o, Crear impuestos por el placer de crearlos
Un buen sistema impositivo debe de tener tres características fundamentales: ser sencillo, ser eficiente, y ser justo. Nos referimos a sencillez en el sentido que el sistema sea fácil y relativamente barato de administrar. Nada tiene menos sentido que los impuestos cuya gestión de cobro es más cara que el monto que se va a recaudar. Y créanme cuando les digo que en Costa Rica tenemos varios así. La eficiencia se refiere a que las reglas han de ser claras para que los agentes económicos (personas y empresas) las puedan entender y extraer de ellas señales también claras que les permitan tomar decisiones racionales. Las señales que los agentes económicos reciban los han de inducir a actuar de manera racional; es decir, que los invite a producir de la manera más eficiente posible (con el menor desperdicio de recursos) y con transparencia. La sencillez y la eficiencia están íntimamente relacionadas, ya que un sistema de impuestos complejo es a la vez difícil de administrar y envía señales confusas. Por último, la justicia se refiere al principio de que cada quien pague de acuerdo a su capacidad.
En un artículo anterior demostramos que el Paquetazo Fiscal que el Gobierno está impulsando desde hace tres años no cumple con el criterio de justicia. Al contrario de las mentirosas declaraciones (“los ricos pagarán como ricos”) con que se han llenado la boca tanto oficiales del gobierno, diputados de la mayoría de los partidos que apoyan el paquetazo, y Oscar Arias y su gente, el grueso de la recaudación dependerá de la sustitución del impuesto de ventas por un ubicuo impuesto al valor agregado, y de la ampliación de la base de dicho impuesto (comparado con el actual impuesto de ventas, de ahí su ubicuidad). Y en ese anterior artículo explicamos que el IVA es un impuesto regresivo, lo que implica que proporcionalmente hablando, golpea más al pobre que al rico. Pero ese no es el único defecto de este Paquete Tributario.
Al principio, cuando Dios creó el cielo y la tierra y todas las criaturas que la habitan, el Paquete Fiscal al menos tenía una cierta lógica interna, aunque violando los principios de sencillez, eficiencia y justicia. Pretendía crear una estructura impositiva parcialmente más sencilla (con un impuesto a la renta único para todos los ingresos de los agentes económicos, bajo el concepto llamado renta global, que no hay que confundir con el de renta mundial al que me referiré más adelante), más eficiente (con un impuesto a la renta más bajo), y más justa en el limitado sentido de incluir una serie de actividades y productos que históricamente han estado exentos de impuestos sin más criterio que el de que a algún político de turno le cayó en las bolas excluirlos. Pero ojo que digo que la propuesta era apenas “parcialmente” sencilla, eficiente y justa.
Digo que al principio la estructura era apenas parcialmente sencilla, porque al adoptar el concepto de la renta mundial (que significa que los residentes de Costa Rica deberán de pagar impuestos en Costa Rica por los ingresos que tengan en cualquier parte del mundo), pretende poner a Tributación Directa a perseguir nuestros ingresos por todo el mundo, cuando de todos es sabido que ni siquiera tienen la capacidad para recaudar de manera efectiva los impuestos que se generan en suelo nacional. O sea, que la sencillez que se derivaba de un impuesto único, se ve cancelada por la descabellada idea de que Tributación va a poder cobrar impuestos en la Conchinchina.
Si bien para políticos populistas como nuestro Presidente y su delfín Toledo es muy bonito hablar de la justicia de que los ricos paguen impuestos por los dineros y negocios que tienen en otros países (la verdad es que suena bonito), en la práctica eso no va a suceder porque, como ya lo dijimos, Tributación Directa no tiene capacidad ni siquiera para recaudar la totalidad de los impuestos que se generan aquí. Y en lo esencial, este Paquetazo Fiscal no le da a Hacienda ni a la Tribu los recursos necesarios para perseguir los ingresos del tanate de puriscaleños que viven en New Jersey, y menos para perseguir los negocios que los grandes y hacendados señores tienen en Timbuktú. Pero lo peor de todo esto es que el gran señor empresario en general no necesita repatriar sus ingresos (es decir, traerlos a Costa Rica), de manera que podrá evitar fácilmente las cortas garras de la Tribu, pero el puriscaleño o el isidreño que tiene una chambita en la Yunai y todos los meses le manda platica a su esposa para pagar la casa y los gallitos de los mocosos, a ese si lo van a apretar cada vez que la plata entre al país via Western Union. Eso es lo que ni Abel Pacheco ni Oscar Arias nos quieren decir con respecto a las pretendidas justicia y sencillez de este paquete tributario.
En el séptimo día Dios descansó, y entonces entraron los políticos en acción y la cosa se desmadró. Lo que en un principio era un impuesto de renta único y bajo (es decir, sencillo y eficiente), se ha convertido a punta de mociones legislativas y populismo barato en un sistema impositivo complejo, con diferentes categorías de impuesto y exenciones a diestra y siniestra. Para quienes tienen los recursos, estas exenciones serán muy fáciles de usar en su beneficio propio. Pero para el simple asalariado, que es la inmensa mayoría de los costarricenses, el pago de los impuestos seguirá siendo ineludible. Con el agravante de que las señales enviadas a los agentes económicos seguirán siendo confusas, y en vez de invitar a producir con eficiencia y transparencia, las exenciones, excepciones y diferentes categorías son una invitación a gastar recursos en aprender nuevas formas de evadir el fisco en vez utilizarlos para aumentar la producción. Y ese es un pecado que no debemos permitir.
En Costa Rica los ciudadanos estamos tan domesticados que aceptamos casi gustosos la creación de nuevos impuestos. Repasen un poco la historia reciente y se darán cuenta de que en las últimas décadas, prácticamente cada gobierno nuevo nos ha recetado un paquete fiscal nuevo. Nos tienen tan intoxicados con un mal entendido y peor implementado concepto de solidaridad social, que hasta el más pobre acepta los impuestos “porque hay que ayudar a los demás”. Pero como la mayoría de los ciudadanos no entienden de estos temas, se tragan el cuento de que los nuevos impuestos son para hacer a los ricos pagar como ricos. En un sentido muy “latinoamericanamente” maquivélico, tal vez sí podríamos decir que los ricos pagan como ricos, o mejor dicho, como los ricos están acostumbrados a pagar. Dean CóRnito no cree en la “lucha de clases” y ve con muy malos ojos el populismo barato que persigue generar resentimientos de los de abajo hacia los de arriba. Pero Dean CóRnito si cree en la solidaridad social en su correcta dimensión: los que más tienen ayudando de verdad a quienes menos tienen. Eso no se logra con aparatos fiscales ineludibles para los pobres e inocuos para los ricos. Y eso, ni más ni menos, es lo que propone la mal llamada Reforma Fiscal de Abelito Pacheco, por la que tanto claman dos candidatos presidenciales como Oscar Arias y Ricardo Toledo.
La mejor medida de nuestro nivel de domesticación es que en un país donde los políticos mienten impunemente en campaña (y todos lo sabemos), el único tema en el que son sinceros es con respecto a sus intenciones de subir más los impuestos. Eso lo dicen al pedir nuestros votos. ¡Y nosotros se los damos!
En un artículo anterior demostramos que el Paquetazo Fiscal que el Gobierno está impulsando desde hace tres años no cumple con el criterio de justicia. Al contrario de las mentirosas declaraciones (“los ricos pagarán como ricos”) con que se han llenado la boca tanto oficiales del gobierno, diputados de la mayoría de los partidos que apoyan el paquetazo, y Oscar Arias y su gente, el grueso de la recaudación dependerá de la sustitución del impuesto de ventas por un ubicuo impuesto al valor agregado, y de la ampliación de la base de dicho impuesto (comparado con el actual impuesto de ventas, de ahí su ubicuidad). Y en ese anterior artículo explicamos que el IVA es un impuesto regresivo, lo que implica que proporcionalmente hablando, golpea más al pobre que al rico. Pero ese no es el único defecto de este Paquete Tributario.
Al principio, cuando Dios creó el cielo y la tierra y todas las criaturas que la habitan, el Paquete Fiscal al menos tenía una cierta lógica interna, aunque violando los principios de sencillez, eficiencia y justicia. Pretendía crear una estructura impositiva parcialmente más sencilla (con un impuesto a la renta único para todos los ingresos de los agentes económicos, bajo el concepto llamado renta global, que no hay que confundir con el de renta mundial al que me referiré más adelante), más eficiente (con un impuesto a la renta más bajo), y más justa en el limitado sentido de incluir una serie de actividades y productos que históricamente han estado exentos de impuestos sin más criterio que el de que a algún político de turno le cayó en las bolas excluirlos. Pero ojo que digo que la propuesta era apenas “parcialmente” sencilla, eficiente y justa.
Digo que al principio la estructura era apenas parcialmente sencilla, porque al adoptar el concepto de la renta mundial (que significa que los residentes de Costa Rica deberán de pagar impuestos en Costa Rica por los ingresos que tengan en cualquier parte del mundo), pretende poner a Tributación Directa a perseguir nuestros ingresos por todo el mundo, cuando de todos es sabido que ni siquiera tienen la capacidad para recaudar de manera efectiva los impuestos que se generan en suelo nacional. O sea, que la sencillez que se derivaba de un impuesto único, se ve cancelada por la descabellada idea de que Tributación va a poder cobrar impuestos en la Conchinchina.
Si bien para políticos populistas como nuestro Presidente y su delfín Toledo es muy bonito hablar de la justicia de que los ricos paguen impuestos por los dineros y negocios que tienen en otros países (la verdad es que suena bonito), en la práctica eso no va a suceder porque, como ya lo dijimos, Tributación Directa no tiene capacidad ni siquiera para recaudar la totalidad de los impuestos que se generan aquí. Y en lo esencial, este Paquetazo Fiscal no le da a Hacienda ni a la Tribu los recursos necesarios para perseguir los ingresos del tanate de puriscaleños que viven en New Jersey, y menos para perseguir los negocios que los grandes y hacendados señores tienen en Timbuktú. Pero lo peor de todo esto es que el gran señor empresario en general no necesita repatriar sus ingresos (es decir, traerlos a Costa Rica), de manera que podrá evitar fácilmente las cortas garras de la Tribu, pero el puriscaleño o el isidreño que tiene una chambita en la Yunai y todos los meses le manda platica a su esposa para pagar la casa y los gallitos de los mocosos, a ese si lo van a apretar cada vez que la plata entre al país via Western Union. Eso es lo que ni Abel Pacheco ni Oscar Arias nos quieren decir con respecto a las pretendidas justicia y sencillez de este paquete tributario.
En el séptimo día Dios descansó, y entonces entraron los políticos en acción y la cosa se desmadró. Lo que en un principio era un impuesto de renta único y bajo (es decir, sencillo y eficiente), se ha convertido a punta de mociones legislativas y populismo barato en un sistema impositivo complejo, con diferentes categorías de impuesto y exenciones a diestra y siniestra. Para quienes tienen los recursos, estas exenciones serán muy fáciles de usar en su beneficio propio. Pero para el simple asalariado, que es la inmensa mayoría de los costarricenses, el pago de los impuestos seguirá siendo ineludible. Con el agravante de que las señales enviadas a los agentes económicos seguirán siendo confusas, y en vez de invitar a producir con eficiencia y transparencia, las exenciones, excepciones y diferentes categorías son una invitación a gastar recursos en aprender nuevas formas de evadir el fisco en vez utilizarlos para aumentar la producción. Y ese es un pecado que no debemos permitir.
En Costa Rica los ciudadanos estamos tan domesticados que aceptamos casi gustosos la creación de nuevos impuestos. Repasen un poco la historia reciente y se darán cuenta de que en las últimas décadas, prácticamente cada gobierno nuevo nos ha recetado un paquete fiscal nuevo. Nos tienen tan intoxicados con un mal entendido y peor implementado concepto de solidaridad social, que hasta el más pobre acepta los impuestos “porque hay que ayudar a los demás”. Pero como la mayoría de los ciudadanos no entienden de estos temas, se tragan el cuento de que los nuevos impuestos son para hacer a los ricos pagar como ricos. En un sentido muy “latinoamericanamente” maquivélico, tal vez sí podríamos decir que los ricos pagan como ricos, o mejor dicho, como los ricos están acostumbrados a pagar. Dean CóRnito no cree en la “lucha de clases” y ve con muy malos ojos el populismo barato que persigue generar resentimientos de los de abajo hacia los de arriba. Pero Dean CóRnito si cree en la solidaridad social en su correcta dimensión: los que más tienen ayudando de verdad a quienes menos tienen. Eso no se logra con aparatos fiscales ineludibles para los pobres e inocuos para los ricos. Y eso, ni más ni menos, es lo que propone la mal llamada Reforma Fiscal de Abelito Pacheco, por la que tanto claman dos candidatos presidenciales como Oscar Arias y Ricardo Toledo.
La mejor medida de nuestro nivel de domesticación es que en un país donde los políticos mienten impunemente en campaña (y todos lo sabemos), el único tema en el que son sinceros es con respecto a sus intenciones de subir más los impuestos. Eso lo dicen al pedir nuestros votos. ¡Y nosotros se los damos!
Con los impuestos se marca la importancia de escoger a alguien honesto e inteligente, que si nos va a clavar por lo menos lo diga claramente y no a estas bestias arrepolladas que nos tienen el país paralizado.Pero sí, cada gobierno considera que el anterior paquete no srivió de nada y sigue aumente y aumente la carga fiscal.
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