martes, 5 de junio de 2012

Contrabando, piratería y propiedad intelectual

Decía en mi artículo anterior que la encuesta publicada por La Nación el pasado jueves 31 de mayo que establece que la mitad de los ticos reconocemos haber adquirido artículos de contrabando en el último año es reveladora de una realidad más compleja, y es que la corrupción en nuestro país es un fenómeno generalizado. El comentario/pregunta de mi amiga Solentiname al pie de mi última entrada me ha hecho reflexionar sobre el tema y, aunque no voy a cambiar de opinión, si me parece que debo de calificarla y clarificarla.


Hay una diferencia fundamental entre contrabando y piratería.  El contrabandista hace ingresar al país producto original, evadiendo los controles aduaneros, de forma tal que uno puede comprar unas zapatillas Nike de contrabando 50% más baratas que otro par idéntico de zapatillas Nike importadas por los canales legales. 

El pirata, en cambio, produce una imitación del original, evadiendo el pago de ciertos derechos y el costo del mercadeo que hace el fabricante original.  Así, una camisa original del Barҫa puede costar hasta $140, de los cuales probablemente el equipo catalán se lleva $50, Nike otros $80, y el fabricante en China apenas $10.  Ese mismo fabricante, u otro como él, puede vender en el mercado negro un producto idéntico o similar por los mismos $10, pero probablemente intentará venderlo a un precio más cercano al del producto original.

Tenemos por otro lado al vendedor de camisetas que se para en la esquina de Wendy’s en la Avenida Central, o en cualquier rotonda de la Circunvalación, que vende camisas probablemente producidas en algún tallercito clandestino en algún barrio marginal de San José.  Se trata en este caso de versiones más pobres de las camisetas de la selección nacional o del Barҫa, que con su tela 100% poliéster inflamable en vez del Ultra Dry Fit del original, no pretenden engañar al comprador ni en diseño, ni en calidad, ni en apariencia, sino más bien ofrecer a la gente pobre la posibilidad de adquirir una prenda que le permita identificarse con el equipo de sus amores sin las locuras que a punta de marketing nos pretenden cobrar marcas más establecidas como Nike, Reebok o hasta Joma.

Tiene razón Sole cuando cuestiona si la gente que compra contrabando o productos pirateados podría comprar el original a los precios de oro que nos cobran por ellos.  La respuesta es que algunos si y otros no.  Cuando nos compramos una computadora y conscientemente decidimos no adquirir el Office porque el geek de la oficina nos lo instala de a gratis, no lo estamos haciendo porque no podamos comprar el software original, sino porque no nos viene mal ahorrarnos esos $200 ó $300, además de que nos cae mal Microsoft con la forma en que tiene acorralado el mercado.  Sin embargo, cuando la señora de Colonia Kennedy le compra a su chiquita una blusita con la estampa pirateada de La Sirenita por ₡1.500, es casi evidente que no podría comprar la alternativa “legal” que cuesta 20 veces tanto.

A fin de cuentas, lo importante es determinar qué nos lleva a actuar de una manera u otra.  Con el cuento de los impuestos que “solo afectan a los más ricos”, todo en nuestro país es significativamente más caro incluso que en países desarrollados.  Entre un esquema tributario diseñado para satisfacer la voracidad fiscal de nuestros gobernantes, y un marco legal sin dientes para erradicar las prácticas monopolísticas que aplican muchas empresas en nuestro país, nos tienen fritos a los consumidores.

No hay que ir muy lejos. Apenas anteayer Cable Tica estaba anunciando su nueva “gran oferta”: un paquete de internet con velocidad de bajada de 15 Mbps, por “tan solo” $98.88 al mes, impuesto de ventas incluido.  Resulta que el atorrante de Dean CóRnito se puso a buscar el precio de un servicio similar en Estados Unidos, y encontró que Verizon ofrece un paquete de 15 Mbps por $29.99, que es la tercera parte del costo en Costa Rica.  Es más, por el precio de 15 Mbps de Verizon en EEUU, Amnet ofrece una quinta parte de la velocidad en Costa Rica (3 Mbps).  Y para terminar de restregar sal en la herida, la empresa Qwest ofrece en EEUU un paquete de internet de 40 Mbps a $44.95, menos de la mitad de lo que cuestan los 15 Mbps de Cabletica.  Evidentemente estamos ante un mercado con una clara tendencia monopolística, pero nuestros reguladores no hacen nada el respecto.

Otro ejemplo más: un Kia Cerato Koup –estoy hablando de un carro pequeño, no de lujo – se vende nuevo en Estados Unidos desde $17.200.  En Costa Rica el precio de partida del mismo modelo es de $27.000, un 57% más caro.  Y peor si se trata de un carro de lujo: el Jeep Grand Cherokee Laredo se vende en Estados Unidos a menos de la mitad ($27.195) del precio en Costa Rica ($60.000).  Podría perder varias horas en internet para llenar esta página de ejemplos de las disparidades de precios entre un país – Costa Rica – con un  nivel de ingreso per cápita (PPA) de alrededor de $11.500 anuales, y otro país – Estados Unidos – con un ingreso más de cuatro veces mayor, pero no se trata de eso. El punto es que el consumidor costarricense – sin tratar de justificarlo – se ve muy tentado por el contrabando y la piratería, porque la realidad es que si pagáramos precio de lista la plata no nos alcanzaría para nada.

En otras palabras, el origen del problema es el mismo que el de otro problema más “macro” y del que a menudo hemos hablado: el de los déficits fiscales crónicos y recurrentes.  Tenemos un Estado excesivamente grande, que le pasa lo que advierte el proverbio: el que mucho abarca, poco aprieta.  Por estar dedicado a cien mil actividades, no alcanzan los recursos para nada, ni siquiera para combatir las prácticas monopolísticas y los abusos contra el consumidor. Además, mantener ese monstruo de Estado cuesta un ojo de la cara, y por eso los impuestos y aranceles son exageradamente altos.  Esto a su vez incentiva la evasión y facilita el contrabando (porque igual la policía fiscal no tiene los recursos necesarios para impedirlo). Es claro entonces que estamos ante un círculo vicioso.

Finalmente, una aclaración respecto a la propiedad intelectual.  Como economista, este autor ha estudiado y leído lo suficiente como para entender que los derechos de propiedad intelectual juegan un papel fundamental en los procesos de innovación que han dinamizado la economía a través de los tiempos, y muy especialmente en los últimos 20 ó 30 años.  Por ejemplo, una investigación para desarrollar una medicina o la cura de alguna enfermedad, tiende a ser extensa y onerosa.  Sería imposible para los laboratorios y empresas farmacéuticas financiar dichos procesos sin el incentivo que representa la posibilidad de patentar el descubrimiento y poder lucrar de él durante un período predeterminado de tiempo de manera exclusiva (o sea, como monopolio temporal).  Esto supone una injusticia para el enfermo que no puede pagar de su bolsillo dicho medicamento. Sin embargo, la solución no puede ser eliminar el sistema de patentes, ya que entonces la medicina ni siquiera hubiera sido desarrollada, con el resultado de que ni el paciente rico podría obtener la cura, ni el paciente pobre tendría la esperanza de poder acceder a ella ni siquiera si se gana la lotería.  En estos casos, una solución socialmente aceptable es que el sistema de medicina universal brinde a los asegurados acceso a los medicamentos patentados.

Habiendo dicho lo anterior, reconocemos también que el tema de la propiedad intelectual ha sido manoseado y estirado hasta el punto de ruptura. El día en que un botanista puede patentar una planta que se encontró en el bosque y que encierra el potencial de desarrollar curas y medicinas, las cosas han ido demasiado lejos.  La composición genética de esa planta encontrada en estado natural es y debe de permanecer como parte del acervo cultural de la humanidad.  De igual manera, cuando un músico pretende que se le pague un royalty cada vez que su canción suena en la radio – como si la estación de radio no hubiera pagado ya los derechos de autor al adquirir la música – es un abuso de la propiedad intelectual, como lo es el hecho de que por ponerle el escudo de la Asociación de Futbol de Argentina a una camiseta de rayas blancas y celestes, esta pase a costar $90, o que por poner la jeta de un dibujo animado en una camiseta, esta se tenga que vender a ₡37.500. 

En resumen, los derechos de propiedad intelectual pretenden remunerar de manera adecuada al científico o al artista cuyas obras protegen.  La pregunta es cuánto tiempo tiene que pasar antes de que una obra, un invento o un descubrimiento pasen a ser parte del patrimonio de la humanidad. Si la protección se supone temporal, ¿cuántos años llegará a cumplir el octogenario Mickey Mouse antes de que tengamos que dejar de pagarle derechos al difunto Walt Disney?

11 comentarios:

  1. Me parece un excelente comentario. Diría Ernesto Fontaine "A veces el Gobierno permite que algunos precios nos engañen".
    Definitivamente que los monopolios y la falta de control de los mismos por parte del Gobierno pueden tentar a algunas personas a recurrir a herramientas ilegales con tal de satisfacer sus necesidades, porque ciertamente hay empresas que solo por el hecho de tener el derecho de comercializar determinado producto de alguna marca, se dejan cobrar montos muy por encima de su de importación legal.
    Siento, además, que estas prácticas incentivan a que culturalmente la adquisición de bienes ilegales no sea mal vista, lo que despreocupa a las personas en el hecho de cometer estos "pequeños" delitos. Hay gente que no considera por ningún medio el deber de pagar por una licencia de Office, por el simple hecho de que encontrará a alguien que se la pone por menos (otro problema, dado que nadie regula a quienes hacen esto), aun teniendo la capacidad económica de adquirirla.
    Y con respecto a lo de propiedad intelectual, pues es completamente cierto que es un incentivo para que se desarrollen innovaciones muy importantes en diversos ámbitos, sin embargo, como bien apunta, habrá quienes estén buscando la manera de hacer dinero con poco esfuerzo abusando de estos derechos de propiedad intelectual con fines totalmente diferentes para los que fueron constituidos.

    Saludos.

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  2. Sos demasiado amable. :) Me queda clarísimo pero aun tengo una pregunta: qué es lo que compramos de contrabando? sabemos que es contrabandeado? o lo compramos a precio normal y quien se deja la tajada es el comerciante?

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  3. Sobre el tema de si la gente hace copias ilegales de software o de música para ahorrarse dinero o porque simplemente no lo puede pagar, hay que tomar en cuenta que nadie compra un carro con la intención de no pagar la gasolina para mantenerlo funcionando, sin embargo mucha gente compra una computadora sin ninguna intención de pagar por el software para que funcione.

    La diferencia básica entre una cosa y otra es que la gasolina es algo tangible mientras que el software y la música no lo son. Yo puedo usar el software y escuchar la música, pero no puedo tocarlos. En la mente de mucha gente no hay ningún problema en realizar una copia ilegal de ellos pues no son "algo", no es como si me estuviese robando una naranja del supermercado. En ese sentido las copias ilegales no producen pérdidas pues la gente que las hace nunca pagaría por copias legales. Alguna vez traté de explicarle esto a un grupo de economistas recordándoles la época en la que jugaban canicas en el recreo de la escuela: al jugar y perder una canica estabas perdiendo algo tangible, ya no tenías la canica, la canica ahora era del alguien más. Con el software y la música (particularmente digital) la situación es completamente distinta, pues no se pierde nada, las copias son ilimitadas y todas perfectas.

    Ayuda mucho a entender el tema si uno *no* mete contrabando y violación de derechos de autor en la misma bolsa, o más generalmente, si uno no mete el tema de las cosas tangibles en la misma bolsa que las intangibles.

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    1. Es un punto interesante el que tocás, Marcelo. Yo no creo que lo abstracto de la noción del intangible cambie el concepto de fondo. Por supuesto no te estás "robando" algo tangible, pero le estás negando al "autor intelectual" la posibilidad de recuperar la inversión que hizo desarrollando el intangible (software). Entonces es claro que sí se produce una pérdida.

      Así las cosas, para mi la pregunta relevante no es si se produce una pérdida (mi respuesta es que si), sino qué se puede proteger mediante los derechos de autor, y por cuánto tiempo. Quien haya desarrollado el primer procesador de texto tiene un claro derecho que proteger - el mero concepto del procesador de texto. Las cosas se empiezan a nublar cuando hablás de brindar la misma "protección" a quien le agregó 3 botones y le cambió el color de fondo al mismo procesador original, para vendértelo como un producto completamente nuevo y alargar su patente por otros 17 años.

      Para darte un ejemplo que ayude a aclarar por qué la diferencia entre lo tangible y lo intangible no cambia el concepto de fondo, pensá en la música. Hasta no hace mucho tiempo, la única forma de distribuirla era por medios físicos - primero el acetato, luego el casette, después el CD. Antes del casette, si querías "poseer" la música, o comprabas el disco, o te lo regalaban, o lo robabas... Era evidente cuál era la pérdida en el último caso, porque era un tangible. ¿Qué ha cambiado desde entonces? Básicamente la forma de distribuir la música. Ya no necesitás robarte el disco, todo lo que tenés que hacer es robarte una secuencia de unos y ceros que reproduce el sonido en el aparato de tu elección, a tu antojo (a diferencia del radio, por ejemplo). En el concepto de fondo, nada ha cambiado. ¿O me equivoco?

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    2. No quiero parecer demasiado obtuso, pero la razón para recordarle a los economistas las canicas que perdían en la escuela radica en la diferencia entre "perder" y "no ganar". El carajillo de escuela entiende inmediatamente que "perder una canica" quiere decir que antes la canica era de él y ahora ya no lo es. Es una canica que tuvo y que ahora ya no tiene. Eso es una pérdida. Si el otro tiene una canica, y él no juega para ganarse esa canica, eso no es "perder una canica", sino "no ganar una canica." Si él sí juega, y sin embargo no se gana la canica, eso sigue sin ser una pérdida y continúa siendo "no ganar una canica."

      Puede sonar como que estoy tratando de partir pelos por la mitad, pero hay que recurrir a contabilidad muy creativa para poder presentar la ventas que no se hicieron como pérdidas reales. Creo que todo el mundo está claro que si hoy yo saco algo muy similar a alguna tablet que ya esté en el mercado, con la idéntica funcionalidad y e idéntico precio, las probabilidades de que venda alguna cantidad significativa de esos juguetes son bajísimas por no decir nulas. Ahí hay pérdidas reales, pues se pagó una pequeña montaña de plata para desarrollar y fabricar el juguete nuevo. De igual forma, uno puede imaginar que si me paro en la avenida central con un micrófono y le pido a gente al azar que cante canciones al azar, y subo el resultado a un sitio web, aún cuando las venda a un precio muy bajo voy a tener una cantidad ridícula de ventas (aunque a como están las cosas hoy en día, uno nunca sabe). Acá también hay pérdidas reales pues tuve costos reales para producir mi obra de arte. Pero en ningún caso las pérdidas son causadas por la auscencia de ventas, sino por mi propia estupidez al proyectar que vendería un millón de tablets y un millón de canciones cuando todo y todos me indicaban desde el inicio que eso no sería así.

      Si yo vendo gasolina, y me mantengo dentro de ciertos parámetros, puedo hacer proyecciones realistas respecto a la cantidad de gasolina que puedo vender, en función de la demanda, la ubicación, etc. Si yo vendo software también puedo hacer proyecciones realistas respecto a la cantidad que podré vender, en función de la cantidad de usuarios, la utilidad, etc. Y necesariamente tengo que incluir las copias ilegales en mis proyecciones. Reduciendo esto a un escenario absurdo pero perfecto, donde hay mil usuarios, y además los conozco perfectamente a cada uno de ellos (e.g. sé que todos necesitan mi software y puedo predecir todas sus decisiones y sé que 100 de ellos no comprarán el software), ¿sería correcto asumir, para realizar mi plan de negocios, que voy a vender mil copias? Y si asumo eso, y solo vendo 900, ¿sería correcto contabilizar las otras 100 como pérdidas? ¿o debería yo haber elaborado un plan de negocios que contemplara la venta de solo 900 copias y no de 1000?

      Tenés razón en el sentido ha cambiadio el medio de distribución y que eso no debería influir en mi decisión de comprar o no comprar un album. Pero es necesario incluir en la discusión el hecho que también cambió la facilidad con la que se pueden realizar copias perfectas, pues para el consumidor el hecho que la copia no requiere esfuerzo cambia su percepción respecto a lo que significa optar por una copia ilegal.

      Y solo para aclarar un punto que se podría malentender: yo no estoy diciendo que la gente que realiza copias ilegales de software o música esté actuando correctamente (por eso, por ejemplo, trato de utilizar consistentemente la palabra "ilegal"). Solo estoy diciendo que dentro de su universo existen razones que validan esa conducta, y que esas razones no se reducen simplemente a si tienen o no tienen el dinero para adquirir la copia legal en primer lugar. Voy un paso más allá, y afirmo que existe una cantidad de gente que sí tiene los medios para adquirir las copias legales, y que de todas formas NO lo hará, y que esa conducta está mediada en parte por el costo casi nulo de realizar copias ilegales.

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    3. Marcelo, tenés toda la razón cuando afirmás que hay más motivos para comprar contrabando o piratear productos que el poder adquisitivo, y si yo di a entender lo contrario quiero corregirlo. Justo por eso decía en mi "post" anterior que el hecho de que la mitad de los ticos reconozcamos haber comprado contrabando en el último año (y eso no quiere decir que la otra mitad no lo haya hecho, ¿verdad?) es para mi una señal de que la corrupción es un problema generalizado en nuestra sociedad, y no territorio de dominio exclusivo de políticos, burócratas y empresarios.

      Es más, si el contrabando fuera únicamente una salida a la pobreza en un país donde los aranceles de importación y la concentración cuasimonopólica de mercados nos roba poder adquisitivo a los ciudadanos, entonces en mi opinión no sería tan reprensible.

      En lo que seguimos sin estar de acuerdo es con respecto al tema de las pérdidas, y voy a usar tu ejemplo de las canicas para explicarte por qué. Creo que el tema de si "no ganar" es "perder" o no es más un asunto semántico, pero no por eso pierde importancia. Yo creo firmemente que el vocabulario que utilizan las personas no solo refleja sus "taras mentales", sino también las afecta y modifica. En ese sentido, las "taras" que traemos los economistas desde nuestra formación son innegables. Pero el punto de comparación con la situación del software pirateado no es si el niño se mete a jugar canicas y no gana (en este caso si estoy de acuerdo que "no ganar" no equivale a "perder"), sino el que te procedo a ilustrar.

      Imaginate un niño cualquiera que se mete a jugar canicas en su escuela; ojalá un Dean CóRnito carajillo: flaquillo, más bajo que el promedio, menudito, debilucho, más inclinado a "pelearse" intelectualmente con un maestro por diferencias de opinión que a agarrarse a pichazos con otro carajillo de su edad.

      Asumí ahora que ese carajillo gana el juego contra el "bully" de la escuela, y le toca recibir un par de canicas como resultado. Pero el "bully", a sabiendas de que miniDean no se va a atrever a pelear por las canicas, se las niega. ¿Perdió miniDean las canicas? Claro que sí, porque las ganó en buena lid y aunque nunca las haya tenido en su posesión, legalmente eran suyas. De igual manera, el desarrollador de software que saca un programa a la venta, pierde cuando se lo piratean. Lo que en buena lid era suyo, los que hacemos, usamos o bajamos la copia pirata se lo hemos robado.

      El asunto, Marcelo, es que aunque no haya un "proceso de manufactura" tangible, la sola dedicación de incontables horas para desarrollar y perfeccionar el código del software representa un costo. Independientemente de si lo bautizamos "no ganar" ó "perder", la realidad es que cuando usamos la versión pirata le estamos negando al autor intelectual la posibilidad de resarcirse por su inversión. Le estamos robando lo que en buena lid es suyo...

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    4. Ejemplo magistral. Pues si bien el punto de Marcelo en que no es lo mismo perder a no ganar es contablemente válido, por lo cual resulta cierto su ejemplo de las canicas, también es importante apuntar que por el hecho de que hayan razones que validen la conducta de tomar algo que por el hecho de ser intangible no represente un conflicto moral (no se considera que lo robó) se justifique que un desarrollador, que vive de hacer cosas intangibles, tenga que considerar una cantidad de no ganancias como si esto no representara algo importante. Claramente esto son pérdidas, dado que si no fuera tan sencillo piratear su software, al menos tendría clientes potenciales (no todos los que lo piratean, claramente) que si comprarían su material, dado que les reporta alguna utilidad.
      Por lo anterior, si bien el software puede ser fácil de copiar, igual que la música y demás material intangible, existe, además, el problema cultural de que no se considera el trabajo de los demás, dado que no es posible tocarlo, indiferente de si se tiene o no los medios económicos para consumirlo. Lamentablemente, muchos compran la computadora de sus sueños con el mejor hardware del mercado (que se puede tocar) y bajo ningún medio consideran el pago por el software que lo va a hacer trabajar, algo que apunto Marcelo con su comparativa con el carro.

      Saludos.

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    5. Así es, Hackerman. La discusión ha girado en torno a las diferentes definiciones que usan economistas y contadores del concepto de pérdidas y ganancias. Desde la perspectiva contable, Marcelo está 100% en lo correcto. Desde la perspectiva económica - a mi gusto más amplia - quien no puede recuperar una inversión que ha hecho, incurre en pérdida. Cuando entramos en el campo normativo, la discusión se complica. Es cierto que para mucha gente, apropiarse de un intangible no es "robar", sobre todo cuando se cumplen ciertas condiciones enumeradas por Marcelo, como que el costo de hacer copias idénticas de ese intangible es prácticamente cero. Pero eso no hace que la situación del "autor intelectual" sea mejor o menos preocupante.

      Es más, el argumento de las pérdidas "esperables" se puede aplicar tanto a intangibles como a tangibles, sin invalidar la idea de que el autor de un trabajo intelectual también tiene derecho a recuperar y lucrar con su inversión. Un productor de azúcar debe de considerar que un cierto porcentaje de su producto no se va a traducir en ingresos, ya sea por pérdidas en el transporte, robos en los anaqueles de los almacenes, deterioro del empaque, y hasta vencimiento del producto. De ahí a concluir que el programador de un software deba de considerar como pérdidas la totalidad de las copias de su programa que se utilizan sin el previo pago de los derechos de autor, hay mucho trecho.

      Por último, no hay que confundir el derecho a intentar recuperar la inversión, o el derecho a recuperarla, con el hecho de que se recupere o no la inversión. Si yo hago una producción discográfica callejera como la que describe Marcelo, tengo derecho a intentar hacer un negocio de eso. Si el producto fracasa en el mercado - como muy probablemente suceda - será por un error mío al conceptualizar el producto y evaluar su potencial de ventas. Es más, ni siquiera si regalara los discos o pusiera la música en youtube lograría difundirla. Pero si Jaime Gamboa saca un disco como los que acostumbra, y no logra hacer un buen negocio porque el 90% de las copias del disco que se escuchan fueron pirateadas, entonces el fallo está en la moralidad anestesiada del consumidor, y no en la falta de visión del productor... En un caso, uno fracasa por sus propios errores (el riesgo inherente en el negocio), mientras que en el otro fracasa literalmente porque le roban su producto.

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  4. Muchos costarricenses no saben las injusticias que se pueden cometer en "pro" de los Derechos de Propiedad Intelectual. En España nadie le saca copias a un libro, pues sale mucho más n¡barato comprarlo, pero aquí el precio libro se dispara y exorbitante.
    En teoría las patentes de medicamentos pretenden incentivar la innovación, pero eso esta muy lejos de la verdad, las grandes compañías están haciendo uso de patentes abusivas y protegen un medicamento una y otra vez con diferentes patentes, incluso estas patentes protegen más productos y procedimientos en nuestros países que en Europa o Norteamerica, la política de nuestras oficinas, cuyo personal no es el mas idoneo sino el que tiene más influencias, es conceder y conceder, y los únicos que se les ha parado de uñas es la ASIFAN.

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