Este artículo lo publiqué por primera vez el 9 de agosto de 2009, hace casi 6 años. Por su recobrada vigencia, lo vuelvo a subir el día de hoy, 13 de abril de 2015, sin más modificación que esta advertencia. Espero que lo disfruten.
240 horas no las dedica un Ministerio a soldar en un puente una pinche pletina de 8 metros de largo por 15 centímetros de ancho ni a propósito, con todos los empleados dedicándose concienzudamente a perderlas una tras otra. Esa cantidad de horas no las pierde ninguna autoridad de carreteras del mundo – ni siquiera del tercer mundo - excepto la de Costa Rica. Porque digan lo que digan viajeros y transportistas con muy poco sentido del humor y muy pocas ganas de aventura, para cerrar la principal carretera del país cuatro fines de semana por una maldita pletina hay que valer. Hay que tener hábito, entrenamiento, práctica, qué sé yo. Tener juego de muñeca, afición, vocación. Dedicar cuatro fines de semana a soldar una simple pletina y que no sea un hecho aislado y a lo tonto, un suceso casual y anecdótico, sino una fase más de la reconversión de la Autopista General Cañas en una perfecta casa de putas, en una curiosidad internacional sólo comparable al teatro de segunda que pasa por cultura en Costa Rica y al número de la trompeta y la cabra, es necesaria una larga experiencia previa, unos empleados duchos en el arte de tocarse los huevos, unos ingenieros y capataces con más jeta que un oso hormiguero, un personal de proveeduría que siempre parezca desayunar vinagre, unos sindicatos lo bastante abyectos para presionar sólo en interés de su nómina y nunca del usuario, unos jefes despojados del menor rastro de vergüenza, una red informática con más agujeros que el cuerpo de una manifestante iraní, una compañía constructora que se ha convertido en el hazmerreír del programa Mega Construcciones de Discovery Channel, un organismo estatal llamado CONAVI que sea el colmo del caos y la ineficiencia, y un Ministerio de Obras Públicas y Transportes incapaz de prever y de ordenar, donde, como siempre, desde la Ministra de turno hasta el último Jefe de Departamento, o lo que carajo sean, nadie tenga la menor culpa de nada, nadie esté dispuesto a asumir la mínima responsabilidad, y todos ignoren, contumaces, que las palabras dimisión y cese vienen con todas sus letras en el diccionario de la RAE.
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240 horas no las dedica un Ministerio a soldar en un puente una pinche pletina de 8 metros de largo por 15 centímetros de ancho ni a propósito, con todos los empleados dedicándose concienzudamente a perderlas una tras otra. Esa cantidad de horas no las pierde ninguna autoridad de carreteras del mundo – ni siquiera del tercer mundo - excepto la de Costa Rica. Porque digan lo que digan viajeros y transportistas con muy poco sentido del humor y muy pocas ganas de aventura, para cerrar la principal carretera del país cuatro fines de semana por una maldita pletina hay que valer. Hay que tener hábito, entrenamiento, práctica, qué sé yo. Tener juego de muñeca, afición, vocación. Dedicar cuatro fines de semana a soldar una simple pletina y que no sea un hecho aislado y a lo tonto, un suceso casual y anecdótico, sino una fase más de la reconversión de la Autopista General Cañas en una perfecta casa de putas, en una curiosidad internacional sólo comparable al teatro de segunda que pasa por cultura en Costa Rica y al número de la trompeta y la cabra, es necesaria una larga experiencia previa, unos empleados duchos en el arte de tocarse los huevos, unos ingenieros y capataces con más jeta que un oso hormiguero, un personal de proveeduría que siempre parezca desayunar vinagre, unos sindicatos lo bastante abyectos para presionar sólo en interés de su nómina y nunca del usuario, unos jefes despojados del menor rastro de vergüenza, una red informática con más agujeros que el cuerpo de una manifestante iraní, una compañía constructora que se ha convertido en el hazmerreír del programa Mega Construcciones de Discovery Channel, un organismo estatal llamado CONAVI que sea el colmo del caos y la ineficiencia, y un Ministerio de Obras Públicas y Transportes incapaz de prever y de ordenar, donde, como siempre, desde la Ministra de turno hasta el último Jefe de Departamento, o lo que carajo sean, nadie tenga la menor culpa de nada, nadie esté dispuesto a asumir la mínima responsabilidad, y todos ignoren, contumaces, que las palabras dimisión y cese vienen con todas sus letras en el diccionario de la RAE.
Foto tomada de nacion.com
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