domingo, 3 de julio de 2005

Lo cortés no quita lo valiente

Lo vulgar, sí.

¡Qué tristeza da ver la clase de gente que llega hoy a la Asamblea Legislativa! En la actual legislatura tenemos de todo, desde escaladores de monumentos públicos y apoyadores de movimientos sediciosos, hasta cadáveres resucitados, retrógradas anacronistas, y pachucos groseros y vulgares.

De este último grupito (los PGV), la principal exponente es, sin lugar a dudas, la diputada Gloria Valerín. La verdad, me dan ganas de no volver a ver los telenoticiarios ni escuchar los radionoticieros para evitarme el asco que siento al escucharla. No se si criticar a esos medios por lo que pareciera una fascinación morbosa con la chabacanería, o si más bien agradecerles el favor que nos hacen al ventilar y exponer su vulgaridad (y permitirnos así ver quién es quién).

Gloria Valerín es una diputada independiente, no es una “yeswoman” que acepte la línea de partido fácilmente. Eso, ante la descomposición de los partidos hoy en día, es algo definitivamente positivo. Lo lamentable es que sustituya la línea de partido con la vulgaridad, que confunda independencia con grosería. Dean CóRnito no es ningún puritano, todo lo contrario. En su vida privada tiende a usar a menudo lenguaje que su padre usualmente reprobaría. La diferencia está en saber ponerse a la altura de, y respetar, el foro en que uno habla. No se trata de mojigatería.

Cuando Gloria Valerín dice que los demás diputados están molestos con ella porque ella “dice la verdad” (ver entrevista en La Nación del sábado 2 de julio haciendo click aquí), nos cuesta mucho creerle. A mis lectores les consta que no soy ningún defensor de los diputados, mucho menos del actual Presidente Legislativo, hacia quien doña Gloria enfila sus sapos y culebras en esta ocasión. Pero cuando una persona que salió de las entrañas de la izquierda más radical para instalarse cómodamente en el gobierno de Miguel Ángel Rodríguez Echeverría (¿recuerda alguien que a don Miguel Ángel se le “acusaba” de neoliberal?), período durante el cual nunca dijo esta boca es mía en materia ideológica, aprovechando esa plataforma para alcanzar una diputación y luego llegar a la Asamblea a destapar el rojillo que escondió durante los años previos, no podemos creerle que en su boca habite la verdad. Menos aún cuando para expresarse recurre a la vulgaridad y a la chabacanería para enmascarar una evidente falta de argumentos sólidos.

No tiene empacho doña Gloria en reconocer su vulgaridad. Cuando la periodista de La Nación le pregunta si “usó calificativos fuertes en el plenario para dirigirse al Presidente del Congreso”, al menos no lo niega, sino que responde como niña de 5 años buscando una excusa ante sus papás: “Es que él ...”. El resto de la respuesta es irrelevante.

Más adelante en la misma entrevista nos vuelve a demostrar que no sólo es una ordinaria de baja calaña, sino que se enorgullece de ello:
“¿Consideraría usted cambiar su actitud, bajar el tono, ser más comedida?
No, no, no, no, no. Yo no he hecho nada, no tengo nada de que arrepentirme.”
No ha hecho nada. Nada bueno, tal vez. Porque desde que se sentó en su silla de diputada le ha sobrado el tiempo para faltarle el respeto a la ciudadanía, a la investidura del Presidente de la Asamblea Legislativa, a la Asamblea Legislativa misma, a la Sala Constitucional, y a todos quienes no pensamos como ella. No tiene nada de qué arrepentirse, porque ser pachuca es su naturaleza.

Lo bueno de la entrevista es que concluyó con su afirmación de que no tiene intenciones de seguir en la política. Suficiente daño le ha hecho ya al país, a la Asamblea Legislativa, a su partido, y a las mujeres decentes que pretenden demostrar que – dada la oportunidad – pueden ser mejores de lo que hemos sido los hombres hasta ahora.

Doña Gloria, hágase un favor, y reconsidere la respuesta que dio a La Nación. ¿No cree que si fuera más comedida sus palabras tendrían mejor eco? Lo cortés no quita lo valiente. Lo vulgar, sí.

6 comentarios:

  1. La cáscara de echarle la culpa a los demás de su mal ambiente... como si ella solita no se bastara para generarlo.

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  2. En esta le doy la razón a Klever. Creo que en materia de igualdad de derechos (sean de raza, género, etc.) lo que hay que garantizar es igualdad de oportunidades, no de resultados. La Ley de igualdad real de Costa Rica únicamente ha servido para que los partidos tengan que sacarse de la manga gentuza como la Valerín y Daisy Serrano simplemente para cumplir con cuotas femeninas. Es decir, están donde están por ser mujeres, y no por tener las cualidades necesarias. Creo que hay que elegir a la mejor gente, sin importar si son hombres o mujeres, blancos, negros o chinos, católicos o cristianos no católicos, etc.

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  3. Y para contestarle a Klever, creo que hay que adoptar la elección directa de diputados (no de listas cerradas), y parafraseando a Shanlucid, elevar los requisitos de educación y experiencia.

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  4. Jajajaja. Buena la pregunta, la verdad es que todos deberíamos de hacérnosla antes de hablar. Por mi parte, por ahora no, gracias. Y Klever, ¿cómo responde a su propia pregunta?

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  5. Yo paso. Primero no quiero que me arranquen la piel en La Suiza por mi dizque labor legislativa y segundo porque mis actuales labores impiden que otros lugares de América o locales reclamen el concurso de mis humildes esfuerzos.

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  6. Sole, en Ls Suiza sólo despellejamos a las bestias; vos no tenés nada de qué preocuparte. Con la gente inteligente podemos discutir civilizadamente.

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