La forma en que se organizan las ligas de futbol, y en general las de cualquier deporte por equipos, es tema de amplia discusión no sólo entre todos los bateadores que nos creemos expertos en el tema por el simple hecho de haber ido al estadio todos los domingos durante no se cuantos años, sino también en la literatura profesional de los economistas. Organización industrial, lo llaman ellos.
En Estados Unidos, por ejemplo, las ligas profesionales de baloncesto, baseball y football americano están conformadas por equipos de propiedad privada, pero gobernadas por entes de autoregulación compuestos por los dueños de las franquicias. En cambio, la MLS, o liga profesional de futbol, es en sí una empresa privada, propietaria de todas las franquicias, que son arrendadas o dadas en administración a empresas privadas que, sin embargo, no llegan a ser dueñas de sus equipos ni de las ganancias o pérdidas que generen. El objetivo fundamental de la MLS no es el lucro, sino la masificación del deporte. Y se nota. Con este esquema, el futbol nunca va a alcanzar la popularidad de los otros deportes en el gigante del norte.
Pero no es mi intención dedicar este espacio a resolver los problemas de los gringos; ellos tienen mucha plata y si quieren mi consejo, me pueden dejar un mensajito al final de este artículo y con mucho gusto nos ponemos de acuerdo para brindarles una consultoría pagada. Voy a hablar más bien de mi bienamado Saprissa, equipo al que sigo desde que presencié una goleada que le pegó a San Ramón allá por 1971 ó 72 en el Estadio Nacional, 5-2, si los años no me nublan la memoria. ¡Y tremendos golazos de Carlos Solano!
Hace poco más de dos años mi glorioso equipo pasaba momentos amargos. El equipo, por entonces una asociación deportiva o una sociedad anónima deportiva - a quién le importa la diferencia; la mona, aunque se vista de seda mona se queda - estaba quebrado financieramente y humillado deportivamente por la Liga y Heredia. Lo único que lo mantenía a flote era la venta ocasional de algún jugador clave, con lo cual el nivel deportivo se venía más para abajo aún. Ni la venta de los llaveritos de Barney, eh... digo, del dinosaurio morado que representaba al mounstruo, ni los contratos con Pizza Hut aportaban montos significativos.
Fue justo entonces cuando apareció el coco de todos los empresarios ticos: el capital mexicano. Por ahí se apareció un locazo con acento a Rafael Angel Calderón, con zapatos de $400 y sin calcetines, y estornudó un par de milloncitos verdes, pagó las múltiples deudas que agobiaban al equipo, y con él se quedó. ¡Qué no se dijo entonces! Era el acabóse. Nos iban a llenar de jugadores mexicanos de segunda categoría, y a cambio se iban a llevar a lo poco bueno entre los jugadores nacionales. Nos iban a subir las entradas. ¿Cómo podía ser que el equipo de mayor arrastre en Costa Rica fuera a quedar en manos de un vil mexicano? ¿Y qué sabe ese hombre de futbol? ¿Cómo se le ocurre poner a un negro de entrenador, y más uno sin experiencia?
Dos años después, la experiencia habla por si sola. Ese mexicano sin medias que nada sabe de futbol, ha demostrado saber manejar sus negocios. Y ese negro sin experiencia, bocón y berrinchudo, ha demostrado ser un excelente estratega, motivador, y lector de las circunstancias de los partidos. Sin extranjeros de segunda clase, y con un equipo lleno de ticos provenientes de las divisiones menores - de la cantera, dirían en España - han logrado llegar a las finales de todos los torneos en que han participado, y han ganado la mayoría de ellas. El único inconveniente es que en el estuche ahora sólo nos venden Sapri Cola, precio que gustosos pagamos a cambio de poder ver un equipo triunfador.
Escribo estas notas pocas horas antes de la final de Clausura. Esta noche mi querido mounstro enfrenta al león manudo. Todos los morados rezamos para que las técnicas de dominación de felinos aprendidas enfrentando a los pumas puedan ser extendidas y aplicadas a los leones. Pero el resultado de esta noche no tiene importancia para efectos de este comentario. Al final de cuentas, el equipo está conformado por humanos, y no se puede ganar siempre.
El año pasado, cuando ganamos el campeonato nacional pero perdimos el de Concacaf contra - Oh Dios bendito - la Liga, un higadito manudo me mandó un e-mail explicando la importancia del triunfo liguista; decía que ser campeón de Centro y Norteamérica es más que ser campeón de Costa Rica. ¡Qué mal leyó el partido este amigo! Ese triunfo de la Liga en Concacaf sirvió para poner un trofeo más en sus vitrinas, ocupando el mismo espacio que el trofeo de campeón nacional que se ganó el Saprissa en ese entonces. Pero mientras que el trofeíto de la Liga sólo sirvió de adorno, el de Saprissa le valió la clasificación al torneo de campeones de Concacaf de este año, mismo que el glorioso mounstro acaba de ganar, dándole a su vez el pase al primer Campeonato Mundial de Clubes. Y un milloncito de dólares para Vergara, que espero sea generoso en compartir con sus jugadores y cuerpo técnico.
El futbol no es muy diferente que muchos de los servicios que en nuestro país proporciona el Estado en exclusiva. Tiene elementos de servicio público, pero también tiene caracterísiticas de servicio privado. El placer, el disfrute y el nerviosismo que produce seguir con pasión a un equipo de futbol - algo que mi mujer apenas entendió cuando me tuve que parar a orinar tres veces durante el primer tiempo del partido contra el Pumas - es algo de lo que no se puede excluir a nadie. Esto, los economistas lo entenderán, lo convierte en servicio público.
¿No es acaso servicio público la oportunidad que nos brinda el futbol de aliviar tensiones gritando como locos desaforados durante 90 minutos dos veces por semana? Para los pachucos que conformamos el 95% de la afición saprissista, la oportunidad de gritar obscenidades e improperios en un ambiente contenido es una válvula de escape importantísima. No hay que confundir entre los que sabemos y entendemos que el futbol no es más que un juego, y que nuestros gritos no son más que un condimento picante para el mismo, y los desadaptados sociales que no logran asimilar una derrota o una decisión arbitral contraria a sus deseos y acuden a la violencia física. Los primeros, aunque no les guste a los moralistas, mojigatos y demás bichos de la especie homo agüevadensis sermoneadoris, no hacemos más que ejercer nuestro derecho de libertad de expresión. Los segundos, los desadaptados sociales, deberían de ser retirados de circulación. Su ingreso no debería de ser permitido en los estadios (mucho menos a las barras bravas de los equipos) ni en los burdeles.
Pero el futbol es un servicio público que es mejor brindado por la empresa privada, y sobre todo, la empresa privada con fines de lucro. No la confundamos con esos indefinidos entes privados que son las sociedades anónimas deportivas, donde no hay dueños de verdad, y los que hay, no tienen capacidad para ejercer una influencia positiva ni un control verdadero sobre los destinos de su equipo.
El futbol en Costa Rica presenta un paralelismo interesante con lo que podría ser la organización de un mercado en un servicio público, como el de las telecomunicaciones. La Fedefut es como papá Estado, que supuestamente vela por el bienestar de todos, pero se distingue por su ineptitud y corrupción. La UNAFUT es la ARESEP del mercado de futbol. Establece las reglas que, claras o no, lógicas o estúpidas, igual tienen que seguir los equipos durante el Torneo. Hasta tribunales de justicia tiene el futbol (el Tribunal de Conflictos Deportivos y la Comisión Disciplinaria).
El Saprissa es hoy la única verdadera empresa privada que funciona en un mercado más o menos competitivo, regulado por UNAFUT y mal que bien guiado por la Federación. Hay otros 11 equipos, aunque el mercado presenta características de oligopolio. Dos equipos controlan más del 80% del mercado de seguidores (participación de mercado), y tres equipos lideran - y por mucho - en el campo de las ganancias (de títulos). La empresa privada es hoy por hoy la más exitosa en el mercado, pero no le cae mal que su principal rival sea una empresa "de todos sus seguidores". Las demás empresas en el mercado se pueden catalogar de quijotadas de las que siempre existen: pulperías metidas a supermercado pero manejadas con criterio de pulpería (Heredia), pulperías que no pasan de ser pulperías y que hoy no fían pero necesitan que todos sus suplidores les vendan de a fiado (Cartago), empresas municipales o cooperativas (muy bonitas, y de vez en cuando hacen algo importante, pero en general están relegadas a un segundo plano, como Pérez Zeledón), y empresas en ciernes que pretenden llegar a convertirse en un participante importante en el mercado (y ojalá lo logren, para bien del mercado. Tal es el caso del Brujas).
Pero ese Saprissa de capital privado mexicano no es el mounstro desalmado que la gente tiende a creer que en general son las empresas privadas. Las entradas al Estadio Saprissa para la final de hoy se vendieron significativamente más baratas que las entradas al Alejandro Morera para el partido de ida. El Deportivo Saprissa también instaló, de su propio bolsillo, cámaras de seguridad en todo el estadio que permiten identificar y detener de inmediato a los pachucos que se pasan de la raya, haciéndolo uno de los estadios más seguros del país a pesar de tener la peor barra brava de todas.
Si el Saprissa privatizado vende un producto más barato y mejor que el de sus rivales, tengo la confianza de que igual puede pasar si se permite la competencia en telecomunicaciones. La comparación no es tan sencilla como para meter todo lo que tengo que decir en "dos cuartillas a doble espacio". Espero, sin embargo, que estas ideas den pie a una discusión interesante, y ojalá algunos lectores puedan sacar de ella conclusiones interesantes para los RECOPEs, ICEs y FANALes de nuestro anquilosado Estado.
En Estados Unidos, por ejemplo, las ligas profesionales de baloncesto, baseball y football americano están conformadas por equipos de propiedad privada, pero gobernadas por entes de autoregulación compuestos por los dueños de las franquicias. En cambio, la MLS, o liga profesional de futbol, es en sí una empresa privada, propietaria de todas las franquicias, que son arrendadas o dadas en administración a empresas privadas que, sin embargo, no llegan a ser dueñas de sus equipos ni de las ganancias o pérdidas que generen. El objetivo fundamental de la MLS no es el lucro, sino la masificación del deporte. Y se nota. Con este esquema, el futbol nunca va a alcanzar la popularidad de los otros deportes en el gigante del norte.
Pero no es mi intención dedicar este espacio a resolver los problemas de los gringos; ellos tienen mucha plata y si quieren mi consejo, me pueden dejar un mensajito al final de este artículo y con mucho gusto nos ponemos de acuerdo para brindarles una consultoría pagada. Voy a hablar más bien de mi bienamado Saprissa, equipo al que sigo desde que presencié una goleada que le pegó a San Ramón allá por 1971 ó 72 en el Estadio Nacional, 5-2, si los años no me nublan la memoria. ¡Y tremendos golazos de Carlos Solano!
Hace poco más de dos años mi glorioso equipo pasaba momentos amargos. El equipo, por entonces una asociación deportiva o una sociedad anónima deportiva - a quién le importa la diferencia; la mona, aunque se vista de seda mona se queda - estaba quebrado financieramente y humillado deportivamente por la Liga y Heredia. Lo único que lo mantenía a flote era la venta ocasional de algún jugador clave, con lo cual el nivel deportivo se venía más para abajo aún. Ni la venta de los llaveritos de Barney, eh... digo, del dinosaurio morado que representaba al mounstruo, ni los contratos con Pizza Hut aportaban montos significativos.
Fue justo entonces cuando apareció el coco de todos los empresarios ticos: el capital mexicano. Por ahí se apareció un locazo con acento a Rafael Angel Calderón, con zapatos de $400 y sin calcetines, y estornudó un par de milloncitos verdes, pagó las múltiples deudas que agobiaban al equipo, y con él se quedó. ¡Qué no se dijo entonces! Era el acabóse. Nos iban a llenar de jugadores mexicanos de segunda categoría, y a cambio se iban a llevar a lo poco bueno entre los jugadores nacionales. Nos iban a subir las entradas. ¿Cómo podía ser que el equipo de mayor arrastre en Costa Rica fuera a quedar en manos de un vil mexicano? ¿Y qué sabe ese hombre de futbol? ¿Cómo se le ocurre poner a un negro de entrenador, y más uno sin experiencia?
Dos años después, la experiencia habla por si sola. Ese mexicano sin medias que nada sabe de futbol, ha demostrado saber manejar sus negocios. Y ese negro sin experiencia, bocón y berrinchudo, ha demostrado ser un excelente estratega, motivador, y lector de las circunstancias de los partidos. Sin extranjeros de segunda clase, y con un equipo lleno de ticos provenientes de las divisiones menores - de la cantera, dirían en España - han logrado llegar a las finales de todos los torneos en que han participado, y han ganado la mayoría de ellas. El único inconveniente es que en el estuche ahora sólo nos venden Sapri Cola, precio que gustosos pagamos a cambio de poder ver un equipo triunfador.
Escribo estas notas pocas horas antes de la final de Clausura. Esta noche mi querido mounstro enfrenta al león manudo. Todos los morados rezamos para que las técnicas de dominación de felinos aprendidas enfrentando a los pumas puedan ser extendidas y aplicadas a los leones. Pero el resultado de esta noche no tiene importancia para efectos de este comentario. Al final de cuentas, el equipo está conformado por humanos, y no se puede ganar siempre.
El año pasado, cuando ganamos el campeonato nacional pero perdimos el de Concacaf contra - Oh Dios bendito - la Liga, un higadito manudo me mandó un e-mail explicando la importancia del triunfo liguista; decía que ser campeón de Centro y Norteamérica es más que ser campeón de Costa Rica. ¡Qué mal leyó el partido este amigo! Ese triunfo de la Liga en Concacaf sirvió para poner un trofeo más en sus vitrinas, ocupando el mismo espacio que el trofeo de campeón nacional que se ganó el Saprissa en ese entonces. Pero mientras que el trofeíto de la Liga sólo sirvió de adorno, el de Saprissa le valió la clasificación al torneo de campeones de Concacaf de este año, mismo que el glorioso mounstro acaba de ganar, dándole a su vez el pase al primer Campeonato Mundial de Clubes. Y un milloncito de dólares para Vergara, que espero sea generoso en compartir con sus jugadores y cuerpo técnico.
El futbol no es muy diferente que muchos de los servicios que en nuestro país proporciona el Estado en exclusiva. Tiene elementos de servicio público, pero también tiene caracterísiticas de servicio privado. El placer, el disfrute y el nerviosismo que produce seguir con pasión a un equipo de futbol - algo que mi mujer apenas entendió cuando me tuve que parar a orinar tres veces durante el primer tiempo del partido contra el Pumas - es algo de lo que no se puede excluir a nadie. Esto, los economistas lo entenderán, lo convierte en servicio público.
¿No es acaso servicio público la oportunidad que nos brinda el futbol de aliviar tensiones gritando como locos desaforados durante 90 minutos dos veces por semana? Para los pachucos que conformamos el 95% de la afición saprissista, la oportunidad de gritar obscenidades e improperios en un ambiente contenido es una válvula de escape importantísima. No hay que confundir entre los que sabemos y entendemos que el futbol no es más que un juego, y que nuestros gritos no son más que un condimento picante para el mismo, y los desadaptados sociales que no logran asimilar una derrota o una decisión arbitral contraria a sus deseos y acuden a la violencia física. Los primeros, aunque no les guste a los moralistas, mojigatos y demás bichos de la especie homo agüevadensis sermoneadoris, no hacemos más que ejercer nuestro derecho de libertad de expresión. Los segundos, los desadaptados sociales, deberían de ser retirados de circulación. Su ingreso no debería de ser permitido en los estadios (mucho menos a las barras bravas de los equipos) ni en los burdeles.
Pero el futbol es un servicio público que es mejor brindado por la empresa privada, y sobre todo, la empresa privada con fines de lucro. No la confundamos con esos indefinidos entes privados que son las sociedades anónimas deportivas, donde no hay dueños de verdad, y los que hay, no tienen capacidad para ejercer una influencia positiva ni un control verdadero sobre los destinos de su equipo.
El futbol en Costa Rica presenta un paralelismo interesante con lo que podría ser la organización de un mercado en un servicio público, como el de las telecomunicaciones. La Fedefut es como papá Estado, que supuestamente vela por el bienestar de todos, pero se distingue por su ineptitud y corrupción. La UNAFUT es la ARESEP del mercado de futbol. Establece las reglas que, claras o no, lógicas o estúpidas, igual tienen que seguir los equipos durante el Torneo. Hasta tribunales de justicia tiene el futbol (el Tribunal de Conflictos Deportivos y la Comisión Disciplinaria).
El Saprissa es hoy la única verdadera empresa privada que funciona en un mercado más o menos competitivo, regulado por UNAFUT y mal que bien guiado por la Federación. Hay otros 11 equipos, aunque el mercado presenta características de oligopolio. Dos equipos controlan más del 80% del mercado de seguidores (participación de mercado), y tres equipos lideran - y por mucho - en el campo de las ganancias (de títulos). La empresa privada es hoy por hoy la más exitosa en el mercado, pero no le cae mal que su principal rival sea una empresa "de todos sus seguidores". Las demás empresas en el mercado se pueden catalogar de quijotadas de las que siempre existen: pulperías metidas a supermercado pero manejadas con criterio de pulpería (Heredia), pulperías que no pasan de ser pulperías y que hoy no fían pero necesitan que todos sus suplidores les vendan de a fiado (Cartago), empresas municipales o cooperativas (muy bonitas, y de vez en cuando hacen algo importante, pero en general están relegadas a un segundo plano, como Pérez Zeledón), y empresas en ciernes que pretenden llegar a convertirse en un participante importante en el mercado (y ojalá lo logren, para bien del mercado. Tal es el caso del Brujas).
Pero ese Saprissa de capital privado mexicano no es el mounstro desalmado que la gente tiende a creer que en general son las empresas privadas. Las entradas al Estadio Saprissa para la final de hoy se vendieron significativamente más baratas que las entradas al Alejandro Morera para el partido de ida. El Deportivo Saprissa también instaló, de su propio bolsillo, cámaras de seguridad en todo el estadio que permiten identificar y detener de inmediato a los pachucos que se pasan de la raya, haciéndolo uno de los estadios más seguros del país a pesar de tener la peor barra brava de todas.
Si el Saprissa privatizado vende un producto más barato y mejor que el de sus rivales, tengo la confianza de que igual puede pasar si se permite la competencia en telecomunicaciones. La comparación no es tan sencilla como para meter todo lo que tengo que decir en "dos cuartillas a doble espacio". Espero, sin embargo, que estas ideas den pie a una discusión interesante, y ojalá algunos lectores puedan sacar de ella conclusiones interesantes para los RECOPEs, ICEs y FANALes de nuestro anquilosado Estado.
futbol, Dean? FUTBOL????
ResponderBorrarPero me ha quedado clarísimo. El estado tiene que empezar a producir aguitas de colores en FANAL, destilarlas por las refinadoras de Recope, venderlas como la solución a la gastritis, la calvicie, el cáncer, la soledad y el mal carácter, ponerle un nombre bien pegajoso como OVNIlaif, venderla en infomercials latinoamericanos producidos en Canal 13 y estafar a millones con eso ya sea con el consumo o con el cuento de la pirámide, con la bendición del señor Fiscal General. Cuando recaudemos en palangana grande, sin pagar impuestos y sin destinos específicos y le sobre la plata al Gobierno y todos los funcionarios públicos anden sin medias y hablen de tú, le metemos el excedente al ICE, la CCSS, el INS, y la educación pública! Entendí bien?
¡No entendiste nada, Sole!
ResponderBorrar1) ¿Futbol? Por supuesto. Como dice el encabezado del blog, aquí comentamos sobre actualidad y realidad política. Nada más actual el día que se juega la final de un torneo de futbol en este país de amantes del futbol.
2) Aunque tu idea para FANAL es interesante, lo triste es que papá Estado no tiene ni la iniciativa para hacer algo innovador con su fábrica de licores de tecnología del siglo XIX, ni la capacidad para ejecutar las brillantes ideas que puedan tener los ciudadanos como vos o yo.
3) La mitad de Costa Rica ya habla de tú, porque pareciera ser más "cool". NO por la influencia de Jorge Vergara. De hecho el Saprissa del mexicano ese es el único equipo del país cuya política es tener una plantilla de jugadores 100% costarricense.
4) Si yo viera que el Estado costarricense le mete suficientes recursos a los ICEs y los INSs y los RECOPEs y las CCSSs, entonces otro gallo cantaría. Pero la realidad es que ni se arreglan las carreteras, ni se reduce la pobreza, ni se gasta el 6% del PIB en educación, y para colmo de males, cuando solicito un teléfono me tengo que esperar meses o años, y cuando solicito ADSL (internet avanzada) tengo que vivir en una de las 4 zonas privilegiadas del Valle Central y para colmo de males esperarme 9 meses para recibirlo.
Si vos o cualquiera me convence de que ese estado de cosas es lo máximo a lo que podemos aspirar, en el acto dejaré de ser progresista y me convertiré en conservador (del status quo), que en este país son todos los iceístas, rosados, zurdos y verdiblancos nostálgicos, y no los liberales como la gente cree.