La Nación de hoy trae una noticia que sobresale por su tono positivo y alentador. En el mar de inflación que padecemos en Costa Rica, es reconfortante saber que al menos en un rubro los precios han caído en términos reales, y que ese resultado es la consecuencia de una política gubernamental inteligente y bien lograda.
El asunto es que los precios de los servicios de salud en general crecieron en el último año a un ritmo menor que el de la inflación general. Considerando que la inflación actualmente (y desde hace más de un año) ronda el 14% anual, lograr que en el área de cuidados médicos la inflación haya bajado desde casi 14% a finales del 2003, a menos de 8% en febrero del 2005 es un resultado que no puede pasar desapercibido.
Esto no siempre fue así. Hace 5 años, cuando la inflación general andaba alrededor del 10%, los precios de los servicios de salud crecían a más de 16% anual. En otras palabras, las medicinas y servicios médicos subían de precio a un ritmo superior al de la inflación general. Entonces vinieron los cambios.
Por ahí del año 1999, si la memoria no me falla, el gobierno de ese entonces modificó una serie de reglas que dificultaban la competencia en la venta de medicinas. Entre lo que cambió estuvieron regulaciones que dificultaban la importación de medicinas y favorecían la creación de “monopolios” de marca, reglas que impedían la importación de medicamentos genéricos (versiones sin marca de medicinas existentes en el mercado), impedimentos a la venta libre de medicamentos que no requieren prescripción (lo que en inglés llaman medicamentos OTC ó “over the counter”), y un reglamento que impedía el establecimiento de una nueva farmacia en un radio de – si mal no recuerdo – 600 metros alrededor de una farmacia existente.
Las nuevas reglas lo que hicieron fue fomentar la competencia, y los resultados han sido positivos. Con la disponibilidad de genéricos, mucho más baratos que las medicinas de marca, estas últimas tuvieron que moderar sus alzas, y en algunos casos hasta disminuir sus precios. La posibilidad de la libre venta de medicamentos OTC hizo que aparecieran en los supermercados góndolas completas de medicinas, facilitando el acceso a ellas. Pero además, el poder de compra de los supermercados es significativo (sobre todo comparado con el de una típica farmacia de barrio), y forzaron los precios de los OTCs hacia abajo. La posibilidad que se abrió de importar medicinas de marca por canales que no fueran los exclusivos de los laboratorios, forzó a estos últimos a ofrecer mejores precios para evitar la tentación a potenciales importadores. De todos los cambios, el que ha tenido resultados mucho más visibles fue la eliminación de las restricciones a la libre ubicación de farmacias. ¿Quién no ha notado la proliferación de boticas por todo el país? Resulta que en 1999 habían en el país 550 farmacias; hoy hay unas 900, un crecimiento del 64% en seis años. Sólo en los primeros cinco meses del presente año abrieron sus puertas 82 nuevas farmacias.
El mayor número de farmacias, y el hecho de que ahora se pueden ubicar donde quieran, ha resultado en una interesante competencia, donde los más beneficiados hemos sido los consumidores. Precios menores, atractivas ofertas, y servicios de entrega a domicilio sin costo adicional son sólo algunas de las ventajas.
Cuando el gobierno anterior empezó a implementar los cambios aquí descritos, no faltó quien se opusiera con toda clase de argumentos que no soportaron un análisis serio (ejemplo #1, ejemplo #2, ejemplo #3, ejemplo #4, ejemplo #5). Eran, por supuesto, los representantes de los intereses gremiales (el Colegio de Farmacéuticos, la Cámara Nacional de Farmacias, los importadores y distribuidores, etc.) quienes se oponían a los cambios, porque afectaban sus intereses económicos. Pero sus argumentos – algunos más jalados de los pelos que otros – eran de supuesta protección a los intereses del consumidor.
Todavía hoy, cinco o seis años después de los cambios regulatorios, y en medio de las buenas noticias, no falta quien salga con un domingo 7. El Presidente del Colegio de Farmacéuticos, don Luis Pastor, concuerda en el artículo de La Nación de hoy que la competencia es uno de los factores que explican esta disminución en los precios reales de los medicamentos, pero luego se raja con la afirmación de que “los estándares internacionales indican que para que el negocio sobreviva se requiere una farmacia por cada 10.000 habitantes”, habiendo notado antes que hoy hay en Costa Rica una farmacia por cada 4.500 habitantes. Lo que nos da a entender el genio Pastor es que en Costa Rica hay demasiadas farmacias, y que las condiciones no se prestan para que el negocio sea rentable. Yo me pregunto, ¿qué tan tontos pueden ser los dueños de las 900 farmacias como para mantenerse abiertos si el negocio no es rentable? Y si el negocio no es rentable, ¿qué es lo que atrae a tantos a abrir nuevas farmacias?
Este es un caso que demuestra que la competencia (bien regulada, como en este caso) puede darnos resultados muy positivos. No tenemos que tenerle miedo, como también lo demuestra la apertura en banca que se dio hace más de 20 años. Y por último, que mueran los “estudios” que sólo estupideces indican (como ese de los estándares internacionales citado por el señor de la Cámara de Farmacias).
El asunto es que los precios de los servicios de salud en general crecieron en el último año a un ritmo menor que el de la inflación general. Considerando que la inflación actualmente (y desde hace más de un año) ronda el 14% anual, lograr que en el área de cuidados médicos la inflación haya bajado desde casi 14% a finales del 2003, a menos de 8% en febrero del 2005 es un resultado que no puede pasar desapercibido.
Esto no siempre fue así. Hace 5 años, cuando la inflación general andaba alrededor del 10%, los precios de los servicios de salud crecían a más de 16% anual. En otras palabras, las medicinas y servicios médicos subían de precio a un ritmo superior al de la inflación general. Entonces vinieron los cambios.
Por ahí del año 1999, si la memoria no me falla, el gobierno de ese entonces modificó una serie de reglas que dificultaban la competencia en la venta de medicinas. Entre lo que cambió estuvieron regulaciones que dificultaban la importación de medicinas y favorecían la creación de “monopolios” de marca, reglas que impedían la importación de medicamentos genéricos (versiones sin marca de medicinas existentes en el mercado), impedimentos a la venta libre de medicamentos que no requieren prescripción (lo que en inglés llaman medicamentos OTC ó “over the counter”), y un reglamento que impedía el establecimiento de una nueva farmacia en un radio de – si mal no recuerdo – 600 metros alrededor de una farmacia existente.
Las nuevas reglas lo que hicieron fue fomentar la competencia, y los resultados han sido positivos. Con la disponibilidad de genéricos, mucho más baratos que las medicinas de marca, estas últimas tuvieron que moderar sus alzas, y en algunos casos hasta disminuir sus precios. La posibilidad de la libre venta de medicamentos OTC hizo que aparecieran en los supermercados góndolas completas de medicinas, facilitando el acceso a ellas. Pero además, el poder de compra de los supermercados es significativo (sobre todo comparado con el de una típica farmacia de barrio), y forzaron los precios de los OTCs hacia abajo. La posibilidad que se abrió de importar medicinas de marca por canales que no fueran los exclusivos de los laboratorios, forzó a estos últimos a ofrecer mejores precios para evitar la tentación a potenciales importadores. De todos los cambios, el que ha tenido resultados mucho más visibles fue la eliminación de las restricciones a la libre ubicación de farmacias. ¿Quién no ha notado la proliferación de boticas por todo el país? Resulta que en 1999 habían en el país 550 farmacias; hoy hay unas 900, un crecimiento del 64% en seis años. Sólo en los primeros cinco meses del presente año abrieron sus puertas 82 nuevas farmacias.
El mayor número de farmacias, y el hecho de que ahora se pueden ubicar donde quieran, ha resultado en una interesante competencia, donde los más beneficiados hemos sido los consumidores. Precios menores, atractivas ofertas, y servicios de entrega a domicilio sin costo adicional son sólo algunas de las ventajas.
Cuando el gobierno anterior empezó a implementar los cambios aquí descritos, no faltó quien se opusiera con toda clase de argumentos que no soportaron un análisis serio (ejemplo #1, ejemplo #2, ejemplo #3, ejemplo #4, ejemplo #5). Eran, por supuesto, los representantes de los intereses gremiales (el Colegio de Farmacéuticos, la Cámara Nacional de Farmacias, los importadores y distribuidores, etc.) quienes se oponían a los cambios, porque afectaban sus intereses económicos. Pero sus argumentos – algunos más jalados de los pelos que otros – eran de supuesta protección a los intereses del consumidor.
Todavía hoy, cinco o seis años después de los cambios regulatorios, y en medio de las buenas noticias, no falta quien salga con un domingo 7. El Presidente del Colegio de Farmacéuticos, don Luis Pastor, concuerda en el artículo de La Nación de hoy que la competencia es uno de los factores que explican esta disminución en los precios reales de los medicamentos, pero luego se raja con la afirmación de que “los estándares internacionales indican que para que el negocio sobreviva se requiere una farmacia por cada 10.000 habitantes”, habiendo notado antes que hoy hay en Costa Rica una farmacia por cada 4.500 habitantes. Lo que nos da a entender el genio Pastor es que en Costa Rica hay demasiadas farmacias, y que las condiciones no se prestan para que el negocio sea rentable. Yo me pregunto, ¿qué tan tontos pueden ser los dueños de las 900 farmacias como para mantenerse abiertos si el negocio no es rentable? Y si el negocio no es rentable, ¿qué es lo que atrae a tantos a abrir nuevas farmacias?
Este es un caso que demuestra que la competencia (bien regulada, como en este caso) puede darnos resultados muy positivos. No tenemos que tenerle miedo, como también lo demuestra la apertura en banca que se dio hace más de 20 años. Y por último, que mueran los “estudios” que sólo estupideces indican (como ese de los estándares internacionales citado por el señor de la Cámara de Farmacias).
Donde yo vivo antes había una farmacia como a 2 kilómetros. Ahora en un radio de 1.5 kilómetros hay seis. Y eso que hacia el sur no he ido a investigar. Ganamos todos, hasta los que disfrutan de comprar sus medicinas en Starbucks... digo, en Fischel.
ResponderBorrarAh, y ninguna cerró. Estoy seguro de que los márgenes de ganancia no son tan buenos como antes, pero el negocio sigue siendo rentable para todos. Si no, no estarían ahí, o si?