En defensa del TLC
Una nueva discusión con Shanlucid (ver comentarios de este artículo) me lleva a escribir estas líneas, no para explicar mi posición con respecto al TLC (lo apoyo, como ha sido evidente en varios artículos anteriores), sino para desvirtuar algunas de las críticas que se le hacen.
Una de las críticas que he escuchado y más me gusta (porque en el fondo estoy de acuerdo con ella), es la de que algunos bienes han sido excluidos del libre comercio y no debería de ser, y que para otros los plazos de desgravación (es decir, el número de años que pasarán hasta que dichos bienes ingresen libres de aranceles) son demasiado largos. Esta es la crítica típica de los libertarios y, por qué no, de los liberales. Del otro lado del espectro ideológico, existe una crítica similar pero opuesta: que no suficientes bienes fueron excluidos, y que los plazos de desgravación son demasiado cortos y llevarán a la ruina a los productores locales.
Para empezar, algunas definiciones. El libre comercio se trata de poder intercambiar bienes y servicios entre países, sin barreras de ninguna naturaleza, de manera que el consumidor tenga en su menú de opciones lo mejor que se ofrece en diversos lugares. Un tratado de libre comercio entre países persigue eliminar las barreras existentes entre ellos. Por lo general, las distintas realidades de los socios comerciales hacen que no todas las barreras puedan ser eliminadas de un solo tiro. Por eso, un tratado de libre comercio lo que hace es establecer las reglas mediante las cuales se podrá llegar algún día a tener un comercio más libre entre las partes. Esas reglas usualmente establecen el arancel original, el plazo que se tomará cada país para eliminarlo, y el mecanismo que utilizará cada país para eliminarlo.
Siendo puristas del comercio, la exclusión de algunos bienes de un TLC implica que el comercio no será totalmente libre. ¿Por qué habría Dean CóRnito de privarse de la posibilidad de comprar un bien X hecho en Estados Unidos de mejor calidad que el nacional? Los plazos de desgravación sumamente largos implican que tal vez Dean CóRnito esté ya viendo el zacate crecer desde las raíces cuando ciertos bienes finalmente se lleguen a comerciar libremente.
El argumento típico para defender esos plazos de desgravación es que las empresas nacionales necesitan tiempo para prepararse para la competencia. Por ejemplo, los productores artesanales de maíz en Costa Rica no pueden competir con los grandes consorcios maiceros de Illinois y Iowa que producen en grandísimas extensiones de terreno y con tecnología de avanzada.
Es cierto que los productores locales pueden necesitar tiempo para adaptarse pero, cómo determinar cuál plazo es razonable?. En mi humilde opinión, un productor que después de diez años de protección no puede enfrentar la competencia, nunca va a estar listo. Sin embargo, el TLC con Estados Unidos establece plazos de desgravación de hasta 20 años para algunos productos. Otros pocos estarán permanentemente excluidos del libre comercio.
¿Cómo es, entonces, que Dean CóRnito apoya el TLC? Dos razones: no se puede permitir que lo perfecto sea enemigo de lo bueno (y del progreso), y la política – en el buen sentido – es el arte de lo posible. Los que deseamos el libre comercio entendemos que un tratado “purista” tiene pocas probabilidades de ser aprobado. Hay grupos de poder que – nos guste o no – tienen demasiada influencia, y si para satisfacerlos es necesario aceptar un mundo donde 20 bienes no se comercian libremente, pues eso es mejor que uno en el que 475 no se comercian libremente. De hecho, incluso los usualmente puristas extremos del Movimiento Libertario lo han reconocido así, y apoyan el TLC aún con estas imperfecciones.
Veamos entonces las objeciones “iguales pero opuestas”, es decir, las de quienes creen que muchos bienes deben de ser excluidos del TLC. En este sentido, el TLC con los Estados Unidos es bastante favorable para Costa Rica. El siguiente análisis se refiere a la importación de productos gringos hacia nuestro país.
La inmensa mayoría de los insumos utilizados en la producción nacional que no se producen en Costa Rica (abonos, maquinaria agrícola e industrial, químicos, etc.) quedarán desgravados desde el momento de entrada en vigencia del Tratado. Por otro lado, los productos que mayores plazos de desgravación presentan son los agrícolas. Carnes (de res, pollo, cerdo) y leche y sus derivados tendrán plazos de desgravación de entre 15 y 20 años, con períodos de gracia (es decir, períodos en que el arancel inicial no empezará a disminuir) de entre 5 y 10 años. Vegetales, legumbres, verduras y frutas serán desgravadas paulatinamente a lo largo de 10 a 15 años. Las hortalizas harán lo mismo en un plazo de 20 años. Algunos productos que no ponen en peligro a pequeños productores, como carros, buses, camiones, cigarros y cerveza, también tienen plazos de desgravación altos (de 10 a 20 años), porque el impacto fiscal de desgravarlos es importante (también el fisco se tiene que preparar).
Además de los plazos de desgravación, Costa Rica mantiene una lista importante de productos con protecciones cuantitativas y cláusulas de salvaguardia. Las protecciones cuantitativas son límites a la cantidad máxima de producto que se puede importar de los Estados Unidos en un año cualquiera, aún pagando arancel. Las cláusulas de salvaguardia son el derecho que se reserva Costa Rica de aumentar los aranceles de importación de ciertos productos por encima de lo pactado en el TLC, cuando considera que el mercado local puede estar siendo inundado.
Entre los bienes que tienen protecciones cuantitativas y/o cláusulas de salvaguardia (en la mayoría de los casos tienen ambas), encontramos nuevamente productos de sectores vulnerables: leche y sus derivados, carnes, tomates, zanahorias, chile dulce, papas, frijoles, maíz blanco, arroz en granza, arroz pilado, aceites vegetales, y jarabe de maíz con alto contenido de fructosa. Las protecciones cuantitativas, en la mayoría de los casos, se mantendrán por 15 a 20 años, los mismos plazos de desgravación. La cebolla y la papa quedan con protecciones cuantitativas permanentes, es decir, quedan excluidas del libre comercio.
Por otra parte, las condiciones para los exportadores costarricenses son muy positivas. La inmensa mayoría de bienes ingresarán a Estados Unidos libres de aranceles desde la entrada en vigencia del TLC. Las exclusiones que negoció Estados Unidos son menos que las que logró Costa Rica. Una revisión minuciosa de la lista de bienes de Estados Unidos (son 450 páginas) nos permitió detectar cinco tipos de artículos que tendrán plazos de desgravación largos (versus más de 20 en la lista de Costa Rica): atún no en aceite (10 años), aceitunas (ni siquiera se producen en Costa Rica), algunos tipos de fibras de algodón (20 años, pero la abrumadora mayoría de productos de algodón entrarán sin aranceles desde el "año cero"), algunos tipos de tabaco (20 años, pero la inmensa mayoría entrarán sin aranceles desde el principio) y algunos tipos de calzado resistente a productos químicos corrosivos (que tampoco se hacen en Costa Rica).
Otro dato interesante es que los productos ticos con protecciones cuantitativas en los Estados Unidos entrarán sin aranceles (siempre que no se exceda el límite impuesto). Son: carne de res (14 años), leche y sus derivados (19 años), azúcar (permanente) y etanol (permanente). Los productos con cláusulas de salvaguardia son tres: algunos lácteos, maní, y algunos derivados del cacao.
De este análisis se puede concluir que los sectores productivos más vulnerables del país quedan bien protegidos con el TLC, y los beneficios para exportadores, importadores y consumidores son inmensos. No hay que olvidar que, al final de cuentas, el comercio internacional busca que los consumidores tengan a su disposición los mejores productos a los mejores precios, y que los bienes se produzcan de la manera más eficiente. Mantener protecciones de por vida a sectores ineficientes condena al consumidor a productos de inferior calidad a mayor precio. Más triste aún, permite utilizar los recursos productivos del país en actividades ineficientes. Las trabas al comercio internacional fomentan el desperdicio, un pecado capital para una nación con tanta pobreza como la nuestra.
Dado que la mayoría de los lectores de La Suiza Centroamericana no conocen a quien escribe estas líneas, quisiera hacer una especie de declaración de intereses. El autor de este blog es un profesional liberal que ejerce su profesión de manera independiente, brindando asesorías y consultorías a quien tenga a bien contratarlo. Este servidor no tiene ningún cliente cuyo negocio dependa o se pueda ver directamente beneficiado del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos, ni está involucrado en ningún proyecto que tenga que ver con el TLC ni con el comercio exterior en general. Además del ejercicio liberal de la profesión, tiene este servidor una empresa propia cuyo giro de negocios es estrictamente “doméstico” (anglicismo espantoso); no depende de importaciones ni de exportaciones, ni guarda relación alguna con los Estados Unidos ni con el comercio exterior.
ResponderBorrarEl autor de La Suiza Centroamericana entiende que el éxito de sus negocios depende de la salud de la economía nacional, y que cualquier política que la mejore le beneficiará indirectamente. En esa categoría cae el TLC, porque este autor está convencido de que el tratado traerá nueva inversión extranjera, generará nuevos empleos, mejorará el poder adquisitivo promedio del tico, y en esa medida sus potenciales clientes podrán comprar más de los bienes y servicios que ofrece.
Se agradece la aclaración.
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