Si hubiera sucedido en Costa Rica…

Dos noticias que podrían dar la vuelta al mundo hoy:

Copiapó, Chile. Tras una complicadísima labor técnica de sondeo y perforación, los 33 mineros chilenos ubicados en una galería 622 metros bajo tierra, están siendo rescatados 69 días después del accidente que los dejara atrapados en las entrañas de la Mina San José.

Cinchona, Costa Rica. 644 días después del terremoto que destruyó el poblado de Cinchona, en las faldas del Volcán Poás, la Presidenta Laura Chinchilla inaugurará las obras de construcción de 93 casas nuevas en lo que será conocido como el poblado de Nueva Cinchona, sin contar aún con el permiso de construcción de la Municipalidad de Alajuela.


Estuve tentado a cerrar este artículo aquí, con la frase “Sobran los comentarios”. Pero un día lento en la oficina y exceso de ideas revoloteando en mi cabeza me obligan a continuar. La comparación propuesta arriba entre Cinchona y Copiapó me lleva a agregar algunas reflexiones, en línea con el título de este post: ¿Si la mina hubiera estado en Costa Rica, qué hubiera pasado?

Si Copiapó fuera en Tiquicia, y la solución hubiera dependido de nuestra burocracia, el rescate aún no hubiera empezado. En primer lugar, porque la Ley de Contratación Administrativa hubiera obligado a hacer una licitación pública para escoger a la compañía perforadora. Pero antes de proceder con dicha licitación, hubiéramos tenido que hacer un concurso público internacional para contratar un bufete de abogados con experiencia para redactar el cartel. Luego el cartel recibiría las observaciones de los interesados en participar, y posteriormente la Contraloría contaría con un “plazo prudencial” para manifestarse. Cuando finalmente la CGR diera luz verde al cartel de licitación, este sería publicado y se daría un mes a las empresas para presentar su oferta. Después de tres meses de análisis, se haría la adjudicación, posterior a lo cual, se abriría el período de apelaciones. Asumiendo que las apelaciones sean resueltas satisfactoriamente, sigue un período necesario para negociar el contrato, y después de firmado, la CGR tiene 45 días hábiles para refrendarlo.

Cumplidos todos los procedimientos de ley, y Dios nos libre de un salacuartazo en el camino, tendríamos finalmente contratada la empresa que haría el sondeo. Ahora hay que obtener los permisos para la obra. El SETENA requiere como mínimo la elaboración de los protocolos de Hidrología, de Arqueología y por supuesto el de Geología. Además habría que elaborar un Estudio de Impacto Ambiental. La preparación de este trabajo puede tomar dos meses si se corre. Adicionalmente sería necesario obtener el criterio del Servicio Nacional de Aguas Subterráneas, Riego y Avenamiento (SENARA), por si existiera riesgo de contaminar algún manto acuífero con la perforación. Esta entidad (ver ¿Por qué el pollo cruzó la calle?) es una caja negra, donde las solicitudes ingresan, nadie sabe lo que pasa allí adentro, ni qué ni cuándo va a salir de vuelta. Supongamos que con un poco de presión política por la importancia de rescatar a 33 inocentes trabajadores atrapados en las entrañas de la tierra, el SENARA se pronuncie – y que lo haga favorablemente – en un plazo de tres meses. Con esta documentación, finalmente podemos ingresar al SETENA, que puede tomarse unos 8 meses para resolver. Después únicamente faltaría el permiso de construcción (municipal).

Resumiendo:

1. Concurso público abreviado para la redacción del cartel: 2 meses, redacción y publicación del cartel: 4 meses, licitación pública para la perforación: 6 meses (incluyendo apelaciones), negociación del contrato: 6 meses, refrendo: 9 semanas (aprox. dos meses). TOTAL DE LICITACIÓN: 20 meses.

2. Elaboración de protocolos y obtener el visto bueno del SENARA: 3 meses, aprobar SETENA: 8 meses, permiso municipal: 2 meses. TOTAL DE PERMISOS: 13 meses.

En total habrán transcurrido tan solo 33 meses desde que los 33 mineros quedaron atrapados, otra prueba más de que el 33 es el número cabalístico para estos pobres cristianos. Y estoy siendo benevolente con el cálculo.

El único problema es que para entonces apenas estaría empezando la perforación. Para cuando la sonda finalmente hubiera alcanzado la galería – asumiendo que la obra no se le hubiera adjudicado a Autopistas del Sol ni a Alterra – únicamente se hubiera encontrado 33 cadáveres, todos muertos por inanición, porque a los 33 mineros chilenos la esperanza, la comida y los medicamentos que los han mantenido con vida les han llegado a través de una primera sonda que se empezó a perforar – sin licitaciones ni SETENA ni SENARA – inmediatamente que sucedió la tragedia. Tal vez las 368 familias que quedaron sin casa en Cinchona no están en una situación tan precaria como los 33 mineros chilenos, pero haber tardado 21 meses para empezar – sin permisos – la construcción de apenas 93 casas, es – cuando menos – una burla a su dignidad.

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