Me alegró ver en la respuesta de Shanlucid que son más las cosas en que coincidimos que aquellas en las que discrepamos. No concuerdo con su pesimismo, que se refleja en su conclusión de que si bien hay soluciones para el país, las mismas son imposibles de implementar, y por lo tanto equipara imposibilidad con inexistencia. Y es aquí donde radica nuestra principal diferencia. Yo también soy una persona desilusionada “del sistema”, y eso me lleva a ser tan crítico como se evidencia en todos mis escritos. Pero creo que los cambios, si bien difíciles, son alcanzables. De otra manera, ni siquiera valdría la pena discutirlo.
Yo inicié mi artículo anterior afirmando que el país enfrenta problemas serios en prácticamente todos los ámbitos del discurrir nacional, pero que mi tesis es que el origen de todos los problemas radica en un sistema educativo diseñado para producir ciudadanos domesticados, sin opinión, sin capacidad crítico-analítica, lo cual a la vez facilita la labor de políticos mediocres y dificulta la puesta en acción de verdaderas soluciones.
Shanlucid riposta diciendo que si bien le parece una propuesta irrefutable e inteligente, él no cree que la educación por sí sola logre resultados en cuatro áreas que él considera “mínimo necesarias” para determinar si el país ha salido del atolladero: instituciones efectivas y carentes de corrupción, inversión importante en infraestructura, rendición de cuentas, y costo de la vida razonable. Y aquí, aunque él no lo haya creído inicialmente, estamos totalmente de acuerdo. Tener más personas bien educadas, con capacidad crítico-analítica, etc., no va a producir ni una mejor infraestructura, ni mejores instituciones, ni un menor costo de la vida. Pero mi tesis es que los cambios que requieren las instituciones para lograr las mejoras en infraestructura, inflación y responsabilidad política (reflejada en la rendición de cuentas) serían mucho más factibles si la ciudadanía fuera una verdadera masa pensante. Ello no quiere decir que para hacer las reformas que sugiere Shanlucid habría que esperarse 25 años después de la reforma educativa para lograr esa masa pensante. Estamos totalmente de acuerdo en que hay que hacer cambios, y hay que hacerlos ya, al mismo tiempo que se reforma la educación.
En lo que definitivamente no estoy de acuerdo es en su aseveración de que el desarrollo de la capacidad crítico-analítica y de la habilidad para formar opinión propia sea algo que no se enseña y que más bien “depende en mucho de la suerte”. Aclaro: si me remito a la frase tal como Shanlucid la redactó, tendría que estar de acuerdo con él: “la capacidad crítico-analítica y la opinión propia no se enseñan”. Lo que un buen sistema educativo hace es ayudar a desarrollar la capacidad crítico-analítica de los educandos, y fomentar en ellos la habilidad para formar opinión propia. Lo hace, por ejemplo, no limitando la enseñanza a una simple prueba de comprensión de lectura (o peor aún, a la repetición memorística de porciones del texto leído), sino fomentando el análisis profundo y la formulación de opiniones y críticas del estudiante al texto o al tema. Hay que abandonar la educación como la enseñanza de una “doctrina oficial”, más bien hay que fomentar que los estudiantes cuestionen lo que leen y lo que se les dice, que puedan cuestionar abierta pero respetuosamente a sus maestros, que puedan disentir con el requisito único de que para hacerlo sustenten su posición con argumentos sólidos.
Una masa de ciudadanos pensantes, críticos, analíticos, en resumen no domesticados, ayuda a fomentar el progreso del país de muchas formas, aunque como dice Shanlucid sean los menos quienes se lleguen a involucrar activamente en la política y en general, en la conducción de los destinos del país. Necesitamos gente con esas condiciones en todas las esferas de actividad. Maestros que no enseñen estupideces ni resentimientos sociales. Constructores que muestren respeto por la comunidad y por el medio ambiente. Abogados que no se presten para impedir el progreso de un juicio o de una licitación utilizando los más groseros recursos dilatorios. Funcionarios públicos que no desperdicien los recursos y el tiempo. Ciudadanos que sepan exigir, con respeto pero con firmeza, mejores servicios de las instituciones públicas y mejor representación de los políticos. Independientemente de lo que piensen los lectores sobre los Estados Unidos (¿el Gran Satán o su máxima aspiración?), la belleza del sistema gringo es que funciona muy bien (para la mayoría de los gringos, al menos) a pesar de que son muy pocos gringos los que votan, y menos aún los que participan activamente en la “cosa pública”. ¿Por qué? Porque saben muy bien cuáles son sus derechos, y cuando llegan a una oficina pública donde el trato es menos que cordial y el servicio es menos que eficiente, se levantan y le dicen al funcionario público: I am a taxpayer. I pay your salary. I demand more respect. Y el funcionario público inmediatamente reacciona y se deja de memeces. ¡Intenten eso la próxima vez que vayan a pagar planillas a la Caja, y me cuentan de qué color les dejaron el ojo!
Shanlucid plantea que “la solución para el país debería obedecer a un planteamiento integral de la nueva forma de organizar las instituciones, la nueva forma de elegir gobernantes, representantes, etc., la nueva forma de obligar a la rendición de cuentas y la nueva forma de verificar el gasto público.” De acuerdo. Sin embargo, ninguna reforma electoral será 100% efectiva mientras los votos se puedan comprar por unas cuantas latas de zinc o unos pocos sacos de cemento. Por eso necesitamos de la reforma educativa. Creo además – como sospecho que también Shanlucid cree – que con la dirigencia actual y una ciudadanía domesticada, corremos el riesgo de que las reformas de organización institucional que propongamos en estos momentos caigan en oídos sordos. Creo en alguna medida, aunque no de forma tan fatalista como Shanlucid, que el tico necesita pasar la crisis para aceptar los cambios. Creo que la crisis provocada por el “aireamiento” de la corrupción presenta una oportunidad de oro para las reformas en este campo, pero hay que saber aprovecharla.
Apoyo la iniciativa de exigir mayores grados académicos para ocupar cargos públicos. También creo que en cuanto a la elección de diputados, se deben de eliminar de una vez por todas las “listas cerradas”. Creo que es hora de definir distritos electorales con más o menos la misma cantidad de población en cada uno, y que los habitantes de cada distrito escojan sus representantes directamente. Creo que deberían de darse elecciones parlamentarias a mitad del período presidencial, y que los diputados (elegidos directamente por los habitantes de su distrito, no de una lista provincial cerrada) deberían de ser reelegibles. La mitad de los diputados se renovarían (o reeligirían) en las elecciones de medio período, y la otra mitad simultáneamente con la elección presidencial. No creo en un sistema parlamentario, como lo han propuesto algunos en Liberación Nacional, porque con el fraccionamiento actual de la Asamblea, no habría Primer Ministro ni Presidente que durara seis meses antes de caer víctima de un voto de desconfianza. El país necesita continuidad. En países políticamente más maduros, el sistema sigue funcionando a través de la incertidumbre política. No aquí. Creo que el período presidencial debería de ampliarse a cinco años, con posibilidad de reelección inmediata por otros tres. Así, un presidente bueno podrá dar continuidad a su obra, y uno no tan exitoso tendrá más tiempo antes de que arranque el siguiente torneo electoral para lograr avanzar su agenda.
Quisiera por último ver algunas propuestas específicas de Shanlucid y de cualquier otra persona que quiera entrar en el intercambio. Me parece que Shanlucid le ha dedicado más tiempo y cerebro que yo a estos temas electorales, políticos, institucionales, y quisiera conocer sus planteamientos. Me comprometo asimismo a preparar otro artículo, no necesariamente en respuesta a nadie, para hablar de los temas de infraestructura e inflación, otras dos de las cuatro aristas que planteó Shanlucid que se merecen un análisis serio, y a las cuales, por deformación profesional, le he dedicado alguillo más de tiempo.
Yo inicié mi artículo anterior afirmando que el país enfrenta problemas serios en prácticamente todos los ámbitos del discurrir nacional, pero que mi tesis es que el origen de todos los problemas radica en un sistema educativo diseñado para producir ciudadanos domesticados, sin opinión, sin capacidad crítico-analítica, lo cual a la vez facilita la labor de políticos mediocres y dificulta la puesta en acción de verdaderas soluciones.
Shanlucid riposta diciendo que si bien le parece una propuesta irrefutable e inteligente, él no cree que la educación por sí sola logre resultados en cuatro áreas que él considera “mínimo necesarias” para determinar si el país ha salido del atolladero: instituciones efectivas y carentes de corrupción, inversión importante en infraestructura, rendición de cuentas, y costo de la vida razonable. Y aquí, aunque él no lo haya creído inicialmente, estamos totalmente de acuerdo. Tener más personas bien educadas, con capacidad crítico-analítica, etc., no va a producir ni una mejor infraestructura, ni mejores instituciones, ni un menor costo de la vida. Pero mi tesis es que los cambios que requieren las instituciones para lograr las mejoras en infraestructura, inflación y responsabilidad política (reflejada en la rendición de cuentas) serían mucho más factibles si la ciudadanía fuera una verdadera masa pensante. Ello no quiere decir que para hacer las reformas que sugiere Shanlucid habría que esperarse 25 años después de la reforma educativa para lograr esa masa pensante. Estamos totalmente de acuerdo en que hay que hacer cambios, y hay que hacerlos ya, al mismo tiempo que se reforma la educación.
En lo que definitivamente no estoy de acuerdo es en su aseveración de que el desarrollo de la capacidad crítico-analítica y de la habilidad para formar opinión propia sea algo que no se enseña y que más bien “depende en mucho de la suerte”. Aclaro: si me remito a la frase tal como Shanlucid la redactó, tendría que estar de acuerdo con él: “la capacidad crítico-analítica y la opinión propia no se enseñan”. Lo que un buen sistema educativo hace es ayudar a desarrollar la capacidad crítico-analítica de los educandos, y fomentar en ellos la habilidad para formar opinión propia. Lo hace, por ejemplo, no limitando la enseñanza a una simple prueba de comprensión de lectura (o peor aún, a la repetición memorística de porciones del texto leído), sino fomentando el análisis profundo y la formulación de opiniones y críticas del estudiante al texto o al tema. Hay que abandonar la educación como la enseñanza de una “doctrina oficial”, más bien hay que fomentar que los estudiantes cuestionen lo que leen y lo que se les dice, que puedan cuestionar abierta pero respetuosamente a sus maestros, que puedan disentir con el requisito único de que para hacerlo sustenten su posición con argumentos sólidos.
Una masa de ciudadanos pensantes, críticos, analíticos, en resumen no domesticados, ayuda a fomentar el progreso del país de muchas formas, aunque como dice Shanlucid sean los menos quienes se lleguen a involucrar activamente en la política y en general, en la conducción de los destinos del país. Necesitamos gente con esas condiciones en todas las esferas de actividad. Maestros que no enseñen estupideces ni resentimientos sociales. Constructores que muestren respeto por la comunidad y por el medio ambiente. Abogados que no se presten para impedir el progreso de un juicio o de una licitación utilizando los más groseros recursos dilatorios. Funcionarios públicos que no desperdicien los recursos y el tiempo. Ciudadanos que sepan exigir, con respeto pero con firmeza, mejores servicios de las instituciones públicas y mejor representación de los políticos. Independientemente de lo que piensen los lectores sobre los Estados Unidos (¿el Gran Satán o su máxima aspiración?), la belleza del sistema gringo es que funciona muy bien (para la mayoría de los gringos, al menos) a pesar de que son muy pocos gringos los que votan, y menos aún los que participan activamente en la “cosa pública”. ¿Por qué? Porque saben muy bien cuáles son sus derechos, y cuando llegan a una oficina pública donde el trato es menos que cordial y el servicio es menos que eficiente, se levantan y le dicen al funcionario público: I am a taxpayer. I pay your salary. I demand more respect. Y el funcionario público inmediatamente reacciona y se deja de memeces. ¡Intenten eso la próxima vez que vayan a pagar planillas a la Caja, y me cuentan de qué color les dejaron el ojo!
Shanlucid plantea que “la solución para el país debería obedecer a un planteamiento integral de la nueva forma de organizar las instituciones, la nueva forma de elegir gobernantes, representantes, etc., la nueva forma de obligar a la rendición de cuentas y la nueva forma de verificar el gasto público.” De acuerdo. Sin embargo, ninguna reforma electoral será 100% efectiva mientras los votos se puedan comprar por unas cuantas latas de zinc o unos pocos sacos de cemento. Por eso necesitamos de la reforma educativa. Creo además – como sospecho que también Shanlucid cree – que con la dirigencia actual y una ciudadanía domesticada, corremos el riesgo de que las reformas de organización institucional que propongamos en estos momentos caigan en oídos sordos. Creo en alguna medida, aunque no de forma tan fatalista como Shanlucid, que el tico necesita pasar la crisis para aceptar los cambios. Creo que la crisis provocada por el “aireamiento” de la corrupción presenta una oportunidad de oro para las reformas en este campo, pero hay que saber aprovecharla.
Apoyo la iniciativa de exigir mayores grados académicos para ocupar cargos públicos. También creo que en cuanto a la elección de diputados, se deben de eliminar de una vez por todas las “listas cerradas”. Creo que es hora de definir distritos electorales con más o menos la misma cantidad de población en cada uno, y que los habitantes de cada distrito escojan sus representantes directamente. Creo que deberían de darse elecciones parlamentarias a mitad del período presidencial, y que los diputados (elegidos directamente por los habitantes de su distrito, no de una lista provincial cerrada) deberían de ser reelegibles. La mitad de los diputados se renovarían (o reeligirían) en las elecciones de medio período, y la otra mitad simultáneamente con la elección presidencial. No creo en un sistema parlamentario, como lo han propuesto algunos en Liberación Nacional, porque con el fraccionamiento actual de la Asamblea, no habría Primer Ministro ni Presidente que durara seis meses antes de caer víctima de un voto de desconfianza. El país necesita continuidad. En países políticamente más maduros, el sistema sigue funcionando a través de la incertidumbre política. No aquí. Creo que el período presidencial debería de ampliarse a cinco años, con posibilidad de reelección inmediata por otros tres. Así, un presidente bueno podrá dar continuidad a su obra, y uno no tan exitoso tendrá más tiempo antes de que arranque el siguiente torneo electoral para lograr avanzar su agenda.
Quisiera por último ver algunas propuestas específicas de Shanlucid y de cualquier otra persona que quiera entrar en el intercambio. Me parece que Shanlucid le ha dedicado más tiempo y cerebro que yo a estos temas electorales, políticos, institucionales, y quisiera conocer sus planteamientos. Me comprometo asimismo a preparar otro artículo, no necesariamente en respuesta a nadie, para hablar de los temas de infraestructura e inflación, otras dos de las cuatro aristas que planteó Shanlucid que se merecen un análisis serio, y a las cuales, por deformación profesional, le he dedicado alguillo más de tiempo.
responderé pero estoy fuera del país, así que solicito algo de tiempo, jeje
ResponderBorrarsaludos
Me resiente la acusación hacia los aabogados y sus estrategias dilatorias! jejejejeje... pero es cierto que antes, la Ley de Contratación prevía una condena en costas si se determinaba que uno interponía recursos solo por atrasar y funcionaba perfecto porque les tocaban la bolsa. Nuestro Código Civil prevé sanciones por el abuso de derecho, es decir, cuando la jauría de abogados ataca en todos los flancos solo para entrabar... pero casi nadie lo usa.
ResponderBorrarConcuerdo con esa conciencia de que yo le pago al funcionario público su salario... yo que no evado impuestos. Dudo que el evasor tenga la misma conciencia.
El otro día vi a Leonardo Garnier en una conferencia diciendo que era impresionante pensar en todos los servicios que daban las entidades públicas y en el hecho de que nadie sabe como funcionan. No hay documentos de procedimientos, manuales o reglas claras, y eso desalienta a muchas personas a seguir el trámite y se sienten impotentes frente al estado.
La ciudadanía pensante se forma muy temprano, en la educación de los primeros cuatro o cinco años de edad. Eso significa que la educación preescolar es la más básica e importante de todas y sin embargo es la más desestimada hasta por quienes la estudian.
ResponderBorrarDean: ¿Cuál es tu opinión para la propuesta que se hizo alguna vez sobre retsra presupuesto a la educación universitaria para sumarle a la primaria?
Interesante pregunta. Nunca me había puesto a pensar en esa posibilidad, y para contestar con "propiedad" necesitaría hacer algunos análisis para los que no tengo tiempo.
ResponderBorrarEn principio diría que no hay que restar a uno para sumar al otro; sin embargo yo siempre he creído que las universidades están en capacidad de generar recursos importantes por sus propios medios(más allá de la matrícula y el presupuesto nacional), y en la medida en que se les de esa libertad, enhorabuena que se desteten del presupuesto nacional y los recursos liberados se destinen a educación pre-escolar, escolar y secundaria.
En todo caso, coincido con vos, Sirena, en cuanto a la importancia de la "infancia temprana" en la formación del carácter.
Sole, en referencia al comentario del LG (everyone's invited, jejeje), no será que más bien por eso es que tantos servicios públicos no funcionan, o funcionan apenas a los golpes y empujones?
ResponderBorrarCon referencia a los evasores, un sistema donde la gente es respetuosa de las normas y donde las cosas funcionan más o menos bien, resta incentivos a la evasión. Es que da cólera pagar los impuestos y ver las calles en el estado en que están, por mencionar sólo un ejemplo. Por supuesto que hay otros factores que afectan la actitud hacia la evasión, pero la educación incide hasta en eso.