Anteayer escuchando una entrevista al Ministro de Seguridad José María Tijerino en el programa de Vilma Ibarra, me cayó una vez más la peseta de por qué no debemos aprobar más impuestos mientras no haya una reforma profunda del Estado o al menos del gasto público.
He de empezar reconociendo que me gustó la actitud de don Tijerino. Dijo, en sus palabras, que él no iba a usar la falta de recursos como excusa para no hacer, porque al aceptar el cargo sabía con lo que se iba a encontrar. Y ya solo esa afirmación lo separa de otro motón de calienta sillas que para justificar su propia inoperancia blanden la excusa de la falta de recursos. Sin embargo, ni bien terminó Mr. Scissorhands de decir lo anterior, y ya estaba cantando la balada del Ministro de Hacienda, chantajeando al ciudadano con el cuento de que sin más impuestos no es posible renovar el equipo de nuestras fuerzas policiales.
Daba como ejemplo el Ministro el hecho de que Panamá está comprando 6 barcos de 175 pies de eslora con lo último en tecnología para reforzar la vigilancia de sus costas y combatir el narcotráfico, mientras que el servicio de guardacostas de Costa Rica tiene una flotilla de 26 embarcaciones, todas de diferentes tamaños e incautadas al narcotráfico (y la mayoría no pasan de ser pangas con motor fuera de borda), y que solo alcanza la plata para mantener en buen estado a 12 de ellas. Decía entonces don José María que si no nos damos a la tarea de renovar nuestra flota, el tránsito de las drogas que hasta ahora avitualla en Panamá se va a empezar venir a Costa Rica, ya que nuestro vecino del sur prácticamente va a blindar sus mares. Hasta ahí todo iba bien. Entonces se dejó decir, como corolario, que es absolutamente necesario aprobar nuevos impuestos para poder renovar la flotilla de nuestro servicio de guardacostas. FALSO. Es como que el Ministro de Educación dijera que sólo se puede abrir nuevas escuelas cuando se aprueban nuevos impuestos.
Ninguna empresa, institución pública, organización sin fines de lucro ni ministerio bien manejado y con una visión clara de lo que es su misión puede hacer depender la mejora o sustitución de sus activos productivos de un ingreso extraordinario, eventual e incierto. Si yo produzco papas tostadas, tengo que tener un programa bien definido para ir sustituyendo peladoras, rebanadoras, freidoras y empacadoras conforme van llegando al final de su vida útil, con los ingresos que me deja la venta de las papitas. No puede mi negocio sobrevivir si mi política es renovar los equipos cada vez que me pegue la lotería. Que es básicamente lo que está diciendo don José María.
No es culpa del actual Ministro que durante años, décadas y varias administraciones nadie haya planificado el crecimiento de la flotilla de guardacostas, o ni siquiera el mantenimiento de la existente. Pero eso no hace que su afirmación acerca de la necesidad de aprobar nuevos impuestos sea correcta. Lo que hace falta es planificar el trabajo del Ministerio, definir las prioridades, y con base en ello reestructurar el gasto para asegurarse de cubrir las necesidades. De paso eliminar toda la grasita que le sobra a cualquier institución estatal alrededor de la cintura, y dejar de gastar la plata en yeguadas que nada tienen que ver con el cometido y la razón de ser de la institución.
Repito, la creación de nuevas escuelas, la ampliación de hospitales existentes o la construcción de nuevos hospitales, el equipamiento de nuestras fuerzas de seguridad, la construcción de cárceles, etc. NUNCA puede depender de ingresos extraordinarios como los que pueden o no resultar de un nuevo paquete de impuestos. Son asuntos que van al corazón de la función estatal, cosas absolutamente previsibles y planificables, y como tales deben de ser contempladas en los presupuestos ordinarios de las instituciones.
¿Para qué entonces sirven los nuevos impuestos? Vale la pregunta. Un Estado que de pronto enfrenta una nueva situación que en condiciones normales no era previsible (por ejemplo, el traslado en la última década del centro neurálgico del narcotráfico de Colombia a México), puede legítimamente requerir de mayores ingresos para dar un salto cuantitativo en su equipamiento de seguridad. El problema de Costa Rica es que es tanto el desorden, tanto el desperdicio resultante, que ni siquiera sabemos, con los impuestos que se recauda, para qué alcanza la plata. Muchos estarán tentados a decir que tenemos la respuesta a la vista, que no alcanza para nada. No es cierto. Alcanza para un desperdicio descomunal. Eliminemos el desperdicio, y veamos luego para cuáles de las prioridades del estado costarricense alcanza. Luego podremos discutir más serenamente para qué será necesario subir impuestos.
Mientras menos de 5 céntimos de cada colón que pagamos en impuestos sea destinado a inversión pública (y los otros 95 céntimos se vayan a pagar salarios, pensiones, convenciones colectivas, y amortización e intereses de la deuda), nada ganamos subiendo los impuestos. Ninguna empresa, institución pública, organización sin fines de lucro ni ministerio puede justificar su existencia si para producir lo que de ella se espera se debe de gastar el 95% de sus ingresos en el personal que va a administrar el otro 5% de los ingresos. Ni siquiera entidades intensivas en capital humano como el Ministerio de Educación o el de Seguridad.
He de empezar reconociendo que me gustó la actitud de don Tijerino. Dijo, en sus palabras, que él no iba a usar la falta de recursos como excusa para no hacer, porque al aceptar el cargo sabía con lo que se iba a encontrar. Y ya solo esa afirmación lo separa de otro motón de calienta sillas que para justificar su propia inoperancia blanden la excusa de la falta de recursos. Sin embargo, ni bien terminó Mr. Scissorhands de decir lo anterior, y ya estaba cantando la balada del Ministro de Hacienda, chantajeando al ciudadano con el cuento de que sin más impuestos no es posible renovar el equipo de nuestras fuerzas policiales.
Daba como ejemplo el Ministro el hecho de que Panamá está comprando 6 barcos de 175 pies de eslora con lo último en tecnología para reforzar la vigilancia de sus costas y combatir el narcotráfico, mientras que el servicio de guardacostas de Costa Rica tiene una flotilla de 26 embarcaciones, todas de diferentes tamaños e incautadas al narcotráfico (y la mayoría no pasan de ser pangas con motor fuera de borda), y que solo alcanza la plata para mantener en buen estado a 12 de ellas. Decía entonces don José María que si no nos damos a la tarea de renovar nuestra flota, el tránsito de las drogas que hasta ahora avitualla en Panamá se va a empezar venir a Costa Rica, ya que nuestro vecino del sur prácticamente va a blindar sus mares. Hasta ahí todo iba bien. Entonces se dejó decir, como corolario, que es absolutamente necesario aprobar nuevos impuestos para poder renovar la flotilla de nuestro servicio de guardacostas. FALSO. Es como que el Ministro de Educación dijera que sólo se puede abrir nuevas escuelas cuando se aprueban nuevos impuestos.
Ninguna empresa, institución pública, organización sin fines de lucro ni ministerio bien manejado y con una visión clara de lo que es su misión puede hacer depender la mejora o sustitución de sus activos productivos de un ingreso extraordinario, eventual e incierto. Si yo produzco papas tostadas, tengo que tener un programa bien definido para ir sustituyendo peladoras, rebanadoras, freidoras y empacadoras conforme van llegando al final de su vida útil, con los ingresos que me deja la venta de las papitas. No puede mi negocio sobrevivir si mi política es renovar los equipos cada vez que me pegue la lotería. Que es básicamente lo que está diciendo don José María.
No es culpa del actual Ministro que durante años, décadas y varias administraciones nadie haya planificado el crecimiento de la flotilla de guardacostas, o ni siquiera el mantenimiento de la existente. Pero eso no hace que su afirmación acerca de la necesidad de aprobar nuevos impuestos sea correcta. Lo que hace falta es planificar el trabajo del Ministerio, definir las prioridades, y con base en ello reestructurar el gasto para asegurarse de cubrir las necesidades. De paso eliminar toda la grasita que le sobra a cualquier institución estatal alrededor de la cintura, y dejar de gastar la plata en yeguadas que nada tienen que ver con el cometido y la razón de ser de la institución.
Repito, la creación de nuevas escuelas, la ampliación de hospitales existentes o la construcción de nuevos hospitales, el equipamiento de nuestras fuerzas de seguridad, la construcción de cárceles, etc. NUNCA puede depender de ingresos extraordinarios como los que pueden o no resultar de un nuevo paquete de impuestos. Son asuntos que van al corazón de la función estatal, cosas absolutamente previsibles y planificables, y como tales deben de ser contempladas en los presupuestos ordinarios de las instituciones.
¿Para qué entonces sirven los nuevos impuestos? Vale la pregunta. Un Estado que de pronto enfrenta una nueva situación que en condiciones normales no era previsible (por ejemplo, el traslado en la última década del centro neurálgico del narcotráfico de Colombia a México), puede legítimamente requerir de mayores ingresos para dar un salto cuantitativo en su equipamiento de seguridad. El problema de Costa Rica es que es tanto el desorden, tanto el desperdicio resultante, que ni siquiera sabemos, con los impuestos que se recauda, para qué alcanza la plata. Muchos estarán tentados a decir que tenemos la respuesta a la vista, que no alcanza para nada. No es cierto. Alcanza para un desperdicio descomunal. Eliminemos el desperdicio, y veamos luego para cuáles de las prioridades del estado costarricense alcanza. Luego podremos discutir más serenamente para qué será necesario subir impuestos.
Mientras menos de 5 céntimos de cada colón que pagamos en impuestos sea destinado a inversión pública (y los otros 95 céntimos se vayan a pagar salarios, pensiones, convenciones colectivas, y amortización e intereses de la deuda), nada ganamos subiendo los impuestos. Ninguna empresa, institución pública, organización sin fines de lucro ni ministerio puede justificar su existencia si para producir lo que de ella se espera se debe de gastar el 95% de sus ingresos en el personal que va a administrar el otro 5% de los ingresos. Ni siquiera entidades intensivas en capital humano como el Ministerio de Educación o el de Seguridad.
Ah, ¿pero quién se atreve a ponerle el cascabel al gato?
ResponderBorrarEn este gobierno, donde la firmeza no se logra ni con Viagra, evidentemente nadie.
ResponderBorrarEn este gobierno, el anterior, el que vendra... aca entre nos y con todo respeto Dean el que tenga los huevos bien puestos para intentarlo sera sacrificado x todos los demas que estan comodos "con la forma que las cosas siempre han Funcionado"!!!....
ResponderBorrarPues sí, habría que hacer otra revolución...
ResponderBorrarPunto para Andrés.
ResponderBorrarTerox, convocate una por Twitter...
Un egipto caribeño??!
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