martes, 19 de julio de 2005

La máquina asesina

La semana pasada viví un evento tan traumático, que no fue sino hasta hoy que pude sentarme a escribir sobre él. Intenté pasar por una calle que acostumbro tomar para dirigirme a mi oficina, pero la calle estaba cerrada. A la distancia pude observar a la máquina asesina y los peones que alegremente la ayudaban.

En esa calle había un hueco. No era un hueco cualquiera, era mi huequito. A ese huequito yo lo ví nacer, cuando el sentido de circulación en esa avenida todavía era oeste-este, hace más de quince años. Durante varios años, tres veces por semana tenía yo la suerte de pasar por ahí y saludar a mi huequito. A ese huequito yo lo vi crecer, y me encariñé con él. Otros conductores pasaban insultándolo, y mi huequito les escupía de esa agua café que en época lluviosa le llenaba su pancita. A veces les hacía alguna travesura, como robarles un piñoncito o reventarles una llanta. Pero no a mi. Conmigo siempre fue respetuoso, porque yo pasaba saludándolo. El tiempo pasó volando, y mi huequito llegó a la edad madura. Entonces, a mi huequito lo vi reproducirse. Se veía tan contento rodeado de sus tres retoñitos, redonditos y siempre sonrientes.

Una vez llegó la máquina asesina y enterró a mi huequito con sus pequeños. Dichosamente, se trató de un trabajo mal hecho, y mi huequito volvió a surgir. A sus pequeños, sin embargo, no los volví a ver. La soledad no le vino bien a mi huequito, que en los últimos años sufría de una obesidad incapacitante. Eran cada día más los conductores que pasaban ofendiendo a mi amigo, y poco o nada lo que yo pude hacer por él. Pero era mi amigo, y por eso me dolió ver que una vez más lo enterraban en vida. Dice la canción que cuando un amigo se va, queda un espacio vacío. En este caso, tristemente, quedó un espacio relleno. Ni una cruz, ni una lápida, nada que marque el lugar donde descansa mi amigo el huequito.

En la vida del conductor promedio de Costa Rica, son muchos los huecos que llega a conocer. Es imposible no encariñarse con ellos. Algunos nos recuerdan un romance pasado, otros nos recuerdan rutas y rutinas que acostumbrábamos usar; otros más, lugares y personas que solíamos visitar. Los carros de los más experimentados ya manejan en piloto automático, zigzagueando para evitar golpear a los huecos conocidos. No puede uno más que sentir nostalgia al ver desaparecer a alguien que lo ha acompañado durante tantos años.

Yo le agradezco a Dios que mi mamá vive en una calle poco transitada, porque la probabilidad de que lleguen a tapar los pozos que han crecido en esa calle es remota. Y cada vez que la visito, mis amigos los huequitos me llenan de memorias agradables. Yo estaba ahí cuando llegó la cuadrilla del AyA y rompió toda la calle. Yo jugué durante semanas en la zanja con mis amigos, hasta que volvió la cuadrilla, puso unas tuberías, y tapó el hueco de cien metros con tierra. Yo ví esa tierra lavarse con las primeras lluvias. También estuve ahí seis años después, cuando llegaron a asfaltar la zanja. Dichosamente fue otro trabajo mal hecho, porque a tres semanas de haber iniciado el invierno, la calle se volvió a llenar de huecos. Ahí me enseño mi papá a manejar, y si no hubieran estado mis amigos los huecos para apoyarme y vitorearme, nunca habría dominado la principal destreza que necesita todo conductor en Costa Rica: dar un golpe brusco de manivela sin perder el control del carro.

Hoy, para dicha de mi psicólogo, tuve una experiencia que me llenó de fe nuevamente en la raza humana. Al pasar por la Avenida San Martín, unos 300 metros al oeste de la Bomba La Castellana, me topé de frente con un viejo amigo. Le ví rebosante y muy feliz, estaba acompañado de un par de gemelitos recién nacidos, con caras de angelitos. Espero que esta vez no venga la máquina asesina a matar las ilusiones de este viejo amigo.

7 comentarios:

  1. Hay que estar agradecidos con el estado de que esos amigos tuyos, nunca los extraña uno por mucho tiempo. Es más fácil perder un gato.

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  2. Dean! Siempre he dicho que la vida es tan buena o tan mala, dependiendo del ojo que la mire.

    Si te sirve de consuelo, así a como los que concluyen sus etapas y esperan la muerte para descanzar, existen huequitos esperando estas máquinas que les hagan descanzar.

    Habrán algunos, que como los que luchan por sus vidas, se comparan a aquellos que sacan la lucha para retornar con nuevas fuerzas.

    Vas a ver, que como las amistades, algunos se marcharan, y efimeramente los conoceras, algunos perdurarán, pero nada! será eterno.

    Un saludo enorme ;)

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  3. Me recordaste una canción de león Gieco que dice: "soy sólo soy un pobre agujero... Hace ya tiempo guardo hojas del invierno y revivo a veces a algún sapo sediento... Ni siquiera soy el de una guitarra ni vendrán los arqueólogos en busca de un hueso, soy sólo soy un pobre agujero... para el arregla calles quizás no molesto, sólo tengo adentro soy un pobre agujero"

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  4. Dean, en serio: te recomiendo que intentes publicar este artículo en algún periódico. Me parece que cuentas con todo el arsenal crítico para hacer temblar los cimientos gubernamentales. // Es una lástima que clausuraran huecos.com , allí muy probablemente habrías encontrado sonriendo a tu querido amigo, la nueva mascota de grandes y chicos: Huequín (iba a proponer "huecazo" pero creo que es una mala palabra en Costa Rica, no?)

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  5. Dean, no sabés la de carcajadas que obtuviste de mi con este "post". Me imagino que simpatizarías de inmediato con la horadación vial que hay frente a mi negocio.

    El agujero en cuestión es todo un sobreviviente. Mas o menos cada dos o tres meses los eficientes empleados municipales lo obligan a desaparecer. Lo que pasa es que en casi tres años de remiendos nunca (aun a mis insistentes instancias) se han dignado reparar una fuga de agua subyacente, razón por la que nuestro amigo en bajorrelieve vuelve siempre a surgir, cual fenix, de entre sus propios restos.

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  6. Horror de horrores. Hoy andaba haciendo unas vueltas y pasé a saludar a mi amigo, el hueco que vive 300 al oeste de La Castellana. ¡Lo asesinaron! ¡Junto con sus hermosos retoñitos! Esta gente de la Municipalidad de San José y su máquina asesina no tienen conciencia. Parece, además, que están leyendo La Suiza Centroamericana, porque taparon estos huecos de los que me quejé, pero otros dos huecos (más bien pozos petrolíferos) que viven 100 metros al este de allí (o sea, 200 al oeste de La Castellana) siguen felices y campantes en su lugar. Tal vez es porque esos no son mis amigos ;-D

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  7. !!!!!Me has hecho reír como no tenés una idea!!!!!
    Fijo que hay que aprender a vivir con ellos, y así, ¿quién no se encariña?

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