la inflación real será entre un 37% y un 50% superior a dicha meta. En una coyuntura como la actual, donde presiones internacionales están acelerando la inflación (precios del petróleo, del acero, y de los alimentos), es un error doble del Banco Central no concentrarse en al menos contener los elementos internos “manejables” que también contribuyen a una mayor inflación. A fin de cuentas, dicen los monetaristas, la inflación de largo plazo es un asunto estrictamente monetario, y las herramientas de política con que cuenta el Banco Central son justamente de naturaleza monetaria. Es hora de abandonar de una vez por todas las metas de tipo de cambio, y concentrarse en lo que debe de hacer el Banco Central: defender la meta de inflación.

miércoles, 16 de julio de 2008

Responsabilidad Social Empresarial Estilo Monopolio

Dos Pinos, empresa claramente dominante en el mercado nacional de productos lácteos, recientemente anunció (La Nación, martes 8 de julio) un incremento en el precio de la leche, y la introducción de una nueva presentación económica de leche para 'favorecer a los pobres'. Dado que los principales insumos para la producción y distribución de la leche (maíz, combustibles) han subido en los últimos meses, la primera mitad del anuncio no debe sorprendernos. Queremos concentrarnos entonces en la segunda parte.

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A partir del 1 de julio el litro de leche de corta duración en caja tetrabrik cuesta 400 colones. La nueva presentación anunciada es de 670 mililitros de leche en bolsa, con un precio de 300 colones. Rápidamente se da uno cuenta de que 300 es el 75% de 400, mientras que 670 ml es el 67% de un litro. Es decir, esta presentación para "la gente de escasos recursos" es más cara, mililitro por mililitro, que la tradicional presentación de un litro. Para ser exactos, 11.94% más cara.

Debemos tomar en consideración dos factores adicionales. El primero es que el empaque de la presentación tradicional (caja tetrabrik) debe de ser significativamente más caro que la bolsa de plástico de la nueva presentación "económica". El segundo, y este va de experiencia propia, es que la leche en bolsa causa mayores desperdicios al consumidor, que se ve obligado a hacer compras más frecuentes. Ignoro cuántos de mis lectores sean lo suficientemente "rocos" para recordar la época en que en Costa Rica la leche se conseguía sólo en bolsa, o para recordar la clase de regueros que se hacían en los refris de sus mamas con las malditas bolsas.

Todo lo anterior apunta, por supuesto, a una clara estrategia monopólica de extracción del beneficio del consumidor. Sólo que en este caso, dicha extracción la hace en perjuicio de la gente de menos recursos el más "progre" de los monopolios que oscurecen nuestro firmamento económico: aquel que se disfraza de empresa cooperativa, con lo cual obtiene indudables ventajas fiscales. Otro ejemplo más de por qué los monopolios no son convenientes, sean públicos o privados.