El precio del café en nuestro país ha subido exageradamente en el último año. Un reportaje de La Nación hace un mes informó que entre marzo y mayo, la bolsa de medio kilo había subido en 219 colones, a pesar de que en el mismo período el quintal de café cayó de $135 a $106 en la Bolsa de Nueva York. Otra nota aparecida el 30 de junio en el mismo diario reportó que el precio promedio del medio kilo de café pasó de ¢654 en noviembre del 2004 a ¢1,149 en mayo del 2005, según INEC, para un aumento del 75.68% en un período de seis meses.
El café es un bien de precio libre (no regulado), y el precio doméstico del café en general fluctúa junto con el precio internacional. La razón es muy sencilla; si el precio en el mercado interno fuera mucho más bajo que en el de exportación, los productores destinarían una mayor proporción de su producto a la exportación (para maximizar sus ganancias), creando una escasez relativa de producto en el mercado doméstico, que a su vez provocaría un aumento en el precio local hasta emparejarlo con el internacional. No concuerda el alza en el precio local con la rebaja observada en el precio internacional, y por ello la Comisión para Promover la Competencia del Ministerio de Economía inició una investigación para determinar si hubo alguna práctica anticompetitiva de parte de los distribuidores locales.
Simultáneamente, algún empresario nada tonto tuvo la idea de importar café de otros países para venderlo en el mercado local. Esto, por sí solo, demuestra que el precio local es mayor que el internacional, porque de lo contrario este empresario perdería dinero con la importación. En Costa Rica existe un arancel (impuesto de importación) del 15% para el café, y ninguna restricción cuantitativa ni legal a la importación del producto. Sin embargo, desde que se anunció la pretendida importación, el sector cafetalero ha montado una rabiosa campaña oponiéndose a dicha importación de café, con toda clase de argumentos espurios. Han sacado campos pagados en algunos periódicos, cuya lectura produce más agruras que un café rancio tomado en ayunas. (Para beneficio de mis lectores, he "escaneado" un campo pagado que publicó ICAFE en La Nación de ayer. Aparece al final del artículo).
Aducen los cafetaleros que hay que impedir la importación de café porque en Costa Rica sólo se produce la variedad “arábigo”, que es de superior calidad a la otra variedad que se comercializa en el mundo, llamada “robusta”. Esto es cierto, pero no es razón para impedir su importación. Hay algunos consumidores – Dean CóRnito confiesa ser uno de ellos – para quienes una taza de café es una taza de café, y no logran notar la diferencia en sabor a menos de que el café haya sido recalentado 10 veces y sepa a quemado. La señora de CóRnito, de paladar bastante más refinado que quien escribe estas líneas, no cambia su café Britt por nada del mundo. Los consumidores no somos nada tontos, y tenemos derecho a escoger el café que se nos venga en gana. Y si igual nos da una taza de agua chacha que un café espresso hecho con grano tostado en París, deberíamos también tener derecho a comprar un café baratico para hacernos nuestra agua chacha. El consumidor sofisticado sabrá notar la diferencia y evitará el producto inferior.
También se dejan decir que la importación de café potencialmente de menor calidad que el producido en Costa Rica, “imposibilitará al consumidor nacional continuar degustando el ‘Mejor Café del Mundo’”. Cuando un gremio de productores se opone a la aparición de alternativas en el mercado, siempre aduce querer proteger al consumidor. En su visión de mundo, los consumidores no son más que una colección de imbéciles a los que ellos tienen derecho exclusivo. En el fondo, nunca está más lejos del corazón del productor la protección del consumidor. Cuando se oponen tan rabiosamente, como en este caso, es por temor a que el consumidor (o las autoridades reguladoras) descubra(n) los horribles trucos con que manipulan los precios. Y por ello, cuando se llenan la jeta de m..... con un discurso pro-consumidor, lo mejor que podemos hacer los consumidores es gritarles: no me defiendas, compadre!
El café es un bien de precio libre (no regulado), y el precio doméstico del café en general fluctúa junto con el precio internacional. La razón es muy sencilla; si el precio en el mercado interno fuera mucho más bajo que en el de exportación, los productores destinarían una mayor proporción de su producto a la exportación (para maximizar sus ganancias), creando una escasez relativa de producto en el mercado doméstico, que a su vez provocaría un aumento en el precio local hasta emparejarlo con el internacional. No concuerda el alza en el precio local con la rebaja observada en el precio internacional, y por ello la Comisión para Promover la Competencia del Ministerio de Economía inició una investigación para determinar si hubo alguna práctica anticompetitiva de parte de los distribuidores locales.
Simultáneamente, algún empresario nada tonto tuvo la idea de importar café de otros países para venderlo en el mercado local. Esto, por sí solo, demuestra que el precio local es mayor que el internacional, porque de lo contrario este empresario perdería dinero con la importación. En Costa Rica existe un arancel (impuesto de importación) del 15% para el café, y ninguna restricción cuantitativa ni legal a la importación del producto. Sin embargo, desde que se anunció la pretendida importación, el sector cafetalero ha montado una rabiosa campaña oponiéndose a dicha importación de café, con toda clase de argumentos espurios. Han sacado campos pagados en algunos periódicos, cuya lectura produce más agruras que un café rancio tomado en ayunas. (Para beneficio de mis lectores, he "escaneado" un campo pagado que publicó ICAFE en La Nación de ayer. Aparece al final del artículo).
Aducen los cafetaleros que hay que impedir la importación de café porque en Costa Rica sólo se produce la variedad “arábigo”, que es de superior calidad a la otra variedad que se comercializa en el mundo, llamada “robusta”. Esto es cierto, pero no es razón para impedir su importación. Hay algunos consumidores – Dean CóRnito confiesa ser uno de ellos – para quienes una taza de café es una taza de café, y no logran notar la diferencia en sabor a menos de que el café haya sido recalentado 10 veces y sepa a quemado. La señora de CóRnito, de paladar bastante más refinado que quien escribe estas líneas, no cambia su café Britt por nada del mundo. Los consumidores no somos nada tontos, y tenemos derecho a escoger el café que se nos venga en gana. Y si igual nos da una taza de agua chacha que un café espresso hecho con grano tostado en París, deberíamos también tener derecho a comprar un café baratico para hacernos nuestra agua chacha. El consumidor sofisticado sabrá notar la diferencia y evitará el producto inferior.
También se dejan decir que la importación de café potencialmente de menor calidad que el producido en Costa Rica, “imposibilitará al consumidor nacional continuar degustando el ‘Mejor Café del Mundo’”. Cuando un gremio de productores se opone a la aparición de alternativas en el mercado, siempre aduce querer proteger al consumidor. En su visión de mundo, los consumidores no son más que una colección de imbéciles a los que ellos tienen derecho exclusivo. En el fondo, nunca está más lejos del corazón del productor la protección del consumidor. Cuando se oponen tan rabiosamente, como en este caso, es por temor a que el consumidor (o las autoridades reguladoras) descubra(n) los horribles trucos con que manipulan los precios. Y por ello, cuando se llenan la jeta de m..... con un discurso pro-consumidor, lo mejor que podemos hacer los consumidores es gritarles: no me defiendas, compadre!
Creo que hace unos años hubo otra investigación que demostraba que ese café del que tanto rajan ("mejor del mundo") es imposible de conseguir comercialmente en Costa Rica a menos que un venda un riñón para pagar medio kilo. Todo lo demás es el café que no es "prime", por no decir de desecho y que muchas veces se mezcla con azúcar. Y a eso le suben el precio aprovechándose de lo baboso que es uno. Momento oportuno de un boicot de esos imaginarios, y todos a tomar agua dulce!
ResponderBorrarSi don Braulio Carrillo se levantara de la tumba y viera su proyecto de cafetales convertido en un estraperlo de piratas... si se levantara, yo saldría huyendo del susto. // Es una lástima recordar que estos cafetaleros de ahora son descendientes de aquéllos que, sin siquiera saber leer o escribir, se esforzaron por construir el Teatro Nacional. /// Le propongo a Sole, en lugar de aguadulce, yerba mate.
ResponderBorrar"El café debe ser caliente como el infierno, negro como el diablo, puro como un ángel y dulce como el amor"
C. M. de Talleyrand ("y debe ser Britt", agregaría tu señora esposa).
Sole! Para mi lo que acabás de decir raya en los lindes de la blasfemia. Yo le hago segunda a lo que dijo David Letterman sobre si mismo: "Way too much coffee. But if it weren't for the coffee, I'd have no identifiable personality whatsoever."
ResponderBorrarOscar: es que como no tomo café ni agua dulce, me rajo a decir cualquier barbaridá.
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