El fallo de La Haya ha sido sacado de proporción por prácticamente todo el mundo: Laura Chinchilla y su equipo, Daniel Ortega, quienes lo festejaron, y quienes lo lamentaron. Un análisis pausado me ha convencido de que el resultado es bueno para Costa Rica, pero no da para celebraciones desenfrenadas ni aspavientos a vista y paciencia de la población cortesía de los medios de comunicación colectiva. Todo en su debida dimensión.
Primero, los hechos.
Costa Rica planteó una denuncia ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en La Haya, por la invasión nicaragüense a Isla Calero. Costa Rica pidió básicamente cuatro cosas:
Segundo, los resultados.
Tercero, los reconocimientos.
El equipo del gobierno que definió – junto con abogados externos contratados para el caso – la estrategia a seguir, lo hizo de manera correcta y satisfactoria. No solo se trata de argumentos legales que, como vimos, un Tribunal puede valorar de diversas maneras, sino también el camino seguido y la campaña de visitas a países amigos desarrollada por el Canciller de previo al pronunciamiento del tribunal internacional.
En cuanto a la ruta trazada – aunque a ratos nos haya parecido tortuosa y hayamos perdido la paciencia con las instituciones del sistema multilateral o la esperanza con las lentas ruedas de la justicia internacional – reforzó la escogencia consciente que hizo nuestro país hace 62 años de renunciar a las armas y confiar en el derecho internacional como medio primero y primordial para la resolución de conflictos con nuestros vecinos.
La campaña del Ministro René Castro sirvió para crear conciencia entre nuestros amigos de la magnitud del problema, del compromiso inclaudicable de Costa Rica por resolver sus disputas de manera pacífica, y de la necesidad de que esos países amigos tomen cartas en el asunto para asegurar el cumplimiento del mandato de la CIJ.
Costa Rica logró su cometido principal, cual era que se ordenara la retirada de las tropas nicaragüenses de lo que los ticos consideramos nuestro territorio (y, lamentablemente, ahora corresponderá al Tribunal determinarlo). De esta manera, no tendremos que esperar varios años, mientras el Tribunal resuelve por el fondo, para eliminar esa presencia que mancilla nuestra honra. Quizás lo más interesante es el hecho de que el Tribunal haya acordado que sea personal civil costarricense el que determine si hay daño ambiental en la isla y cómo repararlo. Tratando de leer entre líneas, pareciera que el mismo Tribunal reconoce que se trata, en efecto, de territorio tico. Me parece que si hubiera tenido el Tribunal fuertes dudas, hubiera encomendado la custodia ambiental de la isla a un organismo internacional neutro en la disputa.
El hecho de no haber logrado todo lo que el país solicitó no debe de ser interpretado como un fracaso. Puede haber sido parte de la estrategia “pedir 4 cosas para lograr dos”, pero tampoco podemos perder de vista que, muy a pesar de lo que opina nuestra señora Presidenta, la demanda ante La Haya es ante todo el resultado de una disputa limítrofe. La afectación ambiental es el nocivo subproducto de la invasión nicaragüense a Isla Calero, pero no la razón de ser del conflicto.
Por último, la crítica.
Será tal vez porque nuestro Ministro de Relaciones Exteriores es un ecologista con muchos años de carrera como profesor universitario y consultor en temas relacionados con el medio ambiente – incluyendo un alto puesto en el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) – que el país confundió el verdadero objeto de la demanda planteada en La Haya, con un arroz con mango ambiental. Por más que nos duela el daño causado por Nicaragua a la frágil ecología de Calero, estamos ahora ante un juicio por una disputa limítrofe con consecuencias ambientales, y no al revés.
En todo caso, donde si falló el gobierno fue en su estrategia de comunicación a la población costarricense, y en las infladas expectativas que creó para el fallo provisional de ayer. Queda la sensación de que una mayoría de la población esperaba que ayer se resolviera la disputa entre Nicaragua y Costa Rica, cuando la realidad es que se trataba de una resolución preliminar que contiene medidas cautelares, no definitivas.
La convocatoria a la población a vestir ropas del sabor del mes para recibir el fallo preliminar, además de una cursilería propia de nuestro carácter pueblerino, contribuyó a inflar las expectativas del ciudadano común y corriente, lo cual obligó a nuestra Presidenta a celebrar de manera vergonzosamente efusiva lo que muchos ciudadanos – a juzgar por lo leído en blogs, Twitter y Facebook – consideraron como un fracaso. El de doña Laura parece haber sido un festejo provocado por la tensión acumulada al caer en cuenta que había creado expectativas irracionales, similar al del fanático del futbol cuyo equipo mete un gol en el minuto 90 + 3 que lo salva del descenso.
No se justifican las frases altisonantes del discurso de doña Laura en el Auditorio del TSE, y más bien la hacen lucir mal. No podemos asegurar que “nuestro país ha obtenido una contundente victoria”, cuando el proceso apenas empieza; debería de aprender doña Laura del manido discurso de nuestros futbolistas: “aquí no se ha ganado nada, todavía faltan 90 minutos por jugar”.
Peor aún se ve nuestra Presidenta cuando trata de convencernos de lo que no dijo la Corte. Según doña Laura, “la Corte Internacional de Justicia ha dictado una histórica resolución que preserva un principio esencial en la convivencia entre las naciones: las fronteras no se pueden alterar unilateralmente ni por la fuerza”. Si bien quien escribe estas líneas cree en el principio citado, la realidad es que la Corte no ha resuelto aún la cuestión limítrofe. Si ha ordenado retirar de Calero las fuerzas militares y policiales – sin dirigir la orden específicamente hacia Nicaragua – es porque el Tribunal desea preservar la integridad del territorio disputado de manera que, una vez dictada la resolución definitiva, pueda entregarse esa porción de tierra a quien se determine es su verdadero propietario.
Desde aquí hacemos votos porque la CIJ concluya que el verdadero propietario es Costa Rica – qué pelada si no fuera así – y por una sustancial moderación del discurso oficial. Del de nuestro país, porque lo que haga el sátrapa de Daniel Ortega no es de nuestra incumbencia. Lo que debe de quedarnos claro es que este no es un día de "júbilo" ni son correctos los llamados a "celebrar". ¡A trabajar, carajo!
Primero, los hechos.
Costa Rica planteó una denuncia ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en La Haya, por la invasión nicaragüense a Isla Calero. Costa Rica pidió básicamente cuatro cosas:
- Que se eleve a juicio su denuncia, para resolver la disputa territorial por la vía judicial.
- Que como medida cautelar para el resguardo de la soberanía tica sobre Calero, se ordene el retiro de las tropas nicas de la isla.
- Que como medida cautelar para evitar una afectación sobre el Río Sarapiquí, se ordene detener las obras de dragado del Río San Juan que lleva a cabo el gobierno de Nicaragua.
- Que como medida cautelar para evitar un daño ambiental irreparable, se ordene a Nicaragua suspender las obras que pretendía realizar en la isla, tales como apertura de un canal, tala de árboles, y depósito de sedimentos del San Juan en el territorio de Calero.
Segundo, los resultados.
- El Tribunal de La Haya acogió la demanda planteada por el gobierno de Costa Rica y accedió a elevarla a juicio (lo cual tardará, dicen los expertos, de 3 a 4 años).
- El Tribunal ordenó, al igual que la OEA anteriormente, el retiro de las fuerzas militares y policiales de ambos bandos de la Isla Calero. Es decir, no se dirigió específicamente a Nicaragua, pero al ser suyas las únicas tropas allí acantonadas, serán ellos quienes deberán emprender la retirada.
- El Tribunal no encontró justificación suficiente para detener el dragado del San Juan que, dicho sea de paso, puede realizar Nicaragua nos guste o no a los ticos, ya que es internacionalmente reconocida la soberanía pinolera sobre el río. No podemos pretender aplicar nuestra legislación ambiental a un gobierno extranjero realizando trabajos que potencialmente afecten el medio ambiente en su propio país, máxime si somos incapaces de demostrar el daño que hace a nuestro país.
- El Tribunal aceptó el argumento de Nicaragua de que ya había terminado los trabajos en Isla Calero, por lo que carecía de sentido ordenar detenerlos.
- Curiosamente, el Tribunal concedió la “custodia ambiental” del territorio de la Isla Calero al “personal civil” de Costa Rica, en coordinación con la Secretaría del Convenio RAMSAR que protege los humedales en el planeta.
Tercero, los reconocimientos.
El equipo del gobierno que definió – junto con abogados externos contratados para el caso – la estrategia a seguir, lo hizo de manera correcta y satisfactoria. No solo se trata de argumentos legales que, como vimos, un Tribunal puede valorar de diversas maneras, sino también el camino seguido y la campaña de visitas a países amigos desarrollada por el Canciller de previo al pronunciamiento del tribunal internacional.
En cuanto a la ruta trazada – aunque a ratos nos haya parecido tortuosa y hayamos perdido la paciencia con las instituciones del sistema multilateral o la esperanza con las lentas ruedas de la justicia internacional – reforzó la escogencia consciente que hizo nuestro país hace 62 años de renunciar a las armas y confiar en el derecho internacional como medio primero y primordial para la resolución de conflictos con nuestros vecinos.
La campaña del Ministro René Castro sirvió para crear conciencia entre nuestros amigos de la magnitud del problema, del compromiso inclaudicable de Costa Rica por resolver sus disputas de manera pacífica, y de la necesidad de que esos países amigos tomen cartas en el asunto para asegurar el cumplimiento del mandato de la CIJ.
Costa Rica logró su cometido principal, cual era que se ordenara la retirada de las tropas nicaragüenses de lo que los ticos consideramos nuestro territorio (y, lamentablemente, ahora corresponderá al Tribunal determinarlo). De esta manera, no tendremos que esperar varios años, mientras el Tribunal resuelve por el fondo, para eliminar esa presencia que mancilla nuestra honra. Quizás lo más interesante es el hecho de que el Tribunal haya acordado que sea personal civil costarricense el que determine si hay daño ambiental en la isla y cómo repararlo. Tratando de leer entre líneas, pareciera que el mismo Tribunal reconoce que se trata, en efecto, de territorio tico. Me parece que si hubiera tenido el Tribunal fuertes dudas, hubiera encomendado la custodia ambiental de la isla a un organismo internacional neutro en la disputa.
El hecho de no haber logrado todo lo que el país solicitó no debe de ser interpretado como un fracaso. Puede haber sido parte de la estrategia “pedir 4 cosas para lograr dos”, pero tampoco podemos perder de vista que, muy a pesar de lo que opina nuestra señora Presidenta, la demanda ante La Haya es ante todo el resultado de una disputa limítrofe. La afectación ambiental es el nocivo subproducto de la invasión nicaragüense a Isla Calero, pero no la razón de ser del conflicto.
Por último, la crítica.
Será tal vez porque nuestro Ministro de Relaciones Exteriores es un ecologista con muchos años de carrera como profesor universitario y consultor en temas relacionados con el medio ambiente – incluyendo un alto puesto en el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) – que el país confundió el verdadero objeto de la demanda planteada en La Haya, con un arroz con mango ambiental. Por más que nos duela el daño causado por Nicaragua a la frágil ecología de Calero, estamos ahora ante un juicio por una disputa limítrofe con consecuencias ambientales, y no al revés.
En todo caso, donde si falló el gobierno fue en su estrategia de comunicación a la población costarricense, y en las infladas expectativas que creó para el fallo provisional de ayer. Queda la sensación de que una mayoría de la población esperaba que ayer se resolviera la disputa entre Nicaragua y Costa Rica, cuando la realidad es que se trataba de una resolución preliminar que contiene medidas cautelares, no definitivas.
La convocatoria a la población a vestir ropas del sabor del mes para recibir el fallo preliminar, además de una cursilería propia de nuestro carácter pueblerino, contribuyó a inflar las expectativas del ciudadano común y corriente, lo cual obligó a nuestra Presidenta a celebrar de manera vergonzosamente efusiva lo que muchos ciudadanos – a juzgar por lo leído en blogs, Twitter y Facebook – consideraron como un fracaso. El de doña Laura parece haber sido un festejo provocado por la tensión acumulada al caer en cuenta que había creado expectativas irracionales, similar al del fanático del futbol cuyo equipo mete un gol en el minuto 90 + 3 que lo salva del descenso.
No se justifican las frases altisonantes del discurso de doña Laura en el Auditorio del TSE, y más bien la hacen lucir mal. No podemos asegurar que “nuestro país ha obtenido una contundente victoria”, cuando el proceso apenas empieza; debería de aprender doña Laura del manido discurso de nuestros futbolistas: “aquí no se ha ganado nada, todavía faltan 90 minutos por jugar”.
Peor aún se ve nuestra Presidenta cuando trata de convencernos de lo que no dijo la Corte. Según doña Laura, “la Corte Internacional de Justicia ha dictado una histórica resolución que preserva un principio esencial en la convivencia entre las naciones: las fronteras no se pueden alterar unilateralmente ni por la fuerza”. Si bien quien escribe estas líneas cree en el principio citado, la realidad es que la Corte no ha resuelto aún la cuestión limítrofe. Si ha ordenado retirar de Calero las fuerzas militares y policiales – sin dirigir la orden específicamente hacia Nicaragua – es porque el Tribunal desea preservar la integridad del territorio disputado de manera que, una vez dictada la resolución definitiva, pueda entregarse esa porción de tierra a quien se determine es su verdadero propietario.
Desde aquí hacemos votos porque la CIJ concluya que el verdadero propietario es Costa Rica – qué pelada si no fuera así – y por una sustancial moderación del discurso oficial. Del de nuestro país, porque lo que haga el sátrapa de Daniel Ortega no es de nuestra incumbencia. Lo que debe de quedarnos claro es que este no es un día de "júbilo" ni son correctos los llamados a "celebrar". ¡A trabajar, carajo!
Dean, creo que lo enfocás correctamente. Una cosa es el resultado en sí, satisfactorio para Costa Rica, y otra que le caiga a uno en los huevos la euforia con que lo celebró el gobierno. La Nazión borró con el codo (la foto de Chinchilla) lo que hizo con la mano (el editorial de ayer).
ResponderBorrarY por supuesto, las expectativas infladas... lo malo es que gente pensante y crítica (supuestamente) como algunos colegas blogueros se fueron en todas despotricando porque a Costa Rica no le dieron plena soberanía sobre la zona en disputa...
Y para que vea que al otro lado no todo es color Ortega, Derrota estratégica de Nicaragua
Muchas gracias, Terox. Sin embargo yo no creo que La Nación haya borrado nada con el codo; la vergüenza la provoca la ridícula celebración, no que nos informen acerca de ella. Es más, primero lo vi en video en Repretel, donde se ve a nuestra Presidenta celebrando como lo hace mi amigo Marcelo el che con cada gol de Messi!!!
ResponderBorrarA riesgo de caer super mal y terminar de alienar a los 4 gatos que me leen (no al Rottweiler), creo que nos queda claro que no basta tener una cuenta en twitter o en Facebook para considerar a la gente "pensante y crítica"... Es responsabilidad de uno buscar lo que vale la pena, que también lo hay. Es como en la librería, igual te encontrás la obra completa de Corín Tellado a la par de algunas piezas aisladas de Juan Carlos Onetti.
Tenés razón, en verdad faltó mesura en la reacción, sobre todo habiendo periodistas (y cámaras!) presentes.
ResponderBorrarPero diay, a como le ha llovido a la presidenta, seguro no se pudo contener...