Cerramos nuestro anterior post diciendo que albergamos serias dudas acerca de si el gobierno de doña Laura Chinchilla tiene una estrategia clara y coherente para enfrentar el flagelo del narcotráfico. En particular nos preocupa su insistencia en ligar la eventual solución a la ayuda que nos pueda brindar Estados Unidos. No es que creamos que Estados Unidos no tenga vela en este entierro; al contrario. Claros estamos que el problema hay que atacarlo en su raíz, que es la demanda por las drogas. Pero eso está fuera de nuestro alcance como nación, y más allá de lo que está dispuesta a hacer la sociedad estadounidense.
La política gringa de lucha contra las drogas se centra en la erradicación de la oferta – y en esto no hay mayores diferencias entre George W. Bush y Barack Obama. Sin reconocer que el verdadero problema se origina en la demanda, esta filosofía justifica la existencia de toda una estructura de política exterior dirigida al famoso patio trasero de los Estados Unidos. Bien sabemos que la concepción norteamericana de ayuda externa para combatir el narcotráfico se limita a la cooperación militar, de manera que pueda proyectar a su ciudadanía una falsa sensación de que se está atacando vigorosamente el problema, a la vez que las pérdidas y las muertes se dan en patio ajeno, jamás en el suyo propio.
El narcotráfico, en sus etapas iniciales, parece ser un problema que se da en los márgenes de la sociedad; es algo que involucra únicamente a delincuentes y canallas. Sin embargo, con el paso del tiempo va penetrando otros estratos de la sociedad, hasta llegar a infiltrarse en los círculos del poder. Una vez que lo han logrado, es como un cáncer en etapa terminal. La solución es casi imposible.
En Costa Rica el narcotráfico dejó hace rato de ser un problema de “junkies” y “dealers”. Al menos desde la década de los 80´s del siglo pasado los carteles de la droga han logrado colarse en campañas políticas y en la Asamblea Legislativa. Ni siquiera el Poder Judicial se ha visto libre de sospecha; jueces y fiscales han sido cuestionados por sus decisiones favorables a los acusados de narcotráfico. Dos comisiones legislativas fueron creadas para estudiar la presencia del narcotráfico a finales de los años 80’s y a principios de los 90’s. No siendo un tema fácil de dilucidar, abundaron las denuncias y se llegó incluso a hablar de la existencia de un “poder político superior” que manejaba los hilos del gobierno sin figurar públicamente. Lamentablemente nunca se atrevieron los diputados a ponerle nombre y apellido a ese personaje.
La militarización de la respuesta al narcotráfico no es una solución razonable ni coherente para un país civilista y sin ejército como el nuestro, y en realidad para ninguno otro. Justamente porque el problema trasciende los márgenes, porque permea a todos los estratos de la sociedad, es que militarizar el combate al narcotráfico es un sinsentido monumental. Si bien a diario nos afecta la violencia criminal asociada con este fenómeno, esta no es sino una manifestación más del problema; no la única y quizás tampoco la más importante. Para transportar drogas es necesario mucho más que productores, burros y compradores. Algo tiene que hacer el narcotraficante – sea productor o mero intermediario – con el dinero que recibe. Así es como los bancos, algunas veces sin caer en cuenta, sirven de medio para trasladar los fondos y proporcionan la cubierta necesaria para el blanqueo los capitales. De igual manera, los narcotraficantes hacen inversiones inmobiliarias y compran artículos suntuosos (carros de lujo, por ejemplo) en un afán por legitimar sus ingresos ilícitos. Eventualmente toda la sociedad termina involucrada, la mayor parte de ella sin saberlo.
Al narcotráfico le sirve la confusión, la anarquía, la desesperación ciudadana, y la desazón. Busca penetrar todos los estratos de la sociedad, hasta que todos nos encontremos atrapados en la maraña; algunos por su dependencia de las drogas, otros por su dependencia de la coima, y muchos otros, quizás inocentemente, por su adicción al consumismo desenfrenado que es posible gracias a una economía bien aceitada por el flujo ilimitado de capitales mal habidos. El narcotráfico busca penetrar a todos los poderes de la república, para garantizarse alguna medida de impunidad. Por ello afirmamos que la democracia está amenazada. Y la respuesta hasta ahora de nuestro gobierno no nos parece acertada. De eso hablaremos en otro artículo.
La política gringa de lucha contra las drogas se centra en la erradicación de la oferta – y en esto no hay mayores diferencias entre George W. Bush y Barack Obama. Sin reconocer que el verdadero problema se origina en la demanda, esta filosofía justifica la existencia de toda una estructura de política exterior dirigida al famoso patio trasero de los Estados Unidos. Bien sabemos que la concepción norteamericana de ayuda externa para combatir el narcotráfico se limita a la cooperación militar, de manera que pueda proyectar a su ciudadanía una falsa sensación de que se está atacando vigorosamente el problema, a la vez que las pérdidas y las muertes se dan en patio ajeno, jamás en el suyo propio.
El narcotráfico, en sus etapas iniciales, parece ser un problema que se da en los márgenes de la sociedad; es algo que involucra únicamente a delincuentes y canallas. Sin embargo, con el paso del tiempo va penetrando otros estratos de la sociedad, hasta llegar a infiltrarse en los círculos del poder. Una vez que lo han logrado, es como un cáncer en etapa terminal. La solución es casi imposible.
En Costa Rica el narcotráfico dejó hace rato de ser un problema de “junkies” y “dealers”. Al menos desde la década de los 80´s del siglo pasado los carteles de la droga han logrado colarse en campañas políticas y en la Asamblea Legislativa. Ni siquiera el Poder Judicial se ha visto libre de sospecha; jueces y fiscales han sido cuestionados por sus decisiones favorables a los acusados de narcotráfico. Dos comisiones legislativas fueron creadas para estudiar la presencia del narcotráfico a finales de los años 80’s y a principios de los 90’s. No siendo un tema fácil de dilucidar, abundaron las denuncias y se llegó incluso a hablar de la existencia de un “poder político superior” que manejaba los hilos del gobierno sin figurar públicamente. Lamentablemente nunca se atrevieron los diputados a ponerle nombre y apellido a ese personaje.
La militarización de la respuesta al narcotráfico no es una solución razonable ni coherente para un país civilista y sin ejército como el nuestro, y en realidad para ninguno otro. Justamente porque el problema trasciende los márgenes, porque permea a todos los estratos de la sociedad, es que militarizar el combate al narcotráfico es un sinsentido monumental. Si bien a diario nos afecta la violencia criminal asociada con este fenómeno, esta no es sino una manifestación más del problema; no la única y quizás tampoco la más importante. Para transportar drogas es necesario mucho más que productores, burros y compradores. Algo tiene que hacer el narcotraficante – sea productor o mero intermediario – con el dinero que recibe. Así es como los bancos, algunas veces sin caer en cuenta, sirven de medio para trasladar los fondos y proporcionan la cubierta necesaria para el blanqueo los capitales. De igual manera, los narcotraficantes hacen inversiones inmobiliarias y compran artículos suntuosos (carros de lujo, por ejemplo) en un afán por legitimar sus ingresos ilícitos. Eventualmente toda la sociedad termina involucrada, la mayor parte de ella sin saberlo.
Al narcotráfico le sirve la confusión, la anarquía, la desesperación ciudadana, y la desazón. Busca penetrar todos los estratos de la sociedad, hasta que todos nos encontremos atrapados en la maraña; algunos por su dependencia de las drogas, otros por su dependencia de la coima, y muchos otros, quizás inocentemente, por su adicción al consumismo desenfrenado que es posible gracias a una economía bien aceitada por el flujo ilimitado de capitales mal habidos. El narcotráfico busca penetrar a todos los poderes de la república, para garantizarse alguna medida de impunidad. Por ello afirmamos que la democracia está amenazada. Y la respuesta hasta ahora de nuestro gobierno no nos parece acertada. De eso hablaremos en otro artículo.
Sería mucho mejor, quitarle el monopolio a los narcotraficantes, la legalización de la producción, comercio y consumo (o por lo menos el comercio y el consumo) solucionaría el problema de la violencia generada por los carteles o el crimen organizado, seria mucho mejor que en lugar de ajusticiamientos se pudieran cobrar las deudas de narcotráfico en un juzgado...
ResponderBorrarDisculpe mi probable ignorancia o falta de comprensión de lectura, pero entonces, cuál sí es la solución?
ResponderBorrarLa solución nunca será la militarización, tiene la razón..
ResponderBorrarBuen artículo, me agrada el seguimiento que le viene dando.
Saludos
Gonzo, estoy de acuerdo con que legalizar la droga sería mejor que la situación actual. Pero como dije en respuesta a los comentarios de mi anterior post, nada ganamos si solo en Costa Rica se legaliza. Tiene que haber un esfuerzo multinacional concertado y principalmente que los grandes consumidores (Estados Unidos y Europa) legalicen el consumo para quitarle clandestinidad al negocio.
ResponderBorrarAnónimo, no es ignorancia; todavía no he hablado de soluciones. En todo caso, comento como ciudadano preocupado, ya que no soy experto en temas de seguridad ni de fármaco-dependencia. Algunas ideas tiraré en otro post, pero no espere que de una receta infalible.
Enmidoxa, muchas gracias por el comentario. Como dicen los gringos, "stay tuned", porque vendrán más posts sobre el tema.
Yo te iba a preguntar casi lo mismo que el anónimo... mi pregunta sería, si Ud fuera Laura, ¿qué haría?
ResponderBorrarEs claro que la solución verdadera tiene que venir de los países consumidores... e igual de claro que rechazar la ayuda militar o policial de los gringos nos puede poner en una posición "delicada" desde el punto de vista diplomático... ¿entonces, qué hacer?
Por cierto, aquí va una de cal, por las que van de arena...
ResponderBorrarTerox, eventualmente llegaré a lo que creo que debe de ser la solución. No porque la solución correcta sea muy difícil vamos a estar mejor aplicando la solución incorrecta. Sobre eso tratará el cuarto artículo de esta serie.
ResponderBorrarEn cuanto a la de cal, en realidad no se trata de llevar una contabilidad. Al igual que cada vez que cae un embarque de drogas yo no pienso en el éxito de la policía, sino en cuántos más habrán pasado sin detección, mi objetivo al citar ejemplos de la incursión del narco-negocio en el sistema polítio y judicial costarricense es dejar en evidencia que ya lo lograron, y por eso debemos de preocuparnos. No quiero decir que todo el mundo esté ya en la planilla de los narcotraficantes.
Ojo que ayer se estrelló una avioneta cargada de drogas saliendo del Aeropuerto de Pavas. Las autoridades reconocen que no todas las aeronaves se revisan en ese aeropuerto. El año pasado o antepasado había caído en no se cuál cerro un helicóptero con más de 800 kg de cocaína. ¿El piloto? Un ex-policía. Para que estas cosas se sigan dando sin que se haya implementado un chequeo obligatorio de TODO lo que entra y sale de Pavas (ojo que es aeropuerto internacional...), es porque ya los narcos tienen suficiente influencia en esos círculos como para garantizarse una medida de impunidad...
Concuerdo que eso es como las cucarachas, por cada una que se ve, hay 200 que no se ven... pero no por eso creo que haya que minimizar una sentencia como esa. Ya de por sí es difícil sentenciar a cualquier delincuente en Costa Rica, ahora imagínese a un juez... Tomando un ejemplo de otra área, imagináte que si todo el mundo pensara así, nadie sembraría un árbol, porque no haría diferencia...
ResponderBorrarNo me malinterpretés, Terox. Estoy 100% de acuerdo que esa sentencia que linkeaste es de la mayor importancia y trascendencia. Solo que no quiero que se saque de proporción, es como una gota de agua en el mar. Esa sentencia habla de que en el Poder Judicial todavía hay mucha gente decente, que espero que sea una mayoría significativa, y solo eso ya es importante. Si vamos a encontrar soluciones, van a depender de que el cáncer no haya invadido hasta los huesos...
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