Tengo “un amigo” que me contó la siguiente historia. Este es el amigo proverbial que tenemos todos quienes queremos escribir algo sin que se nos asocie directamente con el tema. Pero usted, estimado lector, por favor ignore mis excentricidades literarias y sígame la corriente. La historia es verídica, aunque algunos nombres de instituciones y lugares han sido cambiados para proteger la identidad de mi amigo.
Mi amigo está tratando de montar un negocito propio. Nada grande ni espectacular, pero alguito que le repelle la billetera todos los meses. El baboso auto confeso quiere hacer todo absolutamente legal y de acuerdo a los reglamentos. Nada de saltarse pasos. Nada de ofrecer mordidas. Ni loco abrir el chinamito antes de tener el permiso sanitario.
El hombre decidió, después de hacer un estudio de mercado medio empírico (un día pasó manejando por una calle donde vio un local en construcción, que decidió alquilar), que su chinamito se iba a ubicar en un pueblo que llamaremos San Eustaquio del Cuento Completo. Inmediatamente se dirigió a la Municipalidad de San Eustaquio, donde averiguó los trámites que debería cumplir para obtener todos los permisos. La gente de la municipalidad fue muy amable, y hasta le dijeron qué otras instituciones públicas debería de visitar.
El único problema fue que para poder ir a las demás instituciones, necesitaba de antemano una aprobación de una dependencia municipal, la cual llamaremos Departamento de Invenciones y Ocurrencias. Eso no sería un problema, de no ser porque al Licenciado Director del Departamento de Invenciones y Ocurrencias se le metieron a robar a la casa. Eso tampoco debiera ser problema de mi amigo, excepto que al Licenciado Director le robaron los huevos y nunca los pudo recuperar, volviéndose un inútil incapaz de tomar decisiones. De manera que una mera formalidad que en otra instancia hubiera demorado 15 días (por ley tienen 10 días hábiles para responder), aquí requirió de seis semanas, múltiples visitas a San Eustaquio del Cuento Completo, y hasta echarle los perros a la secretaria del Departamento de Invenciones para lograr que le pasara al Licenciado Director las llamadas de mi amigo. Ahí perdió el buen hombre 4 semanas. Todo porque el Licenciado Director no se atrevía a aprobar algo que a todas luces era correcto, procedente y acorde al Plan Regulador de San Eustaquio, según él mismo lo afirmó en varias conversaciones, pero no por escrito.
Finalmente con la bendición municipal, mi amigo se dirigió a otra entidad estatal, la cual llamaremos por sus siglas, DINAJOTRA, o Dirección Nacional de Jodienda y Trámites Excesivos. En DINAJOTRA – lo bueno hay que reconocerlo – tienen una política de atender consultas del público de previo a la presentación oficial de los documentos. En teoría, eso ayuda al ciudadano a presentar el expediente completo desde el principio, evitándose el típico ir y venir de los rechazos por falta de información. Para eso, en DINAJOTRA tienen un horario fijo de atención al público, el cual está bien publicitado (y si esta no es una palabra, por favor que alguien me corrija).
Pues resulta que mi amigo fue a la consulta en DINAJOTRA hace tres semanas. Por supuesto, le indicaron que le hacía falta una letanía de documentos. El pobre chavalo no durmió una semana completa, hasta que consiguió la certificación registral de ser dueño de unos calzoncillos morados (y todas las demás tonteras que le pidieron). Exactamente una semana después regresó a la consulta, topándose con un lacónico rótulo con el siguiente mensaje: “El día de hoy no habrá consulta. El encargado se encuentra dictando un seminario del Servicio Civil para nuevos reclutas titulado: Cómo crear trámites sin sentido y disfrazarlos de legalidad - Primera Parte”.
A mi amigo no le quedó más que volver una semana después, con la esperanza de poder evacuar sus consultas e iniciar el trámite (dicen los expertos que si no hay rechazos, ese trámite se tarda de dos a tres meses, y esto no es sarcasmo). Hoy este amigo fue a DINAJOTRA, y se encontró con el siguiente rótulo: “Ni esta semana ni la próxima habrá consulta, porque el encargado renunció”. Y así, de buenas a primeras, mi amigo del alma ha perdido otras tres semanas.
Lo bueno de esta historia (me encantan las que tienen final feliz), es que cada vez que el hombre se frustra, termina invitándome a tomar unas birritas en algún antro nocturno. A mi edad, y con mi ocupación de escritor impago, no hay nada mejor que unas birritas gratis y la oportunidad de escuchar alguna otra historia digna de ser reproducida.
¡¡¡Ah!!! ¿Y el tiempo perdido por mi amigo? ¡M’PORTA MI!
Mi amigo está tratando de montar un negocito propio. Nada grande ni espectacular, pero alguito que le repelle la billetera todos los meses. El baboso auto confeso quiere hacer todo absolutamente legal y de acuerdo a los reglamentos. Nada de saltarse pasos. Nada de ofrecer mordidas. Ni loco abrir el chinamito antes de tener el permiso sanitario.
El hombre decidió, después de hacer un estudio de mercado medio empírico (un día pasó manejando por una calle donde vio un local en construcción, que decidió alquilar), que su chinamito se iba a ubicar en un pueblo que llamaremos San Eustaquio del Cuento Completo. Inmediatamente se dirigió a la Municipalidad de San Eustaquio, donde averiguó los trámites que debería cumplir para obtener todos los permisos. La gente de la municipalidad fue muy amable, y hasta le dijeron qué otras instituciones públicas debería de visitar.
El único problema fue que para poder ir a las demás instituciones, necesitaba de antemano una aprobación de una dependencia municipal, la cual llamaremos Departamento de Invenciones y Ocurrencias. Eso no sería un problema, de no ser porque al Licenciado Director del Departamento de Invenciones y Ocurrencias se le metieron a robar a la casa. Eso tampoco debiera ser problema de mi amigo, excepto que al Licenciado Director le robaron los huevos y nunca los pudo recuperar, volviéndose un inútil incapaz de tomar decisiones. De manera que una mera formalidad que en otra instancia hubiera demorado 15 días (por ley tienen 10 días hábiles para responder), aquí requirió de seis semanas, múltiples visitas a San Eustaquio del Cuento Completo, y hasta echarle los perros a la secretaria del Departamento de Invenciones para lograr que le pasara al Licenciado Director las llamadas de mi amigo. Ahí perdió el buen hombre 4 semanas. Todo porque el Licenciado Director no se atrevía a aprobar algo que a todas luces era correcto, procedente y acorde al Plan Regulador de San Eustaquio, según él mismo lo afirmó en varias conversaciones, pero no por escrito.
Finalmente con la bendición municipal, mi amigo se dirigió a otra entidad estatal, la cual llamaremos por sus siglas, DINAJOTRA, o Dirección Nacional de Jodienda y Trámites Excesivos. En DINAJOTRA – lo bueno hay que reconocerlo – tienen una política de atender consultas del público de previo a la presentación oficial de los documentos. En teoría, eso ayuda al ciudadano a presentar el expediente completo desde el principio, evitándose el típico ir y venir de los rechazos por falta de información. Para eso, en DINAJOTRA tienen un horario fijo de atención al público, el cual está bien publicitado (y si esta no es una palabra, por favor que alguien me corrija).
Pues resulta que mi amigo fue a la consulta en DINAJOTRA hace tres semanas. Por supuesto, le indicaron que le hacía falta una letanía de documentos. El pobre chavalo no durmió una semana completa, hasta que consiguió la certificación registral de ser dueño de unos calzoncillos morados (y todas las demás tonteras que le pidieron). Exactamente una semana después regresó a la consulta, topándose con un lacónico rótulo con el siguiente mensaje: “El día de hoy no habrá consulta. El encargado se encuentra dictando un seminario del Servicio Civil para nuevos reclutas titulado: Cómo crear trámites sin sentido y disfrazarlos de legalidad - Primera Parte”.
A mi amigo no le quedó más que volver una semana después, con la esperanza de poder evacuar sus consultas e iniciar el trámite (dicen los expertos que si no hay rechazos, ese trámite se tarda de dos a tres meses, y esto no es sarcasmo). Hoy este amigo fue a DINAJOTRA, y se encontró con el siguiente rótulo: “Ni esta semana ni la próxima habrá consulta, porque el encargado renunció”. Y así, de buenas a primeras, mi amigo del alma ha perdido otras tres semanas.
Lo bueno de esta historia (me encantan las que tienen final feliz), es que cada vez que el hombre se frustra, termina invitándome a tomar unas birritas en algún antro nocturno. A mi edad, y con mi ocupación de escritor impago, no hay nada mejor que unas birritas gratis y la oportunidad de escuchar alguna otra historia digna de ser reproducida.
¡¡¡Ah!!! ¿Y el tiempo perdido por mi amigo? ¡M’PORTA MI!
Entonces ese coqueteo con la esquizofrenia de la indecisión y la neurosis fóbica a asumir una posición firme del señor Presidente es contagioso? por osmosis o venéreo?
ResponderBorrarVenéreo, amiga, venéreo. Tal es la magnitud de la cogida que nos están pegando.
ResponderBorrarme gusto el termino "Departamento de Invenciones y Ocurrencias", muy acorde a la realidad.
ResponderBorrarme gusto tu blog, visita el mio http://www.newsstar.info
tuanix
Concuerdo plenamente con nuestro anónimo colaborador, aunque por el decoro requerido en la publicación hubiera hecho una escogencia diferente de vocabulario. Lo triste, Solentiname, es que en efecto la indecisión es contagiosa, y ha permeado hasta los niveles bajos y de mandos medios de la administración pública. En este país hoy en día lo único que se mueve es lo siguiente:
ResponderBorrar1) el viento (y últimamente hay días que no mucho),
2) el lavado de dinero (narcolavado)
3) los emprendimientos de gente necesitada, como mi amigo, pero esto a los empellones y como bailando salsa (dos pasitos pa'delante y uno para'trás por favor).