Del Paquete Fiscal, TLC, pobreza, y otros desvaríos
De todas las formas de incumplimiento de deberes que se han inventado los políticos de turno y los funcionarios públicos a través de las décadas, esta es la más grosera y odiosa. El gobierno aduce que no hay dinero para atender las necesidades de los pobres. Sin embargo, mientras que en el año 2004 creció el número de hogares viviendo por debajo de la línea de pobreza de 18.7% a 21.4% y a los comedores escolares sólo les alcanza para alimentar a los niños de día de por medio, las instituciones a cargo de los programas de lucha contra la pobreza se “engavetaron” (en términos de La Nación) la bicoca de 17,500 millones de colones. Para los que andan muy dolarizados y el tanate de ceros que arrastra don Cristóbal los confunde, esto es ni más ni menos que 40 millones de dólares al tipo de cambio promedio del 2004.
Eso es únicamente el superávit reportado por las agencias encargadas de los programas de lucha contra la pobreza. Ojo que esa cifra NO incluye los montos que por ley el Ministerio de Hacienda debió trasladar a esas instituciones pero que, como ya sabemos, no lo hizo. Y esos fondos no girados superan – y por mucho – el monto de los fondos distribuidos pero no utilizados. Sólo en el caso de la Dirección de Asignaciones Familiares, Hacienda dejó de girar 18,450 millones de colones. Y no sabemos cuánto dejó de girar a otras entidades que se encuentran en el frente de batalla, como IMAS, PANI, el sector vivienda, etc.
Digo que esta es la forma más odiosa de incumplimiento de deberes porque el Presidente de la República está usando a los pobres como peones en un tablero de ajedrez, sacrificándolos para proteger a la reina, que en este caso la percibe como la Hacienda Pública. En La Suiza Centroamericana somos proponentes de un manejo fiscal prudente. Nunca nos va a ver el lector abogando por incurrir en déficit para financiar yeguadas innecesarias como las que ocasionalmente se inventan nuestros políticos. Más bien abogamos por una racionalización del Estado, con una consecuente disminución del gasto público, de manera que se pueda disminuir el déficit sin crear nuevos impuestos. Pero cuando se trata de la ayuda que se debiera destinar a los más pobres en nuestro país, nos oponemos rotundamente a que se recurra al argumento fiscal para dejar de hacer lo necesario. Máxime cuando vemos que el Presidente está de acuerdo con una ley que otorga 30,000 millones de colones en privilegios odiosos a un grupito de 5000 maestros para que se puedan pensionar más jóvenes que los demás maestros, y con mejores beneficios. ¡Qué interesante! ¡Privilegios para la clase media sí, ayuda para los pobres no!
Es cierto que el TLC beneficiará a algunos ricos. Pero no someterlo al conocimiento de la Asamblea por esa razón es cínico. Cierto, muchos empresarios se beneficiarán de las mejores oportunidades de exportación que se presentarán. Pero no todos los exportadores son ricos, hay muchas empresas medianas y pequeñas que exportan con éxito sus servicios y productos. Además, esos empresarios contratarán mano de obra, ayudando así a muchas de esas 237,000 familias pobres que hay en nuestro país a tener un empleo y un ingreso fijo, que es más de lo que el Estado hace por ellas. El influjo de empresas extranjeras de servicios y de tecnologías altas y medias asegurará la disponibilidad de más empleos en estos sectores, que tienden a pagar salarios superiores a los de otros sectores. Y no menos importante, los consumidores – que somos todos los costarricenses – nos vamos a beneficiar de la disponibilidad de más y mejores productos, ofrecidos en condiciones más competitivas, por lo que nuestro poder adquisitivo crecerá (aun si no se incrementasen nuestros ingresos). Recordemos, empresarios son sólo algunos, campesinos son sólo algunos, pero consumidores somos todos: pobres, ricos y los del medio. Y todos nos veremos beneficiados del TLC.
Afirmo que don Abel utiliza a los pobres como fichas de tablero, porque es en nombre de ellos que se rehúsa a enviar el TLC a la Asamblea, y peor aún, es en su nombre que impulsa un Paquetazo Fiscal que no hace absolutamente nada por los pobres. La mal llamada Reforma Fiscal no contiene medidas para estructurar el gasto público de una forma racional.
Más bien, al estimular la voracidad fiscal del Estado con un aumento desmedido de impuestos, este Paquetazo Fiscal la único que asegura es una sensación de bonanza para el Gobierno, que se permitirá entonces contratar más empleados y crear más burocracia, pero no hay nada en el Paquetazo Fiscal que asegure que los dineros que se recauden se vayan a gastar en los programas de combate a la pobreza ni en las obras de infraestructura que tanto necesitan los campesinos para sacar sus productos a mercado. El punto es que el paquete fiscal no es en sí una política de combate a la pobreza, y los zonchos que pagamos nuestros impuestos puntualmente no debemos de caer en la demagógica trampa de que habiendo más dinero se podrá hacer más por los pobres. Como ya lo vimos en el primer párrafo, hay dinero para los pobres, pero a este gobierno no le importa. No le importa, y no le importan.
Eso es únicamente el superávit reportado por las agencias encargadas de los programas de lucha contra la pobreza. Ojo que esa cifra NO incluye los montos que por ley el Ministerio de Hacienda debió trasladar a esas instituciones pero que, como ya sabemos, no lo hizo. Y esos fondos no girados superan – y por mucho – el monto de los fondos distribuidos pero no utilizados. Sólo en el caso de la Dirección de Asignaciones Familiares, Hacienda dejó de girar 18,450 millones de colones. Y no sabemos cuánto dejó de girar a otras entidades que se encuentran en el frente de batalla, como IMAS, PANI, el sector vivienda, etc.
Digo que esta es la forma más odiosa de incumplimiento de deberes porque el Presidente de la República está usando a los pobres como peones en un tablero de ajedrez, sacrificándolos para proteger a la reina, que en este caso la percibe como la Hacienda Pública. En La Suiza Centroamericana somos proponentes de un manejo fiscal prudente. Nunca nos va a ver el lector abogando por incurrir en déficit para financiar yeguadas innecesarias como las que ocasionalmente se inventan nuestros políticos. Más bien abogamos por una racionalización del Estado, con una consecuente disminución del gasto público, de manera que se pueda disminuir el déficit sin crear nuevos impuestos. Pero cuando se trata de la ayuda que se debiera destinar a los más pobres en nuestro país, nos oponemos rotundamente a que se recurra al argumento fiscal para dejar de hacer lo necesario. Máxime cuando vemos que el Presidente está de acuerdo con una ley que otorga 30,000 millones de colones en privilegios odiosos a un grupito de 5000 maestros para que se puedan pensionar más jóvenes que los demás maestros, y con mejores beneficios. ¡Qué interesante! ¡Privilegios para la clase media sí, ayuda para los pobres no!
Es cierto que el TLC beneficiará a algunos ricos. Pero no someterlo al conocimiento de la Asamblea por esa razón es cínico. Cierto, muchos empresarios se beneficiarán de las mejores oportunidades de exportación que se presentarán. Pero no todos los exportadores son ricos, hay muchas empresas medianas y pequeñas que exportan con éxito sus servicios y productos. Además, esos empresarios contratarán mano de obra, ayudando así a muchas de esas 237,000 familias pobres que hay en nuestro país a tener un empleo y un ingreso fijo, que es más de lo que el Estado hace por ellas. El influjo de empresas extranjeras de servicios y de tecnologías altas y medias asegurará la disponibilidad de más empleos en estos sectores, que tienden a pagar salarios superiores a los de otros sectores. Y no menos importante, los consumidores – que somos todos los costarricenses – nos vamos a beneficiar de la disponibilidad de más y mejores productos, ofrecidos en condiciones más competitivas, por lo que nuestro poder adquisitivo crecerá (aun si no se incrementasen nuestros ingresos). Recordemos, empresarios son sólo algunos, campesinos son sólo algunos, pero consumidores somos todos: pobres, ricos y los del medio. Y todos nos veremos beneficiados del TLC.
Afirmo que don Abel utiliza a los pobres como fichas de tablero, porque es en nombre de ellos que se rehúsa a enviar el TLC a la Asamblea, y peor aún, es en su nombre que impulsa un Paquetazo Fiscal que no hace absolutamente nada por los pobres. La mal llamada Reforma Fiscal no contiene medidas para estructurar el gasto público de una forma racional.
Más bien, al estimular la voracidad fiscal del Estado con un aumento desmedido de impuestos, este Paquetazo Fiscal la único que asegura es una sensación de bonanza para el Gobierno, que se permitirá entonces contratar más empleados y crear más burocracia, pero no hay nada en el Paquetazo Fiscal que asegure que los dineros que se recauden se vayan a gastar en los programas de combate a la pobreza ni en las obras de infraestructura que tanto necesitan los campesinos para sacar sus productos a mercado. El punto es que el paquete fiscal no es en sí una política de combate a la pobreza, y los zonchos que pagamos nuestros impuestos puntualmente no debemos de caer en la demagógica trampa de que habiendo más dinero se podrá hacer más por los pobres. Como ya lo vimos en el primer párrafo, hay dinero para los pobres, pero a este gobierno no le importa. No le importa, y no le importan.
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