El Estado Costarricense ha muerto. Sus familiares, amigos y colaboradores anuncian tan lamentable noticia al público en general. Su cuerpo yace en todos los huecos de las calles y los abotagados servicios de emergencias de todos los hospitales del país. Sus funerales se efectuarán en el Estadio Nacional el próximo 8 de mayo del 2006. Por disposiciones de la SETENA, se ruega no enviar ofrendas florales.
Durante sus años mozos, el Estado Costarricense fue un impulsor de la actividad económica interna y de la integración a la economía mundial. Pocos años después de la independencia, el país ya recibía una importante inyección de divisas por concepto de las exportaciones del café. También se distinguió el Estado Costarricense en esta etapa de su vida por el impulso brindado a la educación, habiendo declarando obligatoria, universal y gratuita la educación primaria desde el siglo XIX.
Al alcanzar su madurez, el Estado Costarricense llegó a desplegar sus mayores niveles de actividad. En estos productivos años, el Estado Costarricense estableció las bases para el nacimiento de una clase media que llegó a dominar el panorama socio-económico nacional. Se promulgó el Código Laboral, que vino a consagrar los derechos de los trabajadores. En unos pocos años se creó la Universidad de Costa Rica, la Caja Costarricense del Seguro Social, el Instituto Costarricense de Electricidad, y se nacionalizó la banca que estaba por ese entonces al servicio exclusivo de la oligarquía imperante. Además se abolió el ejército, liberando recursos para ser destinados a actividades mucho más productivas. Con estas medidas se masificó el acceso a los servicios básicos (educación, salud) y al crédito (lo que permitió el nacimiento de una nueva clase empresarial no ligada a la oligarquía tradicional), al tiempo que el Estado dotaba al país de la tecnología e infraestructura productiva necesaria para elevar el nivel de vida de sus ciudadanos.
Sus éxitos de la juventud y edad adulta temprana llevaron al Estado Costarricense a creerse infalible y embarcarse en toda clase de actividades para las cuales no había desarrollado las habilidades necesarias ni había asegurado el financiamiento requerido. Durante su tercera edad, el Estado Costarricense llegó a sufrir de obesidad y esclerosis debilitante, provocadas por su propia glotonería sin límites y la impericia de sus médicos y asistentes.
En los últimos años su condición empeoró significativamente al complicarse el paciente con un severo caso de acefalía. Simultáneamente, la conducción de su necesaria atención médica fue de mal en peor. Durante tres años, su psiquiatra de cabecera, observando la obesidad sin precedentes de su paciente, recomendó incrementarle su ingesta calórica mediante la aprobación de un paquete tributario que tomaba los recursos de quienes menos tenían, e insistió en no matricular al Estado en un régimen de ejercicios que disminuyeran su hinchazón mediante un efectivo control del gasto público.
Su certificado de defunción confirma que la esclerosis llegó a ser sistémica, obstruyendo la totalidad de sus venas y arterias, de manera tal que únicamente fluía por sus ellas el 20% de la sangre original, y transportaban únicamente el 4% del oxígeno requerido para su subsistencia. Consecuentemente sus órganos y tejidos empezaron a decaer por la falta de oxígeno, mientras los médicos insistían en disminuir cada vez más el suministro de tan vital gas. Al momento de su muerte, la corrupción había invadido la totalidad de su cuerpo.
Paz a sus restos y resignación a los dolientes.
Durante sus años mozos, el Estado Costarricense fue un impulsor de la actividad económica interna y de la integración a la economía mundial. Pocos años después de la independencia, el país ya recibía una importante inyección de divisas por concepto de las exportaciones del café. También se distinguió el Estado Costarricense en esta etapa de su vida por el impulso brindado a la educación, habiendo declarando obligatoria, universal y gratuita la educación primaria desde el siglo XIX.
Al alcanzar su madurez, el Estado Costarricense llegó a desplegar sus mayores niveles de actividad. En estos productivos años, el Estado Costarricense estableció las bases para el nacimiento de una clase media que llegó a dominar el panorama socio-económico nacional. Se promulgó el Código Laboral, que vino a consagrar los derechos de los trabajadores. En unos pocos años se creó la Universidad de Costa Rica, la Caja Costarricense del Seguro Social, el Instituto Costarricense de Electricidad, y se nacionalizó la banca que estaba por ese entonces al servicio exclusivo de la oligarquía imperante. Además se abolió el ejército, liberando recursos para ser destinados a actividades mucho más productivas. Con estas medidas se masificó el acceso a los servicios básicos (educación, salud) y al crédito (lo que permitió el nacimiento de una nueva clase empresarial no ligada a la oligarquía tradicional), al tiempo que el Estado dotaba al país de la tecnología e infraestructura productiva necesaria para elevar el nivel de vida de sus ciudadanos.
Sus éxitos de la juventud y edad adulta temprana llevaron al Estado Costarricense a creerse infalible y embarcarse en toda clase de actividades para las cuales no había desarrollado las habilidades necesarias ni había asegurado el financiamiento requerido. Durante su tercera edad, el Estado Costarricense llegó a sufrir de obesidad y esclerosis debilitante, provocadas por su propia glotonería sin límites y la impericia de sus médicos y asistentes.
En los últimos años su condición empeoró significativamente al complicarse el paciente con un severo caso de acefalía. Simultáneamente, la conducción de su necesaria atención médica fue de mal en peor. Durante tres años, su psiquiatra de cabecera, observando la obesidad sin precedentes de su paciente, recomendó incrementarle su ingesta calórica mediante la aprobación de un paquete tributario que tomaba los recursos de quienes menos tenían, e insistió en no matricular al Estado en un régimen de ejercicios que disminuyeran su hinchazón mediante un efectivo control del gasto público.
Su certificado de defunción confirma que la esclerosis llegó a ser sistémica, obstruyendo la totalidad de sus venas y arterias, de manera tal que únicamente fluía por sus ellas el 20% de la sangre original, y transportaban únicamente el 4% del oxígeno requerido para su subsistencia. Consecuentemente sus órganos y tejidos empezaron a decaer por la falta de oxígeno, mientras los médicos insistían en disminuir cada vez más el suministro de tan vital gas. Al momento de su muerte, la corrupción había invadido la totalidad de su cuerpo.
Paz a sus restos y resignación a los dolientes.
Sniff, sniff... Yo lo quería tanto! Pero ya lo veíamos venir y estábamos un poco resignados. Sniff, sniff...
ResponderBorrarY ahora qué vamos a hacer sin él?
El presupuesto asignado el próximo año para vías de comunicación, nuevas edificaciones, compra de terrenos y maquinaria, entre otros, apenas alcanza un 4% del plan total, excluida la amortización.Para este rubro, conocido como gastos de capital, se asignan cerca de ¢79.000 millones.
ResponderBorrarEl monto es menor al incluido en el plan de gastos del 2005, que fue de ¢121.000 millones
Insisto, y así quieren un tlc, con ese nivel ridículo de competitividad del estado, y la nula inversión en infraestructura y desarrollo.
muy preocupante, lo peor de todo es que si el próximo nivel es "la vida eterna", más bien se ve venir como un doloroso purgatorio.
excelente biografía dean.
No me deja de bailar el cerebelo a ritmo de: "No estaba muerto, andaba de parranda", ya que a este tipo de cadáver le da por la resurrección política. // Tampoco se me va la risa al releer el diagnóstico evolutivo de la enfermedad que le aquejó: "su condición empeoró significativamente al complicarse el paciente con un severo caso de acefalía".
ResponderBorrarSigo con mi política de que lo último que se pierde es la fe, no te creo que haya muerto!
ResponderBorrarVos y yo, y todos los que se unan podemos hacerle un RCP
Al responsable, mínimo homicidio agravado, por premeditación y alevosía y violación al deber de auxilio.
ResponderBorrarXtian, diste en el clavo; esa frase que citaste del reportaje de La Nación es exactamente la que me inspiró a escribir este Obituario. El 20% de sangre es el 20% del presupuesto que no se va a salarios ni intereses. El 4% de oxígeno es lo que se va a invertir en infraestructura, etc. Ahora, que con respecto al TLC, te diré que tal vez muchos lo queremos para tener oportunidades de sobrevivir (económicamente hablando) a pesar del Estado y no gracias a él.
ResponderBorrarBeto, por ahí anda la carambada: ¿valdrá la pena seguir poniéndole parches y remiendos, o mejor borrón y cuenta nueva? Esa es exactamente la reflexión que quería provocar. Por eso también mi post siguiente, el de Los signos vitales del muerto.
A los demás, gracias por sus comentarios; la verdad es que es mejor reírse de nuestros problemas que echarnos a llorar.