A punta de no haber hecho prácticamente ninguna inversión en cuatro años, unido a un tímido pero encomiable esfuerzo por mejorar la recaudación en los últimos dos años, la Administración Pacheco ha mejorado significativamente la situación fiscal, en comparación con los desastrosos primeros dos años del cuatrienio. La excusa para detener la inversión pública ha sido reducir el déficit para controlar la inflación. La realidad nos demuestra que, en vez de controlar los precios, la inflación más bien se ha disparado en los últimos dos años. Como resultado de la poca o nula inversión pública, la infraestructura y la educación se han deteriorado de manera tangible, y el cuadro de salud pública se ha estropeado. Recordemos que el número de casos de dengue este año supera en casi 300% los del año pasado.
En el 2001, el déficit del sector público fue del 2.92% del PIB. En el peor de los años de la Administración Rodríguez, el déficit del sector público fue del 3.76%. En los primeros dos años del actual gobierno el déficit fue de 5.39% y 4.50% respectivamente. Para el 2003 el déficit bajó al 3.63%, y para este año se espera una nueva reducción. Sin embargo, la inflación más bien ha crecido. Y a cambio, todo lo demás se ha deteriorado.
La inflación, valga la aclaración, puede tener muchos orígenes, y el déficit fiscal es uno de ellos. Sin embargo, la inflación es un problema primordialmente monetario: cuando la cantidad de dinero crece más rápido que la producción, cada vez hay proporcionalmente más dinero para comprar cantidades proporcionalmente menores de bienes, y los precios tienden a subir. Puesto más simple: si en una economía ficticia existen únicamente 100 colones y 10 chunches, cada chunche alcanzará un precio de 10 colones. Pero si al año siguiente hay 120 colones y la cantidad de chunches crece a 11, ahora el chunche pasará a valer 10.91 colones (120 entre 11). Ergo inflación. Por ello, en una versión económica de “zapatero a tus zapatos”, la recomendación que dan los economistas modernos es que para atacar la inflación se deben de usar instrumentos monetarios, no fiscales. De manera que no sorprende que a pesar de la reducción del déficit, la inflación se haya salido de control.
El problema es que los instrumentos de política monetaria de que usualmente dispone el Banco Central para combatir la inflación, han dejado de servir por causa de una política cambiaria obsoleta y que contradice los objetivos de crecimiento económico y menor inflación. Este tema fue explicado en un artículo anterior, que recomiendo leer a quienes quieran profundizar un poco en él.
Combatir la inflación utilizando como instrumento una política fiscal restrictiva, presenta problemas por partida triple: no es eficaz, provoca estancamiento o contracción de la economía, y resulta en un deterioro de los indicadores sociales y en la competitividad de los productores. El Defensor Adjunto de los Habitantes, don Daniel Soley, lo ha expresado de una forma muy clara. Según un artículo de La Prensa Libre de hoy,
En la propuesta de Presupuesto Nacional para el 2006 que el actual desgobierno envió a la Asamblea Legislativa, iba un recorte de 2.500 millones de colones en el campo de la salud, con respecto a lo que el Ministerio de Salud había solicitado a Hacienda. Y a riesgo de cansar con el cuento, no olvidemos que el 2005 ha sido el peor año en la historia del dengue en nuestro país, y que para el 2006 no sólo es necesario reducir su incidencia, sino que el país debe de prepararse para impedir la entrada de la epidemia de la gripe aviaria. No se sabe a ciencia cierta si en el Presupuesto finalmente aprobado ayer, los diputados reasignaron los 2.500 millones a Salud; según el artículo mencionado de La Prensa Libre la Ministra dice que si, pero el Defensor adjunto cree que no. Tampoco sabemos cómo se compara el monto presupuestado para Salud en el 2006 (con y sin los 2.500 millones de colones) , con el monto efectivamente asignado en el 2005. Lo que si sabemos es que el presupuesto de este año fue a todas luces insuficiente.
En otras ocasiones lo hemos dicho, y no nos cansamos de repetirlo. El daño que el actual gobierno le ha hecho al país va mucho más allá del 8 de mayo del 2006. Nos tomará muchísimos años recuperar la infraestructura, la educación, los índices de salud, y el poder adquisitivo que hemos perdido en estos cuatro años. La miopía de don Abel Pacheco y su equipo es realmente sorprendente: a pesar del clamor popular, insistieron en recortar el gasto público a su nivel vegetativo; a pesar de la evidencia de los resultados en contrario, insistieron en usar la política fiscal para combatir la inflación. Y a pesar de que cada día resulta más evidente que el más inmediato problema del Estado costarricense es uno de gasto superfluo e ineficiente, insisten en crear nuevos impuestos (que también tienen un efecto inflacionario y contraccionario a la vez) en vez de corregir la situación del gasto. Lo más triste es cuánta gente, viendo el fracaso de las actuales políticas, sigue creyendo que la solución es darle más ingresos a nuestro – hoy por hoy – inepto Estado.
En el 2001, el déficit del sector público fue del 2.92% del PIB. En el peor de los años de la Administración Rodríguez, el déficit del sector público fue del 3.76%. En los primeros dos años del actual gobierno el déficit fue de 5.39% y 4.50% respectivamente. Para el 2003 el déficit bajó al 3.63%, y para este año se espera una nueva reducción. Sin embargo, la inflación más bien ha crecido. Y a cambio, todo lo demás se ha deteriorado.
La inflación, valga la aclaración, puede tener muchos orígenes, y el déficit fiscal es uno de ellos. Sin embargo, la inflación es un problema primordialmente monetario: cuando la cantidad de dinero crece más rápido que la producción, cada vez hay proporcionalmente más dinero para comprar cantidades proporcionalmente menores de bienes, y los precios tienden a subir. Puesto más simple: si en una economía ficticia existen únicamente 100 colones y 10 chunches, cada chunche alcanzará un precio de 10 colones. Pero si al año siguiente hay 120 colones y la cantidad de chunches crece a 11, ahora el chunche pasará a valer 10.91 colones (120 entre 11). Ergo inflación. Por ello, en una versión económica de “zapatero a tus zapatos”, la recomendación que dan los economistas modernos es que para atacar la inflación se deben de usar instrumentos monetarios, no fiscales. De manera que no sorprende que a pesar de la reducción del déficit, la inflación se haya salido de control.
El problema es que los instrumentos de política monetaria de que usualmente dispone el Banco Central para combatir la inflación, han dejado de servir por causa de una política cambiaria obsoleta y que contradice los objetivos de crecimiento económico y menor inflación. Este tema fue explicado en un artículo anterior, que recomiendo leer a quienes quieran profundizar un poco en él.
Combatir la inflación utilizando como instrumento una política fiscal restrictiva, presenta problemas por partida triple: no es eficaz, provoca estancamiento o contracción de la economía, y resulta en un deterioro de los indicadores sociales y en la competitividad de los productores. El Defensor Adjunto de los Habitantes, don Daniel Soley, lo ha expresado de una forma muy clara. Según un artículo de La Prensa Libre de hoy,
Soley manifestó que la acción del gobierno en reducir o limitar el uso de las asignaciones presupuestarias a los campos prioritarios de desarrollo social, como es el caso de la salud, con el propósito de sanear las finanzas públicas o bajar el ritmo inflacionario constituye un error grave que incide en el progreso mismo de la sociedad, y la realización efectiva de los derechos humanos de los y las habitantes.El mensaje de este artículo, y la razón por la cual compliqué con tanta explicación económica las muy claras palabras de este señor Soley, es que la supuesta dicotomía entre salud e inflación no existe, como tampoco existe entre infraestructura e inflación ni entre educación e inflación. No es cierto que tenemos que escoger entre tener menor inflación o mejores condiciones de salud, como se deduce de las políticas del actual gobierno. La realidad nos ha demostrado que las erradas políticas gubernamentales más bien han producido mayor inflación a la vez que – gracias a la falta de inversión social – se nos descalabró la salud, la educación, la infraestructura, y quién sabe cuántas cosas más. Si este gobierno hubiera hecho algo para combatir la inflación desde las políticas cambiaria y monetaria, no hubiera sido necesario reducir la inversión social, y hoy tendríamos una inflación más razonable, y una calidad de vida significativamente mejor.
En la propuesta de Presupuesto Nacional para el 2006 que el actual desgobierno envió a la Asamblea Legislativa, iba un recorte de 2.500 millones de colones en el campo de la salud, con respecto a lo que el Ministerio de Salud había solicitado a Hacienda. Y a riesgo de cansar con el cuento, no olvidemos que el 2005 ha sido el peor año en la historia del dengue en nuestro país, y que para el 2006 no sólo es necesario reducir su incidencia, sino que el país debe de prepararse para impedir la entrada de la epidemia de la gripe aviaria. No se sabe a ciencia cierta si en el Presupuesto finalmente aprobado ayer, los diputados reasignaron los 2.500 millones a Salud; según el artículo mencionado de La Prensa Libre la Ministra dice que si, pero el Defensor adjunto cree que no. Tampoco sabemos cómo se compara el monto presupuestado para Salud en el 2006 (con y sin los 2.500 millones de colones) , con el monto efectivamente asignado en el 2005. Lo que si sabemos es que el presupuesto de este año fue a todas luces insuficiente.
En otras ocasiones lo hemos dicho, y no nos cansamos de repetirlo. El daño que el actual gobierno le ha hecho al país va mucho más allá del 8 de mayo del 2006. Nos tomará muchísimos años recuperar la infraestructura, la educación, los índices de salud, y el poder adquisitivo que hemos perdido en estos cuatro años. La miopía de don Abel Pacheco y su equipo es realmente sorprendente: a pesar del clamor popular, insistieron en recortar el gasto público a su nivel vegetativo; a pesar de la evidencia de los resultados en contrario, insistieron en usar la política fiscal para combatir la inflación. Y a pesar de que cada día resulta más evidente que el más inmediato problema del Estado costarricense es uno de gasto superfluo e ineficiente, insisten en crear nuevos impuestos (que también tienen un efecto inflacionario y contraccionario a la vez) en vez de corregir la situación del gasto. Lo más triste es cuánta gente, viendo el fracaso de las actuales políticas, sigue creyendo que la solución es darle más ingresos a nuestro – hoy por hoy – inepto Estado.