Yo no sé qué le habrá dicho Carlos Ricardo Benavides a doña Patricia
Pérez, pero tiendo a creerle más a ella.
A fin de cuentas, uno no habla de manera tan vehemente y pública como lo
ha hecho la diputada Pérez desde su curul (ver video aquí),
cuando existe la menor probabilidad de que alguien produzca evidencia o prueba
de que miente. Sin embargo, ese no es el
verdadero problema de Carlos Ricardo.
El uso y costumbre de los políticos que ocupan puestos importantes,
sean de elección popular o por nombramiento de confianza, es referirse a
cualquier otro político mediante la anteposición al nombre de algún título de
cortesía (don Oscar, el señor Fishman, doña Epsy), profesional (el Licenciado Luis
Paulino Mora, el Ingeniero Luis Llach), o del puesto que ocupa (la señora
Presidenta, el Diputado Molina), etc. No
importa si se refieren a un magistrado de la Corte Suprema de Justicia, al más
necio de los diputados de oposición, o al más carajillo de los viceministros
del gobierno, las fórmulas de cortesía siempre son respetadas. Pero no con Carlos Ricardo. Ojo, ni siquiera para este bloguero volador
no identificado es don Carlos Ricardo. Simplemente Carlos Ricardo, así, pelado.
Y eso que no lo conocemos.
La señora Presidenta nos dice que “…obviamente
Carlos Ricardo sigue teniendo mi confianza, es el ministro de la Presidencia…”,
recalcando que es el ministro de la Presidencia, porque alguien tiene que
recordárnoslo, dado que ni ella misma se puede obligar a darle el tratamiento
formal que su cargo demanda y que ella da o ha dado a otros miembros o exmiembros
de su gabinete, incluyendo a doña Karina Bolaños a la hora de mandarla a
desvestirse para la revista Interviú.
También el cumiche de la actual Asamblea Legislativa, el diputado José
María Villalta Florez-Estrada (perdón por poner el nombre completo, es que me
pagan por palabra) se refiere a Benavides como si fueran clientes de la misma
cantina (aunque no compañeros de mesa de tragos): “Hemos perdido toda confianza en Carlos Ricardo Benavides; él está más
interesado en su agenda personal que en un diálogo transparente.”
Para devaluar más al Ministro de la Presidencia, solo falta que doña
Laura se refiera públicamente a él como Charlie o Ricky. Imagínense las palabras
de doña Laura, entonadas con esa voz de locutor de radio que le encanta
impostar cuando da declaraciones: “No, mire, Richie es un ministro de lujo, y
yo no sé por qué la diputada Pérez Hegg le anda levantando falsos”.
Ese es el verdadero problema de Carlos Ricardo: que nadie lo respeta.
Tal vez sea por la pinta de güila, por la cara de buena gente, quién sabe, pero
nadie lo respeta como ministro. Ni siquiera su propia jefa. Para ser un ministro de la Presidencia
exitoso hay que tener cara de malo (como Rodrigo Arias), reputación de Maquiavelo
(como don Rolando Laclé), o un espectacular manejo del inframundo de la
política local y de la sociedad civil (como don Danilo Chaverri). Los dandis y
los caras de yonofuí como don Roberto Tovar y Carlos Ricardo no están cortados
para Ministro de la Presidencia. Por eso fracasan, no por falta de capacidad. Porque no siempre la pinta es lo de menos.
Mmm... esa sonrisa frescapil de mazorca importada me parece algo falsa...
ResponderBorrarJajajaja. No es falsa, es verdadera y tangible. Creo que te referías a que no era parte del equipamiento original. Una sonrisa así cuesta mucho dinero :)
ResponderBorrar¡Oh!, ya ahora ¿quién podrá defenderlo?
ResponderBorrar¡Yo!: http://superheroe.vzpla.net/
Los hechos, no la intenciones, son lo que cuentan en la funcion publica. Por algo es para muchos solo carlos ricardo ...
ResponderBorrarInteresante al apreciación. Pero no sería tan fuerte con Carlos Ricardo. La verdad es que ni Mandrake el Mago sería capaz de hacer una buena labor como Ministro de la Presidencia, en presencia de una Asamblea tan fragmentada, y con mini fracciones dentro de las mismas fracciones.
ResponderBorrarMenciona los ejemplos de Chaverri, Laclé y Rodrigo Arias. Coincidentemente, todos ellos actuaron durante la época del bipartidismo. Quizás Rodrigo Arias en el segundo mandato de su hermano sea la excepción que demuestra la regla: nos estamos refiriendo a un tiempo donde la Asamblea era menos fragmentada.
Yo creo que la presencia de 8 distintas tendencias en un Parlamento es más una señal de plasmar la indecisión del votante, que algo beneficioso para el país. La verda que no trae ninguna ventaja tener esa variopinta representación.
Quizás una solución sería hacer lo siguiente: eliminar el subcociente e introducir el voto preferencial. Es decir, en la papeleta de diputados, el elector, en lugar de elegir una sola lista, ordena la misma de acuerdo a sus preferencias, poniendo 1 a su partido prefereido, y así sucesivamente.
Una vez recolectados los votos, se asigna cada voto la partido que el votante marcó con '1' en la papeleta. Una vez hecho esto, si el partido que recibió menos votos no llegó al subcociente, sus votos son repartidos entre los partidos que el elector marcó con el número ´2´. El proceso continúa conel siguiente partido con menos votos, hasta que todos los partidos que aún se mantienen tienen un conjunto de votos que es igual o mayor al cociente de votación de la provincia. Una vez que esto sucede, las cururles se reparten entre dichos partidos, en base al múltilo de cocientes que represetna sus votos.
De esta manera, se elimina la dispersión de la representación, y todos las preferencias de los ciudadanos se reflejan mejor que el actual sistema.
Jorge, discrepo de su apreciación del Ministro de la Presidencia (MP). Rodrigo Arias fue el primer MP post bipartidismo, y fue bastante efectivo. Justo el sábado sacó La Nación un reportaje sobre el tiempo promedio que se toma la Asamblea Legislativa en aprobar proyectos, y de los 4 ó 5 períodos analizados, fue justamente el del segundo cuatrienio Arias el de menos "tiempo perdido" (http://www.nacion.com/2012-11-25/ElPais/leyes-clave-para-el-pais-tardan-hasta-tres-anos-en-aprobarse-.aspx). De manera que no podemos echarle toda la culpa de la inoperancia de este gobierno al multipartidismo...
ResponderBorrarEn cuanto a la propuesta para modificar la forma de elegir diputados, es valiosa en cuanto permite desarrollar la discusión. Sin embargo, se me hace demasiado alambicada y deja mucho espacio para la manipulación de los partidos. Si lo que se quiere es mayor representatividad, lo mejor es definir distritos electorales, y que cada uno mande un diputado a la Asamblea. La votación por diputados se haría directamente en cada distrito electoral, no de una lista manipulable, sino de entre los candidatos inscritos. Es decir, votar directamente por el representante, y no por el partido o por la lista del partido.