Hace más de cuatro años, en un artículo titulado Medio Oriéntese, escrito al calor de la guerra que entonces libraba Israel contra Hezbolá en el sur del Líbano, planteé que se trataba de “una extensión de la guerra entre sunitas y chiítas, donde los sunis muy cómodamente callan mientras los israelíes hacen el trabajo sucio que ellos necesitaban que alguien hiciera.” Lo que hace tres meses empezó en el norte de África como una revuelta popular que exigía libertad y democracia en una zona del mundo que se distingue como laboratorio de toda clase de satrapías, ha sido aprovechado en las últimas semanas por otras fuerzas – que distan mucho del espíritu reformador que caracterizó a esas primeras protestas y que llevaron a la caída de los regímenes de Túnez y Egipto – para extender la lucha de poder entre sunitas y chiítas en el Medio Oriente.
Quizás el error más grave que puede uno cometer al comentar sobre el Medio Oriente es asumir que todos los países árabes son iguales, y concluir que lo que pasó en Egipto es lo mismo que pasó en Libia al principio (aunque el final vaya a ser muy distinto), o que lo que mismo que pasó en Túnez puede suceder en Arabia Saudita, Yemén o Argelia. Eso es como decir que lo mismo que pasó en Chile con Pinochet iba a suceder en Colombia, o que lo de Chávez en Venezuela va a suceder en Brasil.
Lo primero es entender que el Islam se encuentra dividido en dos grandes vertientes: la sunita y la chiíta. El origen de la división se da tras la muerte del “Profeta”. Los sunitas consideran que el sucesor de Mahoma debe de ser elegido entre las personas mejor capacitadas para asumir el rol (algo así como el Colegio Cardenalicio de la Iglesia Católica), mientras que los chiítas creen que el sucesor debe de ser un descendiente directo del “Profeta” o un Imam (guía o líder espiritual) “designado por Alá”. Esa diferencia, en principio de naturaleza política, ha resultado a lo largo de 1.300 años en diferencias también en la práctica de la religión, y ha sido la excusa para una interminable lista de matanzas y guerras fratricidas entre musulmanes. Hoy en día se estima que alrededor del 85% de los musulmanes del mundo son sunitas, y el 15% restante son chiítas. La población de casi todos los países árabes es mayoritariamente sunita, siendo la principal excepción el Líbano, donde a grandes rasgos la población se divide en tercios entre sunitas, chiítas y cristianos maronitas. Bahrain tiene una mayoría chiíta, pero su familia real es sunita. Irán también tiene una significativa mayoría chiíta. Sin embargo, los iraníes son persas, que corresponden a una etnia distinta de la árabe, y hablan su propio idioma (farsi), distinto del árabe.
Para regresar a la actualidad, vuelvo a citar mi artículo de julio del 2007, donde afirmé que “desde que los ayatolas derrocaron al Shah de Irán, el régimen iraní ha intentado exportar su “revolución chiíta” hacia sus vecinos, cosa que nunca ha gustado a los regímenes monárquicos y/o caudillistas de los países mayoritariamente sunis del Medio Oriente.” Irán lleva muchos años tratando de incrementar su influencia sobre el mundo árabe, para lo cual ha recurrido a las más variadas tácticas: desde el financiamiento y apoyo logístico al movimiento terrorista Hezbolá (Líbano), hasta un programa nuclear desarrollado a escondidas de la comunidad internacional bajo el velo de la producción de energía para usos civiles, pasando por el fallido intento de deshacerse de su entonces gran rival, el dictador secular Saddam Hussein, por medio de una sangrienta y prolongada guerra (duró 9 años) con Irak en la década de 1980.
Las protestas populares en el Medio Oriente cogieron por sorpresa a todo el mundo, y Estados Unidos no fue la excepción. En los primeros días de la revuelta en Egipto, Barack Obama se debatió entre apoyar a su fiel aliado de los últimos 30 años, o apoyar a una masa informe que reclamaba para su país todo lo que EEUU dice representar: libertad, democracia, derechos humanos, prosperidad. Al final Obama se decantó por ponerle la zancadilla a Mubarak, y eso irritó a otros líderes árabes tradicionalmente cercanos a los gringos, como el monarca de Arabia Saudita. La caída de Mubarak fue seguida de más retórica proveniente de Washington alentando los levantamientos populares en los demás países árabes, ninguno de los cuales cuenta con un sistema democrático ni nada que se le asemeje. Sin embargo, una vez que empezó la revuelta en Libia y Gadaffi respondió con una brutal represión, a Obama se le hizo el ojete del tamaño de una aspirina.
El régimen iraní, que ya había medido la pendejera de Obama hace un par de años cuando también reprimió por la fuerza las manifestaciones populares en contra del fraude electoral que permitió la reelección de Ahmadineyad, estaba poniendo atención. Al darse cuenta de que lo mismo hubiera dado que el presidente en Washington fuera Abel Pacheco que Barack Obama – ninguno iba a hacer nada – echó a andar su plan para desestabilizar el Medio Oriente ya no con los justos reclamos liberales de las masas egipcias, sino con las minorías chiítas que le serían más serviles.
En las últimas semanas, mientras en Washington no logran decidir si comer palomitas o M&M’s mientras ven los reportajes de CNN, Iran ha avanzado su agenda de dominación regional de varias maneras, muchas de las cuales no han sido reportadas por la prensa tradicional:
El régimen de Arabia Saudita, en particular, está muy nervioso ante los movimientos iraníes. Siendo el mayor productor y exportador de petróleo del mundo, su caída es un objetivo estratégico para Irán en su carrera de dominación regional. Ante la inacción norteamericana, Arabia Saudita decidió hoy enviar sus tropas a Bahrein para apuntalar al monarca sunita de esa isla-estado, en un intento por prevenir que el descontento se desborde hacia su país. Esto, por supuesto, es una cachetada a la política de Obama de alentar las protestas sin intervenir directamente.
No es la primera vez que un país árabe interviene en los asuntos internos de otro en las últimas semanas, aunque si fue la primera vez que tropas de un país árabe son desplegadas en otro desde el inicio de la “revolución del jazmín” en Túnez. Recientemente Siria, a quien en el último año el gobierno de Obama ha cortejado con particular insistencia en un intento por alejarla de Irán, firmó un convenio para suplir de armas y repuestos al ejército homicida de Libia. Otra cachetada a la mal concebida política exterior gringa para el Medio Oriente, y los Estados Unidos siguen sin hacer nada al respecto.
Lo que pudo ser una corriente liberalizadora y democratizadora en el Medio Oriente a partir de las protestas populares tunecinas y egipcias, se ha convertido en una pesadilla de consecuencias poco alentadoras, producto de la miopía y la indecisión de la Administración Obama y las ansias expansionistas del régimen chiíta iraní. Estados Unidos está perdiendo el control del Medio Oriente, y con ello se disipan las esperanzas de un cambio positivo para dicha región.
Quizás el error más grave que puede uno cometer al comentar sobre el Medio Oriente es asumir que todos los países árabes son iguales, y concluir que lo que pasó en Egipto es lo mismo que pasó en Libia al principio (aunque el final vaya a ser muy distinto), o que lo que mismo que pasó en Túnez puede suceder en Arabia Saudita, Yemén o Argelia. Eso es como decir que lo mismo que pasó en Chile con Pinochet iba a suceder en Colombia, o que lo de Chávez en Venezuela va a suceder en Brasil.
Lo primero es entender que el Islam se encuentra dividido en dos grandes vertientes: la sunita y la chiíta. El origen de la división se da tras la muerte del “Profeta”. Los sunitas consideran que el sucesor de Mahoma debe de ser elegido entre las personas mejor capacitadas para asumir el rol (algo así como el Colegio Cardenalicio de la Iglesia Católica), mientras que los chiítas creen que el sucesor debe de ser un descendiente directo del “Profeta” o un Imam (guía o líder espiritual) “designado por Alá”. Esa diferencia, en principio de naturaleza política, ha resultado a lo largo de 1.300 años en diferencias también en la práctica de la religión, y ha sido la excusa para una interminable lista de matanzas y guerras fratricidas entre musulmanes. Hoy en día se estima que alrededor del 85% de los musulmanes del mundo son sunitas, y el 15% restante son chiítas. La población de casi todos los países árabes es mayoritariamente sunita, siendo la principal excepción el Líbano, donde a grandes rasgos la población se divide en tercios entre sunitas, chiítas y cristianos maronitas. Bahrain tiene una mayoría chiíta, pero su familia real es sunita. Irán también tiene una significativa mayoría chiíta. Sin embargo, los iraníes son persas, que corresponden a una etnia distinta de la árabe, y hablan su propio idioma (farsi), distinto del árabe.
Para regresar a la actualidad, vuelvo a citar mi artículo de julio del 2007, donde afirmé que “desde que los ayatolas derrocaron al Shah de Irán, el régimen iraní ha intentado exportar su “revolución chiíta” hacia sus vecinos, cosa que nunca ha gustado a los regímenes monárquicos y/o caudillistas de los países mayoritariamente sunis del Medio Oriente.” Irán lleva muchos años tratando de incrementar su influencia sobre el mundo árabe, para lo cual ha recurrido a las más variadas tácticas: desde el financiamiento y apoyo logístico al movimiento terrorista Hezbolá (Líbano), hasta un programa nuclear desarrollado a escondidas de la comunidad internacional bajo el velo de la producción de energía para usos civiles, pasando por el fallido intento de deshacerse de su entonces gran rival, el dictador secular Saddam Hussein, por medio de una sangrienta y prolongada guerra (duró 9 años) con Irak en la década de 1980.
Las protestas populares en el Medio Oriente cogieron por sorpresa a todo el mundo, y Estados Unidos no fue la excepción. En los primeros días de la revuelta en Egipto, Barack Obama se debatió entre apoyar a su fiel aliado de los últimos 30 años, o apoyar a una masa informe que reclamaba para su país todo lo que EEUU dice representar: libertad, democracia, derechos humanos, prosperidad. Al final Obama se decantó por ponerle la zancadilla a Mubarak, y eso irritó a otros líderes árabes tradicionalmente cercanos a los gringos, como el monarca de Arabia Saudita. La caída de Mubarak fue seguida de más retórica proveniente de Washington alentando los levantamientos populares en los demás países árabes, ninguno de los cuales cuenta con un sistema democrático ni nada que se le asemeje. Sin embargo, una vez que empezó la revuelta en Libia y Gadaffi respondió con una brutal represión, a Obama se le hizo el ojete del tamaño de una aspirina.
El régimen iraní, que ya había medido la pendejera de Obama hace un par de años cuando también reprimió por la fuerza las manifestaciones populares en contra del fraude electoral que permitió la reelección de Ahmadineyad, estaba poniendo atención. Al darse cuenta de que lo mismo hubiera dado que el presidente en Washington fuera Abel Pacheco que Barack Obama – ninguno iba a hacer nada – echó a andar su plan para desestabilizar el Medio Oriente ya no con los justos reclamos liberales de las masas egipcias, sino con las minorías chiítas que le serían más serviles.
En las últimas semanas, mientras en Washington no logran decidir si comer palomitas o M&M’s mientras ven los reportajes de CNN, Iran ha avanzado su agenda de dominación regional de varias maneras, muchas de las cuales no han sido reportadas por la prensa tradicional:
- Por enésima vez llamó a la desaparición del Estado de Israel, al prometer un Medio Oriente libre de Israel y de Estados Unidos.
- Reprimió brutal pero eficazmente un intento de protesta popular en su país.
- Encarceló y desapareció a los líderes opositores Mousavi y Karrubi.
- Alentó a las poblaciones chiítas de Arabia Saudita, Bahrain, Yemén y otras naciones del Golfo a manifestarse en contra de los respectivos regímenes.
- Amenazó públicamente a Arabia Saudita para que no intentara prevenir o evitar eventuales manifestaciones de su minoría chiíta en contra del régimen de al-Saud.
- Envió por primera vez en 30 años una flota de buques artillados al Mediterráneo, donde no tiene costa.
- Firmó un convenio con Siria para establecer una base naval iraní permanente en la costa mediterránea de ese país.
- Obligó a renunciar al cargo de coordinador de la Asamblea de Expertos al expresidente Hashemi Rafsanjani, acusado de reformista. Dicha Asamblea es la encargada de escoger al sucesor del líder supremo de la revolución iraní, hoy por hoy el Ayatola Alí Jamenei.
- Continuó con su programa nuclear sin permitir las inspecciones de la Agencia Internacional de Energía Atómica.
El régimen de Arabia Saudita, en particular, está muy nervioso ante los movimientos iraníes. Siendo el mayor productor y exportador de petróleo del mundo, su caída es un objetivo estratégico para Irán en su carrera de dominación regional. Ante la inacción norteamericana, Arabia Saudita decidió hoy enviar sus tropas a Bahrein para apuntalar al monarca sunita de esa isla-estado, en un intento por prevenir que el descontento se desborde hacia su país. Esto, por supuesto, es una cachetada a la política de Obama de alentar las protestas sin intervenir directamente.
No es la primera vez que un país árabe interviene en los asuntos internos de otro en las últimas semanas, aunque si fue la primera vez que tropas de un país árabe son desplegadas en otro desde el inicio de la “revolución del jazmín” en Túnez. Recientemente Siria, a quien en el último año el gobierno de Obama ha cortejado con particular insistencia en un intento por alejarla de Irán, firmó un convenio para suplir de armas y repuestos al ejército homicida de Libia. Otra cachetada a la mal concebida política exterior gringa para el Medio Oriente, y los Estados Unidos siguen sin hacer nada al respecto.
Lo que pudo ser una corriente liberalizadora y democratizadora en el Medio Oriente a partir de las protestas populares tunecinas y egipcias, se ha convertido en una pesadilla de consecuencias poco alentadoras, producto de la miopía y la indecisión de la Administración Obama y las ansias expansionistas del régimen chiíta iraní. Estados Unidos está perdiendo el control del Medio Oriente, y con ello se disipan las esperanzas de un cambio positivo para dicha región.
Fuera el intervencionismo estadounidense de los países del mundo, ya basta!
ResponderBorrarEn México no queremos que los gringos nos vengan a mangonear, no señores, toda la problematica que tenemo es por el infiltramiento en nuestro territorio (con aval del gobierno de la República) de agentes de la CIA para realizar masacres y sabotajes que sirvan de pretexto a los invasores para ingresar en nuestra Nación con la finalidad de controlar sus riquezas.
Que cada pueblo decida el destino y gobierno que se merece, ninguna "potencia" por más poderosa que se sienta debe decidir las políticas y la razón de existir de miles de personas que no son sus ciudadanos.
Por eso digo no al intervencionismo!!!
Fabuloso artículo, inclusive más que Medio Oriéntese al cual siempre hago referencia cuando alguien quiere opinar del tema sin tener la minima noción.
ResponderBorrarPD 1: Te lo voy a robar para ponerlo en la sección de "Recomendado" de mi blog.
PD 2: Cambiando de tema, tu profecía de Marco Vargas creo que hoy se hará realidad.
Saludos
Excelente artículo, Deán. Esclarecedor acerca de lo que muchos ya vislumbrábamos: estas revueltas no nacen del ansía de democracia y libertad, sino que son impulsadas desde las mezquitas y apoyadas por los comandos salafistas instalados en todo el mundo islámico.
ResponderBorrarEl primer comentario debe ser de algún "iluminado" progresista que ni siquiera se ha leído el artículo.
Hay que difundirlo, totalmente de acuerdo con Daniel.
Mi muy estimado Director General: México está como está no por el intervencionismo gringo, sino porque la gente de bien y supuestamente pensante como usted no se resisten al simplismo implícito en la actitud de culpar a terceros de lo que ustedes mismos hacen o dejan de hacer. Que cada pueblo decida su destino NUNCA puede ser excusa para permitir que tiranos como Gadaffi masacren a los disidentes...
ResponderBorrarFrase para los anales del análisis avestruciano: "toda la problematica que tenemo es por el infiltramiento en nuestro territorio ... de agentes de la CIA...". Sin comentarios.
Muchas gracias a Daniel y Pako por sus elogios; para mi es un honor. Y es un gusto que lo compartan con sus lectores. Saludos,
tu otra profesión era ser profesor. Me encantan estos posts donde termino siendo mejor persona y más enterada
ResponderBorrarMuy bueno Dean...
ResponderBorrarEntiendo que los chiíes quieran volarse los regímenes suníes, pero de ahí a que tomen el poder son otros 100 pesos... ¿o no? ¿cómo logrará una minoría tan pequeña hacerse con el poder?
Sole, vos sabés que esa era mi otra vocación!!!! Muchas graziaz por tu comentario.
ResponderBorrarTerox, esa es una excelente pregunta, cuya respuesta es otro post, que tal vez un día de estos me jale. Mientras tanto, valga decir que la respuesta está en la geopolítica...
Hoy he aprendido mucho con este post. Demasiadas gracias. El mundo árabe para los que somos promedio es muy difícil de comprender... hasta que uno se encuentra un post tan bueno como este!!! Saludos!!
ResponderBorrarMuchas gracias Dean por poner en pocas palabras algunas cuestiones políticas que la mayoría no dominamos.
ResponderBorrarJulio, creo que todos somos "promedio" para algunas cosas y buenos en otras. Tus blogs, tanto el de PNL como Ciencia Ficción están entre los que reviso todas las semanas - aunque no siempre entienda de qué se habla (en especial en el de PNL). Ahí aprendo muchas cosas también. Muchas gracias por la visita.
ResponderBorrarCR Sumergida, me hace gracia que me digás que he puesto mis ideas "en pocas palabras"; usualmente la queja que recibo es que mis posts son demasiado largos. Si en algo podemos contribuir a elevar el conocimiento de temas que dominamos o entendemos mejor que el promedio de la población, pues para eso estamos. Muchísimas gracias por tu comentario.